Green Arrow #4

nugreenarrow04#4 – Queen IV
Auu Lanu Lau’ava

Por Carlos Fortuny
Coguionista: Nahikari
Portada: Julio Blanco


Fecha de publicación: Mes 187 – 4/13


«Vengarse de una ofensa es ponerse al nivel del enemigo: perdonarlo es colocarse sobre él.» – Rochefoucauld

El mar, muy cerca de la prisión, Korupsi.

Antes

Oliver alzó la mirada desde el bote, estaban bastante cerca de la prisión de Korupsi, pero la oscuridad de la noche los hacía totalmente indetectables. La prisión no estaba del todo mal iluminada, pero carecían de focos que iluminaran las tierras cercanas, y mucho menos el mar.

A su espalda se encontraba toda la tribu. A pesar de que tanto Saudara como Benteng tenían mucho más peso en las decisiones del pueblo, Oliver se había convertido en una suerte de líder desde hacía escasas horas, y todos esperaban a que hablara.

-<Bien…>- Dijo Oliver finalmente.-<Como suponía, la prisión apenas está defendida, nadie espera un asalto al lugar, por lo que apenas tienen guardias, así que desde aquí iremos nadando, la mitad hacia el norte, el resto hasta el sur… Tened mucho cuidado, somos mejores que ellos, pero sus armas son mucho más peligrosas.>

-<Sigue sin gustarme esto Auu Lanu (1)…>- Protestó Saudara molesto.- <Esta no es nuestra guerra, deberíamos centrarnos en los nuestros…>

No es que Saudara tuviera poco corazón, simplemente temía que murieran en aquel asalto, en cuyo caso nadie seguiría vivo para rescatar a su pueblo; pues les constaba que en aquel lugar sólo encontrarían a los hombres del antiguo líder de la isla.

-<Ya te lo he explicado.>- Dijo Oliver ligeramente irritado.- <Nuestro pueblo puede estar disperso por toda la isla, necesitamos apoyo. Para liberar a los nuestros vamos a tener que controlar la isla, y para ello necesitamos hombres…>

Benteng apoyó su mano sobre el hombro de Saudara, indicándole que desistiera; a ninguno le gustaba el plan, pero no había ninguna alternativa. Si Oliver tenía razón, las mujeres podrían estar repartidas como esclavas por toda la ciudad, y aquello eliminaba la posibilidad de un ataque rápido de extracción. No. Para recuperar a toda la tribu había que controlar Korupsi.

Oliver miró una última vez atrás y contempló a su pueblo. No tuvo que decir nada, pues todos conocían el plan; la mitad de los hombres irían con él, la otra mitad con Benteng y Saudara.

Acto seguido se aseguró de que llevaba bien sujeto el arco, las flechas y la daga, y se tiró al agua con un grácil movimiento. Esta estaba helada, el paso de la noche había ido enfriándola poco a poco, pero al joven no le importó, por su cuerpo fluía la adrenalina con fuerza, y esta le hacía insensible a la temperatura del agua. Además, pronto empezó a nadar, por lo que el ejercicio le mantendría caliente.


Prisión Penjara, Korupsi.

Una flecha verde cruzó el cielo en mitad de la noche, incrustándose justo en el cuello del hombre que custodiaba una de las torres. Apenas había cuatro torres, todas bastante separadas, y si bien desde abajo se podía ver con claridad al hombre que custodiaba la torre más cercana, ahora nadie podía ver que estaba muerto; si miraban arriba simplemente no lo verían. Puede que si no lo veían durante un rato se empezasen a hacer preguntas, pero no vivirían tanto rato.

Un par de soldados paseaban tranquilamente en una de sus rondas habituales por el perímetro de la prisión, esta se componía de las cuatro torres y un muro de unos dos metros y medio de alto, pero las puertas estaban demasiado oxidadas como para cerrarse. Oliver sabía que podían colarse sigilosamente, pero en cuanto los soldados estuvieran en alerta todo al que no hubieran matado los atacaría, así que dio la orden con un silbido que más bien parecía el canto de un pájaro.

Los hombres buscaron extrañados el origen del silbido, pero no les dio tiempo a hacerlo con demasiado ahínco, pues enseguida emergieron de las sombras dos indígenas que los degollaron en el acto con sus dagas.

Oliver sabía perfectamente que en circunstancias normales no habrían sido rivales para el pequeño ejército de Korupsi, pero tenían demasiados factores a su favor; eran cazadores expertos, acostumbrados a moverse por las sombras, y la posición de la isla era tan favorable que nadie esperaba absolutamente ningún ataque. Pero debían darse prisa, pues el elemento sorpresa acabaría desapareciendo, y para entonces las fuerzas debían estar equilibradas si querían tener alguna opción.

Los dos cazadores volvieron con Oliver cargados con las armas de los difuntos.

-<Buen trabajo, entregaremos estas armas a los hombres de Perut…>- Dijo Oliver, pero entonces se percató de algo.- <¡Un momento! Dame eso…>

El cazador a quien se dirigía enseguida entregó el arma a Oliver, no lo podía creer, era el Q-42 (2). Ambos lo eran, sus armas. Quizás fuera una coincidencia, pero le asqueaba que sus armas estuvieran en mano de aquellos terroristas.

Oliver devolvió el rifle al hombre y continuaron avanzando. Apenas encontraron resistencia, tres hombres en el patio, un par de patrullas por los pasillos. Y finalmente, en la sala de descanso, unos ocho o nueve, que bebían, jugaban a las cartas y veían porno en un ordenador alegremente. Estos eran bastante más numerosos y podrían haber supuesto alguna amenaza de no estar borrachos y desarmados, pero siendo así no duraron ni dos minutos; aunque esta vez sí hubo gritos, y aquello podía alertar a quienes quedaran vivos en la prisión.

A partir de ese punto, Oliver aligeró el paso. Encontraron un complejo de celdas, y sus hombres empezaron a liberar a los fieles de Perut. No estaban en perfecto estado, la mayoría estaban famélicos, pero su determinación para luchar parecía más fuerte que nunca.

A medida que seguía avanzando por los pasillos unas voces cobraron fuerza.

-¿…hoy? – pregunto una de las voces.

-Creo que me toca, pero podemos hacer una cosa… ¿Y si escoge él?- Dijo la otra, parecía disfrutar de aquello.

-Me gusta la idea. – dijo riendo, acto seguido hizo una pequeña pausa.- Dinos… ¿Quién quieres que empiece hoy?

Oliver se asomó a la estancia, dos hombres parecían estar a punto de torturar a un tercero, el tercero era el único que estaba de frente, pero sus captores le impedían que viera a Ollie. Sin dudar un segundo cogió dos flechas, cargando la primera mientras sujetaba la segunda con la misma mano. Debían ser dos disparos rápidos, podía tomarse todo el tiempo del mundo para el primer lanzamiento, pero el segundo debía ser del tirón. Respiró listo para atacar.

-Empiezo yo.- Dijo Oliver a la vez que soltaba la primera flecha.

La flecha se incrustó en el cráneo de uno de los carceleros antes de que ni tan siquiera le diera tiempo a volverse. El segundo si que pudo darse la vuelta, pero para cuando completó el giro, Oliver ya había soltado la segunda flecha que voló hasta el pecho del carcelero.

-¿O-Oli-ver…?- Preguntó a duras penas el reo.

-¿Chase? ¿Eres tú?

Oliver no se lo podía creer, su guardaespaldas seguía vivo, corrió hacia él y se apresuró a liberarlo de sus ataduras.

-Cre… Creía que estabas muerto…- Dijo como pudo Chase.

-Y yo que tú habías muerto…


Prisión Penjara, Korupsi.

Ahora

La toma de la prisión había sido un éxito total. La fuerza de Oliver, que hasta el momento había contado con 17 hombres incluyéndose a sí mismo, se vio aumentada a 40. Si bien los soldados de Perut no estaban en buenas condiciones, podrían usar el rifle, aunque serían los indígenas los que tendrían que exponerse más, pues en el cuerpo a cuerpo los hombres de Perut eran inútiles.

Oliver y Chase se pusieron al día rápidamente, no había tiempo que perder así que un par de minutos les bastaron para saber que había sido del otro, ya entrarían en detalle más adelante. Lo que no se les escapó a ninguno de los dos fueron el modelo de todas las armas requisadas, todos rifles Q-42, una vez más podía ser una casualidad, pero empezaba a haber demasiados de estos rifles. No obstante, había cuestiones más apremiantes.

Oliver, Chase, Saudara y Benteng estaban reunidos con algunos hombres más en el patio de la prisión, mientras el resto hacía guardia y esperaba órdenes.

-<Acabaremos con esto rápido, un golpe a la residencia del presidente y nos haremos con el control. Yo dirigiré ese ataque con Chase y cinco hombres. El resto debéis crear distracciones en diferentes puntos de la ciudad, esto hará que los soldados del presidente estén confundidos y dispersos.>- Dijo Oliver que iba a traducirle a Chase y los hombres de Perut lo que había dicho, pero Saudara lo interrumpió.

-<Hermano, no. Ya los hemos liberado, que luchen ellos por su hogar; seamos sigilosos, recuperemos a nuestras mujeres y niños.>- Suplicó Saudara. Sabía que meterse en semejante guerra traería demasiadas muertes.

-<¿Otra vez? Ya hemos hablado de esto Saudara, no puede ser, tardaríamos demasiado, ese plan es aún más arriesgado…>- Dijo Oliver molesto, sus palabras eran sinceras, creía en su plan, pero no era menos cierto que lo corroía un ansia de venganza.

-<Pero…>- Empezó a protestar Saudara.

-<¡Basta!>- Gritó Oliver enfadado.

-<Está bien hermano… En tal caso iré contigo. Mi padre dirigirá a los hombres en las distracciones.>- Por su tono estaba claro que no estaba para nada de acuerdo, pero no le quedaba más remedio que aceptar.

Saudara y Benteng se alejaron a poner al tanto de los planes a sus hombres, mientras Oliver informó a los hombres de Perut de su misión. Por su parte, el grupo de asalto estaría formado por Oliver, Chase, Benteng, un par de indígenas y un par de hombres de Perut.

-¿De qué iba eso?- Preguntó Chase cuando se quedaron solos.

-No quiere ver que la única forma de liberar a los nuestros es derrocar este gobierno…

Chase se acercó a Oliver y puso su mano en el hombro de este.

-Haces lo correcto, Oliver.- Dijo solemnemente, aunque había un atisbo de furia en su voz.


Puerto, Korupsi.

Los indígenas, dirigidos por Benteng, se movían como sombras mientras los hombres de Perut esperaban pacientemente a que les dieran una señal. No hablaban el mismo idioma, pero las señales bastaban para maniobras como aquellas. Al fin y al cabo, unos sólo prestaban apoyo a los otros.

Un chapoteo anunció a Benteng de que el primero de los guardias había caído presa de Kapal Selam, un joven de unos veinti pocos años especialmente bueno en el agua. El joven había sido capaz de pescar con sus propias manos peces en el mar, y sabía que no le fallaría. Tras sumergirse en las aguas se dirigió hasta la parte del muelle de madera donde descansaba uno de los guardias y tiró de él. Finalmente, lo mantuvo bajo el agua hasta ahogarlo.

El chapoteo llamó enseguida la atención de otros guardias que empezaron a gritar alarmados preguntando qué había ocurrido, pero cuando uno de los guardias gritaba, pronto era silenciado por una flecha o una daga de algún indígena cercano.

En principio no fue un mal plan, pero pronto los guardias se dieron cuenta; encendieron todas las luces y comenzaron a disparar al menor indicio de que algo sucedía. En ese momento entraron en juego los hombres de Perut, que abrieron fuego desde una posición privilegiada y masacraron a los hombres que quedaban. Los indígenas podrían haber acabado con ellos fácilmente, pues la eficacia de los guardias presa del miedo dejaba mucho que desear, pero de esta forma no solo liquidaban a los hombres de Pembunuh, sino que también empezaban a hacer ruido.

Uno de los hombres de Perut, un hombre fuerte y de mediana edad, entró en el almacén principal y enseguida halló lo que buscaba; desde los tiempos del anterior presidente, allí se habían guardado diferentes tipos de explosivos, así que tras recoger y repartir unos cuantos, armó el resto para hacer explotar el almacén. Si eso no llamaba la atención de Pembunuh, no sabía qué lo haría.


Korupsi.

No faltaba mucho para el amanecer cuando unas cuantas explosiones repartidas por todas la isla despertaron a la población. El puerto, unos pequeños barracones que solía usar el ejército de la ciudad al sur de esta, y algunas propiedades personales del actual presidente fueron los objetivos de dichas explosiones.

El pueblo estaba asustado, no habían atentado personalmente contra nadie que no formara parte del ejército de Pembunuh, pero aunque no fueran a por los civiles, estos sabían perfectamente que se iban a acabar encontrando en medio de una guerra civil, por lo que la gran mayoría se atrincheraron dentro de sus casas, rezando por que nadie llamara a ellas.

Las sirenas llegaban de todos lados mientras el humo se elevaba creando una oscura nube sobre Korupsi que ocultaba luna y estrellas.


Despacho del presidente, Residencia de Pembunuh, Korupsi.

-¡¿Qué diablos está pasando?!- Preguntó enfadado Pembunuh.

El presidente se acababa de despertar y aún estaba ataviado con su pijama de seda y una fina bata que se había puesto encima. Frente a él se encontraba uno de sus generales, quien había sido asignado para darle el informe de situación. Por su parte, oculta en las sombras, Chien Na Wei observaba en silencio desde su sofá.

-Ha… ha habido varias explosiones… estamos siendo atacados por un enemigo desconocido…- Dijo el general asustado.- Parece que hemos perdido la prisión.

-¡¡¿Qué?!! ¡¿Quién cojones iba a atreverse a atacarme?! ¡Quiero que cortéis el problema de raíz! ¡Acabar con esta rebelión ahora mismo!

-Si, señor…- Dijo el general que enseguida salió corriendo.

-No me parece sensato, esto es demasiado raro…- Dijo por fin la mujer.

-No te pago para que me des tu opinión. Tu única función es protegerme…- Protestó Pembunuh enfadado mientras se servía una copa.

Chien prefirió guardar silencio, Pembunuh estaba cometiendo un error, no era sensato lanzarse de frente a combatir a ciegas sin conocer ni tan siquiera a tu rival. Un rival que ya había causado grandes daños en un momento. La mujer se acercó a la ventana y contempló desde allí la ciudad, la magnífica vista le permitía ver unos cuantos focos de fuego por esta.


Exterior de la residencia de Pembunuh, Korupsi.

Oliver estaba agachado tras una valla junto a Chase y dos de los antiguos soldados de Perut. Saudara y un par de sus hombres habían salido a ver cuántos hombres protegían el perímetro.

-Oliver, todas las armas…- Empezó a decir Chase.

-Lo se… pero ya hablaremos de eso, ahora no es el momento.- Respondió el muchacho mirando por encima de la valla para asegurar que nadie se les acercaba.

En un principio no vio nada, pero tras prestar más atención pudo ver algo de movimiento. Pero por la forma de moverse solo podía tratarse de Saudara, así que enseguida dejó de intentar seguirle el rastro.

-Ya vuelven…

Segundos después todo el equipo se había reunido en aquel punto. Saudara les explicó que no había demasiados guardias, unos ocho recorrían el perímetro, aunque no sabía cuantos podía haber dentro de la gran mansión. Si bien unos cincuenta hombres habían salido corriendo al poco de producirse las explosiones.

-Está bien, esto es lo que haremos. Saudara y yo entraremos a por el presidente, el resto os quedaréis aquí llamando su atención.- Dijo Oliver, quien enseguida tradujo para su hermano y los indígenas.

Sus hombres aceptaron, Chase y los otros dos no estaban en buena forma para correr, así que les venía mejor estar en un punto fijo. Los indígenas por su parte cubrirían a los tres hombres, desplazándose con gran sigilo y eliminando a cualquiera que se les acercara demasiado.

Tras desearle buena suerte y rogar por volver a ver a Chase cuando todo hubiera acabado, Oliver y Saudara se perdieron en la oscuridad. Si bien ya estaba amaneciendo, la nube de humo ayudaba a crear más sombras; eso no formaba parte del plan, pero Oliver debía admitir que les había salido redondo.

Utilizando un terraplén como trampolín, Oliver se impulsó y saltó sobre uno de los soldados que hacía su ronda, poniendo fin a su vida con un grácil movimiento de su daga. Entonces, una voz a su espalda le asustó.

-¡Quieto ahí! ¿Quién eres?- Preguntó un soldado.

Pero tras escuchar un silbido y un golpe seco, Oliver supo que el hombre estaba muerto. Saudara emergió de las sombras con su arco.

-<Ten más cuidado hermano.>- Dijo serio Saudara.

-<Sabía que me cubrías las espaldas.>- Bromeó Oliver.

Tras saltar el muro que los llevó al jardín de la mansión, las cosas se pusieron más fáciles. Parecía imposible entrar sin que los diez guardias que protegían la entrada los vieran, pero entonces empezaron los tiros. Chase ya había activado el plan, y el camino quedó totalmente despejado para Oliver, que no perdió un segundo en acceder a la mansión por una de las ventanas.


Despacho del presidente, Residencia de Pembunuh, Korupsi.

El presidente Pembunuh andaba de un lado a otro nervioso, hacía rato que los disparos habían comenzado en el exterior. No sabía cómo, pero aquellos malditos terroristas habían llegado hasta su casa, y ahora sus fuerzas estaban demasiado repartidas. El único consuelo que le quedaba era que aquella odiosa mujer no había abierto la boca para reprocharle sus decisiones.

Pero entonces el sonido de los disparos llegó desde mucho más cerca, debía ser a unos escasos 15 metros, ¡Estaban dentro de la casa!

-¡Detenlos!- Exigió el presidente a la mujer, pero más que una orden era el ruego de un hombre que se veía muerto.

Chien por fin reaccionó, se levantó del sillón en el que había estado meditando y cogió su rifle sin ni tan siquiera mirar a su jefe. Se limitó a salir de la habitación con una sonrisa.

-Yo que usted correría…- Dijo la mujer divertida mientras cerraba la puerta.

La siguiente habitación era una estancia grande, preparada como recibidor y para que la gente pudiera esperar su turno para las citas del presidente. Había cuatro salidas diferentes, lo que hacía difícil saber de donde vendría el ataque, más cuando aparte de los disparos del exterior se escuchaban disparos en varias ubicaciones de la mansión.

Al menos Chien no estaba sola, cinco de sus hombres la habían esperado en esta misma estancia, eran sus mejores hombres, y la única posibilidad de que todo esto no se fuera al traste.

Entonces, antes de que le diera tiempo ni a reaccionar, una puerta se abrió de golpe, las astillas volaron por doquier al reventar parte del marco, y una flecha voló a gran velocidad perforando el cuello de uno de los hombres de Chien.

-¡A cubierto!- Ordenó la mujer tomando cobertura tras un sofá mientras disparaba hacia su atacante, un hombre con una capucha verde.

Oliver corrió cuanto pudo, y se tiró tras una columna que enseguida recibió una lluvia de fuego. Trozos de pared volaban por doquier, y estaba casi seguro de que iban a destrozar la columna entera, pero entonces algo llamó la atención de los atacantes.

-¡Allí! ¡Hay otro!- Gritó uno de ellos.

Saudara había entrado sigilosamente y había degollado a otro de los guardias, y en aquel momento preparaba una flecha.

Chien reaccionó a tiempo dándole a Saudara en todo el hombro, pero esto no evitó que este asesinara a otro de sus hombres con su flecha.

-<¡Hermano!>- Gritó Oliver saliendo de su escondite.

Oliver corrió hacia los dos hombres que quedaban, saltó sobre el sofá recibiendo un disparo en la pierna en el trayecto, pero la adrenalina no le permitía sentir dolor alguno. Una vez en el aire Oliver disparó una flecha que se clavó en el pecho del más alejado de los soldados, para en un mismo movimiento usar su arco como una suerte de bastón con la que aporreó al otro en la cara.

Acto seguido, Oliver miró alrededor buscando a su último objetivo.

-No tan rápido amigo.- Dijo Chien.

La mujer asiática sujetaba a Saudara y lo amenazaba con la daga de este, que ya había empezado a provocar un hilillo de sangre en su cuello.

-Suelta el arco.- Ordenó la mujer.

Oliver estaba tentado a hacerlo, pero se resistía, pues nada le aseguraba que no fuera a matar a su hermano igualmente. El chico era muy bueno disparando, pero tenía que coger una flecha, tensarla, apuntar y soltar antes de que la asiática hiciese un simple giro de muñeca…

Entonces los ojos de ambos hermanos se encontraron y no hizo falta que hablaran, se habían conocido tan bien estos años…, puede que no compartieran sangre, pero Oliver dudaba de que existieran hermanos que se comprendieran a ese nivel…

Los ojos de Oliver pedían perdón, había estado seguro de su plan pero por primera vez empezó a pensar que se había equivocado; la venganza lo había cegado, podían haberse centrado en las mujeres y los niños, pero él había querido ir a por el presidente, y ahora su hermano…

Pero Saudara le devolvía una mirada cariñosa y llena de paz, no había ni un atisbo de rencor en ella.

-¿Qué pasa? ¿Es que no entiendes mi idioma? ¡Suelta el arco!- Repitió la mujer apretando más la daga, empezaba a perder la paciencia.

Entonces la mirada de Saudara se transformó en pura decisión, Oliver casi pudo escuchar como su hermano le gritaba que disparara, a pesar de que Saudara no abrió la boca.

Oliver asintió en un movimiento lento y casi imperceptible, y entonces su brazo se movió como un resorte, era el tiro más difícil de su vida, y a la vez el más importante.

Las milésimas de segundo que tardó en llevar la mano a su carcaj se le hicieron eternas, y aún más lo que tardó en coger una flecha y llevarla a su arco, ese movimiento transcurrió en un segundo a lo sumo, pero para él habían trascurrido horas.

Pudo ver perfectamente como el rostro de la mujer se transformaba en ira, cómo su puño se cerraba con más fuerza sobre la daga, cómo esta empezaba a apretar el cuello de su hermano y cómo el hilillo de sangre empezaba a hacerse algo más caudaloso. El rostro de su hermano se torcía de dolor, pero para entonces la flecha verde ya volaba.

Ésta se incrustó en el hombro de la mujer, que por la misma fuerza del golpe terminó de hacer el tajo en el cuello de Saudara. Si el tiempo se había ralentizado para Oliver, ahora fue peor; las piernas de Saudaran temblaron como gelatina, doblándose poco a poco, y el fornido cuerpo del hombre empezó a descender, Oliver pudo ver con horror incluso como cada gota de sangre salia despedida en diferentes direcciones salpicando suelo, pared y cualquier mobiliario cercano. Hasta que finalmente el cuerpo llegó al suelo con un golpe seco.

-¡¡¡Noooooo!!!- Gritó Oliver corriendo hacia su hermano.

Oliver intentó taponar la herida con ambas manos, pero la sangre fluía a borbotones imposible de detener. Las palabras no le salían, y las lágrimas anegaban su rostro.

Pero Saudara ya no parecía sufrir, a pesar de estar ahogándose en su propia sangre, aquel hombre dedicó sus últimos segundos de vida a sonreír a quien había sido su hermano, para finalmente morir tras un par de convulsiones.

Oliver enterró su rostro en el pecho de su hermano llorando y gritando desolado, y entonces, recordó algo. Había olvidado por completo a Chien. Se dio la vuelta rápidamente sujetando su arco en un mismo movimiento, pero allí ya no había nadie. Solo un charco de sangre en el lugar donde momentos antes había caído el cuerpo de la mujer asiática.


Exterior de la residencia de Pembunuh, Korupsi.

El presidente Pembunuh siempre había confiado en Chien Na Wei, no había conocido a mercenario más eficiente, pero cuando la situación degeneró tanto y los disparos se empezaron a producir al lado de su despacho, su confianza flaqueó; no sabía cuántos atacantes había, pero sabía que si estos habían liquidado a todos sus guardias, posiblemente nada pudiera hacer la asiática con los pocos hombres que le quedaban. Así que sin perder un momento, el hombre saltó por una de las ventanas del cuarto de baño de su despacho; debía salir de allí, encontrar al grueso de sus tropas y masacrar a los insurgentes.

Al saltar, el hombre rodó por el suelo. No era una gran distancia, solo un piso de altura, pero Pembunuh nunca había estado en gran forma; era un hombre fuerte y robusto, pero bastante gordo.

Se levantó sacudiéndose la ropa enfadado. No sabía quien se había levantado en armas contra él, pero todo Korupsi lo iba a lamentar. ¡Oh si!, había sido demasiado permisivo, pero cuando los castigara a todos, nadie osaría ni tan siquiera el pensar en un golpe de estado, o cualquier nimia amenaza contra la vida del presidente.

Los disparos ya no eran tan numerosos como antes, aunque seguían siendo la melodía de la isla. Eso podía significar victoria, pero también derrota, así que no se confió y empezó a correr con un gran esfuerzo hacia su garaje. Cogería uno de los coches y se dirigiría a alguno de los puestos de control de la milicia, allí estaría a salvo.

Entonces se escuchó un estruendo, y la pierna derecha le falló a la vez que sentía un intenso dolor en ella. Cayó de boca mordiéndose la lengua, lo que enseguida le hizo saborear su propia sangre. El hombre gritó mientras se llevaba la mano a la pierna, le habían disparado, ¿Pero quién?

-¿A dónde va señor presidente?- Preguntó Chase, que en ese momento salía de entre las sombras.

-Yo… yo… ¿Quién es usted?- Preguntó el presidente asustado después de salir de su sorpresa inicial.

-Vamos, sabe perfectamente quien soy, lleva cinco años torturándome.- La voz de Chase no reflejaba ningún rastro de emoción.

-N-no… ¡No!-Reaccionó por fin el presidente.- ¡Fue esa mujer!¡Chien Na Wei!

-Lo sé, pero eso no lo libera de su culpa.- Dijo Chase apuntando a la cabeza del presidente.

Pemburuh lloró y rogó por su vida, pero todo fue inútil, hacía mucho que Chase ya había hecho su elección.

El cuerpo del presidente cayó totalmente inerte cuando el disparo le alcanzó justo en su frente.

-Tranquilo, ella será la siguiente…


Lugar desconocido, Indonesia.

Varios días después…

El golpe a Korupsi había sido todo un éxito, la isla se había visto liberada de la tiranía de Pembunuh, Chase había sido liberado, y lo más importante, las mujeres y niños de la tribu habían vuelto a su hogar.

Pero no era así como lo veía Oliver, otro tirano acabaría ocupando la presidencia y habían muerto demasiadas personas, entre ellas su hermano…

Oliver miró desolado la enorme pira que ardía frente a él, era la de Saudara, como hijo del jefe del clan se le había hecho la mayor de las hogueras, aunque otras ocho piras algo más pequeñas ardían cerca con igual intensidad. Alrededor de todos estos fuegos se encontraba su pueblo, o el que había sido su pueblo los últimos cinco años. Algunos contaban historias sobre los caídos, otros se consolaban como podían o simplemente se limitaban a llorar desconsolados.

Una mano se apoyó en el hombro de Oliver, solo por su tacto el joven supo que se trataba de Benteng, pero no se dio la vuelta, no se atrevía ni a mirarlo.

-<No es tu culpa Auu Lanu…>- Dijo finalmente el hombre con voz profunda y solemne.- <Eres el que nos ha devuelto a nuestros seres queridos, no quien nos los ha arrebatado.>

Los ojos de Oliver se le humedecieron, pero no permitió que ninguna lágrima surcara su rostro. Entonces se dio la vuelta hacia Benteng, quería quejarse, decir que claro que era su culpa, que podría haberlo hecho de otra manera, al fin y al cabo él lideraba. Pero no le dio tiempo a quejarse.

-<Gracias por devolvernos a los nuestros.>- Se adelantó a decir Benteng mientras abrazaba al joven.

Si en algún momento había dudado sobre cual era su verdadera familia, nunca más lo haría; este era su pueblo, su hogar, allí estaba su familia, allí encontraría la paz. Pero Oliver no era un hombre de paz, algo se había despertado en él. Star City estaba corrupta, él mismo había colaborado en ello, y las consecuencias de dicha corrupción se extendían por el mundo. Era una arma de Industrias Queen la que había acabado con Saudara, así que por mucho que lo deseara, no se quedaría en la isla. Tenía que volver a arreglar las cosas; a arreglar a su padre, que negociaba con cualquiera que le ofreciera dinero; a arreglar su empresa; a arreglar a toda la sociedad elitista; debía arreglar Star City, y no descansaría hasta cumplir dicho objetivo.


Bombardier Global CJN, sobre el océano Pacífico.

Cuando Robert Queen se enteró de la noticia de que su hijo estaba vivo, no tardó en enviarle su nuevo Jet; era prácticamente igual al que cinco años antes había volado en pedazos (3). Que Robert no hubiera viajado hasta la isla a recoger a su hijo describía perfectamente el tipo de persona que era. Oliver no estaba seguro de si su padre estaba demasiado ocupado para recoger a su recientemente resucitado hijo, o no quería arriesgarse a volar hasta aquella isla. Fuera como fuese, aquello era lo de menos…

-Robert negoció con Pembunuh después de que nos «matara».- Dijo Chase usando sus dedos como comillas.

-Lo sé…- Respondió Oliver, que llevaba rato mirando por la ventana.

Lo había sabido enseguida, pero lo había confirmado en cuanto hizo un recuento de armas; los hombres de Pembunuh tenían muchas más de las que él había traído, y si bien podía haber otra explicación, sabía que no era así. Conocía a su padre, no quería creerlo, pero seguro que habrían pagado una suma lo suficientemente elevada para que la perdida de su hijo no fuera tan dolorosa.

-¿Y?- Preguntó Chase algo ofuscado.

No quería ponerse en contra de Oliver, sabía que era una víctima, como él; pero no podían perdonar a Robert, no podía salirse con la suya, bastante le había costado asumir que la mujer asiática había escapado sin recibir su merecido.

Oliver siguió guardando silencio un rato, pero finalmente lo rompió mirando a Chase.

-Vamos a arreglar Star City. Se acabaron las armas, las mafias, la corrupción de los ricos, se acabó esa máquina egoísta de hacer dinero llamada Industrias Queen. Todo va a cambiar.

Chase no sabía que tenía en mente Ollie, pero le gustaba cómo sonaba aquello, y enseguida esbozó una sonrisa.


Epílogo

Consulado de Vlatava, Star City.

«Oliver Queen está vivo«.

El mundo entero llevaba todo el día retransmitiendo esa noticia, al parecer el joven se había visto envuelto en una guerra originada en el pequeño país tercermundista de Korupsi.

Esto había puesto en marcha todos los planes, Chien Na Wai no solo le había fallado, se había equivocado al decir que el joven Queen estaba muerto, aunque eso ahora era lo de menos. Había temido que Oliver Queen escapase porque pudiera frustrar sus planes respecto a Korupsi, pero un golpe de estado dirigido por un misterioso encapuchado había liberado al pais, y como había temido al volver Oliver se había destapado todo su secreto, bueno, no todo.

La red de tráfico de diamantes había quedado al descubierto, pero era a Chien Na Wei a quien culpaban de todo, se había asegurado de que fuera así, el fallo había sido de la mujer, así que a ella le debía caer el castigo.

Aun así había perdido su fondo personal de ganancias, pero bueno, durante cinco años había reunido lo suficiente, Star City pronto caería a sus pies.


1.- Auu Lanu Lau’ava era el nombre que su nuevo pueblo le había dado, cuyo significado era flecha verde.

2.- Vimos a Oliver presentar este arma al presidente Perut en el número 1.

3.- En el número 1 de esta colección.


SECCIÓN CORREO

Y con esto llegamos al final de nuestro primer arco, con Ollie rumbo a Star City, el escenario habitual donde vivirá la mayoría de sus aventuras y que empezaremos a conocer a fondo a partir del siguiente número.

Nos ha llevado más tiempo del deseado, pero hemos acabado, hasta la fecha nos encargamos un poco ambos de la estructura, y los números 1 y 3 los narró Nahikari, mientras que yo me encargué del 2 y 4. Este sistema nos ha traído algunos retrasos, por lo que para el próximo arco vamos a probar con números en los que escribimos los dos, unas escenas uno, otras otro, a ver como se nos da. Desde luego historias en mete tenemos para dar y tomar.

Supongo que cualquiera con un poco de de conocimientos sobre el arquero habrá reconocido al personaje del epílogo, este va a tener bastante peso en un futuro, así como la relación de Oliver con su padre.

Por último dar mi agradecimiento más sincero a Julio Blanco, quien se ha currado esta espectacular portada, esperemos que siga teniendo muchas colaboraciones, ¡grande Julio!

En fin, nos vemos en el próximo «arco»…

¡Un saludo!

Carlos Fortuny y Nahikari.

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4 Responses to Green Arrow #4

  1. MarvelTopia says:

    Buen final de la saga. Ahora, a por Canario Negro, que tienen que liarse 😀

  2. Tomás Sendarrubias says:

    ¡¡Leido!! Con retraso, sí. Pero leído al fin. Buen (y extenso) número para una buena (y extensa) saga. Muy currada la que quizá sea la parte más «desconocida» de la historia de Ollie, espero verle en Star City. Una pregunta, ¿tienes planes para Speedy/Arsenal/Red Arrow/Roy Harper? Es uno de mis personajes favoritos, y me gustaría saber qué tienes planeado para él.

    • Carlos Fortuny says:

      Pues la verdad es que Roy aun tardará algo en aparecer, pero ya hay planes para él, a mi parecer bastante interesantes y que lo vincularan a Ollie de un nuevo modo.
      Lo curioso es que posiblemente la primera aparición de Roy no vaya a ser aquí, sino en Black Canary jejejej

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