Invasores #5

invasores05Fueron los primeros. Lucharon por la libertad cuando más necesario era. Hoy, décadas más tarde, han vuelto.

#5 – Juegos de Guerra V
Por Correia


Fecha de publicación: Mes 138 – 10/09


Alemania.

El avión aterrizó en una pequeña pista al sudeste de Stuttgart. Era un aeródromo privado, propiedad de Oracle, la empresa de Namor. La aeronave detuvo su avance al llegar a un hangar, en el que se introdujo. La puerta mecánica se cerró tras ellos.

Del avión descendieron cuatro personas, tres hombres y una mujer, vestidos de spandex. Eran el Príncipe Namor McKenzie, soberano de Atlantis, mutante nacido de la unión entre un humano y un atlante, Jacqueline Falsworth-Crichton, alias Spitfire, antigua luchadora en la Segunda Guerra Mundial, Joe Chapman, Union Jack, el último en vestir los colores de la bandera británica, y Dane Whitman, el Caballero Negro, antiguo Vengador, recién regresado de otra dimensión. A ellos les esperaba un hombre rubio, con barba poblada, vestido con un sobrio traje de tres piezas y una gabardina gris. Era Jim Hammond, la maravilla tecnológica de los años 30, el androide conocido como la Antorcha Humana, aunque hoy día había perdido sus fabulosas habilidades. Hacia él se dirigió Namor con paso firme.

«Hammond», le dijo, con su tono de voz habitual, que le hacía parecer soberbio… «¿Has averiguado algo?»

«Sí, Namor. Nacht está en su mansión, en plena Selva Negra. Ha habido mucho movimiento por la zona. Suponemos que Monroe también estará allí.»

«¿Está muy lejos de aquí?», preguntó Whitman, que aprovechó para saludar al androide.

«Un poco. Nacht cambió en Berlín de avión, recogieron a alguien y volaron hasta un aeródromo privado situado en su mansión. Nosotros estamos a Stuttgart, que está a cien kilómetros de nuestro destino.»

«¿Y por qué no sobrevolamos el sitio y nos tiramos a por ellos?», espetó Chapman, siempre práctico.

«No es posible», le contestó Hammond. «Lo más seguro es que nos detectaran. Sabemos que nos están esperando, por el ataque que habéis sufrido en el vuelo. Hay que actuar con cautela.»

«De acuerdo. Démonos prisa», dijo Namor. «¿Cómo vamos?»

«Tenemos un Hummer preparado ahí fuera, para que estemos descansados», respondió el androide.

«¿Estemos?», preguntó Namor. «Tu no vas. No tienes poderes. No quiero cargar con un peso muerto.»

«Tranquilo, Namor. Que no tenga ya mis habilidades flamígeras no significa que sea un inútil. Además, soy el único que conoce el camino.»

Namor refunfuñó, pero conocía demasiado bien a su antiguo camarada invasor como para intentar quitarle la idea de la cabeza, así que se dirigió al exterior del hangar.

«Vamos, chicos», dijo Hammond. «Vamos a patear el culo de esos nazis.»


En la mansión de Nacht.

Herr Nacht y Julia Ratsel estaban sentados cómodamente en unos sillones de diseño, de piel de guepardo, en uno de los salones de la mansión, tomando un café. Frente a ellos, un gigantesco televisor de plasma ocupaba toda la pared. En una mesita de café tenían repartidos varios dossiers de empresas de su grupo, que seguía controlando con testaferros y alias diversos, pese a estar legalmente muerto. Sus abogados se estaban encargando del tema, la última solución que le habían propuesto es que se hiciese pasar por un hermano o primo desaparecido, para gestionar la herencia… No es que a Nacht le hiciera gracia dejar de ser él mismo, pero entendía los problemas que acarreaba el estar muerto. Sin ir más lejos, hacía unas horas, para aterrizar en Londres, había tenido que salir disfrazado con un generador de hologramas, haciéndose pasar por su abogado…

La televisión se iluminó. En ella apareció el casco azul de la armadura de Cruz de Hierro.

«Señor Nacht,» dijo con voz robótica, alzando el brazo en un saludo nazi.

«Cruz de Hierro. Esperábamos su llamada. ¿Qué tal ha ido todo?»

«Perfecto, señor. El americano ha respondido al tratamiento, y está saliendo del coma, como esperábamos. Los estudios de Zola sobre el tema…»

«Sí, sí…», interrumpió Nacht. «Ahórrame los detalles técnicos. ¿Podremos usarlo o no?»

«Por supuesto. En una hora estará a su disposición.»

«Perfecto. Buen trabajo, Cruz de Hierro.»

La comunicación se cortó, y Nacht se reclinó en su asiento, mientras Julia, sonriente, se quitaba la camisa y se la tiraba a la cara.

«¿Lo celebramos?», le preguntó, insinuante.


Desde una colina cercana, Union Jack inspecciona la mansión con unos prismáticos. Junto a él, sus compañeros se refugian como pueden de la lluvia y la tormenta que azota la zona en plena noche cerrada. Todos excepto Namor, para quien la lluvia es una bendición.

«Los infrarrojos muestran varias personas en el edificio principal. Hay una pareja en una de las habitaciones de la planta alta, supongo que serán Nacht y su querida, ya que están bastante animados. Luego hay personas sueltas por la casa, vigilantes, o personal de servicio.»

«¿Y el resto de edificios?», preguntó Spitfire.

«Hay gente patrullando toda la finca, con perros. Y luego está el hangar… en el que no se ve nada. Parece que lo hayan camuflado de alguna forma», respondió el británico.

«Entonces supongo que Monroe estará allí. Es donde más fácilmente pueden ocultar unos laboratorios», intervino Hammond.

«Tenemos que evitar encontrarnos con Nacht y Ratsel», dijo Namor.

«Estoy de acuerdo contigo. Son demasiado poderosos para nosotros. Esta misión debe ser de extracción», respondió Hammond.

«Sí, Jack Bauer siempre lo intenta, y luego pasa lo que pasa», respondió sarcástico Chapman.

«Sin coñas, Joey, no es el momento», le paró Spitfire, ante la mirada que le lanzó Namor.

«Bien. De acuerdo», intervino el Caballero Negro, cogiendo los prismáticos. «Veo una posibilidad. Ahí», dijo, señalando a un estrecho pasadizo entre el hangar y la mansión. «Creo que si conseguimos entrar por ahí, podremos acceder al hangar usando la propia mansión de escudo.»

«También puedo intentar ir yo y sacarlo. A mi velocidad, seguramente no se darían cuenta», intervino Jacqueline.

«No, demasiado arriesgado. Recuerda el ataque al avión. Ellos también tienen a un velocista», la corrigió Hammond.

«De acuerdo. Intentaremos ir por ahí», concluyó Namor. «Hammond. Tu te quedas vigilando. Y no acepto discusiones esta vez.»

Sin dar tiempo a responder, comenzó a caminar en dirección a la mansión.


Los cuatro héroes superaron con facilidad la verja que rodeaba la mansión, y lograron acercarse a su destino.

«Cuidado ahora», susurró Whitman. «Hay que entrar como sea en ese hangar, pero no sabemos qué nos espera.»

«Estoy preparado para todo. El Hijo Vengador cumplirá con su misión», declaró, solemne, Namor.

En silencio nuevamente, se dirigieron hacia la puerta de la nave, que estaba entreabierta. Spitfire se asomó, usando su supervelocidad, y volvió junto a sus compañeros.

«Dentro hay un par de soldados. Y unas escaleras que descienden. Puedo encargarme de los dos hombres antes de que se den cuenta», les informó.

«Adelante», le conminó el atlante. «Vamos detrás de ti.»

Veloz como un rayo, dejando tras de si su característico rastro ígneo, la noble inglesa se adentró en el hangar, y golpeó a los dos hombres en la cabeza, dejándolos inconscientes y atándolos con unos cables de acero que había en una de las cajas.

«Despejado,» les comunicó, al ver que entraban en ese momento por la puerta, que cerraban tras de si.

«Esperemos que no tengan cámaras», dijo, poco esperanzando, Union Jack.

«Démenos pri…», comenzó a decir el Caballero Negro, pero no pudo acabar la frase. De repente, sobre ellos, apareció el logo de los Cazafantasmas, y comienza a sonar la música de la película.

«¿Qué demonios es eso?», pregunta, sorprendido, el Caballero.

«Maldito sea ese Spider-Man y sus ideas», murmuró Namor, en voz baja. «Es una alarma. El Doctor Extraño me necesita en Nueva York.»

«Pues tu alarma nos ha delatado», gruñó Union Jack, al ver que las luces de la mansión se encendían, y escuchar el ruído de pasos hacia ellos.

«¡¡EXTRAÑO!!», gritó Namor. «¡¡Aparece ante mi!! ¡Namor, el Hijo Vengador, te lo ordena!»

Union Jack y el Caballero Negro bloqueaban la entrada del hangar con las cajas cercanas, y Spitfire cerraba la trampilla que daba acceso al sótano, mientras Namor, de brazos cruzados, esperaba.

«Esto no aguantará mucho. En cuanto lleguen los dos fortachones, adiós…», dijo Dane. «Necesitamos ayuda.»

«Extraño vendrá», dijo Namor.

Y como respondiendo a sus palabras, en ese instante la forma astral del Doctor Extraño se manifestó ante ellos.


En la Mansión, el ruído despertó a Nacht, que dormía plácidamente junto a Ratsel, desnudos, envueltos sólo con unas sábanas de seda.

«Was?», exclamó, incorporándose sobresaltado.

«¡Es el hangar!», dijo Julia. «¿Crees que han venido a por él?»

«Seguramente», dijo, sonriendo, Nacht. «Vístete. Vamos a darles una bienvenida adecuada.»


«Extraño», dijo Namor, plantado frente a la forma astral del mago. «Tu alarma ha hecho fracasar esta misión. Ahora no puedo dejar a mis compañeros. No podrían sobrevivir contra el Hombre Maestro y la Mujer Guerrera sin mi concurso.»

«Eh, gracias por el voto de confianza, Spock», dijo desde la puerta Union Jack.

«Cállate, Joey», le reprendió Spitfire.

«Namor», dijo Extraño. «Sabes lo que hay en juego. Te necesito en Nueva York.»

«¿Quieres condenar a muerte a estos hombres?», le preguntó el atlante.

«No… pero tampoco quiero que muera toda la humanidad. Ven a Nueva York, Namor. Enviaré ayuda. Hay un viejo conocido vuestro cerca de aquí.»

Con esas palabras, el ánima flotante de Extraño se evaporó.

«¡Maldito seas, mago!», gritó Namor.

«Vete, Namor», le dijo Spitfire, poniendo la mano sobre su hombro. «Nos las arreglaremos.»

El monarca la miró fijamente, asintió levemente con la cabeza y despegó, atravesando el techo, en dirección a uno de los retos más increíbles de su vida1

«Chicos», dijo Spitfire, dirigiéndose a sus compañeros. «Tenemos que salir de aquí. No podemos contar con la ayuda prometida. Hay que encontrar a Monroe.»

«Jacquie, búscalo tú. Eres la única que puede encontrarlo rápidamente», le contestó Union Jack. «El melenas y yo retendremos a los supernazis.»

Spitfire corrió escaleras abajo, desapareciendo de la vista de sus compañeros.

«Bien, melenas», dijo Union Jack. «¿Algún plan?»

Antes de que Dane Whitman pudiera responderle, la pared junto a ellos se derrumbó, y de entre los escombros aparecieron el Hombre Maestro y la Mujer Guerrera.

«¡Ja!», exclamó el nazi. «¿Sólo vosotros dos? Esperaba a alguno de mis viejos amigos… con vosotros no tendremos ni que sudar.»

«Chupamela, imbécil», respondió Union Jack, corriendo hacia el hombre y dándole un puñetazo en la cara.

El agredido sonrió, divertido, y apartó al británico de un manotazo, lanzándolo contra la otra punta de la nave.

«Mierda, Chapman», le reprendió Whitman, ayudándole a levantarse. «Físicamente no somos rivales contra ellos.»

«Ya me he *ng* dado cuenta…», se quejó el inglés. «Espero que Jacquie encuentre a Monroe rápido y podamos salir de aquí»

Como respondiendo a sus palabras, el cuerpo de Spitfire salió volando por la trampilla por la que había entrado minutos antes. Union Jack, rápido en reflejos, amortiguó su caída con sus brazos.

«¡¡Jacquie!!», gritó, intentando reanimarla. «¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?»

De la trampilla salió un hombre, vestido con un uniforme negro y rojo, con una esvástica grabada en el pecho.

«Es Monroe», dijo entre susurros Spitfire. «Le han hecho algo…»

«Queridos enemigos», dijo el Hombre Maestro, abrazando al recién llegado. «Os presento al Capitán Alemania. Pero no os encariñéis con él… ¡porque vais a morir!»

CONCLUIRA

1.- Su próxima aparición, en las Guerras Infernales #1


¡OKEY, EJE, ALLA VAMOS!

¡Eh, esta vez he tardado menos! ¿No merezco un premio?

Voy a intentar acabar la saga antes de que acaben las Guerras Infernales… no, en serio…

Tenemos una carta de Israel Huertas, autor de innumerables portadas, y guionista de Kaine y Nuevos Guerreros, entre otras.

«Me he leído los cuatro números del tirón, que no es que haya sido un gran esfuerzo, tampoco (por la duración, más que nada). De momento me pinta bastante bien y me gusta la recuperación del plantel de personajes que Byrne se empeñó en resucitar en su etapa en Namor (etapa que a mí me gustaba bastante).

Los personajes se mueven bien, aunque pensaba que ibas a buscarte alguna forma para que Hammond volviera a ser la Antorcha, lo que hubiera sido un puntazo. La pena es que la trama pierde tralla por la corta duración de los episodios. Tendrás que meter más caña en los próximos para que la cosa quede todo lo gloriosa que merece un plantel de personajes como este.

Por lo demás, chapó. Me gusta la idea del regreso de Nómada, aunque sea como Capitán Alemania, y me gusta por dónde están yendo los tiros. Eso sí, creo que me gustaría más si, finalmente, hubieran hostias entre Chapman y Withman.

En fin, que seguiremos al tanto.»

Para ver a Hammond en toda su gloria tendrás que esperar al crossover con los Vengadores 2055 (próximamente en sus pantallas). ¿Ostias entre Chapman y Whitman? Antes o después, ¿no crees?

Y eso es todo por este número… nos vemos en el siguiente, con el final de la saga.

Chuck!

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