Castigador #2

castigador02Su familia murió por estar en el sitio equivocado en el momento equivocado. Lo ha perdido todo y no le queda más que la venganza. Ese día Frank Castle murió para convertirse en EL CASTIGADOR.

#2 – Sueño
Por Vinx


Fecha de publicación: Mes 187 – 11/13


Ray se despertó sobresaltado. Por un momento perdió la noción del tiempo y el espacio. Creyó estar nuevamente en el campamento, junto al resto de sus compañeros. Los ronquidos y algún gemido intermitente le devolvieron a su auténtica ubicación, el hogar de acogida de St. Vincent. Se incorporó y pudo observar al resto de indigentes que poblaban aquella gran sala llena de camas plegables y petates toscamente ordenados.

Recostado, buscó entre su chaqueta el arrugado sobre que llevaba encima durante todo el rato (1). Lo abrió y volvió a leer aquel informe, aquellas letras que narraban como su hermano había sido asesinado durante una alerta sobrenatural (2) y el culpable de dicha muerte. No sabía a ciencia cierta cuantas veces había podido leer aquella hoja, pero estaba seguro de que en todas y cada una de las ocasiones había pensado un final distinto, pero igualmente doloroso, para aquel maldito bastardo.

La nueva lectura desembocó en una sensación de pérdida de tiempo. Se puso de pie y tras colocarse las botas, agarró el petate y salió de aquel lugar. “Si sales no vas a poder volver a entrar” – le dijo el guardia de seguridad casi sin apartar la mirada de la novela que le acompañaba en la guarda. “Gracias” – respondió Ray mientras se marchaba sin dudarlo.

Ray contempló el bullicio de una calle que no parecía dormir jamás. En la puerta se agolpaba algún que otro mendigo ebrio que intentaba alcanzar sin éxito alguno el refugio. No se trataba ya de vencer al alcohol, sino de conseguir cruzar la barrera de los dos vigilantes que había en la puerta. Éstos miraron a Ray a su marcha, pero no resultó ser de su interés, ya que a los pocos segundos estaban centrados otra vez en parar a los borrachos. El militar caminó hasta alejarse de allí, intentando averiguar que opciones tenía para llegar hasta el paradero de Bourne(3). Todo el dinero se había ido en pagar aquella información y sus recursos estaban limitados al contenido de su petate y a su propia sed de venganza.

En su caminar, un golpe seco y un grito sordo alertó al joven. A priori obvió aquello, pero un segundo lamento le detuvo por completo, centrando su atención en la pequeña plaza desde donde provenían las quejas. Tras dirigirse hacía aquella zona, pudo ver un grupo de personas que sostenían a otra que yacía en el suelo. A su lado una mujer sollozaba mientras contemplaba como desvalijaban al primero. Uno de los que permanecían en pie blandía lo que parecía ser un cuchillo sobre la garganta de la mujer. Amenaza más que suficiente para que el hombre no mostrara resistencia alguna.

El grupo, formado por cuatro hombres, se centraba en mofarse del hombre mientras le desvalijaban. La pareja era asiática, y la impresión que ofrecían daba a entender que se trataban de turistas que habían tomado la dirección errónea. Ray no dudó en acercarse hasta que una de las farolas reflejó su figura frente a los atracadores.

Uno de ellos soltó la riñonera que estaba registrando para sacar un cuchillo de montaña y amenazar al recién llegado. Ray no dijo nada. Se mantuvo en su posición, agarrando su petate y contemplando al tipo armado que no paraba de insultar y amenazar. Éste comenzó a acercarse con cuidado, confiado en cierta manera por la superioridad numérica que tenía al estar con sus compañeros. En un acto de bravuconería se puso a blandir el cuchillo como si supiera artes marciales, manteniendo en todo momento un extenso listado de insultos hacía Ray.

Y en el momento preciso, Ray lanzó con toda su fuerza el petate hacía el tipejo armado. El improvisado proyectil chocó contra la cara del atracador, que no esperó semejante golpe y perdió el equilibrio. Ray tuvo el tiempo suficiente para acercarse a él, agarrar el brazo que blandía el cuchillo y, con un rápido movimiento, hundir la hoja en el estomago del atracador. Ante aquella escena, los tres restantes se vieron obligados a dejar en un plano secundario a los turistas para plantar cara al recién llegado.

Uno de ellos desenfundó una pistola, dispuesto a acribillar a Ray. Éste aprovechó el cuerpo del moribundo ladrón, que lo lanzó de una fuerte patada al pistolero. Las balas dieron de lleno en el cuerpo de su compañero, brindándole un tiempo suficiente a Ray para lanzar el cuchillo al tipo de la pistola, acertándose en toda la garganta. Los otros dos, armados con el pincho que servía para amenazar a la mujer y con unos puños americanos, intentaron flanquear a Ray. El pincho llegó hasta el brazo del soldado, desgarrando tela y carne. La herida no interfirió en el codazo que propinó al ladrón en la cara, dejándolo automáticamente fuera de combate. El único que se mantenía en pie dudó en su siguiente movimiento. Permaneció contemplando a Ray, intentando averiguar su siguiente movimiento. Finalmente optó por salir corriendo como alma que lleva el diablo, esperando que el tipo que acababa de reducir a sus tres amigos no le diera alcance.

Ray se acercó a la pareja atracada. La mujer abrazaba llorando al hombre que tan solo tenía magulladuras por varios puñetazos y patadas recibidas.

– <¿Necesitan una Ambulancia?> – preguntó Ray guardando las distancias.

– <Gracias… muchas gracias> – respondió el hombre recobrando el aliento – <Me ha salvado la vida, estoy en deuda con usted>

– <No es necesario> – Dijo Ray mientras recogía su petate y guardaba en él el cuchillo y la pistola de los atracadores. –  <Lo mejor que hacen es volver a su Hotel>

El hombre intentó ponerse en pie, el dolor de la pierna derecha abortó cualquier intento de caminar, provocando que la mujer perdiera el equilibrio y cayera también junto a su marido. Ray se acercó y ayudo al hombre a levantarse. La mujer se puso en pie, aún con el susto en el cuerpo y sin posibilidad de evitar derramar lágrimas

– <Voy a llevarle a un Hospital> – Dijo Ray – <Es necesario que le echen un vistazo>

– <¡No es necesario!> – exclamó el hombre un tanto alterado- <Por favor sólo ayúdeme a llegar al Hotel Bokken.>

– <Puede tener algo dañado…>

– <No, estoy bien. Por favor déjeme en un taxi aunque sea… le pagaré dinero, le pagaré mucho dinero>

Ray caminó hacia la calle principal, seguido de la mujer que aún se tambaleaba al caminar. Con el tipo en brazos, llamó a un Taxi y no fue hasta el cuarto o quinto intento hasta cuando finalmente un vehículo se detuvo junto a él.

– ¿No estará borracho? – preguntó el Taxista incorporando medio cuerpo por la ventanilla.

– Han sido víctima de un atraco. Solamente quieren volver a su Hotel.

El conductor refunfuñó, no parecía muy convencido de sus pasajeros y el deplorable estado en el que se encontraban. El aspecto desaliñado de Ray tampoco acompañaba mucho.

– ¿Tienen dinero? ¿Cómo van a pagarme?

Ray miró a la pareja. Ella entendió la pregunta del taxista y buscó acaloradamente en los bolsillos de su chaqueta. Recordó la riñonera que habían dejado atrás, pero no había tiempo para volver a por ella. Ante la insistencia del taxista, Ray comenzó a impacientarse hasta que la mujer sacó un teléfono móvil de última generación y lo ofreció al conductor.

– <Para usted, por favor. Acepte este regalo y llévenos de vuelta al hotel>

– ¿Qué ha dicho? – exclamó el Taxista

– Le da el maldito teléfono – respondió Ray malhumorado – Lléveles de vuelta al Hotel.

– No quiero ese teléfono. Quiero dinero, ¿entiende señora? D I N E R O

– <Le daré lo que quiera al llegar al hotel> – respondió ella alterada por el estado de su marido – <Dígaselo, dígale que le daré mucho dinero, en el hotel tengo mucho dinero>

– Lleve a esta pareja al hotel. La mujer le pagará al llegar al destino.

– ¡Y una mierda!

El taxista no dudó en arrancar y marcharse de allí, ante la atónita mirada de la mujer y del propio Ray. Aquel encontronazo y el nerviosismo de la mujer captaron la atención de un coche de policía que no dudó en detenerse. El copiloto bajó del vehículo, arma en mano, dirigiéndose a Ray.

– Suelte a ese hombre ahora mismo – ordenó el agente.

– No está tan herido. Necesitan que les lleven a su Hotel.

– Suéltelo. ¡Ahora! – volvió a ordenar el agente, alzando el arma.

La mujer no comprendía la escena. Lo único que pudo hacer es apartarse al ver el arma de fuego, tropezando y cayendo de rodillas. “Help” es la única palabra que era capaz de musitar, causando más desasosiego en el agente de la ley.

– ¡No te lo voy a volver a decir! Suelta a ese hombre lentamente y al suelo, con los brazos en la cabeza.

Ray masculló algo casi ininteligible, mientras dejaba al hombre y se arrodillaba.


Horas más tarde…

Ray permanecía sentado en el calabozo, junto a un grupo de chavales que estaban encerrados por haber realizado grafitis sobre varias iglesias de la zona. Una caterva imparable que no hacía más que insultar a los agentes y retar en todo momento la paciencia de los mismos. Otro compañero de celda era un borracho que, sentado en un rincón, musitaba cantando sintonías de televisión que entremezclaba de vil manera.

Para Ray aquello era una pérdida de tiempo. Le habían quitado el informe que llevaba en su chaqueta. ¿Qué harían ahora? Avisarían a James Bourne de que había un tipo dispuesto a vengarse? El destino parecía no querer ayudar a Ray en su cometido, y eso empezaba a resultar un auténtico incordio.

Un agente abrió la puerta de la celda común y tras proferir algunos gritos a los chavales, hizo un gesto con la mano para indicar a Ray que tenía que salir de allí. Éste sabía perfectamente que no se trataba de la esperada libertad, sino de una de esas visitas que se realizan al escritorio de roble de algún funcionario que pretende ofertarte un trato o una condena.

Siguiendo al agente, Ray llegó hasta una sala austera, tan solo con una mesa donde se encontraban desplegados sus papeles. El Detective Morgan permanecía absorto en ellos, leyendo una y otra vez los datos y observando las fotos como si no quisiera dejar por alto el más mínimo detalle. Swanland (4) se encontraba también allí, dedicado a meditar en silencio y a observar al recién llegado. Tras mantener unos segundos la mirada fija en Ray, le invitó a que tomara asiento y carraspeo como si esperase que su compañero oficiase la ceremonia. Pensó en soltar algún chascarrillo para romper el hielo, pero prefirió dejarlo para otra ocasión.

– ¿Quién eres? – Preguntó Morgan.

Ray permaneció callado. La foto de James Bourne bailoteaba sobre la mano del detective.

– Está bien, John Doe… tienes información clasificada de SHIELD, un informe bastante interesante que no ha estado ni siquiera a disposición del departamento de policía de NY, pero tú lo tienes.

– Sin contar que has acabado con dos ladrones y que un tercero está en coma. – Aportó Swanland desde su posición.

El prisionero resopló, en aquel instante solo era capaz de centrar su mirada en la foto del que había acabado con su hermano. Veía la venganza bastante lejana, ya que aquel contratiempo le había detenido los pies por completo.

– No llevas identificación en tu petate – dijo el Detective mientras lo levantaba del suelo para colocarlo en la mesa. Ropa harapienta, un bote de arena, unos cómics y una chapa militar que pone Deathray.

– ¿Eres militar, Deathray?

Vaticinando que las preguntas no iban a obtener respuesta alguna, Morgan cerró el informe, centrando los papeles y dejando la foto de James Bourne encima. El agente en la puerta lo miró de reojo, quizás esperaba una señal o pensaba que irían a empezar a jugar al poli bueno y poli malo con aquel tipo. Morgan se levantó, sin dejar de jugar con la foto, que la movía de un lado a otro de la mesa hasta que la lanzó hacía Ray.

– ¿Ibas a matar tu solo a este tipo? No tienes ni idea de la que ha causado en NY durante las malditas fiestas infernales (5) ¿Verdad? Llevo más de un año detrás de una pista sobre este tipo, encontrándome todas las puertas cerradas a cada paso que intentaba dar. Si el Castigador no era suficiente…

Ray mantuvo su silencio, pero en su interior tenía claro que la muerte de James Bourne pasaba a engrosar una lista más extensa de venganza, o incluso justicia. Sintió la necesidad de acabar con su tarea, de aligerar el destino para poder acabar con el asesino de su hermano. Hizo ademán de hablar, pero se contuvo. Swanland notó la preocupación del retenido y se acercó a Ray.

– Suéltalo chico… un tipo con tus malas pintas no anda entre callejones salvando gente inocente y con ese informe entre tus trapos. ¿Para quién trabajas?

Un tercer agente irrumpió en la sala. La inesperada llegada no fue bien recibida por parte de los detectives. Junto a éste, un hombre trajeado de origen asiático esperaba justo en el otro lado de la puerta.

– Tenemos que soltarlo – dijo el agente.

– ¿Qué me estás diciendo McKullen?

– Ordenes de arriba. Este tipo está libre desde hace cinco minutos. Sácalo de aquí cagando leches…

Morgan no pudo evitar dar un puñetazo en la mesa. Ray alzó las manos para que le quitasen las esposas mientras miraba de reojo al exterior de la puerta, percatándose del asiático que esperaba en el pasillo. El agente liberó sus muñecas y éste se puso en pie sin dejar de mirar al agente.

– Creo que esto me pertenece – dijo Ray mientras cogía el informe y la foto.

– Esta ciudad es muy pequeña, Deathray, veremos quién es el primero en acorralarse.

A la salida, el trajeado se presentó a Ray con un fuerte apretón de manos. No tenía la menor idea de quién era su benefactor, pero no estaba en posición de hacer ninguna pregunta. Tenía que salir de allí y cambiar su modo de actuación. La Policía ya estaba sobre avisada. Una vez que salieron fuera, Ray se dio cuenta que el agente continuaba observando al trajeado y al recién liberado de una manera demasiada evidente.

– <¿Quién es usted?> – Pregunto Ray

– <Solamente le devuelvo el favor> – respondió aquel misterioso hombre – <Estaba en deuda con usted>

– <¿Están bien?> – preguntó Ray, empezando a hilar cabos.

– <Si, ya están en el Hotel. Me gustaría que viniera conmigo>

– <¿Pasa algo?>

– <Sacarle de esa jaula no ha sido más que el comienzo de mi gratitud, le rogaría que me acompañase al Hotel para hablar de su futuro>

El asiático extendió la mano, ofreciendo a Ray entrar en un coche que permanecía aparcado y en marcha. Ray llevó su mente hasta el límite para intentar averiguar que opciones tenía y que debía hacer. Alguien con suficiente poder como para dejar con la palabra en la boca a un detective podía ser de interés a la hora de cumplir su venganza… y aquel tipo parecía entender de honor.

– <De acuerdo> – respondió Ray entrando en el coche – <Vayamos a esa charla>

El coche se marchó tranquilamente de la estación de policía. Aparcado en la acera de enfrente, una furgoneta ponía también el motor en marcha. En su interior, el Supervisor (6) no era capaz de salir de su asombro. Su hombre y su enemigo se habían marchado juntos en el mismo coche… Agarró el teléfono móvil e intentó contactar de nuevo con María Tifoidea. El buzón de voz saltó otra vez más con un desagradable sonido. Tiró el móvil contra el asiento del copiloto y comenzó a seguir el coche mientras no hacía más que maldecir y maldecir.


Comisaría de policía

Morgan, apoyado sobre una ventana, había decidido olvidarse del mundo entero mientras se fumaba un cigarrillo. Contemplaba las luces infinitas de la ciudad y el continuo movimiento que tenía a pesar de las horas. Lo único que tenía en la mente era ese informe y ese Deathray. No había obtenido nada, podía haber cerrado el caso del vigilante o al menos darle el nuevo rumbo para encontrar al asesino del Castigador (7), pero todo se había esfumado.

Swanland apareció por las escaleras. Traía dos cafés por lo que su llegada no era ninguna coincidencia.

– Pilla uno – dijo con media sonrisa.

– ¿Sabemos algo de las huellas? – preguntó Morgan

– Esto… no tenemos coincidencia. Tuvimos un aviso en falso, pero no dio nada positivo.

– ¿Y los militares?

– Eso va más lento Morgan, piensa al menos que tenemos copia de ese informe. Es un comienzo.

– No tiene más validez que la que queramos darle personalmente. Teníamos a ese hijo de puta y se nos ha perdido…

– No del todo – dijo su compañero mientras resoplaba el café

– ¿Qué estás diciendo?

– A los turistas atacados le rellenamos una ficha. Ya sabes, el papeleo de siempre. McKullen me ha pasado la dirección del hotel donde se hospedan.

Morgan se mantuvo en silencio, mirando el surco que hacían la humareda desprendida por el café. Su compañero sabía que estaba cavilando, intentando averiguar a saber qué cosa.

– No podemos dar con la relación de ese Deathray y ese aprendiz de Yakuza que nos lo ha robado. Pero se han ido juntos y tenemos una dirección…

– El caso de la noche anterior. El informe de la pelea en la discoteca. Lo llevaba la Detective Arévalo, ¿no?

– Si – respondió un tanto confundido Swanland – ¿Pero eso a que viene?

– ¿No dijo algo acerca de Ninjas (8)?

– Si…

– Genial.

El detective acabó el café de un sorbo y se dirigió hacía el ascensor. Swanland le detuvo colocándose delante, derramando un poco de su bebida.

– ¿Dónde vas?

– Al hotel. No nos podemos permitir perder a ese tipo.

– ¿Y qué vas a hacer? Sentarte a esperar en el coche, sin ninguna orden, sin ningún plan. No podemos sacar los pies del tiesto… o acabamos dirigiendo el tráfico.

– Entonces…

– Tenemos las copias, estudiemos ese informe. Vamos a saber en todo momento lo que hará ese Deathray. Solo es cuestión de anticiparse y listo.

Morgan resopló sabiendo que su compañero tenía razón. Lanzarse a perseguir al sospechoso no iba a ser nada productivo. Buscó en su chaqueta y sacó el teléfono para ver la hora.

– Es un buen momento para retirarse. Vete a dormir y mañana escudriñamos ese informe para saber hasta la marca de impresora que escupió todo ese papel.

– De acuerdo. Nos vemos mañana.


Epilogo

El Supervisor aparcó la furgoneta en un callejón, pasó a la parte de atrás y observó el armamento que llevaba consigo. Mientras colocaba el silenciador a un subfusil, no paraba de darle vueltas al antojo del destino de mezclar a Ray con Takuma Kento (9). Su apuesta de futuro y su objetivo juntos no era nada bueno por lo que había que acelerar el proceso. Agarró su teléfono e hizo una llamada al Hotel. Intentó reservar una habitación. Estaban todas cogidas. El Hotel estaba al completo en una fecha poco probable. Kento había hecho lo de siempre, por lo que seguro que habría unas defensas más que aptas para volver a probar su técnica.

Alguien en el exterior aporreó la puerta. “Amigo, no puede estar aquí aparcado” – se escuchó desde el exterior. El Supervisor agarró el subfusil mientras con la mano izquierda cogía un cuchillo. El individuo volvió a golpear la puerta mientras decía algo en chino a un posible acompañante. Aquella revelación fue suficiente para que la puerta se abriera de sopetón, lanzando un fuerte rodillazo al primer tipo que estaba en el exterior. El mercenario no se había equivocado. Eran dos tipos orientales armados, por lo que sin duda pertenecía al perímetro de seguridad de Kento.

El segundo no tuvo opción a disparar. Hubiera alertado a los otros por lo que el Supervisor  cercenó de un tajo la mano que sostenía el arma. Aquellos dos tipos no eran rival para su maestría, pero lo que no esperaba es que el detective Morgan también hubiera elegido aquel callejón para aparcar su coche. Éste no daba crédito a lo que veía, pero fue rápido para desenfundar su arma y apuntar al único que quedaba en pie y armado… Supervisor.

Continuará…


1.- Sobre que consiguió en el número anterior.

2.- El hermano de Raymond murió en acto de servicio durante las Guerras Infernales

3.- James Bourne, Solo que fue contratado por S.H.I.E.L.D. para que hiciera de Castigador.

4.- Morgan y Swanland fueron los detectives encargados de llevar el caso de la muerte de Frank Castle.

5.- Como se pudo ver en la saga Guerras Infernales y sus excelentes Crossovers en Marveltopia.

6.- Podéis seguir la trama del Supervisor y su vínculo con Ray también en Marveltopia.

7.- James Bourne, Solo, es el principal sospechoso de la muerte del Castigador.

8.- El enfrentamiento entre María Tifoidea y un puñado de Ninjas que vimos en el número anterior.

9.- Takuma Kento es un traficante de armas al que está investigando el Supervisor (Marveltopia Marvel Fanfare #15)

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2 Responses to Castigador #2

  1. MarvelTopia says:

    Un Castigador no es un Castigador si no hay cárceles de por medio… ¡sigue así!

  2. Tomás Sendarrubias says:

    Bueno, bueno, bueno. Me ha encantado. Un número grande, muy grande. Me encanta como suena lo de Deathray. ¡¡Genial!!

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