Caballero Luna #1

caballeroluna01Tiene muchos nombres: Marc Spector, mercenario. Steven Grant, playboy. Jake Lockley, taxista. Todos ellos no son sino una fachada para el héroe que ha vuelto por dos veces de la muerte, el Puño Vengador de Khonshu… el Caballero Luna

#1 – Perdiendo la fe I
Por Bedovian
Portada de Vinx
Color de Adrián Suárez


Fecha de publicación: Mes 182 – 6/13


Portada: De fondo vemos la estatua de Konshu. Frente a ésta, Randall y Marc Spector, en sus identidades civiles, parecen estar a punto de iniciar una pelea contra el Caballero Luna.


[Marc Spector][Ahora]

Marc  Spector sudaba, aunque no había realizado ningún tipo de ejercicio físico en las últimas doce horas. Estaba inmóvil, sentado sobre sus rodillas y con los ojos cerrados. Meditaba.

A su lado estaba el Perdido. Aparentaba algo más de cincuenta años, tenía el pelo blanco, pero el cuerpo de un hombre sano de cuarenta. Pasaba la mayor parte del tiempo callado, mirando a Marc, pero cuando se decidía a hablar podía hacerlo durante horas y horas. A veces podía resultar muy pesado, pues en cualquier conversación él tenía una ventaja asombrosa sobre su interlocutor, hasta el punto de que parecía poder leer los pensamientos de Marc.

Su identidad, más allá del sobrenombre con el que se había presentado, era un misterio para el propio Marc, pero conocía su identidad de Caballero Luna. Conocía a Khonshu y conocía los problemas que, recientemente, habían comenzado a explotar en la cabeza de Marc.

Le había seguido hasta la otra punta del mundo sin pensarlo demasiado, aún sabiendo lo que dejaba atrás. Llevaban mes y medio en aquel lugar árido.

-Puño de Khonshu -dijo el Perdido al cabo de cuatro horas de silencio-. ¿Qué demonios significa eso?

Marc perdió levemente su posición.

-Significa que soy sus manos, el que hace su obra, el que lleva a cabo su venganza. Al menos lo era. Ahora lo hace mi hermano.

-¿Cualquiera puede ser el Puño de Khonshu? ¿Crees que me dejarán a mí? Ja, seguro que al final, me dejan. Ese Khonshu parece gracioso. Bueno, al menos parece animado, es diferente.

-La mayoría del tiempo es callado -respondió Marc sin inmutarse-. Tanto como tú, o más. Sólo aparece…

-¿Cuándo no le queda más remedio que aparecer?

-En momentos determinantes, sí. Supongo que tiene cosas mejores que hacer.

-Cosas de dioses, claro. ¿Has conocido a muchos? ¿Suelen estar ocupados?

-Bueno, Thor o Hércules, dentro de lo que cabe, parecen llevar una vida bastante alegre, dentro de lo que cabe.

-Vaya, hoy en día parece haber más dioses que hombres que los adoren.

Un ligero temblor en la habitación, precedido de un sonido estruendoso cortó la conversación.

Marc sabía lo que significaba perfectamente aquello. El Perdido no había tenido mejor idea que hospedarle en una encrucijada de caminos en zona de guerra. Un pequeño pueblecito que día sí y día también recibía alguna bala perdida, ya fuera de soldados extranjeros, rebeldes autóctonos o niños que se encontraban con un arma caída mientras jugaban y tentaban a la suerte.

-¿Vas a esperar mucho más, Marc?

Spector se levantó rápidamente y se acercó hasta una ventana que tenía enfrente. De un mueble, bajo ésta, cogió unos prismáticos y oteó el horizonte.

-Nada al norte -susurró tras echar un vistazo.

Se dirigió a otra habitación de la casa, con otras vistas.

-Al sur tampoco hay actividad -informó.

-No, tampoco verás nada si miras por la ventana de tu habitación -el Perdido seguía en la sala donde anteriormente hablaban, pero su voz era lo único que se oía allí, por lo que no tuvo que alzarla-. Ha sucedido demasiado cerca del poblado. ¿Qué haría el Caballero Luna en esta situación? ¿Qué haría Marc Spector?


[Caballero Luna][Ahora]

Estaba a punto de amanecer, pero Randall Spector no había acabado su jornada de trabajo. Otro hombre de su edad y habilidades podría trabajar a esas horas como vigilante de seguridad, seguramente, pero su labor era bastante diferente.

Randall Spector, como Caballero Luna que era en ese momento, se encargaba de limpiar las calles de su ciudad. Ladrones. Traficantes de toda índole. Asesinos. Violadores. La lista era larga, pero él podía resumirla con la palabra «degenerados», en general, tal como él mismo lo había sido en el pasado, como muy bien sabía. Sus acciones eran su redención.

-Frenchie, ¿Ves algo desde el cielo? -preguntó tras presionar un comunicador bajo su capucha. Instintivamente miró hacia arriba, aunque no vio la nave en forma de luna que pilotaba su compañero.

-Estaba a punto de avisarte, Randall. Muévete un par de manzanas más al norte, un grupo de seis hombres están desvalijando lo que parece ser un pequeño almacén de televisores y equipos electrónicos. Puede que sean más; lo están cargando todo en una furgoneta, pero no podría conseguir un ángulo para ver si hay alguien dentro sin  descender demasiado y estas calles estrechas…

-No te preocupes, me encargo ya.

Tras cortar las comunicaciones dio tres pasos hacia atrás y tomó carrerilla. Se encontraba en una zona de edificios bajos, de no más de tres plantas, con las calles que separaban los edificios siendo tan estrechas no necesitaba para desplazarse más que su propia fuerza. Sus movimientos eran fluidos y enérgicos; sus saltos perfectos. No le llevó más de un minuto y medio llegar hasta el lugar que le había indicado Frenchie y su corazón no había notado demasiado el esfuerzo. Mantenía el pulso tranquilo.

-Devolved todo eso al suelo, chicos -advirtió el Caballero Luna desde la plataforma más baja de una escalera de incendios-. Hacedlo o de lo contrario esta noche haréis una visita al hospital, seguida de una pequeña estancia en la prisión, salvo que tengáis antecedentes, en tal caso puede que os retengan un poco más.

Ninguno de los delincuentes dijo nada. Algunos incluso sonrieron. Depositaron los aparatos que estaban robando en el suelo y vieron calmados cómo el Caballero Luna descendía hasta el suelo. Uno de ellos sacó una navaja, otro una porra y un tercero llevaba un táser que conectó con la intención de intimidar.

Los tres restantes salieron corriendo cuando el Caballero Luna dio el primer paso.

-Esos deben ser los listos de la clase, por hoy han tenido suerte, pero no se puede decir lo mismo de vosotros, muchachos.

El siguiente paso del Caballero fue muy diferente. El impulso lo catapultó hacia adelante a la velocidad del rayo y un ligero movimiento con la mano hizo que el ladrón que sostenía el arma eléctrica la soltara. Le golpeó dos veces más, primero en la pierna para desequilibrarle y luego clavó su rodilla en la boca del estómago, obligándole a caer al suelo entre dolores.

-Equipo aéreo, ¿has avisado ya a la policía? -se comunicó de nuevo con Frenchie frente a los atónitos ladrones, que no sabían qué hacer.

-Afirmativo. Supongo que tienes de dos a tres minutos -respondió el piloto.

-Bien, señoritos -dijo a los ladrones-, la policía está en camino y de nuevo podemos hacerlo por las buenas o por las malas. La primera opción es muy simple, usamos este cordel de acero -lo sacó de la parte trasera de su cinturón mientras lo nombraba- y os ato a esa tubería de ahí atrás. La segunda opción pasa por que vosotros repitáis la experiencia de vuestro compañero, y luego os ate de todas formas. ¿Qué elegís?


Mientras se alejaban en el Lunajet, Randall y Frenchie pudieron asegurarse de que la policía llegaba hasta el lugar.

-¿Y los que dejaste escapar? -preguntó Frenchie, que hizo virar la nave ciento ochenta grados para volver a la Mansión Spector.

-Los de abajo les delataran. Se quedaron los más canallas, estoy seguro que cantarán los nombres del resto en cuanto pisen la comisaria. No por tener algo más de razón en sus cabezas se merecen salir indemnes tras robar ese sitio.

-¿Y si no lo hacen, Randall? ¿Si no cantan?

-Entonces volverán a caer en la tentación, Frenchie. Y yo estaré allí para detenerlos. Vámonos a casa, por favor, estoy cansado.

Los primeros rayos del sol les sirvieron de escolta.


Antes de echarse a dormir, Randall Spector escuchó el sonido matinal que componía su sobrina al despertar.

Marlene estaba con ella en uno de los salones, cambiándole los pañales sobre una mesa.

-¿Ha dormido bien? -preguntó realmente interesado.

Marlene se sobresaltó, pensaba que estaba sola en aquel momento. Pero no, tampoco era solamente por eso.

-Ha dormido… ¿Bien? ¿Quién sabe? Se ha despertado dos veces esta noche, pero dicen que es lo normal durante los primeros tres o cuatro meses.

Trataba de disimular la angustia en su voz, pero no lo hacía muy bien. Antes de ser el sustituto del Caballero Luna, Randall Spector había sido enemigo de su hermano, puede que el más fiero. Aunque llevaba ya un tiempo deambulando por allí, mostrando sus buenas intenciones para redimirse, a su cuñada todavía se le hacía difícil la idea de estar tan cerca de él, así sin más.

Con la marcha de Marc aquellas sensaciones no habían ido a mejor.

-Sé lo que piensas, Marlene. La situación tampoco es cómoda para mí. Si al menos Marc estuviera aquí… ¿No ha llamado?

Ella le sonrió mientras cerraba el pañal y metía el sucio en una bolsa.

-Su llamada semanal se retrasa, esté haciendo lo que esté haciendo.

-Puede que no sea mala señal, puede que esté regresando.

-Eso mismo he pensado yo, pero no me quiero hacer esperanzas. Tal como se fue… como si no le importáramos.

-Ni se te ocurra pensar eso por un momento, Marlene. Marc tenía que irse para arreglar sus problemas, para estar bien con vosotras. De otro modo seguiría aquí.

La mujer no contestó, se llevó al bebé al pecho y lo arrulló, sin poder evitar llorar mientras recordaba los hechos.


[Marc Spector] [Hace más de un mes]

Empezó hace algún tiempo, tras volver nuevamente desde la muerte, siendo algo que no percibía. Simples sueños.  Imágenes de gente que no conocía, haciendo cosas totalmente cotidianas. Gente sonriente, alegre. Pero no siempre era así.  A veces los sueños se tornaban pesadillas y esa misma gente, a la que no conocía, corría un destino fatal. Algunos ardían. Otros morían ahogados. A veces ni siquiera soñaba con gente. Veía lugares extraños, imposibles, lejanas estrellas de un brillo de colores imposibles, humanoides de aspecto grotesco y criaturas tan bellas que sólo podían haber salido de un cuento.

Al principio no habló sobre ello. Al principio se calló.

Fue al ver en las páginas de sucesos del periódico a una de esas caras cuando no pudo callar más.

Entonces se lo contó a Marlene.

-La vi en el periódico de la mañana, era ella -Marc le dio una tablet a Marlene, en cuya pantalla se podía ver la fotografía de una mujer. No era la misma del periódico, pero le valía-. Susan Hemerich, viuda y con dos hijos; todos fallecieron en un incendio ayer. Todo parece indicar que el incendio se debió a un fallo en el sistema de calefacción. Es ella.

-Podría ser una coincidencia, o simplemente alguien que se parece, Marc.

-Es ella. Estoy seguro.

-Bien, supongamos que fuera ella. ¿Qué significa?

-Ahora mismo es lo que menos me preocupa. Lo que realmente me preocupa es si todas las caras que han pasado por mis sueños han sufrido un destino similar. ¿Cuánta gente he dejado morir mientras Randall ha estado haciendo de Caballero Luna?

-El Caballero Luna no tiene una lista de gente a la que salvar. Además, Khonshu te quitó sus dones por el momento, no tiene nada que ver contigo. Sigo pensando que todo es una casualidad y que esa mujer no es la misma con la que soñaste. Ya no eres el Caballero Luna, Marc, pero quizás quieras serlo y por eso necesitas crearte esta historia.

Frente aquellos argumentos no supo que responder. Guardó silencio.

A partir de aquel momento aquellas visiones cesaron. Marc volvía a dormir plácidamente y, por un tiempo, creyó que siempre sería así. Pero entonces la cosa empeoró.

Aquellas visiones arremetían contra él incluso estando despierto.

La primera vez sucedió mientras Marc caminaba por la calle, tranquilamente. Iba a cruzar la calle cuando un edificio derrumbándose apareció frente a él. Al instante podía ver cada habitación, cada persona aplastada por los escombros. Necesitó la ayuda de una anciana para poder cruzar por completo antes de que le atropellara un coche.

Entonces no le dijo nada a Marlene, acudió directamente al joven Doctor Druida, Oliver Ludgate, que no pudo otra cosa que advertirle de que la perturbación en sus pensamientos era de origen aparentemente místico, pero no podía llegar a la fuente.

«Khonshu», pensó en un primer momento Marc, pero como Marlene le había dicho, Khonshu ya no estaba con él y, cuando acudió a su hermano, Randall, no supo que contestar:

-Hace mucho que Khonshu no me habla -explicó Randall-. A veces, bueno, creo que cuando medito frente a la estatua puedo sentir su presencia, pero poco más.

Ambos miraron la estatua, que quedaba en aquella habitación a espaldas de Randall en aquel momento.

-No -sentenció Randall-. No puede ser él.

-¿Y si estuviera volviendo a mí?

La pregunta de Marc ofendió a Randall. Prácticamente había rechazado a Khonshu en el pasado y ahora, además, tenía obligaciones con su familia. ¿Acaso no iba por el buen camino Randall enmendando sus errores? ¿Acaso había ofendido a Khonshu de alguna manera?

-No -volvió a repetir el actual Caballero Luna-. De ser así, creo que yo habría sentido algo. Habría tomado algún tipo de parte en todo. Después de ahora yo soy su avatar. Vuelve con tu familia, Marc.

-Escúchame, Randall -trató de posar la mano sobre el hombro de su hermano, pero éste se zafó-. Sé que para ti todo esto del Caballero Luna es importante, pero puede que sólo sea temporal. En algún momento…

-¡Basta! No necesito…

-Las cosas funcionan así, hermanito. Vamos y venimos, pero siempre volvemos. Es una danza que bailamos hasta volver al punto de partida.

-¡¿Y cuál es mi punto de partida, Marc?! -Randall elevó la voz- ¿Volveré a salir ahí fuera a matar inocentes?

Se hizo el silencio. Arriba, la hija de Marc Spector se puso a llorar, quizás revuelta por la situación familiar. Quizás por una de esas casualidades que siempre decoran de manera dramática un momento así.

-No estaba insinuando eso -se disculpó Marc-. Yo… simplemente quiero decir

La puerta se abrió, era Marlene, junto a Frenchie.

-¿Sucede algo, mes amis?

-No, nada -aventajó Marc-. Tengo que salir a comprar algo, ¿necesitáis alguna cosa?

Nadie dijo nada.

«No tiene nada que ver con ser el Caballero Luna o no, joder, Randall». Marc caminaba por la calle, inquieto. «Pero debería haber sabido que, tarde o temprano, las cosas cambian. ¿Y si no es Khonshu, qué otra cosa podría ser? Las señales son claras. «

-Pero tú no sabes interpretarlas, Marc Spector.

Fue la primera vez que vio al Perdido. Con su aspecto vivo y alegre. Llevaba puesta una cazadora vaqueta, ligera, y unos pantalones de color marrón, los cuales estaban algo sucios, pero no demasiado. Su aspecto era de lo más corriente, alguien en quien no reparar.

Marc se enderezó, sin adoptar ninguna pose defensiva, pero preparado para cualquier cosa.

-¿Telépata?

-Entre otras muchas cosas, joven. Te había visto alguna vez, de aquí para allá, con el traje puesto en alguna ocasión, a veces con los otros disfraces, los que son menos llamativos. Pues te vi ahora, y me pregunté, ¿cómo le irá al chico Marc con esas visiones que tiene?

-¿Me estás leyendo la mente ahora mismo, verdad? Dudo sobre cómo sabes quién soy, si sabrás todo lo demás.

-Sobre si tu mujer y tu hija están a salvo. También dudas sobre eso, pero no, ahora mismo no te estoy leyendo la mente. Antes, obviamente, sí. Necesitaba una entrada espectacular antes de que me tomaras por loco. Suelen hacerlo más a menudo de lo que me gustaría.

-¿Quién eres?

-Los míos me dieron un nombre, hace mucho, pero soy de los que piensan que uno debe encontrar su propio nombre. Compuse una melodía, larga y tediosa para algunos, demasiado corta se les hacía a otros. Elegí que ese era mi nombre. Tocarla ahora sería demasiado aparatoso así que, como sé que te gustan los nombres rimbombantes, -se cubrió los laterales de la boca con las manos y bajó la voz- Señor Caballero Luna, a mí puedes llamarme el Perdido. Perdido a secas, cuando la frase lo requiera.

-¿Y qué quiere el Perdido de mí?

-¿Qué es lo que quieres tú, en general? Dilo sin miedo, no soy alguien a quien temer. No ahora.

-Descubrir lo que me sucede ahora mismo.

-Ah, de nuevo las visiones. En eso creo que podría ayudarte, vaya que sí.

-La pregunta sería, en tal caso, ¿por qué lo harías? ¿Qué sacas tú a cambio?

El Perdido le sonrió.

-Una magnífica compañía, por supuesto. Y para ser más avaros, la oportunidad de verte de cerca, Marc Spector. Eres más especial de lo que podrías llegar a imaginar nunca. No único, pero sí especial. Y yo tengo una debilidad especial por la gente especial.


[Marc Spector][Ahora]

Cuando Spector se acercó lo suficiente sin ser visto, valoró los hechos. Un convoy americano había saltado por los aires y, a lo lejos, un coche se acercaba con los que indudablemente debían ser los que habían puesto la mina en el camino. Su tono de piel y sus rasgos evidenciaban que eran autóctonos. Unos metros más allá un niño lloraba, junto a otro, que estaba tumbado y sangrando.

Marc Spector lanzó una granada al camino, rodando para no llamar la atención. Si ya de por sí, entre humo y tierra revuelta ver cualquier cosa era tarea complicada, el artefacto explosivo le ayudaría a guardar todavía mejor su identidad.

Cuando la explosión levantó el polvo salió a la carrera. Oyó a su paso cómo algunos de los soldados americanos, todavía vivos pero pendiendo de un hilo, reclamaban su ayuda:

-¡Por favor!

-Lo siento, chico, sabías en lo que te metías -susurró para sí mismo mientras se dirigía hasta los dos chavales más jóvenes, que eran su única preocupación.

Antes de poder llegar hasta ellos llegó el coche con los hombres armados. Eran cuatro y llevaban armas semiautomáticas, pero todavía habían reparado en él, pues estaban demasiado absortos viendo como había concluido su obra.

Habría preferido no entrometerse, al igual que con los americanos, pero sabía que por sus rasgos occidentales le confundirían con un soldado superviviente. Cogió un par de piedras y las lanzó al otro lado del camino como distracción, asegurándose de que chocaban contra uno de los restos metálicos para que resonaran. Si bien no eran como los dardos del Caballero Luna, más o menos pesaban lo mismo y su puntería no había empeorado a pesar de las pocas ocasiones en las que había tenido ocasión de usarla últimamente.

Mientras los hombres giraban la cabeza al compás del sonido que él había causado, aprovechó el momento para apoyarse sobre el capó del vehículo y saltar sobre ellos. Primero los cegó con un poco de tierra, sabiendo que pese a toda su experiencia no podría hacer nada contra una bala. Al caer, se colocó como pudo en los asientos traseros y golpeó a la altura de la garganta al hombre que tenía a su derecha, que soltó su arma de inmediato. Al que tenía en el lado opuesto, le golpeó a la altura de la rodilla hasta que se torció y resquebrajó, mostrando el hueso ensangrentado. Percibió que los dos que quedaban en la parte delantera comenzaban a darse cuenta de qué sucedía, pero antes de que pudieran girarse para encarársele entrechocó sus cráneos varias veces hasta que cayeron al suelo.

Uno a uno desarmó sus fusiles y esparció las piezas en varias direcciones.

Luego se dirigió corriendo hasta los dos chicos, que habían contemplado la escena boquiabiertos.


-¿Y bien? -preguntó el Perdido cuando vio a Marc entrar por la puerta- ¿Qué ha sucedido?

Por supuesto, era una pregunta cuya respuesta él ya conocía. Incluso Marc sabía que las habilidades del Perdido daban para eso y mucho más, pero le gustaba hablar sobre ese tipo de cosas heroicas.

-Ha sido extraño -respondió el antiguo mercenario.

-¿Diferente a las otras veces que has intervenido?

-Bastante. Verás, creía que me había deshecho de unos tipos que habían colocado un explosivo en el camino, pero resultó que donde yo conté cuatro, en realidad habían cinco. Antes de enfrentarme a los cuatro primeros, había lanzado una granada para levantar una nube de polvo que me sirviera como escudo, pero esa misma nube me impidió ver cómo el quinto hombre se bajaba del coche que llevaban antes de acercarse.

-Vaya, entonces te han sorprendido. Hasta ahora no te habían cogido por sorpresa.

-En realidad no lo han hecho hoy tampoco. Me dirigía hacia unos críos que habían resultado heridos por la primera explosión cuando he sentido algo en la nuca. Una sensación extraña de que algo me acechaba y que, en un segundo, se ha convertido en una de mis visiones. He visto al quinto hombre acechándome, pero no usando mis ojos. Vi cómo sucedí todo… mentalmente. Y la visión no entorpeció el resto de mis sentidos, como pasó el día que te conocí.

-Entonces pudiste zafarte a tiempo de ese hombre, ¿no?

-¡Y de qué manera! Perdido, ese hombre estaba a cinco o seis metros detrás de mí y me ha dado tiempo a darme la vuelta y correr hasta él antes de que pudiera reaccionar. He ido a quitarle el arma con una patada pero tenía tanta fuerza que le he roto la mano directamente. Tenía tanta fuerza que en el golpe siguiente que le he dado, le he dislocado el hombro, pero sin querer. Creo que si hubiera puesto un auténtico empeño, podría haberle arrancado el brazo. Esto es… ¿Esto es cosa tuya?

El Perdido se levantó con tranquilidad del suelo donde reposaba, pero ni él pudo evitar sonreír abiertamente ante las palabras de Marc.

-Mi joven amigo, hablemos de lo que te ha sucedido con más calma.


[Marc Spector] [Hace más de un mes]

-Entonces, simplemente nos vas a dejar a las dos, aquí, solas.

Marlene había dejado a la pequeña Katherine junto con Frenchie, el cual, desde su nacimiento, había conseguido sacarle una adorable sonrisa a la niña haciéndola volar en sus brazos. Marlene estaba a solas junto con su marido, en su propio dormitorio.

-Será temporal, Marlene. Ya te lo he dicho. Tengo que hacerlo. No estaré fuera… más de tres meses. Te lo prometo.

-Ni siquiera sabes cuánto tiempo estarás fuera, Marc -cogió un cojín que había sobre la cama y se lo lanzó-. ¿Ésta es tu idea de una familia?

 Él se quedó mirando a la mujer que amaba con un gran gesto de amargura en sus ojos. Sabía que tenía que quedarse, pero necesitaba irse.

-Me duele más a mí que a ti, te lo aseguro. Katherine podría llamar «papá» a Frenchie o Randall antes que a mí. No es una idea que me agrade, pero tengo que irme.

-Y nosotras tenemos que quedarnos aquí, esperándote. Como si no pasara nada, ni el tiempo. Escucha, Marc, hemos perdido ya demasiado tiempo a lo largo de nuestras vidas. Pensaba que esta vez era la definitiva, pensaba que las cosas estaban cambiando para bien, con Randall haciendo de Caballero Luna y tú más tranquilo, en la sombra pero no sintiendo que has abandonado. Todo iba bien.

-Hasta que  esos sueños se han revelado como algo más. Y ahora este personaje, el Perdido. Sé que es un desconocido, pero me inspira confianza. Y hay algo alrededor suyo que, bueno, creo que si quisiera verme muerto, lo podría conseguir con suma facilidad. Con todo lo que he pasado en mi vida, a los dos, creo que no es casualidad que aparezca ahora. Yo también sé todo el tiempo que hemos perdido, andando de aquí para allá, pero también sé cuánto os quiero y que, sino resuelvo esto, no podré estar bien, tranquilo para tener una vida feliz junto a Katherine y junto a ti.

Marlene se mordió el labio inferior, incapaz de dar una respuesta contundente a esas palabras para que Marc se quedara en casa.

Había aceptado su marcha.


[Marc Spector][Ahora]

El Perdido se había tomado su tiempo. Por primera vez en todo el tiempo que llevaban en aquel lugar, ordenó la pequeña sala de estar donde solían pasar la mayoría del tiempo y se puso a hacer té, con toda la tranquilidad del mundo.

A Marc Spector esto le había resultado hasta molesto. Casi insultante.

Al cabo de veinte minutos ambos tomaron asiento, en el suelo, sobre unos cojines, como tenían costumbre.

-No me llegaste a contar qué pasó con los niños, Spector-comenzó el Perdido, que a continuación sopló su taza mientras esperaba una respuesta.

-Utilicé el coche de los hombres que me atacaron y les llevé hasta el poblado. Pero el que estaba herido murió. No pude hacer nada.

-Quizás era su momento. Puede que ni tú ni nadie pudiera haber evitado lo que le pasó. No le des demasiadas vueltas. La gente como tú suele hacer todo lo que puede siempre que puede.

-Si me hubiera dado más prisa…

-Asúmelo y olvida. Ya pasó. Ahora bien, volviendo a lo que te ronda la cabeza, creo que me contaste que, cuando eras el Caballero Luna, a veces tenías esa fuerza descomunal.

-Mi fuerza funcionaba con los ciclos lunares; de noche, para empezar. Y era muy diferente al nivel que he sentido hoy. No es que pudiera darle una paliza a alguien como Hulk o Thor, pero al menos no explotaría en mil pedazos si uno de ellos me golpease como el que no quiere la cosa. Con suerte sólo me romperían todos los huesos del cuerpo, pero creo que seguiría vivo.

-No sé la fuerza que tienen tu Thor y Hulk realmente, pero supongo que lo que me dices es bueno, ¿No?

-Supongo que sí. El no saber de dónde viene es lo malo.

-¿De dónde podría venir la fuerza del Caballero Luna?

-Ya no soy el Caballero Luna.

-¿Sólo eras el Caballero Luna cuando llevabas el traje? Supongo que alguien como el Hombre de Hierro ya no es tan poderoso cuando se quita la armadura, y si le quitas al Capitán América su escudo no podrá hacer tantas cosas. ¿Pero dejan de ser ellos mismos sólo por unos complementos?

-Supongo que no, pero en mi caso es diferente. Fuera de mis habilidades naturales, lo que aprendí como mercenario, si tenía algún tipo de don, fue un regalo de Khonshu el día que me devolvió a la vida. Las dos veces que lo hizo.

-Vaya, ese Khonshu todopoderoso sí que sabe. Acláramelo otra vez, Marc, ¿Qué es Khonshu?

-Un dios, claro.

-Y Khonshu te resucitó.

-Eso ya lo sabes.

-Dime, Marc, ¿Qué es Thor?

-Un dios…

-¿Y suele resucitar a mucha gente? -dejó que Marc dudase unos segundos-. Déjame explicarte, Marc Spector, que los humanos toman con demasiada ligereza el término «dios», cuando en realidad sólo estáis hablando de seres que, simplemente, no forman parte de vuestro plano de existencia. Unos tienen unas habilidades, otros no. Yo mismo podría haber reanimado tu cuerpo sin vida tal como hizo Khonshu de llegar a tiempo para ello. Aunque yo no lo llamaría un acto divino, al igual que no llamaría a tu estado «muerte». La humanidad, alta de entendederas, concibe la «muerte» de forma muy absoluta.

-Vale, debería perder mi fe en Khonshu, el impostor. ¿Pero qué tiene que ver eso con mi fuerza?

-Lo que te acabo de explicar, Marc, era sólo una parte del todo, pero si quieres caminar en línea recta, sin ver lo que hay más allá del camino, o a un lado y a otro, bien. ¿Te dio tu fuerza Khonshu?

-Sí.

-¿Con qué propósito?

-Ya sabes, ser su avatar;  venganza sobre lo injusto. Justicia. Siendo el Caballero Luna era su representante en la Tierra.

-Ajá. Así que, imaginemos que yo, Khonshu, todo un dios, elijo a un paladín para ser la personificación de mi poder en otro plano de existencia. Dime, Marc, ¿Por qué harías algo tan estúpido como darle una fuerza que funciona con algo tan rimbombante como los ciclos lunares? ¿No sería algo más acorde un dios que su avatar contara con dicha fuerza siempre?

-Es el «Dios de la Luna», supongo que algo influirá.

-Te acabo de explicar que es un ser de otra dimensión increíblemente poderoso, Marc. No insultes cada palabra que suelto por la boca, otros pagarían por estar sentados en tu lugar. Hablando en términos humanos, ¿Qué cojones tiene que ver la Luna en todo esto? ¿Tiene Khonshu una excavación allí?

Marc se revolvió en el sitio, incómodo.

-Admitamos todo lo que dices, Perdido. Si me dio esta fuerza, ¿por qué no he podido usarla hasta ahora?

-Admitamos que Khonshu te dio esa fuerza. Simplifiquemos. Khonshu es «X». «X» le da un regalo a «Y». Pero ese regalo no termina de cumplir su cometido del todo, pese a ser perfecto. No se le saca todo su partido. ¿De quién es la culpa?

-Mía.


[Randall Spector][Ahora]

Randall Spector descansaba, aunque decir que lo hacía cómodamente sería mentir. Llevaba ya, más o menos, un año con su hermano, con su familia y, no obstante, todavía seguía siendo un extraño, incluso para sí mismo. ¿Cómo se podía pasar de la noche a la mañana de ser un villano a un héroe? ¿Realmente había dado ese paso definitivamente o, como había dicho Marc, al final, todas las cosas vuelven a su punto de partida? Aquel tipo de dudas le atormentaban en todo momento. La prueba más reciente la había tenido meses atrás, cuando un espíritu demoníaco se había apoderado de su cuerpo, hiriendo a su propio hermano y, por extensión, poniendo en peligro a todos los que habían depositado una mínima confianza en él.

Randall Spector descansaba, o al menos lo intentaba. Y de no haberlo hecho solo, si la vida le hubiera dado otras oportunidades y ahora compartiera su vida con una mujer, o con un hombre, o incluso si en la última semana hubiera sufrido alguna herida grave, y entonces Frenchie le hubiera prestado una mínima atención médica, se habría dado cuenta de la pequeña mancha que había aparecido en su espalda. Y quizás, de haberla visto, se habría preocupado de su anormal crecimiento. Y quizás, con todo ese cúmulo de casualidades, podría haber hecho algo, evitando todo lo que pasaría luego.

Pero, en aquel momento, Randall Spector estaba tan solo exteriormente como se sentía interiormente y nadie se percató.

Y fue por esto que, no mucho después, su sentimiento de culpabilidad volvería a crecer.


[Marc Spector]

Cuando Marc Spector se despertó al día siguiente (o mejor dicho, cuando decidió dejar la cama tras pasar la noche dando vueltas en ella), se encontró solo en la modesta construcción de piedra a la que había llamado hogar durante el último mes. El Perdido no estaba y lo único que había dejado era una escueta nota:

De momento, te he enseñado todo lo que debía enseñarte y el hecho de que hayas podido utilizar esa fuerza prodigiosa y que controlaras tus visiones, son la prueba inequívoca. Ahora que sabes de lo que eres capaz, es el momento de que empieces a hacerte otras preguntas mucho mayores, pero antes, debes atender a tu familia. Vuelve a casa.

Nos vemos en Nueva York, Marc Spector.

No había más. Aquel chalado misterioso que se había atrevido a comparar su poder al de Khonshu se había largado sin más explicaciones. El día anterior le había dejado con mil dudas, y ahora eso.

Pero, ciertamente, Marc Spector añoraba a su familia. Los echaba de menos demasiado. Y si el Perdido consideraba que aquello para lo que le había llevado a otro continente había llegado a su fin, él no podía hacer otra cosa que aceptarlo.

Marc Spector volvía a casa.

FIN

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4 Responses to Caballero Luna #1

  1. Tomás Sendarrubias says:

    ¡Hola! Bueno, lo primero decir que el Caballero Luna es uno de mis personajes favoritos de Marvel, así que estoy encantado de que tenga una nueva serie por aquí, estoy seguro de que voy a disfrutarla mucho. Me ha gustado bastante el diálogo con el Perdido a la hora de definir la divinidad, muy buena situación, y seguro que le sacas mucho partido a todo lo que de ella deriva. Ahora bien, por sacar una pega y que esto sea constructivo, creo que al relato el falta una relectura. No por cuestión argumental, que mola, sino por algunas redundancias que aparecen aquí y allá y cosas de ese estilo. Son tonterías, pero bueno, ayuda.

    ¡Espero el segundo!

  2. Pingback: ACTUALIZACION DE JUNIO – MES 182 - MarvelTopia

  3. MarvelTopia says:

    Nuevo punto de partida del Caballero. Primero, demos la bienvenida al nuevo autor, que se atreve con un personaje que ya tiene una larga tradición en MarvelTopia, y una situación que no es la «clásica», aunque esto de tener dos personajes para el mismo uniforme es típico nuestro (y si no que se lo digan a Spider-Man).
    Me gusta cómo has estructurado el número, y las explicaciones del Perdido. Ahora falta ver cómo lo continúas…
    ¡Sigue así!

  4. Carlos Fortuny says:

    Si solo tuviera a dos jefe :p

    Nunca había leído nada del caballero luna, así que lo primero que he leído de él ha sido en un fic tuyo xD, bueno, aparecía en guerras infernales y en DOCE, pero aparte de eso…
    Y la verdad es que me ha encantado, me ha gustado mucho el personaje del perdido, y se ha quedado muy bien la cosa con Randall y la vuelta de Mark, impaciente por el número 2!! ^^

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