Batman #7

nubatman07

#7 – El Culto II
Morir por…

Por Tomás Sendarrubias


Fecha de publicación: Mes 180 – 4/13


Iglesia de San Tadeo, Ciudad de Gotham.

Aquel sitio le inquieta incluso antes de poner un pie en él. Demasiado cerca del Callejón del Crimen como para sentirse cómodo, como para escapar de todos los recuerdos que le atormentaban sobre ese lugar. Emerge de las sombras como un fantasma, mirando a su alrededor. La vieja iglesia está casi en ruinas, una vieja construcción de estilo colonial y que probablemente había sido una escuela o una iglesia protestante antes de convertirse en templo católico. San Tadeo estaba situada en la Colina, uno de los puntos más altos de Gotham, y donde los holandeses habían creado su primera colonia en aquel lugar. No quedaba mucho de aquello, casi todo había sido arrasado en la guerra en los conflictos entre holandeses e ingleses, y lo poco que había quedado, había sido reducido a escombros en el terremoto de 1889.

Y sin embargo, aquella iglesia parecía haber sobrevivido a todo aquello, y una deslucida placa situada en una de las paredes, cerca de la puerta principal, lo confirmaba. «Parroquia de San Tadeo. Antigua Iglesia Evangélica de los Holandeses. 1698″. La puerta de la iglesia está cerrada, pero puede ver que una de las ventanas de la parte superior, lo que debía ser uno de los accesos al campanario, está desvencijada y tiene un nido de palomas en el alfeizar. Batman ajusta el lanzador de arpones de su cinturón y un cable vuela certero, clavándose el dardo sobre la ventana y asegurándose con varias púas. Activa la tracción, y sin esfuerzo, alcanza la ventana, esquivando el nido de palomas e introduciéndose en el interior del edificio. Como había supuesto, se encuentra dentro de un viejo campanario, con su correspondiente campana situada sobre él, cubierta de óxido verdoso. Varias palomas echan a volar, agitando asustadas sus alas ante la repentina aparición de Batman, que se apresura a situarse fuera de la vista desde el exterior. De momento se llevaba bien con la policía, pero no quería asustar innecesariamente al vecindario. Llevando el índice de su mano izquierda a un punto concreto de la palma, activa las lentes de visión nocturna de su capucha, y examina su entorno, más allá de la gran campana y la suciedad que le rodea. Una sencilla construcción de madera y ladrillo cuyo revestimiento se ha caído en grandes pedazos en varios lugares, debido a la humedad y el paso del tiempo. Por lo que ha averiguado, San Tadeo había estado funcionando hasta 1998 con normalidad, y ese año, el sacerdote titular de la parroquia, un hombre llamado Harold Kervey, y que hasta ese momento se había comportado de forma completamente normal, había violado y degollado a la organista, que había resultado ser una transexual no operada, y luego la había emprendido a balazos con un grupo de neocatecumenales reunidos en la sacristía, matando a cuatro en el acto y muriendo dos más en el hospital por las heridas recibidas en los días siguientes. Kervey había sido capturado por el departamento de policía de Gotham tres días más tarde, y según lo que Bruce había leído en los periódicos de aquel momento, había culpado de sus actos a «la Voz» que le hablaba. Tras los horribles crímenes, la Iglesia había precintado San Tadeo, que se había convertido en un refugio de okupas durante algunos años, hasta que un derrumbamiento en la zona de la antigua vivienda del párroco les había obligado a abandonar el recinto, que ahora se encontraba a la espera de ser demolido.

Batman mira a su alrededor, mientras se dirige a las envejecidas escaleras de madera que bajan desde el campanario a la parroquia. En las paredes hay múltiples pintadas, desde simples nombres a símbolos de la paz, o frases de protesta contra acciones militares de los Estados Unidos o decisiones sociales de Gotham. Un mural mucho más elaborado decora uno de los laterales de la escalera, un fresco que representa la propia ciudad de Gotham, de noche, con la Torre del Reloj, la Torre Wayne, el Puente Lincoln y otros edificios emblemáticos a la vista, iluminados por una luna que resplandecía en el centro del cielo.

Los escalones de madera crujen bajo el peso de Batman, que teme que el firme se haya deteriorado con el paso de los años y el abandono del lugar. La desidia de la Iglesia y de la propia Alcaldía de Gotham había hecho que los archivos parroquiales no se trasladaran después del abandono, de modo que esperaba encontrar algún dato relativo a la presencia allí del Diácono Blackfire. Quería saber de dónde había salido ese hombre, único vínculo común entre los suicidios que, como una ola, estaban teniendo lugar en Gotham y que de alguna forma había conseguido evitar ser grabado por Bruce en su reunión con él (1).

A pesar de sus dudas las escaleras resisten la bajada de Batman, que se desliza sigiloso como un fantasma por un estrecho corredor y un nuevo tramo de escaleras que desemboca en la nave principal de la Iglesia. Los okupas debían haber utilizado aquella zona como área común. Los viejos bancos de madera estaban apartados, la mayoría de ellos pegados a las paredes, aunque había rastros de madera quemada en algunos puntos de la sala vacía, lo que denotaba que probablemente otros bancos se hubieran utilizado para caldear el lugar en las frías noches de invierno. El artista de las escaleras había cubierto la pared que antes habría quedado tras el altar de la iglesia con una pintura mucho más luminosa que su visión de Gotham, un bosque lleno de árboles que en algún momento debían haber sido verde brillante, aunque ahora estaban apagados bajo capas y capas de mugre. No muy lejos, había una puerta de acceso a la zona de residencia de los párrocos, y donde Batman esperaba que estuvieran los antiguos documentos de la parroquia… si los okupas no los habían utilizado también para convertirlos en su propio sistema de calefacción. En el centro de la sala, el viejo altar se había dispuesto como mesa, un acto quizá algo sacrílego pero funcional. Batman se disponía a dirigirse hacia la puerta cuando algo en el altar llamó su atención. Bajo la capucha, frunció el ceño, y se dirigió con pasos decididos a la gran mesa de madera oscura, donde se inclinó para observar detenidamente la marca que, como grabada a fuego, había en uno de sus laterales, la clara silueta de una mano derecha, una mano negra.

O un Guante Negro.

El vello de Batman se erizó bajo el uniforme cuando asoció aquel signo con la organización a la que Simon Hurt decía representar, una especie de consorcio misterioso que aseguraba manejar Gotham para mayor gloria de algo a lo que Hurt había llamado «el No-Dios (2)». ¿Era posible que el Diácono Blackfire tuviera alguna relación con ese grupo? Recorrió de nuevo la sala con la mirada, ahora que había visto ese signo sobre el altar, no tardó en encontrar símbolos parecidos en muchas partes del recinto de la Iglesia, símbolos sencillos, como si alguien se hubiera pintado la palma de la mano con betún negro y la hubiera ido apoyando en la pared aquí y allá. En algunos puntos se había dibujado sobre ella, y no dudaba de que cuando revisara las imágenes que estaba retransmitiendo directamente desde sus lentes a los ordenadores de la Batcueva encontraría muchos más de estos signos.

Sólo su agudo oído evita que una ráfaga de balas de alto calibre le parta por la mitad,  ya que salta al escuchar el chasquido del arma tras él, girando sobre sí mismo hacia atrás, por lo que varias balas atraviesan la capa antes de estrellarse con gran fuerza contra la pared. Antes de volver a poner los pies en el suelo, Batman ya gira sobre sí mismo y arroja un batarang hacia el lugar del que vienen los disparos, antes de que su atacante tenga la oportunidad de disparar una nueva ráfaga. Con certera puntería, el proyectil de Batman impacta en la mano de su atacante, que con un quejido deja caer el arma sobre el suelo. Con un solo vistazo, Batman advierte su aspecto demacrado, las mejillas hundidas, grandes bolsas bajo los ojos, muy delgado y con un brillo enajenado en la mirada. Grita y la saliva salpica su descuidada barba, mientras trata de recuperar su arma, aunque Batman es más rápido, y la alcanza con un cable, alejándola de las manos de su atacante.

-¡Morir por él!-grita este, arrojándose con inusitada fuerza sobre el Murciélago, con las manos convertidas en garfios ganchudos que buscan los ojos de Batman-. ¡Matar por él y morir por él!

Batman reconocía la cantinela, había formado parte de muchos de los delirios inducidos por Hurt. Golpea al hombre con el puño en el vientre, y aunque lo nota blando y casi quebradizo, este no hace amago de haberse dado cuenta de que ha sido golpeado. Al contrario, como si se hiciera más fuerte, lanza un fuerte golpe hacia Batman con las dos manos, alcanzando su rostro y haciéndole tambalearse, más por la sorpresa que por el golpe. El hombre vuelve a lanzarse sobre Batman, pero esta vez, el Murciélago está preparado, y antes de que el enloquecido atacante llegue a alcanzarle, finta, utilizando la capa para confundirle, y golpeándole con el filo de la mano cerca de la clavícula, golpeando directamente en un nodo nervioso, lo que hace que el hombre se tambalee. Siguiendo la inercia de su propio movimiento, Batman vuelve a golpearle con la rodilla en la base de la espalda, y el hombre aúlla con una mezcla de ira y dolor. Mientras se gira, Batman salta hacia atrás, dejando hueco entre ambos, y accionando un pulsador que libera un tranquilizante gaseoso en el rostro de su atacante. Aún así, el hombre intenta alcanzar de nuevo al Murciélago, pero esta vez, un golpe en pleno rostro le hace caer de espaldas al suelo. Con el gas haciéndole efecto, sus ojos se volvieron hacia arriba, casi en blanco, mientras sus movimientos se iban haciendo más lentos y pesados. Para no dejar espacio a la duda, Batman lanza sobre él varios dardos que se hunden con fuerza en el firme, tejiendo una maraña de cables en el suelo que le impediría moverse.

-Alfred-sisea Batman a través del comunicador que le unía con la Mansión, y al instante, escucha la respuesta de su mayordomo.

-Señor Bruce, que amable por su parte llamar a estas horas…-masculla Alfred-. ¿Finalmente ha conseguido que le maten y tengo que recogerle de algún  callejón oscuro?

-No, Alfred, aún no. Necesito que utilices el software de reconocimiento facial de la Batcueva con las imágenes que te estoy enviando.

-Claro, señor Bruce-replica el mayordomo-. Por cierto, me pidió que le recordara, sin reparar en la hora, que debe llamar a la señorita que se encontró en Nochevieja, la hija del relojero del señor Thomas, si mal no recuerdo (3).

-En otro momento, Alfred. ¿Me cuentas a quién he estado golpeando?

-Según lo que veo, se trata de Harold Kervey, aparece fichado por la policía de Gotham en relación a un caso de…

-Violación y asesinato múltiple-interrumpe Bruce, y Alfred lanza al otro lado de la línea un gruñido de asentimiento-. ¿Cuáles son los últimos registros de este hombre, Alfred?

-Se suponía que estaba en la Penitenciaría de Blackgate-informa el mayordomo-. Se estaba preparando su traslado al Asilo de Arkham cuando desapareció, hace dos semanas. Hay una orden de busca y captura cursada por el Departamento de Policía de Gotham…. Err… señor Bruce… al margen de todo esto, quizá debería saber que recibo unas lecturas muy inquietantes del señor Kervey. Su tensión arterial…

Alfred no tiene tiempo de continuar antes de que, aún sujeto por los cables, el antiguo párroco de San Tadeo sufra una fuerte convulsión, mordiéndose la lengua en ella con tal saña que la boca se le llena de sangre, que comienza a manar con fuertes borbotones, resbalándole por el mentón y el cuello. Los puntos de anclaje no ceden, pero aún así, las convulsiones tensan con tal fuerza los músculos de Kervey que da la sensación de que los cables van a romperse en cualquier momento. Sin esperar más datos, Batman se arroja hacia delante, introduciendo en la boca de Kervey el lado romo de uno de los batarangs para evitar que se haga más daño del que ya se ha hecho, al tiempo que busca en su cinturón la ampolla que precisa en ese momento. Tenía que reducir la tensión arterial y anular aquellos espasmos. El aire hiede a orín y excrementos, pero lo ignora mientras hunde en el pecho de Kervey una larga y fina aguja y pulsando el disparador de inyección para introducir en el cuerpo de su atacante los compuestos médicos necesarios para acabar con aquel ataque…

-Señor Bruce, tiene una tensión de 23-27, su corazón no lo va a resistir…

Bruce no responde, pero sabe que su mayordomo tiene razón. Sin pensar un instante, desgarra la sucia camiseta que llevaba Kervey, clavando con destreza sobre la parte izquierda de su pecho un conector sujeto a un cable y situando uno igual en el costado derecho, mientras cuenta para sí…

-Uno Misisipi, dos Misisipi, tres Misisipi…

Y lanza una descarga eléctrica que hace que el cuerpo del antiguo sacerdote se curve en el aire, como si quisiera tocar sus pies con la nuca a pesar de que eso le partiera la espalda.

-Uno Misisipi, dos Misisipi, tres Misisipi…

Una nueva descarga llena el aire de electricidad, mientras Kervey vuelve a sacudirse…

-Uno Misisipi, dos Misisipi, tres Misisipi…

-Señor Bruce, no es…

-Uno Misisipi, dos Misisipi, tres Misisipi…

-Señor Bruce, está muerto.

Batman guarda silencio y observa atentamente el cadáver que se encuentra ante él, con el rostro deformado por el sufrimiento. Un cadáver más en su haber, un cadáver más por el que pedir justicia.

-Dentro de veinte minutos llama a la policía, Alfred, tendrán que recoger el cuerpo. Yo voy a revisar los documentos de…

-Señor Bruce, quizá eso deba esperar-le interrumpe el mayordomo-. Pasa algo en la Torre Wayne que seguro que le interesa…


Torre Wayne, Ciudad de Gotham.

El sonido del helicóptero de la prensa era atronador, pero él sólo podía pensar en el olvido y el abismo que se abría ante él.

Sólo quería morir por Él.

-…se ha identificado al presunto suicida como William Fitz-Morton, miembro de una de las más prestigiosas familias de Gotham…

La voz de la periodista Vicky Vale parecía resonar en diferentes lugares, dando a conocer a Gotham lo que estaba ocurriendo en esos momentos en la Torre Wayne. Al parecer los chicos de sucesos estaban tomando una copa cerca de allí y cuando vieron el revuelo que se estaba formando en la calle, no dudaron en llamar a redacción. Por casualidad, como pasaban muchas de las cosas en periodismo, el helicóptero de tráfico estaba cerca, así que se habían encontrado prácticamente en exclusiva con aquel nuevo intento de suicidio de la ola que parecía haberse extendido por la ciudad.

-Como pueden ver, efectivos del departamento de policía están tomando el control de la zona, y nuestras fuentes indican que ya se ha enviado un especialista para tratar de evitar lo que parece un nuevo intento de suicidio… creo que estoy viendo a la hermana del presunto suicida, Crystal Fitz-Morton, vamos a tratar de acercarnos a ella…

-Vale, si no deja a la familia en paz, me ocuparé yo misma de meterte el micrófono donde no moleste-gruñe una voz, y la periodista ve como la Detective Montoya se interpone entre ella y la llorosa Crystal Fitz-Morton.

-¿Alguna declaración para nuestros televidentes, Detective Montoya?-preguntó Vicky Vale, sin perder en ningún momento la compostura pese a la gélida mirada de la agente de policía.

-Fuera prensa, por favor-interviene el Detective Bullock, apareciendo tras Montoya y probablemente evitando que su compañera dijera algo de lo que probablemente se arrepintiera después-. Quita esa cámara de ahí. Ya.

-Vamos, Bullock…-protesta Vicky, pero Harvey Bullock sonríe y lanza una mirada a la reportera que siente de pronto como si alguien la hubiera respirado en la nuca.

-Sólo si después tomamos una copa, Vicky…

-Señores, estamos trabajando-interviene el Comisario Gordon, y Bullock le lanza un guiño a Vicky Vale antes de seguir a Montoya y otros de sus compañeros dentro del perímetro policial-. Grave los que quiera, señorita Vale pero no moleste a mis hombres ni pase esa línea. ¿De acuerdo?

Gordon no espera respuesta de Vicky Vale antes de continuar adelante, acercándose a sus hombres.

-Montoya, ¿qué tenemos aquí?

-William Fitz-Morton, 17 años, estudiante de Loyola. Su padre tiene una empresa de transportes internacional, y tienen su sede en la planta catorce de la Torre Wayne. La diva llorona es su hermana, es la familiar más cercana que estaba presente en Gotham, su padre está de viaje de negocios en Abu Dhabi, y su madre en un balneario en Martha´s Vineyard. Su vida parece una película de Disney de las que el padre aparece cuando el crío va a batear en el partido.

-Si no corre me temo que su hijo no va a batear en muchos partidos más-gruñe Harvey Bullock, lo que le hace recibir una fúnebre mirada del Comisario Gordon.

-Un poco de respeto, Bullock-dice Gordon-. ¿Quién va a subir?

-Una especialista en conductas peligrosas que está haciendo una especie de trabajo sobre los reclusos de Arkham-responde Montoya-. No sé qué Quinzel, o algo así.

-¿La habéis visto?-pregunta Gordon, y Bullock asiente.

-Toda una doctorcita. Seguro que con verla, el chico decide no tirarse.

-Bullock, a vigilar la barrera.

-Venga ya, Comisario.

-A la barrera. Ya.

Bullock lanza un reniego y escupe al suelo mientras se marcha.

-¿Por qué no ha saltado ya?-pregunta Gordon, y Montoya se encoge de hombros.

-Parece estar hablando o rezando o algo así-responde Montoya señalando hacia los monitores de televisión que la policía había montado para recibir la imagen transmitida por el helicóptero de la prensa-. Es como si repitiera continuamente algo así como «Morir por él» y algo sobre el Lado Oscuro.

-La profesora que se suicidó durante el entierro de la cría de los Kane también masculló algo raro antes de saltar-dijo Gordon, y Montoya asintió, cogiendo una tableta de la guantera del coche de policía que tenía junto a ella, y haciendo una búsqueda rápida del informe-. Ha llegado la Nada, ha llegado el tiempo del Olvido (4).

-Suena a secta, a… ¡en el nombre de Dios!

Gordon deja caer al suelo el cigarrillo encendido que tenía en la mano por el sobresalto, y no es el único, varios agentes de la policía se muestran sorprendidos cuando una sombra pasa sobre ellos, aumentada por los focos del helicóptero de prensa y los de la policía.

-¡Es Batman!-exclama Vicky Vale tras las líneas de prensa.

-¡El Murciélago!-gruñe Montoya, y el rumor se extiende entre los policías mientras ven cómo Batman se balancea entre las gárgolas del Edificio Wayne, acercándose al chico.


-Morir por él, morir por él…-masculla William, y en ese momento, ve al Murciélago acercarse. Silencioso y volando hacia él, y siente el odio en su interior-. ¡Morir por él! ¡Matar por él!

Enloquecido por la ira William se arrojó sin pensarlo un segundo sobre Batman, tratando de arrastrarle en su caída, con un grito roto brotando de su garganta. Sin un titubeo, Batman choca contra el muchacho, que comienza a golpearle de inmediato con saña, intentando desequilibrarle. El ruido del helicóptero ensordece a Batman, pero sabe que abajo la gente debe estar gritando sobresaltada.

-¡Muere por él! ¡Muere por él!-grita William, pero sólo consigue un gruñido por parte del Murciélago.

-Hh-masculla este, utilizando las piernas y el brazo izquierdo para inmovilizar por completo al muchacho que se debate inútilmente entre sus brazos. Trazando un arco ascendente gracias al cable, Batman suelta el cable y dispara con el lanzador contra el cristal del edificio, rompiendo una de las placas que se rompe en un millar de pequeños fragmentos. La capa se extiende tras él como unas inmensas alas mientras él gira en el aire para entrar, arrastrando con él a William, al interior de una de las oficinas de la Torre Wayne, rodando por el suelo enmoquetado en una maraña de brazos y piernas. William trata de cerrar sus manos en torno al cuello de Batman, sin dejar de farfullar, y al igual que había ocurrido con el antiguo sacerdote, con una fuerza más que considerable, pero esta vez Bruce está preparado, y antes de que el muchacho pueda reaccionar al impacto de forma adecuada, se encuentra ya con una aguja hipodérmica hundida en el cuello y un potente anestésico corriendo por su torrente sanguíneo.

Sin dejar pasar un segundo, Batman toma al muchacho en brazos y salta al vacío, con la capa abierta tras él y descendiendo a toda velocidad hacia la calle, asegurando su caída con el cable. Cae en medio de un grupo de policías y sanitarios, y ve a Gordon corriendo hacia él.

-Necesitará una ambulancia-dice al ver que un par de paramédicos se acerca a ellos corriendo con una camilla-. Hay peligro de convulsiones y problemas arteriales, tenedlo controlado.

-Batman, ¿qué…?-comienza a decir James Gordon, pero el Murciélago niega con la cabeza.

-Yo me ocupo, Comisario-replica Batman, utilizando el mismo cable que había utilizado para volver a subir y desaparecer en las alturas. El helicóptero de la prensa trató de seguirle, pero pronto se dieron cuenta de que el Murciélago no había dejado rastro.

-¡Comisario Gordon!-gritó Vicky Vale, imponiendo su voz a la de los periodistas que ya se habían congregado allí-. ¿Cómo está el muchacho? ¿Es cierto que la policía ha alcanzado un acuerdo de colaboración con Batman? ¿Es uno de sus agentes, Comisario?

Sin decir nada, Gordon se dirige hacia la ambulancia para comprobar cómo se encuentra el joven Fitz-Morton, pensando en las palabras de la periodista. ¿Qué podía hacer la policía normal en una ciudad que parecía necesitar a un hombre como Batman?


El coche negro recorre las calles de Gotham a toda velocidad, buscando los trayectos más cortos con el ordenador de a bordo al tiempo que trata en lo posible de evitar las vías principales y las más transitadas. El diseño es del propio Bruce Wayne, y la tecnología que lo mueve, lo que Lucius Fox había considerado el mejor trabajo que había hecho en su vida laboral. El blindaje era capaz de resistir el disparo de un mortero sin temblar, los ejes de las ruedas le permitían una movilidad de 360º, el motor pasaba de cero a cien en 3 segundos, y era capaz de alcanzar los 280 km/h sin forzar la maquinaria. Además, el ordenador de a bordo estaba en línea con los potentes servidores de la Batcueva, y tenía toda una serie de gadgets que hubieran hecho las delicias de cualquier geek por más exigente que fuera.

-¿Necesita compensar algo, señor Bruce?-había dicho Alfred cuando había visto el «Batmovil», como lo había llamado-. En el fondo, sigue siendo un niño.

Mientras cruzaba la ciudad en dirección a la Iglesia de la Santa Gloria y el refugio del Diácono Blackfire, había comprobado que el nombre de William Fitz-Morton aparecía en el listado de asistentes a las clases de «apoyo católico» que el sacerdote impartía para algunos alumnos de Loyola. Fuera lo que fuera ese Guante Negro del que Hurt le había hablado, Blackfire formaba parte de él, y había sembrado ya suficiente muerte y sufrimiento por el mundo.

La iglesia donde oficiaba Blackfire está a oscuras cuando llega Batman, tras dejar el Batmovil en un callejón cercano, con todos los sistemas de seguridad en marcha. La Santa Gloria es mucho más nueva que la vieja parroquia de San Tadeo, sin fachadas derrumbadas ni ventanas abiertas… pero no dejaba de ser una iglesia, y Batman no tuvo ningún problema en cortocircuitar los sistemas de seguridad y abrir la puerta de la rectoría, para entrar en el interior de la iglesia. Sigiloso, Batman recorre el recinto de la Santa Gloria, pero se encuentra totalmente vacío. Incluso las habitaciones del sacerdote estaban vacías, con la cama perfectamente hecha, y ordenadas con una meticulosidad que casi parecía enfermiza. Batman está a punto de salir de las habitaciones de Blackfire cuando sus ojos se detienen en una tarjeta caída entre la cama y la mesilla de noche. Se acerca y la recoge.

La Señora Rose Elliott se complace en invitarle

a la cena que se celebrará en la Mansión Elliott para la

recaudación de fondos para el área de Pediatría del Hospital General de Gotham.

Bruce lanza un reniego cuando lee la tarjeta. Como Bruce Wayne estaba invitado a la cena, por supuesto, al fin y al cabo la organizaba la madre de Tommy Elliott. Allí estaría la mayor parte de los miembros más acaudalados de Gotham, con sus hijos… muchos de los cuales estudiaban en Loyola. Y allí estarían Tommy, Kate…

Y el Reverendo Blackfire.


1.- En el número anterior

2.- Todos los detalles en los cinco primeros números de esta serie, «Año Uno».

3.-  Si no sabes quién es ni en qué circunstancias, no te pierdas Catwoman número 1.

4.- En el número anterior.

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One Response to Batman #7

  1. Carlos Fortuny says:

    He tardado un poco en leerme este número, pero ya estoy al día. Un número bastante «silencioso», sobretodo en su primera parte jejeje
    La verdad es que se te da tan bien tratar con un hombre «normal» como Bruce, como con los superpoderosos, muy interesante la historia, a ver como acaba ^^
    (moló la mención a Harley jejeje)

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