Wonder Woman #2

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#2 – Redención II
Hefesto, el dios herrero

Por Mclauth


Fecha de publicación: Mes 183 – 7/13


Monte Olimpo

Hermes había trasladado a Diana a lo que parecía el hogar de los dioses, el monte Olimpo. Ante ella, se extendía una pequeña montaña, adornada por pintorescas casas de piedra, de similar arquitectura a las casas de Themyscira. Sin duda alguna, los Dioses habían ofrecido su inspiración a las arquitectas amazonas.

Hermes y Diana, se encontraban al pie de la montaña, sobre un camino de losas blancas. A su lado, en un pequeño pedestal reposaba un ropaje desconocido para Diana, de colores vivos y llamativos.

– Esta será desde ahora tu armadura de combate. Llévala con orgullo y honra a tus Dioses con ella.

Diana se acercó al pedestal y levanto la armadura, era un ropaje totalmente distinto a lo que solía vestir en Themyscira. La armadura se componía de una única pieza, la parte inferior era de color azul con estrellas blancas, mientras que la parte superior era en su totalidad de color rojo, salvo el adorno que decoraba la zona del pecho, un águila dorada. Unas botas rojas, que llegaban por debajo de las rodillas, completaban la indumentaria de combate.

Tras ponerse la armadura, pudo comprobar lo que ya había deducido con un ligero vistazo. Aquellos ropajes dejaban mas cuerpo a la vista que los ropajes habituales Themysciranos, las piernas estaban al descubierto por completo y por encima del pecho no había nada. Además, la armadura no era dura como el acero, sino flexible como una tela.

– Te queda como un guante, Princesa de las Amazonas.

– Esperaba otra cosa cuando hablasteis de armadura, mi Señor Hermes.

– No subestimes su resistencia, Princesa. Es una tela creada por los mismísimos Dioses, flexible a la par que resistente. No es indestructible, pero te dará algo de protección.

– ¿Y que hay de mis piernas, cuello y cabeza? La armadura no los protege.

– ¿Osas cuestionar los designios de Zeus? Él mismo ordenó crear tu armadura de combate.

– Si es la voluntad de Zeus, no soy quien para cuestionarla. ¿Cuál es mi misión?

– Debes llegar a la cima del monte Olimpo, allí te espera tu prueba final. Pero antes debes recuperar las reliquias de los Dioses. ¿Ves esa casa con humo en su chimenea?

– Sí, mi Señor.

– Es la forja de Hefesto. Ese es tu próximo objetivo. Buena suerte, Princesa.


Forja de Hefesto

Como Hermes le había indicado, Diana se dirigió hasta la forja de Hefesto. El camino había sido tranquilo y apacible, nadie pensaría que fuera a necesitar una armadura de combate; sin embargo, como guerrera Themyscirana, Diana nunca bajaba la guardia.

Tras llamar a la puerta, Diana penetro en el umbral de la forja de Hefesto y allí encontró al Dios del fuego y la forja, que si bien tenia la forma de un anciano, desprendía la misma majestuosidad que el resto de los Dioses del Olimpo. Tenia un gran martillo en la mano y permanecía sentado frente a un yunque y una forja.

– Bienvenida, Princesa de las Amazonas. ¿Qué te trae a la morada de Hefesto?

– Vengo en busca de las reliquias de los Dioses.

– No las encontrarás aquí, Princesa.

– Pero Hermes dijo…

– Hermes solo te guió, al igual que voy a hacerlo yo.

– Le escucho, Señor.

– Las reliquias de los dioses son dos. Los rayos de Zeus y el escudo de Atenea. La primera de las reliquias, esta resguardada por el minotauro en el centro del llamado «Laberinto de Creta». Al oeste desde este lugar, podrás encontrar un agujero en el suelo, esa es la entrada.

– Allí me dirigiré entonces.

– Una vez recuperes la reliquia ven a mí, y forjare para ti un arma con los poderes de los Dioses.

– Así lo haré, mi Señor Hefesto.

– Una última cosa, Princesa. No has de olvidar que el minotauro es un ser dotado de razón, no te será fácil lidiar con él.

– No olvidare su consejo.

Tras esto, Diana se puso en marcha en dirección Oeste. Según las indicaciones de Hefesto, debía encontrar una entrada hacia el subterráneo laberinto y justo en el centro del mismo, encontraría la reliquia y a su guardián. Como antes, el viaje por el Olimpo fue de los más tranquilo, sin enemigos, ni peleas, ni monstruos de leyenda.

La única muestra de vida, era Hermes, a quien podía verse volando por el cielo con sus sandalias aladas. Diana desconocía si la estaba observando o algún Dios había necesitado de sus servicios como mensajero de los Dioses. Pero era agradable sentir que no era la única muestra de vida en aquella desolada llanura al pie del Olimpo.

Finalmente, descubrió la entrada al laberinto. No había señales, advertencias, ni nada que indicara el peligro que aguardaba en el interior de aquel túnel subterráneo. Ni siquiera estaba sellada la entrada, como medida de seguridad ante una posible fuga del minotauro; los Dioses debían estar muy orgullosos de la complejidad de su laberinto. Una cosa estaba clara, Diana no podía echarse atrás.


Laberinto de Creta

Durante los siguientes siete días, nadie, ni Dios, ni Amazona, ni Mortal, supo nada de la Princesa de las Amazonas. Sin embargo, al séptimo día, Diana encontró por fin el centro del laberinto. Cansada, hambrienta y cegada por las antorchas de la sala tras estar en total oscuridad durante todo aquel tiempo, no podía intuir el peligro que la aguardaba allí.

De repente, pudo escuchar el sonido de un objeto que cortaba el viento, silbando en su dirección. Su instinto la hizo lanzarse al suelo, e hizo bien, pues sino el hacha de doble filo que había sido lanzado hacia su cuello le habría rebanado la cabeza sin dificultad.

Cuando por fin sus ojos se acostumbraron a la luz, pudo ver en el centro de la sala una silueta que solo en los mitos podía ser encontrada. Aquel cuerpo humano, coronado con una cabeza de toro con grandes astas, solo podía pertenecer al minotauro; el guardián del laberinto y de la primera de las reliquias.

En las esquinas de aquella sala rectangular, podían verse armerías que sostenían bonitas espadas, grandes hachas, lanzas de todo tipo y longitud. Aquellas armas no habían sido usadas en años, sin embargo, guardaban todo su esplendor. El plan estaba claro ahora, la princesa necesitaba una de aquellas armas si quería combatir al minotauro.

– ¡¡¡No puedes estar aquí!!!

Para sorpresa de la Princesa Diana, aquella voz gutural y potente, había salido de la bestia. Hefesto le había advertido de que el minotauro estaba dotado de razón, sin embargo, no esperaba escuchar palabras, ni mucho menos frases con sentido.

– He de conseguir los rayos de Zeus, Minotauro. Déjame pasar y evitemos un conflicto que solo traerá sufrimiento y dolor a ambos.

– ¡¡¡¡Me llamo Minos, no minotauro!!!

– Ruego perdones mi torpeza, Minos. Vengo en nombre de los Dioses del Olimpo. Necesito la reliquia de Zeus.

– ¡¿¡Que reliquia?!? ¡¡¡Minos protege el laberinto!!!

Sin mas preámbulos, Minos bajo la cabeza y cargo contra la Princesa. A pesar de su enorme cuerpo, la bestia era mucho más rápida de lo que cabía pensar, lo que sorprendió a Diana, que apenas pudo reaccionar. Usando la fuerza otorgada por los dioses, cogió las astas del toro, evitando así que la ensartaran. Sin embargo, no pudo evitar que Minos la lanzara despedida varios metros, hasta estrellarla contra una de las armerías de la sala.

– ¡¡¡Retrocede, o Minos acabara contigo, mujer!!!

Mientras Minos recogía el hacha que había lanzado con anterioridad, Diana tomo una de las espadas de la armería destrozada. Cuando apenas se había puesto en pie, Minos ya cargaba contra ella con el hacha en alto, lanzando un tajo descendente que la princesa detuvo con facilidad con su recién adquirida espada.

La violencia del impacto hundió sus pies varios centímetros en el suelo. La fuerza de aquella criatura era descomunal, de no ser por la fuerza de Diana, el golpe le habría destrozado los huesos.  Sin dar tregua, el minotauro lanzo un tajo horizontal a la altura de la cintura de Diana que no dio en el blanco. Para sorpresa de Minos, aquella mujer había alzado el vuelo y ahora giraba a su alrededor a gran velocidad.

Nada pudo hacer la bestia, para esquivar el tremendo puñetazo que la Princesa le propino en el costado, que rompió varias de sus costillas al tiempo que lo lanzaba por los aires contra la pared de la sala. La criatura expulsaba sangre por la boca cada vez que exhalaba aire, el combate había terminado.

Diana se acerco con su espada y la levanto en el aire, dispuesta a dar el golpe de gracia, pero algo la detuvo en él último momento. La criatura la miraba asustada, por primera vez en todo el combate, Diana sintió lastima por aquella bestia. Bajó su espada, consciente de que las lesiones del minotauro le impedían seguir combatiendo.

– ¿No vas a matar a Minos? – La potente voz de la bestia, era ahora apenas un susurro.

– No soy una asesina.

– ¿A que has venido, sino a matar a Minos?

– Te lo dije al principio. Vengo en busca de la reliquia. Los rayos de Zeus.

– ¿Reliquia? No hay reliquias aquí. Solo Zeus es poseedor de sus rayos. Temo hayas sido engañada.

– Imposible. El mismo Hefesto me mando aquí.

– Los Dioses juegan con los mortales. Muchos han muerto en el laberinto, buscando el favor de los Dioses. Me temo que has hecho el viaje en balde.

Aquellas palabras  fueron como un puñal para la princesa de las amazonas. ¿A que jugaban los dioses? ¿Acaso solo era un divertimento para ellos? Para averiguarlo, tendría que volver a salir de laberinto y pedirle una explicación a los mismísimos Dioses.


Forja de Hefesto

El sonido del choque de metal contra metal resonaba en la morada de Hefesto. En su interior, el anciano Dios golpeaba con su martillo a lo que parecía un trozo de metal incandescente. Tras unos minutos de arduo trabajo, Hefesto cogió el metal con unas pinzas y secó el sudor de su frente. Mientras introducía el brillante metal en un tonel de agua escuchó la puerta de su hogar abrirse abruptamente.

– Justo a tiempo, Princesa. – Dijo con tranquilidad.

– ¿Justo a tiempo? ¡Exijo una explicación a esta broma! ¿Me envías a eliminar a un minotauro por nada?

– Al contrario, Diana. Te envié para comprobar si las Amazonas habían aprendido de sus errores.

– ¿Qué quieres decir?

– Los dones otorgados a las Amazonas, no fueron entregados para la guerra, sino para la paz. Una Amazona debe saber cuando ha de batallar y cuando ha de tener misericordia. Eliminar a un ser dotado de razón, como Minos, para lograr tus objetivos solo habría demostrado que las Amazonas aun no están preparadas para el perdón de los Dioses.

– Pero si no hay reliquia… ¿Qué está protegiendo el minotauro?

– Nada. – Dijo, mientras se sentaba.

– ¿Y no es cruel mantener a una criatura encerrada, protegiendo un laberinto que no contiene nada?

– Minos está expiando sus culpas, Amazona. Al igual que tu, se enfrenta a una prueba de los dioses por alcanzar su perdón.

– Entiendo.

– Pero tu prueba no ha sido en vano. La segunda razón para enviarte a la prueba fue obtener el tiempo suficiente para forjar esto.

Hefesto entregó a Diana una tiara para el pelo. No tardó en darse cuenta de que era una pieza de una belleza increíble. Aquel objeto estaba forjado a partir de un metal desconocido para ella, de un brillante color dorado y con una gema en forma de estrella de color rojo engarzada justo en el centro de la frente.

Una vez se lo colocó en la cabeza, se dio cuenta también de que era liviana como el viento. A pesar de ser de metal y de parecer extremadamente pesada, lo cierto es que apenas notaba que la llevaba puesta.

– Esa pieza esta creada con oro del Olimpo.

– ¿Oro del Olimpo?

– Se puede decir que es una versión refinada del oro de los humanos. Oro imbuido con el poder de los Dioses, que le otorga una resistencia sin igual y una ligereza digna de mención.

– Es muy bonita, ¿Pero tiene alguna utilidad real? La supuesta armadura de los Dioses no me protegió de los golpes de Minos, mas pareciera para deleite de los mismísimos Dioses. – Dijo, observando la indumentaria que llevaba.

– No seas insolente niña. – Por un momento, la voz de Hefesto resonó por toda la forja. – Esa tiara esta forjada y afilada por mí, cualquier cosa contra la que la lances será cortada.

– Así que es un arma, y no un adorno.

– Exacto, úsala con sabiduría Princesa.

– Así lo haré, mi señor Hefesto.

– Ahora vete. Te esperan en la arena de combate.

– ¿Y que hay de la segunda reliquia? El escudo de Atenea… ¿Es real?

– Nada más puedo decirte Princesa. Sigue tu camino.

– Así lo haré.

Diana se levantó, y tomando la mano de Hefesto, agradeció en varias ocasiones la entrega de su nueva arma. Tras jurar ante Hefesto que la utilizaría con la sabiduría de Atenea, se dio la vuelta y se dirigió a la salida de la forja ante la atenta mirada del anciano Hefesto, que la miraba de arriba a abajo sin perder detalle.

– ¿Deleite de los Dioses, eh? – Dijo sonriendo, sin perder de vista a la princesa hasta que esta cruzó el umbral de la salida.


Arena de combate

Para Diana, había sido fácil encontrar su próximo objetivo. La arena de combate estaba situada en la cima del monte olimpo, y seguramente, serviría de lugar de reunión para los Olímpicos.

Su arquitectura era similar a la del resto de edificaciones del lugar. Tenia forma de semicírculo y estaba dividida en dos estructuras. La primera estructura, era una edificación que formaba la parte recta del semicírculo y que constaba de varias columnas, dos de ellas, hacían a la vez de entrada.

Por otro lado, la estructura que formaba la parte circular, tenía una gran altura y estaba formada por unos grandes escalones, utilizados sin duda alguna como asientos, ya que desde todos ellos podía verse el centro del semicírculo a la perfección.

Diana se disponía a atravesar la entrada, cuando ante ella se apareció una figura de dos metros de altitud, cubierta por una gruesa coraza de cuerpo entero. Apenas se podía ver la cara del Dios que se encontraba en su interior, Ares Dios de la guerra. No podía ser de otra forma, el dios de la guerra guardaba las puertas de una arena de combate.

Aquella gruesa armadura era más que una simple protección. Casi todas las piezas de la coraza tenían ornamentos, la mayoría de ellos bastante intimidatorios. Sobre las hombreras podían verse las cabezas de unos grifos, mientras que en el pecho estaba grabada la cabeza de la bestia mítica de cabellos de serpiente, la Gorgona Medusa.

De la parte posterior de la armadura salían unas alas de arpía, que parecían ser reales a pesar de estar forjadas en metal. Por último, en los muslos de la armadura podían verse dos enormes zarpas de león.

Por lo que la leyenda decía, la armadura de Ares comenzó siendo una armadura normal y fue añadiendo ornamentos con cada victoria sobre monstruos y criaturas.

– Bienvenida a mis dominios, Amazona. Bonito vestido. – Dijo el dios, mientras miraba de pies a cabeza a la Princesa con deseo.

– No estoy para bromas, Ares. ¿Cuál es mi cometido aquí?

– Pronto lo descubrirás, Princesa. Pasa… Y enfréntate a tu destino.

Continuará…


EL OLIMPO

Saludos una vez más,

Lo primero de todo, disculpar la tardanza en este segundo capitulo. Entre bloqueos, no sacar tiempo y hacer otras cosas…deje aparcado este capitulo más de lo deseable. Espero que los siguientes capítulos tengan una mejor continuidad en el tiempo.

Lo segundo que quería mostrar en este capítulo, es la importancia que tendría todo lo relacionado con mitología griega dentro de la serie. Mi intención es darle un gran peso a esto, debido a que las Amazonas se suponen guerreras del panteón griego.

El ultimo punto, es la inclusión dentro del capitulo, por fin, de algo de acción. Quería compensar un poco que el primer capítulo se había basado casi todo en orígenes e historia. Espero que a partir de aquí, este capítulo incluido, la acción sea parte importante de la historia.

No quería terminar esta sección sin dar las gracias por las lecturas y los comentarios del primer capitulo. Espero que este mejore los aspectos negativos del primero. Como siempre, podéis comentar los aspectos de este capitulo aquí mismo.

Un saludo.

Mclauth.

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4 Responses to Wonder Woman #2

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  2. Nahikari says:

    Me ha gustado mucho el capítulo, la prueba a Wonder Woman ha estado muy bien^^

    Me gusta esta Diana, inocente pero percatándose de las segundas intenciones de los Dioses XD Además de esto, destacaría la ambientación, muy bien utilizada la mitología griega.

    Espero que el próximo capítulo no se haga esperar tanto :p

  3. Pacou Miranda says:

    Buen capitulo que te deja con ganas del siguiente. Y muy currada la ambientación mitológica y objetos, ha debido suponer mucho trabajo de recopilar información. Las gracias con la indumentaria de Wonderwoman muy bien llevadas, la armadura diseñada por el que sabemos era un Dios muy lujurioso (Zeus) no solo es deleite para los dioses si no para mortales como yo XD.

    Tengo ganas de ver si en un futuro Diana se enfrentara a estos Dioses que con tantos tejemanejes rigen su destino. Pero seré paciente y veré como continua la historia.

  4. Carlos Fortuny says:

    Buenas. A mi parecer el capítulo ha ido de menos a más. De unas simples pruebas a mostrar que los dioses juegan con los mortales.
    Quizás hubiera cambiado un par de aspectos, en ambos casos se trata de alargar escenas, y las dos en el laberinto:
    Primero creo que quedó muy escueto el camino en el laberinto, pues si bien pasa siete días allí, al resumirse en tan pocas palabras no llegas a transmitir una verdadera sensación de lo duro que ha sido para ella.
    En segundo lugar la lucha contra el minotauro se me hizo algo corta :p

    Pero bueno, en general me ha gustado, esperemos el número 3 antes de Verano de 2014!!! :p

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