Daredevil #375

daredevil375De niño, el hijo de Jack Batallador Murdock quedó ciego a causa de un trágico accidente. Ahora, cuando el sistema legal no resulta suficiente, el abogado Matt Murdock adopta su identidad secreta y se convierte en… Daredevil

#375 – … llega la calma
Por Bergil y Xum


Fecha de publicación: Mes 55 – 11/02


Tenía que ser rápido…

Tenía que ser ágil…

Tenía que ser MÁS rápido…

Coordinando sus movimientos fiándose de sus reflejos instintivos, Daredevil saltaba de un lugar a otro, de una azotea a otra. Lanzó su bastón y casi sin darse cuenta se encontró en el lugar que estaba buscando. Miró precavidamente a su alrededor. Por fin, encontró aquello que buscaba.

– Melvin…

La figura, un hombre recubierto de una enorme armadura, se giró.

– ¿Daredevil? -titubeó-. ¿Eres tu?

– Si -Matt intentó mantener su voz bajo control. Sabía por propia experiencia, lo delicada que es la línea que separa cordura de locura, el fino hilo que sostiene el entramado de la mente lógica de un hombre. Y sabía que Melvin Potter, antaño el villano conocido como el Gladiador, se encontraba terriblemente cerca de ese límite, de romper esa débil hebra-. Prometiste que jamas volverías a utilizar ese disfraz, Melvin.

– Ellos me llamaron… -dijo Melvin, casi sollozando-. No me dejaron alternativa.

– Siempre hay una alternativa, Melvin -dijo Matt. Sabía que repitiendo su nombre, contribuía a afirmar la personalidad cuerda de Potter; pero también sabía que no debía repetirlo continuamente, porque podría provocar un sentimiento de rechazo que empujara a aquel buen hombre al abismo de la locura homicida.

Melvin miró al suelo, entristecido. Se quitó el casco.

– Tienes razón.- dijo, al tiempo que se quitaba las sierras circulares acopladas a sus guanteletes-. Sí, la tienes…

– Estoy muy orgulloso de ti, Melvin. Deja que yo me ocupe de esto.


Avanzando sigilosamente, Matt proyectó su sentido del radar, para averiguar la posición en que se encontraban los sujetos a los que tendría que neutralizar. Luego, afinó su oido, para escuchar su conversación:

– ¿Dónde demonios está Potter? Ese desgraciado ya debería estar aquí…

– ¿Quieres calmarte de una vez? Vale, es tonto, pero sabe que cualquier estupidez que haga lo único que va a conseguir es que acabemos con su chica…

– ¿Y qué? ¿No nos la vamos a cargar igualmente? Ya sabési, ha visto demasiado…

– Bueno, sí… pero eso no hace falta que Melvin lo sepa. Le queremos controlado, hasta que le demos el tiro de gracia. ¿Recuerdas?

– Pues yo digo que ya estoy harto de esperar. Vamos a cargárnosla ahora.

– ¡No seas imbécil! Como has dicho, ya debería estar aquí. ¿Qué crees que va a pensar, si oye un disparo? Y, aunque no lo oyera, ¿no crees que se daría cuenta de que ella está muerta en cuanto le echara la vista encima?

Matt decidió que ya había escuchado bastante. Deslizándose en silecio por las vigas del techo, se dejó caer en medio del grupo que formaban aquellos bribones. Ellos esperaban, en todo caso, una entrada en tromba a través de la puerta, o quizá de la delgada pared. Nunca un ataque desde arriba. Y esa fue su perdición. Antes de que pudieran darse cuenta de lo que se les había venido encima, Daredevil, con golpes precisos -tampoco era cuestión de agotarse inútilmente-, les había dejado inconscientes. Después, procedió a maniatarles metódicamente, y luego liberó a Betsy. Minutos después, ella y Melvin se fundían en un estrecho abrazo. Ambos lloraban de alegría.

– Tomó la decisión correcta.- oyó Daredevil a sus espaldas.

– ¿Stick?

– Aún te queda mucho por hacer. Mientras has estado fuera de circulación, los asuntos pendientes se han multiplicado.

– ¿Qué quieres decir?- Matt se giró. Pero en el lugar de donde provenía la voz ya no había nadie. Estaba totalmente vacio. Se encogió de hombros: con los maleantes atados y Melvin tranquilizando a Betsy, ya no le quedaba nada por hacer allí-. Mejor que vea donde soy necesitado.

Daredevil lanzó su bastón.

Tenía que ser rápido…

Tenía que ser ágil…


Foggy extendió su mano con una enorme sonrisa.

-¿Estamos de acuerdo en todo?- preguntó

El representante de la parte contraria le miró y sonrió a regañadientes.

-Si. Así es.

-Trato cerrado. Entonces…- Foggy sonreía de oreja a oreja. Tampoco le iba tan mal cuando Matt no estaba allí para sacarle las castañas del fuego. Quizás se infravaloraba demasiado.

Un trato más que resolvía por su cuenta.


Otro lugar.

Otra batalla.

El nuevo Daredevil estaba sangrando.

– ¿Te duele? ¿Te gusta el dolor?

Bullseye llevaba la iniciativa. De momento ya le había impactado de lleno con tres proyectiles. Si algo había que concederle al nuevo Daredevil es que era resistente.

– Rindete. Será mas fácil para ambos.- le pidió Bullseye, con cierta sorna.

Daredevil negó con la cabeza. No iba a darle el gusto a aquel desgraciado de reconocer su voz y confirmar sus sospechas.

– Los dos quietos.

Una silueta roja les señaló con su bastón mientras que su sombra se extendía sobre los dos contrincantes.

– Vaya vaya… Tenemos al de verdad y al de mentira…- murmuró Bullseye.- ¿A cual de los dos debería matar primero?

Daredevil simplemente se lanzó a la pelea con su mas antigua archienémesis. Ambos intercambiaron golpes y paradas. Mientras tanto, el nuevo Daredevil recuperaba el aliento y se curaba improvisadamente una herida en su brazo con un trozo de sábana. No tardó mucho en entrar de nuevo en la batalla. Poco podía hacer Bullseye ante el poder combinado de ambos demonios rojos. Se lanzó hacía atrás y se dejó caer por el lateral del edificio.

– Nos volveremos a ver.- les dijo a ambos.

Matt se giró hacía aquel que usurpaba su lugar mientras él estuvo en silla de ruedas.

– No creas que no sé quién eres. Tu latido te identifica más claramente que si te estuviera viendo. Me tienes que explicar un par de cosas…

Misteriosamente, ya había desaparecido.

-Solo una cosa mas que hacer, chico…

– ¿Stick?

Ya no estaba allí.

– Esto comienza a ser realmente molesto -murmuró Matt.


Poco después.

Karen estaba dormitando en el salón. Al oír un sonido en la terraza acabó de despertarse.

– ¿Matt?

Solo vio un viejo uniforme en el suelo. Ni una nota ni nada que pudiera indicar quien lo había dejado. Ninguna pista. Lo recogió. Estaba manchado de sangre.

– Espero que estés bien, cariño -dijo, mientras lo abrazaba, como si el hombre que acostumbraba a llevarlo estuviera dentro de él.


Todos se levantaron en señal de respeto cuando él entró en la sala.

– Bien, señores. Creo que ha quedado claro quién es quién. – dijo.- Todos han podido comprobar cómo, tras mi desaparición, el caos y la anarquía impidieron que los negocios prosperasen. Todos se han dado cuenta de que bajo mi mando las cosas son mucho mas fáciles y sencillas. Sobre todo porque no tendrán que preocuparse por competir conmigo. Si están de mi parte les aseguro que sus negocios prosperarán. Si no lo están… Bueno, lamento decirles que no les queda mucho futuro. Wilson Fisk ha hablado – Y cuando Kingpin hablaba, pocos se atreverían a responder-. Ahora, les pasarán unos documentos que, por su seguridad, les aconsejo que firmen. Si somos socios, es del todo seguro que todos saldremos beneficiados.

Kingpin dejó la sala. Con esas palabras bastaba para intimidarlos. Nadie se atrevería a enfrentarse a él. Eso era algo seguro. Y si lo hacía, mejor: al resto le vendría muy bien que alguien les mostara lo que les ocurría a aquellos que desafiaban a Wilson Fisk.


Había alguien en su despacho.

– Saludos, Murdock.

Estaba sentado en su sillón.

Se giró.

– Sé lo que pretendes.

– Je je je… -una sonrisa irónica curvó los labios de Fisk-. No sólo lo sabes, sino que además también sabes que no vas a hacer nada para detenerme.

– ¿Estas seguro?

– Si.- contestó Fisk.- Mejor malo conocido que peor por conocer.

– Quizás te conozca lo suficiente como para pensar que cualquier otro sería menos dañino para esta ciudad.

Kingpin simplemente sonrió.

– Quizás.

– Yo de ti andaría con muchisimo cuidado, Fisk.- le advirtió Daredevil.- En cualquier momento puede que tengas un traspié. Y yo estaré allí para verte caer.

– Eres un ingenuo Murdock. Tu absurda lealtad a unas leyes creadas para romperse jamas te permitirán obtener una centésima del poder que yo ahora mismo ostento. Jamas tendrás mi visión o mis agallas. Matt respiró hondo.

– Quizás no lo sepas. Pero quien rompe las reglas acaba pagando. A lo mejor no ahora. Puede que no mañana o pasado. Pero acabaras pagando por tus crímenes.- dicho eso, el enmascarado desapareció saltando por la ventana.

Kingpin simplemente sonrió y se sentó en su sillón.

Nueva York era de nuevo suyo.

Y ni su peor enemigo podía hacer nada para evitarlo.


Matt entró por la ventana de su apartamento y se encontrò con Karen que, abrazada a un ensangrentado uniforme, dormía en el sofá. Echó hacia atrás su máscara y la tocó suavemente en el hombro.

– Mnnnn… ¿sí? ¿Matt? ¡MATT! -chilló Karen, riendo y llorando a la vez, mientras se abrazaba a él con fuerza. Matt le devolvió el abrazo.


Fuera, desde la azotea del edificio de enfrente, dos figuras contemplaban la escena desde las sombras.

– Parece que el mundo del chico ha vuelto a la normalidad -dijo Stick-. ¿Tú estás bien? -La otra figura asintió en silencio. Stick se giró de nuevo en direccion al edificio de Matt-. ¿Qué piensas hacer ahora?

Nadie le contestó. Su interlocutor se había marchado. Estaba solo.


Epílogo I

Un leve tic-tic-tic anunció la llegada de Matthew Michael Murdock a las oficinas de Sharpe, Murdock y Nelson. Foggy estaba allí, esperando a su socio y amigo.

– Hola, Matt -, dijo, dándole un abrazo-. Compruebo que ya estás recuperado.

– Hola, Foggy. Se te vé muy contento. ¿Qué es lo que ha pasado?

– Vamos a mi despacho y te lo cuento, ¿vale?

Una vez en el despacho de Foggy, ambos se sentaron en cómodos sillones.

– Vale, Foggy, suéltalo de una vez. ¿Qué ocurre?

– ¿Dejando aparte tu milagrosa recuperación, quieres decir?

– Foggy…

– Vale, vale, ya te lo cuento. En primer lugar, hemos… bueno he logrado terminar el caso del edificio derrumbado. Ya sabes, aquél en el que andaba metido Ortega, y aquella especie de Thor pelirrojo…

– Sí, ya me acuerdo. ¿Cuánto has conseguido?

– Di una cifra…

Matt la dijo.

– El doble y un poco más. Y el cinco por ciento es para nosotros, Matt, para tí y para mí…

– ¿Qué quieres decir? ¿Y tu madre? No me digas que ha renunciado a su parte…

– Ésa es la otra noticia, Matt. Rosalind Sharpe abandona este bufete y regresa a Boston.

– ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué?

– Cálmate, Matt, pareces un recién licenciado en periodismo. Toma, ha dejado esta carta…

Matt pasó sus dedos hipersensibles por la superficie del papel, leyendo la escueta nota que la socia (ex-socia, más bien) principal del bufete les había dejado.

Estimados Matthew y Franklin:

Os comunico que, a partir de hoy, doy por disuelta la asociación entre nuestras firmas. Queda de vuestra propiedad la sede de la firma en Nueva York.

Atentamente

Rosalind Sharpe.

– ¿Sólo esto? ¿Nada más?

– Nada, Matt. Cuando llegué esta mañana, me encontré esta carta encima de mi mesa. Nadie sabe a dónde ha ido, y no contesta ni el teléfono de su casa ni su móvil. Se ha evaporado. Pero yo no me pienso quejar, Matt.

– No, yo tampoco… -murmuró Matt, distraído, pensando en qué razones podría haber tenido Cuchilla Sharpe para desaparecer tan súbitamente.


Epílogo II

Dos días después, por la tarde…

– … y por la autoridad que me ha concedido el Estado de Nueva York, yo os declaro marido y mujer -concluyó el juez-. Melvin, puedes besar a la novia. Silenciosamente, Karen dio un cariñoso apretón a la mano de Matt, de pie a su lado. Un par de metros más allá, Liz Allan hacía lo mismo con Foggy. Mientras, Melvin y Betsy Beatty se fundían en un largo y apasionado beso.


En primer lugar, quiero dar las gracias a Xumer por poner los músculos sobre el esqueleto del número que yo había preparado. Sólo así se explica que, habiendo pasado casi dos años sin escribir, en poco más de un mes hayan salido dos números de esta colección. También tengo que agradecerle el diseño de la portada, pues es la primera de cualquiera de mis series en la que yo no intervengo.

En segundo lugar, debo agradecer al (a los) editor (es) la paciencia que han tenido conmigo, esperando a que retomara el teclado para volver a escribir. Espero no defraudarles, aunque no puedo asegurar que vaya a poder mantener el ritmo que tenía antes de mi bloqueo de escritor.

En tercer lugar, agradecer a los que votaron el nº 374 de esta colección como el mejor episodio de la primera semana de Octubre de 2.002. Resulta reconfortante el recibir ese reconocimiento en la primera reaparición. Por último, y parafraseando a John Ronald Reuel Tolkien, «Lamento anunciarles que aunque dieciocho números es tiempo demasiado breve para vivir entre ustedes, como ya dije, esto es el fin. Me voy. Los dejo ahora. ¡Adiós!».

Bueno, no realmente. Ésa era mi intención inicial, pero quizá la reconsidere, porque se me han ido ocurriendo ideas nuevas. Si encontrara a alguien que guionizara mis argumentos, sería más que posible mantener una cadencia regular (con un período corto entre episodio y episodio) en esta colección.

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