Black Canary #2

nublackcanary02

#2 – Echando a volar II
Ave de presa

Historia de Nahikari


Fecha de publicación: Mes 177 – 1/13


Mi nombre es Dinah Laurel Lance y tengo 21 años. Soy la única hija de Larry Lance, excelente detective privado y defensor de lo justo, y Dinah Drake Lance, dedicada florista y apasionada judoca. Ambos dejaron este mundo hace algún tiempo.

Desde entonces, me he volcado casi por completo en las artes marciales. En el pasado me permitieron tener una vida, al ayudarme a controlar mi grito, y ahora, me impiden perder el rumbo por completo.

Dinah Lance, esa soy yo… y esta es mi historia.


Kowloon. Hong Kong.

En el horizonte sólo se observaban unos pocos resquicios de luz  cuando Dinah decidió que era hora de levantarse. Durante la madrugada, se había encontrado en varias ocasiones revolviéndose entre la suavidad de aquellas sábanas, y es que aquella noche había sido agitada incluso para ella.

Al incorporarse de forma repentina, una gota de sudor recorrió su cara, deslizándose delicadamente por su entonces rosada mejilla. Su cabeza había comenzado la noche estremeciéndose  por Craig y su futuro, aun debiendo estar concentrada en el torneo; pero ya no se trataba de él, sino de ella. Había pasado gran parte de la noche inquieta, reviviendo lo ocurrido durante la madrugada, con su mente imaginando infinidad de finales alternativos para el intrigante encuentro. Sentada sobre la cama, con sus manos apoyadas tras ella sobre el colchón, miró al techo y suspiró. Le había inquietado sobremanera aquella presencia, pero no se explicaba el por qué.

De repente, salió de la cama de un salto, y toalla en mano, recorrió el pasillo de la casa para dirigirse al baño. Una ducha fría. Aquello era todo lo que necesitaba para ser la Dinah de siempre, se decía a sí misma mientras el gélido fluido recorría sus formas. Detenido el frío chorro, escuchó unos pasos casi inaudibles alejarse por el pasillo, sin duda alguna se trataba del maestro; hasta sus pasos sonaban solemnes.

Dinah se apoyó contra la puerta del baño durante unos segundos, y cerró los ojos mientras escuchaba aquel soniquete que se le hacía casi celestial, pues aquello que para cualquiera no sería más que un leve ruido, a ella la transportaba a su adolescencia.


Kowloon. Hace aproximadamente 5  años.

Apenas estaba amaneciendo, pero Dinah y su compañera de habitación se encontraban ya despiertas, recorriendo el pasillo rumbo a una de las ventanas que daba al jardín del dojo.

– ¿Estás segura de que merece tanto la pena? – dijo la chica frotándose los ojos, para acto seguido emitir un sonoro bostezo.

– Shhh…  ¿Es que quieres que nos oigan? – dijo Dinah en voz baja.

– Bueno… – añadió su amiga  en un susurro.

Al alcanzar la ventana, Dinah tomó el brazo de su compañera y tiro de él, haciendo que la chica se agachara junto a ella. Ambas  se asomaban por la ventana, buscando lo prometido.

– Yo no veo nada, Di. – dijo quejosa la chica, entrecerrando los ojos a causa de la luz del sol, que comenzaba a asomarse entre las montañas.
Dinah hacía lo mismo, pero se mantenía en silencio. Justo en aquel momento, los rayos del sol fueron parcialmente interceptados por aquella silueta que observaban y que se levantaba del suelo. Entonces, aquel chico se ladeo ligeramente, haciendo que los rayos del sol que las cegaban, les hicieran ver la verdadera luz.

– Ahí está… – murmuró Dinah. – Tal y como me lo habían contado.

Por unos segundos, a Dinah le pareció estar presenciando la perfección hecha hombre. Nunca había visto un cuerpo igual. Recorrió cada rincón del apolíneo torso del hombre con sus ojos, para después hacer lo mismo con sus brazos. La luz del sol les ofrecía una vista increíble.

El joven, de unos 25 años, se secó el sudor de la frente y volvió al suelo, donde se dedicaba a cuidar del jardín.

– ¿Has visto, Carol? Lo que te decía… – susurró Dinah a su compañera y la miró. – No me dirás que no está bueno… – dijo arqueando una ceja al ver la cara de esta.

– No es eso, pero hubiera preferido seguir durmiendo. – volvió a bostezar.

– ¡Pero si esos abdominales están cincelados por las manos de Dios! – bromeó Dinah ante tal desgana, y ambas chicas se echaron a reír, sin recordar que la mayoría aún seguiría durmiendo.

Al percatarse de su error, se taparon la boca la una a la otra casi de inmediato, pero pronto se darían cuenta de que aquello no había servido de mucho. Comenzaron a escuchar unos pasos que se aproximaban hacia ellas, y teniendo en cuenta que no contaban con el tiempo suficiente para escabullirse, se apoyaron sobre la pared disimulando, como si no hicieran más que charlar. Pronto le vieron doblando la esquina del pasillo, se acercaba lento pero decidido, mirando a las chicas con porte serio.

– Buenos días, maestro. – saludaron ambas con una reverencia, esperando algún tipo de reprimenda, ya que sus esfuerzos por ocultar sus travesuras rara vez daban resultado con el maestro.

Sin embargo, este se limitó a sonreír a sus alumnas y pasó de largo, dejando a ambas estupefactas.


Kowloon. En el presente.

Tras recordar aquel episodio, salió del baño sonriendo para volver a recorrer el pasillo, y llegar al salón en el que el maestro acostumbraba a meditar. De puntillas, accedió a la instancia y trató de acercarse a este para invitarlo a desayunar con ella, pero el anciano se había dado cuenta de su presencia desde que Dinah comenzara a aproximarse.

– Buenos días, Siu Jerk Jai. – le saludó con voz tranquila, a la vez que abría lo ojos y se ponía en pie.

– Buenos días, maestro, siento la interrupción. – respondió un tanto avergonzada.

– No te preocupes, me agrada tu compañía. – dio un par de toques sobre el suelo, instando a su alumna a acompañarle en el ejercicio.

Ambos permanecieron sentados el uno junto al otro, comenzando la rutina de relajación que habitualmente se enseñaba en el dojo. Sentados sobre sus piernas, adoptando la postura del loto (1), comenzaron a respirar al unísono. Los pulgares de ambas manos se rozaban, paralelos pero relajados, mientras la mano izquierda reposaba sobre la mano derecha, haciendo que el ying encajara en el yang. Durante algunos minutos, siguieron la rutina en completa compenetración y armonía, a pesar de que alumna y maestro hacía muchos años que no practicaban juntos. Pero el Ki (2) de la joven se encontraba agitado, y el del anciano percibió esto.

– ¿Qué ocurre, Siu Jerk Jai? – dijo el maestro, lenta, pero repentinamente, abriendo los ojos.

– ¿Cómo sabe que…? – comenzó a decir Dinah, deteniéndose ante la leve sonrisa que mostraba su maestro.

– Ser maestro no sólo significa conocer, entender y vivir las artes marciales. Un maestro sabe transmitir lo que lleva en su interior, y sabe percibir lo que otros llevan dentro; especialmente si se trata de sus alumnos. – añadió mirando a Dinah, que también se había detenido.

– Lo recuerdo, maestro. – le respondió satisfecha por la respuesta.

– Y dime, ¿Sucede algo? ¿Son los nervios del torneo?

– Verá, anoche… Anoche en el jardín… – comenzó dubitativa.

– ¿Anoche? – insistió el maestro.

– Alguien se coló y… – fue interrumpida por su maestro, que en contra de todo pronóstico soltó una sonora carcajada.

– ¿Maestro? – dijo entre asustada y desconcertada.

– Perdóname Siu Jerk Jai, pero no tiene la mayor importancia. No sería la primera vez que alguien se cuela en el dojo para intentar ser aceptado como alumno. Para bien o para mal, en los últimos años la escuela ha adquirido cierto prestigio.

– No tenía ni idea… – musitó, sintiendo que su inquietud no tenía fundamento ninguno.

– ¿Desayunamos? – cambio de tema el maestro, mientras se ponía en pie ágilmente.

– Me parece una idea genial. – sonrió su alumna.

Se levantaron dispuestos a disfrutar de un excelente desayuno, que si Lian no había comenzado a preparar, Dinah se encargaría de hacerlo. Rodeó  los hombros de su maestro con el brazo derecho, y pusieron rumbo a la cocina.

Durante el recorrido, Dinah se preguntaba cómo había podido aquella presencia inquietarla tanto. Y pensar que incluso se le había pasado por la cabeza  que pudiera haberse tratado de alguna especie de sueño o presagio… Se acordó entonces de su madre, quien se hubiera reído con el mero hecho de que su hija pensara que la ágil silueta de aquella hermosa mujer asiática hubiera sido algún tipo de designio o señal divina. Incluso pensó en que se tratara de algún ardid para desconcertar a los competidores del dojo. Fuera como fuese, lo único que tenía claro es que si se trataba de alguien que quería ser alumna del maestro, tenía todas las condiciones necesarias para ello. Así, aparcó este tema, ahorrándole los detalles a su maestro, y guardándolos en su memoria…


Koowlon. La noche anterior.

Los cuerpos de ambas mujeres se encontraban tendidos en la hierba, la una sobre la otra. Dinah se mantenía debajo, mientras que la mujer que vestía el quipao la sostenía para que la fierecilla rubia no se moviera más de la cuenta. Fue entonces cuando, lenta pero inexorablemente, la mujer asiática acercó sus labios a los de la rubia, y la besó.

Dinah, ante el asombro de lo que hacía aquella mujer, se quedó quieta durante algunos segundos. Al reaccionar, empujó a la mujer, que riendo, salió rodando por el césped y se puso en pie para no chocar contra una de las fuentes; mostraba una agilidad asombrosa.

– Te lo dije. – dijo la mujer mientras se ponía en pie, y  mostró una sonrisa maliciosa.

– ¿Decirme? ¿El qué? – dijo Dinah furiosa, apretando sus puños, conteniéndose para no formar un escándalo.

– Los sentimentalismos sólo debilitan al guerrero… Esos segundos inmóvil podrían haberte costado la vida. – añadió mientras se ocultaba en la sombra, bajo un sauce, dejando ver únicamente su silueta.

– ¿Vas de Gurú? – dijo aún molesta – ¿Quién eres? ¿O quién te crees que eres? – preguntó mientras se acercaba a la sombra.

– No. Mi intención es seguir aprendiendo, sólo espero que la tuya también. – dio un salto y se agarró a una de las ramas del árbol, impulsándose para subirse a ella de una voltereta, y desapareciendo tras el muro que cercaba el jardín.

– ¡Argh! – gritó Dinah, al ver como la mujer asiática se escapaba ante sus narices, sin tan siquiera haberle respondido.

Su intención era seguirla, pero cuando se disponía a trepar por el árbol, fue sorprendida.

– ¿Dinah? – oyó a la vieja Lian, y al girarse vio como esta se frotaba los ojos. – ¿Eres tu verdad?

– Sí, soy yo, no te preocupes. Vuelve a la cama.

Mientras Dinah seguía a lo suyo y continuaba con su idea de trepar por el sauce, Lian frunció el ceño y se acercó a ella. Al llegar junto al árbol, Dinah ya se encontraba sujeta al tronco, y con uno de sus pies descalzos apoyado en él, lista para subir. Pero Lian agarró a Dinah de la chaqueta y le impidió continuar.

– ¿Es que voy a tener que castigarte por trepar a los árboles como cuando tenías 15 años? ¿Qué les pasa a las mujeres americanas? – dijo soltando un suspiro, y Dinah volvió a posar su pie en el suelo y soltó aquel sauce.

– Sólo quería recordar los viejos tiempos. – trató de disimular, y se llevó a Lian para dentro, mientras no dejaba de mirar atrás.

No entendía del todo lo que acababa de pasar. ¿Quién era esa mujer? ¿Qué es lo que quería? Había aparecido de la nada, y al hacerle frente había sabido perfectamente cómo defenderse; no se trataba de una ladrona cualquiera. Además, de ser así, parecía el tipo de mujer que tomaba lo que quería, cuando quería; no se habría ido sin más… Y el beso… Odiaba reconocerlo, pero aquel beso le había agradado. La intriga la embargaba, y se acostó esperando  que el futuro le volviera a reunir con aquella misteriosa mujer, y que le desvelara de quien se trataba.


Koowlon. Recinto principal del torneo. En el presente.

Aunque se encontraba en el mismo distrito, llegar hasta el lugar donde se celebraría el torneo había sido todo un infierno, y es que atravesar el casco urbano en hora punta se convertía a menudo en una verdadera odisea. Eran muchos los ciudadanos que se trasladaban a sus lugares de trabajo o estudios, y los coches se agolpaban irremediablemente en las carreteras.

A pesar de ello, el maestro, Lian, algunos de los alumnos y Dinah, se encontraban por fin frente al recinto principal. Todos ellos se detuvieron en la entraba para admirar las majestuosas estatuas que la embellecían; especialmente los alumnos, quienes visitaban aquel lugar por primera vez. Dinah recordaba perfectamente su primera visita a aquel lugar. En aquel entonces, le impresionaron sobremanera los nueve dragones chinos en piedra, con incrustaciones en jade, que encabezaban la entrada, y que separaban los 8 arcos que daban paso al interior; y hoy por hoy, las esculturas continuaban teniendo aquella capacidad.

Tal y como hiciera la primera vez que los vio, se dedicó un par de minutos a observarlos con detenimiento, los escrutaba de tal forma, que parecía tratar de encontrar alguna respuesta  en alguno de aquellos nueve dragones, como si estos pudieran vaticinarle qué es lo que le depararía ese día. En cuando al resto de la instalación, le parecía que todo permanecía igual, si bien durante su anterior visita, aquel lugar era un templo dedicado a la oración. En la actualidad, al templo que servía de recepción se le había añadido una gran zona trasera donde podía encontrarse el escenario principal. Y a más o menos un par de kilómetros de allí, se encontraban el resto de espacios para la lucha.

– Es maravilloso… – murmuró Cynthia, anonadada ante la belleza de las esculturas.

– La verdad es que son preciosas. – dijo Dinah a la chica, y continuaron hacia el interior.

El maestro había entrado por la puerta que se encontraba más a la derecha, y el resto le siguió. Allí, una larga cola les esperaba.  Lian y el maestro se pusieron al final de esta para terminar los trámites previos al torneo, mientras Dinah y los alumnos echaban un vistazo por el viejo templo.

Para Dinah era inevitable no detenerse a mirar a los que podían llegar a ser sus adversarios, y es que además de ser un buen método para intentar plantear una estrategia, nunca había visto un desfile de semejante calibre.

Allí podía  encontrarse gente de todo tipo. Hombres y mujeres enormes, que intimidaban con su mera presencia, o tan pequeños que de verles de espaldas serían confundidos con niños. Algunos cargados con bolsas de deporte, o hatillos diversos, otros ya vestidos para la ocasión. Había quienes acudían en solitario, quizás esperando alcanzar la gloria antes de comunicárselo a los suyos, o simplemente, es que siempre estaban solos. También había quienes acudían con la familia, con varias generaciones de ella incluso, o con los alumnos o maestro del dojo al que pertenecían. Y entre todos ellos, había quien decidía embutirse en un inusual y colorido atuendo, o en un traje que no dejaba lugar a la imaginación, pero aquel tipo… Aquel tipo se llevaba la palma.

– ¿Habéis visto eso? – dijo de pronto el alumno al que Dinah había vencido la noche anterior. – ¿Se ha creído que esto es un circo? – rio socarronamente.

El tipo en cuestión llevaba un traje de colores cálidos con detalles inspirados en los tigres, y sobre sus hombros, portaba una cabeza de tigre. El luchador, que había oído las palabras del muchacho, se limitó a mirarlo y a gruñirle. Ante esto, el muchacho se asustó, y Dinah y Cinthya no pudieron evitar reírse.

– Voy a tener que conseguir una de esas, jaja. – bromeó Cynthia.

– Me pregunto si será de un tigre de verdad… – murmuró Dinah.

«Turner, Ben.» Se escuchó por un altavoz, y el hombre vestido de tigre pasó por delante del grupo rumbo al mostrador. El chico dio un paso atrás, mientras Dinah saludaba al luchador deseándole buena suerte.

Finalmente, Lian y el maestro regresaron. Al parecer, habían adelantado algunos trámites del proceso de admisión la semana anterior, y por ello no les había llevado demasiado tiempo acabar con el papeleo.

– Ahora, el maestro os recordará las reglas y cómo funciona el proceso de clasificación, maestro… – indicó Lian, dándole paso a este, pero Dinah se adelantó.

– Disculpe maestro, podría…

– Claro, ve. – le permitió el maestro, intuyendo que su alumna quería ponerse manos a la obra cuanto antes.

Y efectivamente, así era. Al ver a todos aquellos luchadores calentando, y preparándose, no sintió más que ganas de hacer lo mismo. Tomó sus cosas, y se dispuso a dirigirse a los vestuarios, dónde podría cambiarse y comenzar con el calentamiento. Se sumergió en el templo siguiendo las indicaciones de uno de los combatientes a los que había preguntado, pero comenzaba a pensar que había sido engañada por este, pues no encontraba el lugar. Entonces vio dos puertas, y aceleró el paso para comprobar si se trataba de los vestuarios.

– ¡Seré puntual! – decía un hombre mirando hacia atrás, mientras salía por una de aquellas puertas, con tan mala suerte, que Dinah chocó con él.

El hombre terminó de salir de la habitación, y dándose cuenta de lo sucedido, se apresuró a ayudar a la chica, que con la cabeza gacha, toqueteaba su nariz.

– ¿Estás bien? Perdóname, estaba un tanto distraído. – dijo avergonzado.

– No es nada, un golpecito en la nariz… – respondió ella mientras levantaba la cabeza. – ¿Rick? – preguntó entonces sorprendida.

– ¿Rick? Hace años que no me llaman así.

– ¿5 años? – preguntó Dinah.

– ¿Cómo? – respondió confuso el hombre.

– Si hace 5 años que no te llamaban así…

 -Un momento… – tomó el pelo de Dinah entre sus manos, simulando que esta llevaba dos coletas. – ¿Dinah? ¿Eres tú?

– Así es, Señor… ¿Cómo era? ¿Dragon?

– Sí, Señorita Lance. – sonrió y soltó el pelo de la chica.

Ambos estaban sorprendidos por tal encuentro, pero pensándolo detenidamente, era algo que tenía que pasar. Dinah le miró de arriba abajo, comprobando que el que fuera objeto de sus fantasías adolescentes, había ganado con los años. Le miró sin ningún remilgo, pues se había dado cuenta de que él estaba haciendo exactamente lo mismo con ella.
¿Y qué edad dices qué tienes? – preguntó Richard, al juntar su mirada con la de aquellos ojos azules.

– Te recordaba más discreto. – rio la chica ante el comentario.

– Yo a ti no. Al menos cuando os dedicabais a espiarme. – añadió con una sonrisa.

– Touché. – reconoció la artemarcialista y ambos rieron. – Podríamos quedar más tarde y tomar algo, ¿Pasarás por la escuela?

– Era mi intención, pero no he venido solo, así que no puedo asegurarte nada.

– Ajá, comprendo.

– ¿No has visto a un tipo con una cabeza de tigre? Un viejo amigo, jaja.

– Creo que tienes mucho que contarme, espero que podamos ponernos al día en otro momento.

– Sí, yo también espero que volvamos a vernos.

– Quizás nos veamos en la zona de combate… – le guiñó un ojo y se dio la vuelta, alejándose con una sonrisa en sus labios.

– ¡Hasta pronto!

Escuchó Dinah tras de sí y estiró el brazo, despidiéndose con la mano mientras continuaba su camino, tenía un torneo que ganar.


Gotham City. Al amanecer.

El sol apenas comenzaba a dejarse ver cuando Laurel Burton se levantó de la cama. Como cada mañana, se levantó temprano para disfrutar de un expresso mientras leía una de aquellas novelas que le apasionaban.

Atusó su rizada cabellera castaña con ambas manos, se puso las gafas y una chaqueta de punto sobre el camisón, y tomó el libro para dirigirse al salón. La mañana era un tanto fría, así que tras prepararse un café, se acurrucó a leer en el sofá pertrechada con una suave manta.

Que a una bibliotecaria le gustaran los libros no era ninguna novedad, pero los que verdaderamente cautivaban a Laurel eran las novelas de misterio. En esos momentos, se encontraba leyendo una de las más exitosas novelas de Agatha Christie. Comenzó a  leer, con el libro en una mano, y la taza de café en la otra. La historia estaba en un punto álgido, pero Laurel no conseguía evitar que su pensamiento se fuera por otros derroteros.

Posó la taza y el libro sobre la mesita y estiró el brazo para coger el teléfono inalámbrico. No era precisamente la hora más idónea para llamar a nadie, pero su llamada sería oída mucho más allá de los límites de Gotham y de Estados Unidos. Tras dudar unos segundos marcó el número de su sobrina; en China debía ser por la tarde. Escuchó un tono tras otro, pero nadie atendía la llamada. Volvió a dejar el teléfono en su sitio y continuó leyendo, insistiría más tarde.

Finalmente consiguió sumergirse en la lectura, pero cuando se encontraba a punto de resolver el misterio que la Señora Christie le proponía, sonó el teléfono. Rápidamente soltó el libro sobre la manta y atendió la llamada.

– La Señora Burton al aparato. ¿Con quién hablo?

– ¿Señora Burton, tía? ¡Aún estas en edad de merecer! – escuchó la voz de Dinah al otro lado del auricular, y del océano.

– No seas impertinente… – la regañó, si bien Dinah sabía que si la tuviera delante habría vislumbrado una sonrisa en su cara.

– Estamos en plena competición, por eso no he podido cogerte el teléfono, pero parece que me dan una pequeña tregua… De todos modos, debería haberte llamado antes, lo siento… – se disculpó, con un claro tono de arrepentimiento en su voz.

– Si, hubiera estado bien que me llamaras para decirme que te ibas al otro lado del mundo, y no hacerlo por sms; pero al menos esta vez has avisado. – Laurel trataba de no ser condescendiente con Dinah, ya que desde que su mejor amiga muriera, pensaba que le tocaba a ella hacer ese papel; sin embargo, rara vez lo conseguía.

– Lo siento mucho, tía, debí llamarte. Te lo compensaré, lo prometo.

– Está bien, deja de disculparte… Y cuéntame, ¿Cómo va todo?

– Estoy agotada, pero bien. Hemos estado toda la mañana con las eliminatorias y he entrado en las semifinales, esta tarde se decide todo.

– Habrás comido ¿No? – preguntó Laurel.

– Claro que sí, tía. No te preocupes. – rio al otro lado del teléfono ante la recurrente pregunta. – Y antes de que lo preguntes, estoy perfectamente, no me han herido. – volvió a reír.

– ¿Insinúas que soy una de esas tías pesadas que no deja de preocuparse constantemente por su inocente y descuidada sobrina?

– Claro que no tía Laurel, sabes que ya no soy tan inocente… – ambas rieron, y retomaron el tema del torneo.

– Entonces, ¿Crees que ganarás?

– Tengo bastantes opciones, pero hay mucho nivel. Tenías que haber visto a una de las alumnas del maestro, aún es joven, pero promete mucho. Tuvo que enfrentarse a otro compañero, y lo barrió. Tenías que haberla visto, cuando parecía que su compañero y rival la iba a dejar K.O., giró sobre sí misma y le hizo una daki-wakare (3) o algo similar, la verdad es que fue tan rápida que no podría decirlo con seguridad, y eso que el chico la superaba mucho en tamaño. ¡Es como tres veces ella! Lástima que la eliminaran en la siguiente ronda.

Laurel sonreía y escuchaba a su sobrina con atención. A ella no le apasionaban las artes marciales, pero al escuchar a Dinah hablar de ellas con tanto entusiasmo, no podía hacer más que sonreír; y no sólo por verla feliz, sino porque en momentos como este le recordaba aún más a su amiga.

– Así que el viaje ha merecido la pena… – continuó Laurel.

– Sí, la verdad es que sí.

– Me alegro por ello, cariño. ¿Sabes ya cuando volverás?

En ese momento, Laurel escuchó algo de fondo, una voz anunciaba algo.

– Tengo que dejarte tía, hablamos pronto. ¿Vale?

– Está bien. Ten cuidado, ¡Y no hagas nada que yo no haría!

– Jajaja, descuida. Un beso, tía. – colgó.

– Un beso… – murmuró Laurel y volvió a dejar el teléfono en su sitio.


Kowloon. En ese mismo momento.

Dinah colgó, y rápidamente le pasó el teléfono a Lian para que volviera a guardárselo. Nuevamente se oía el mensaje de megafonía.

– <Dinah Lance y Gang Liáng, diríjanse al escenario principal, por favor. El combate comenzará en 30 minutos. Dinah Lance y Gang Liáng, diríjanse al escenario principal, por favor. El combate comenzará en 30 minutos > – se oyó en toda la zona.

– Vamos Dinah, iremos en el Jeep. – dijo Lian mientras cogía las cosas de la chica.

El escenario principal, situado justo detrás del antiguo templo, estaba a unos 15 minutos caminando, pero Lian pensó que de aquella forma Dinah reservaría todas sus fuerzas para su contrincante. Lian y Dinah subieron al coche, mientras que el resto prefirió ir andando. La chica no lo creía posible, pero incluso en un trayecto de 5 minutos, Lian no era capaz de conducir sin realizar ningún movimiento brusco. Ahora entendía porqué el resto había preferido caminar.

– Recuérdame que si gano, te pague unas clases de conducir. – bromeó Dinah mientras salían del coche.

La vieja Lian sonrió, pues sabía bien que su forma de conducir no era precisamente admirable, pero era de aquella manera como disfrutaba más de la conducción. Accedieron al corredor de los contendientes, y Dinah comenzó a estirar mientras esperaba la llegada de su contrincante; cerca de ella, Lian murmuraba algún tipo de oración con los ojos cerrados.

Él llegó poco después. Vestía con un pantalón negro, unos zapatos de tela del mismo color, y un fajín de color rojo. Era un hombre musculoso, de 1,90 cm y con la cabeza rapada. No era fácil adivinar su edad, puesto que su excelente forma física daba lugar a engaño, pareciendo más joven de lo que en realidad era. Miró a Dinah de reojo al alcanzar el corredor, y comenzó a estirar junto a esta. No volvió a mirarla, no hasta que subieron a la arena y se colocaron frente a frente.

Era la primera vez que veía en el torneo a su contrincante, pero si había llegado hasta ahí, Dinah pensó que debía de ser bueno. A pesar de tratarse de los cuartos de final, no se puso nerviosa. Necesitaba ganar, pues aquel dinero le vendría muy bien, pero el no salir victoriosa, tampoco le supondría ningún disgusto. Había podido reencontrarse con su maestro, ver a viejos amigos, y conocer a gente interesante. ¿Qué más podía pedir?

Despejo todo pensamiento de su mente, y moviendo un pie hacia atrás y estirando la otra pierna hacia delante, se colocó en posición defensiva. Al mismo tiempo situaba sus manos, una atrás en forma de garra, y la otra delante, medio extendida, dando la bienvenida a su adversario. Este adoptó otra postura, también recurrente en el arte del wushu, y sonó el gong que daría comienzo al combate.

Tal y como Dinah esperaba, Gang atacó primero usando sus manos. A pesar de su tamaño era bastante rápido, pero ella también lo era; se agachó con velocidad, y le asestó una patada a su contrincante. Este ni se inmutó, y volvió al contraataque con una combinación de puñetazos y patadas bastante espectacular, que sin embargo, no resultó demasiado efectiva. Tras ello, fue Dinah la que decidió atacar, con algunos golpes con sus manos, pero aquel tipo parecía una enorme viga.

Durante un largo rato parecía que aquel combate no iba a terminar nunca. Gang Liáng no tenía una técnica tan depurada como la de Dinah, pero su robustez y fuerza conseguían hacerle frente. De pronto, Gang se quedó quieto, lo que provocó que Dinah también se detuviera frente a él.

– ¿Qué pasa? – preguntó ésta desconcertada.

Aquel tipo no respondió de manera alguna, permanecía inmóvil y en silencio.

– Te atacaré si no te mueves, no creas que me voy a quedar aquí parada. – advirtió Dinah, pero su contrincante hizo caso omiso.

La combatiente avanzó entonces hasta su adversario, y trató de derribarlo golpeándole junto a la rodilla y aplicando en él una llave de derribo. La maniobra funcionó, pero Dinah tenía la sensación de que aquello le había resultado demasiado fácil. Y así era. Gang apoyó su mano y pie izquierdos en el suelo justo antes de tocar este, y se levantó a la vez que agarraba a Dinah. Ambos forcejeaban, tratando de arrojar al otro.

– Tenemos que hablar. A medianoche, en el muelle. Ve sola. – le dijo repentinamente a Dinah al oído.

– ¿Hablar? ¿De qué íbamos a tener que hablar? – respondió Dinah mientras trataba de zafarse y asestaba un nuevo golpe a su rival.

– De Dinah Drake.

Aquello la impresionó de tal manera, que Dinah se detuvo en seco, y Gang Liáng consiguió derribarla con facilidad, haciéndose con la victoria. Dinah se levantó y le miró fijamente, pero no le pregunto nada.

– Drake, esta noche. – insistió Gang mientras salía del escenario por el corredor.

El maestro y los alumnos aparecieron pronto por este, tratando de animar a Dinah por su derrota, pero tal y como esperaba, el ser vencida no le había supuesto nada, pero si las palabras de aquel tipo.

¿Quién era aquel hombre? ¿De qué conocía a su madre? Se preguntaba mientras asistían a la final del torneo. Los alumnos presenciaban el combate con completa atención; un tipo al que llamaban Dragon, se enfrentaba a Bronze Tiger, que era como se hacía llamar el peculiar sujeto de la entrada. Para mayor desconcierto de Dinah, Gang se había retirado tras el combate con ella.


Muelle de Kowloon. 23:50 horas.

Era una noche fría, olía a lluvia, pero eso no impidió a Dinah el acudir a la cita. Iba caminando, con los brazos cruzados, sintiendo cómo la brisa se colaba por las mangas de su cazadora, mientras se preguntaba de qué conocía a su madre aquel tipo. No comentó nada del asunto con nadie, y tras fingir que se iba a dormir, salió por una de las ventanas de la habitación para no ser vista. Al llegar al muelle, y adentrarse en él, se encontró con multitud de contenedores de carga y descarga, pero no con el tal Gang. Sería muy fácil no ver a alguien allí, así que caminó entre estos durante un rato, pero en vistas de que nadie aparecía, decidió preguntar a la inmensidad de la noche.

– ¿Hay alguien ahí? – dijo bien alto, asegurándose de ser oída.

Escuchó entonces un ruido tras de sí, pero al girarse, todo lo que encontró fue un gatito que salía tras un container y caminaba en dirección a ella.

– ¿Tú también estás buscando algo? – le dijo al animal mientras lo tomaba entre sus brazos. – ¿Buscas a tu mamá?

En ese momento, se volvió a escucharse otro ruido, pero esta vez, al ruido le siguió el sonido de unos pasos.

– Creo que buscabais esto… – dijo saliendo tras el contenedor y lanzando el cadáver de una gata a los pies de la chica. – Y ahora, vamos a hablar de mamá…

Dinah se puso en posición de ataque, no sin antes dejar al gato tras ella, impidiendo que saliese herido. ¿Hablar? Ese tipo estaba muy equivocado si creía que iba a hablar con él, todo lo que tenía que decir, lo diría con sus puños.

La chica se lanzó decidida a por él, pero Gang no estaba solo. De entre los containeres que había en la zona, empezaron a salir hombres, rodeando a Dinah y al pequeño animal.

– Será mejor que no intentes nada… – le advirtió Gang con una sonrisa malévola en su rostro.

CONTINUARÁ…


NOTAS:

1.- Postura del  loto: La persona se encuentra sentada con las piernas cruzadas, quedando cada pie sobre el muslo del lado opuesto. Se relaciona con la meditación.

2.- Ki: Qì o Chi, hace referencia al flujo de la energía vital. En algunas artes marciales se cree que la energía puede ser controlada o utilizada por medio de distintas técnicas.

3.- Daki-wakare: Es una llave de judo.


SHERWOOD FLORIST

Buenas ^_^

Antes que nada, muchas gracias por leerme y por todos los comentarios recibidos; es un placer leer vuestras opiniones.

En esta ocasión me gustaría comentaros alguna que otra curiosidad sobre el capítulo, sobre todo a la hora de documentarme sobre lo relativo a la cultura china. Por ejemplo, cabe destacar mi sorpresa al descubrir que los mencionados dragones chinos se definen por estar formados por partes de 9 animales diferentes. Así, un dragón chino posee: cuernos de ciervo, ojos de langosta, morro de buey, nariz de perro, bigotes de bagre, melena de león, escamas de pez, garras de águila y cola de serpiente.

Continuando con los dragones, comentaros que me he decantado por 9 esculturas de dragón para el templo por el nombre del distrito, Koowlon. Y es que el nombre del distrito en chino, significa literalmente «ciudad nueve dragones».

Por otro lado, el nombre del contrincante de Dinah también tiene su miga, ya que no sólo se trata de un hombre que parece una enorme viga, sino que su nombre significa «fuerte» (Gang) y «viga» (Liáng).

Espero que os hayan gustado estas curiosidades, y que hayáis disfrutado del capítulo. El desenlace no se hará esperar tanto como este «Ave de presa», así que nos vemos en ECHANDO A VOLAR III.

¡Un saludo!

Nahikari.

Tagged , . Bookmark the permalink.

8 Responses to Black Canary #2

  1. Pingback: ACTUALIZACIÓN DE ENERO – Mes 177 - MarvelTopia

  2. Tomás Sendarrubias says:

    Muy currado todo el trasfondo marcial, Nahikari, me ha parecido muy interesante. Muy original el enfoque, lejos de lo habitual y con un rollo «Mortal Kombat» muy curioso. ¡Me gusta!

  3. MarvelTopia says:

    Curiosidad… ¿sabes de artes marciales o te documentas?

  4. Carlos Fortuny says:

    Me ha gustado bastante el capítulo que va planteando unos cuantos misterios interesantes.
    Desde mi punto de vista lo más destacable es la ambientación y los secundarios, así como las relaciones de la prota con cada uno de ellos. Me encanta el sensei jejeje
    Lo que si me quedé es con más ganas de ver combates de ese torneo a lo Dragon Ball jejeje Esperaba ver luchar a Dinah con Bronze Tiger o Dragon. Y también me quedé con ganas de ver el combate final, espero que alguno de los alumnos lo grabara en video :p

    Ya tengo ganas del siguiente!!!

  5. Pacou Miranda says:

    Buen capitulo, que continua la intriga. Como decía Fortuny, me gusta como usas a los secundarios y las relaciones de Dinah. ¿Quién sera la belleza oriental? Espero descubrirlo pronto jeje. Bien narrado como comentaban el trasfondo oriental y me ha gustado como has hecho un resumen del torneo cuando hablaba Dinah con Laurel. Bien usado.

    A seguir leyendo Black Canary toca XD

    • Nahikari says:

      Gracias por vuestras apreciaciones a ambos (se me había pasado responder a Carlos u.u’).

      Me alegra que os gusten los secundarios ^^ Respecto a la conversación de Dinah con su tía, me pareció una buena forma de relatar los hechos indirectamente, y presentar un poco a este personaje.

      Los combates los dejé más para el próximo capítulo, jeje.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *