Batman #11

nubatman11

#11 – Tierra de Nadie III
La risa y el pensamiento

Por Tomás Sendarrubias


Fecha de publicación: Mes 188 – 12/13


Ciudad de Gotham, cuatro días tras el comienzo de la Tierra de Nadie.

 

Cuatro días.

Cuatro malditos días desde que el infierno se había desatado sobre Gotham. Cuatro días en los que el ejército había visto frustrados todos sus intentos de llegar hasta la ciudad, de burlar el cerco impuesto por los hombres del Joker. Cuatro días con la policía de la ciudad trabajando en turnos de veinticuatro horas, tratando de recomponer una sociedad completamente destrozada. Desde su despacho privado la Mansión Kane, Boston Kane observa el perfil de la ciudad y piensa en cómo esos cuatro días les marcarán a todos. ¿Podrá Gotham reponerse de algo así? Columnas de humo aparecen en varias zonas de la ciudad, recordatorio de los incendios provocados por los enfrentamientos entre las diversas bandas criminales que tratan de sacar provecho de la situación. Puede ver coches de policía aquí y allá, corriendo como pavos sin cabeza. Boston Kane sabe que James Gordon está haciendo lo posible por mantener la ciudad unida, pero hay demasiadas piezas, y desde que el Joker había matado a todos el consistorio para luego dar un discurso por televisión, no había nadie que hubiera dado un paso al frente para poner orden en la ciudad. Por supuesto, Boston, al igual que muchos otros empresarios de Gotham habían tratado de alentar el espíritu de liderazgo de algunos de los ciudadanos… aunque ninguno se había atrevido a proponerse a sí mismo. El riesgo de que aquel payaso loco los convirtiera en objetivos les amedrentaba. Si hubieran dado con Bruce Wayne, hubiera sido perfecto, pero llevaba desaparecido desde la muerte del alcalde Goyer. Y si Dent… en fin, si no hubiera pasado todo aquello con Dent, sin duda el fiscal hubiera sido un candidato perfecto. Gotham lo había amado, incluso esos… perroflautas del movimiento Question le hubieran aceptado sin duda. Pero nadie le había visto desde que, terriblemente desfigurado, desapareciera de los Juzgados tras matar a Mario Falcone. Era lamentable como Gotham había ido consumiendo a sus propios hijos, lo mejor que la ciudad podía dar de sí.

Boston Kane se aparta de la ventana y se dirige hacia su mesa. La Torre Kane se encuentra en el distrito financiero de la ciudad, uno de los más afectados por los vándalos que recorrían la urbe como hijos desarraigados del movimiento Question, aquellas criaturas violentas que enarbolaban las armas con cualquier motivo… o sin él. No era la primera vez que recorrían la ciudad, lo habían hecho como forma de protestar contra la globalización, o causando problemas aquí y allá después de un partido de baseball entre los Metropolis Raptors y los Gotham Fingers; siempre con las caras tapadas, bates de baseball y botellas llenas de alcohol en las manos, dispuestos a acabar con restaurantes de comida rápida y sucursales bancarias como si aquello fuera su guerra. Boston siempre pensaba en ellos como “la Generación Perdida”, guerreros sin causa, hijos de una sociedad que no tenía nada que ofrecerles más que violencia. Realmente, le daban pena. Pero desde que el Joker había aparecido en la televisión, era como si incluso los ciudadanos más sensatos de la ciudad hubieran caído en ese mismo abismo de desesperación de la Generación Perdida. Los periodistas de la ciudad estaban haciendo horas extras, como si quisieran hacer una crónica de declive de la que había sido una de las más grandes ciudades de América, ahora convertida en un escenario de El Señor de las Moscas; y las historias que reflejaban en televisión e internet eran cada vez más escalofriantes. Un profesor de literatura que vivía en el West End había matado a su vecino y a sus dos hijos para robarles un generador autónomo. Había sido una persona que en su vida sólo había pensado en Shakespeare, Tennyson y Poe, y que había matado a un hombre con sus propias manos y con unas tijeras de jardín. Un grupo de mujeres se había trasladado, con tiendas de campaña y cocinas de gas, a la zona sur del Parque Robinson, y los miembros de una banda que tenía relación con la mafia rusa, habían asaltado aquel campamento como diversión, las habían violado, y luego se las habían dado de comer a sus perros. Historias como esa parecían extenderse por la ciudad, crecían de una forma micótica, como hongos alimentándose de un cadáver. Y podría haber sido mucho peor. Los rumores hablaban de Batman aquí y allá, impidiendo que las cosas fueran a peor. A Kane no le gustaba la idea del justiciero enmascarado impartiendo su propia justicia, pero al menos era algo, y Gordon mantenía aquel foco con el signo del murciélago sobre la ciudad todas las noches, como si con ello tratara de infundir algo en la ciudad, aunque Boston Kane no tenía claro si era miedo o esperanza.

Ojalá Kate hubiera estado fuera de la ciudad, como su madre y su hermana, piensa Boston. Las comunicaciones funcionaban como un péndulo, pero había conseguido hablar con Elizabeth una vez, y tanto ella como Bette se encontraban bien en Chicago, visitando a una hermana de Elizabeth. Kate había declinado la visita por cuestión de trabajo, y ahora estaba allí, atrapada en la ciudad de la locura. Boston niega con la cabeza, da una nueva calada a su cigarrillo, y en ese momento, la puerta se abre, con un ruidoso estruendo.

-¿Es verdad, papá?-exclama Kate en cuanto entra. Lleva unos vaqueros viejos, rotos en las rodillas, y el pelo recogido en una coleta en la nuca con un sencillo coletero negro, pero sus ojos verdes chispean, y sus labios están tan apretados que son casi invisibles. Si hubiera aparecido vestida de negro y con un puñal en la mano no hubiera parecido más amenazadora.

-Kate, niña, ¿qué demonios estás diciendo?

Con un gruñido, Kate empuja su Tablet en las manos de su padre, y pulsa la pantalla, iniciando un vídeo, una foto estática de un sencillo dibujo, una interrogación negra sobre fondo blanco.

Tengo una pregunta para vosotros. ¿Recordáis Nausica? Yo os lo recordaré: Una empresa con capitalización pública y participación del Ayuntamiento, cuyo objetivo era reformar los Glades. Se destinaron ciento cincuenta y tres millones de dólares para este proyecto, los Glades se llenaron de carteles anunciando el proyecto de Nausica. Compraron sus propiedades a un setenta por ciento de los propietarios de la zona, con el compromiso de la entrega de una vivienda mejor a un precio preferente… Los Glades siguen estando como siempre, los carteles de Nausica se cubren de óxido, los habitantes del barrio no han visto ni el dinero de su compra, ni sus nuevas viviendas. Las obras están paradas, convertidas en nidos de delincuencia y tráfico de drogas. ¿Qué ha pasado con Nausica? La empresa se ha declarado en quiebra tras una serie de inversiones del dinero público de los ciudadanos de Gotham y las ayudas gubernamentales en proyectos privados de la empresa, proyectos de urbanización en Bludhaven, Keystone y Baltimore entre otras ciudades. Viviendas de lujo que se han quedado en nada después de la crisis que ha asolado nuestro país. Nausica ha generado una deuda que duplica el capital inicial de inversión, más de trescientos millones de dólares, que ha sido comprada por All-American National Bank, el banco que posee ahora la totalidad de los Glades, con una política agresiva de desahucios sobre los habitantes del barrio. ¿Y quién es All-American National Bank? Una de las empresas que forman parte del conglomerado empresarial Corporación Kane, propiedad en un 64% de la familia Kane, presidida por Boston Kane… Lo curioso es que Corporación Kane es también dueña del 87% de All-World Regency, empresa dedicada a la construcción y el negocio inmobiliario… y que creó como subsidiaria para trabajar con el Ayuntamiento de Gotham… lo habéis adivinado todos. Una empresa llamada Nausica. ¿Cómo han llegado los Kane a ser una de las familias más ricas de Gotham?

Para cambiar Gotham, ¿quién responderá a la pregunta?”

-¿De dónde ha salido esto?-pregunta Boston Kane, rojo y con la voz ronca, y Kate se encoge de hombros, dejando la Tablet sobre la mesa.

-¿Eso es lo que se te ocurre preguntar, papá?-protesta Kate-. ¿Eso es todo? ¿Qué tal “no, Kate, todo esto es mentira”? Eso hubiera estado bien….

-Kate, todo esto es…

-Llevo años trabajando contigo, papá, y pensaba que confiabas en mí. No sé si me siento más enfadada por todo lo que has hecho o porque me lo has escondido. Quizá tengan razón todos los que pensaban que mi puesto me lo he ganado solo por tener el apellido Kane…

-¡Basta, Kate!

-¡No! Question ha colgado este vídeo en la red, hay dos millones de personas que ya lo han visto. ¡Tú eres el director ejecutivo de Corporación Kane, pero yo soy su directora financiera! ¿Crees que van a creer que yo no sabía nada de todo esto? ¿Crees que a alguien le va a importar que realmente yo no supiera nada? ¿A esto nos hemos dedicado, papá?

-¡No me juzgues! ¡No te atrevas a juzgarme!

-Por si no te has dado cuenta, nos están juzgando a todos-responde Kate, golpeando con el dedo la pantalla de la Tablet-. Si en algún momento todo esto termina y salimos vivos de este agujero negro, considera que he presentado mi dimisión. Me marcho.

Boston Kane abre la boca, dispuesto a responder, pero Kate no le da la ocasión, y con la misma celeridad con la que ha entrado en el despacho, sale de allí, cerrando tras de sí con un portazo. Boston ahoga un grito, y se sienta tras su mesa, cogiendo la Tablet, y pulsando en la pantalla. La voz mecánica de Question comienza a repetir lo que ya había escuchado y en un ataque de ira, como si así pudiera silenciar aquella voz, arroja la Tablet al suelo, y la golpea con el pie hasta que se rompe en pedazos y queda en silencio.


Las gárgolas neogóticas y las agujas de piedra que coronaban Loyola ofrecían un refugio sombrío para Batman, que observa la ciudad bajo la luz del mediodía, convertido en una más de las siniestras figuras que rodeaban el edificio. El viejo colegio católico, toda una institución en la ciudad, no hacía mucho que se había enfrentado a uno de sus momentos más siniestros, al verse sacudido por una serie de suicidios entre los estudiantes, provocados por el misterioso Diácono Blackfire (1). Y ahora, el colegio vuelve a estar bajo asedio, aunque por una cuestión completamente diferente. Varias unidades de policía rodean el viejo edificio, cuya forma es la de un antiguo monasterio, con las habitaciones de los estudiantes internos rodeando un patio. Hacía más de veinticuatro horas que la policía había llegado, y dos que Batman lo observaba todo sin que nadie hubiera reparado aún en su presencia allí, entre las gárgolas. Las lentes especiales de su capucha le daban toda la información que necesitaba, transmitida de inmediato desde los sistemas de la Batcueva y completada con capas de visión térmica y de rayos-X. Valentina Voroshkova era una de las internas del colegio, una chica que podría haber sido perfectamente normal, de no ser porque su padre, Illych Voroshkov había sido uno de los jefes más importantes de la mafia rusa en Gotham. Aunque Illych había muerto tres años atrás en un tiroteo con la policía, el tío de Valentina, Andrei Voroshkov se había hecho cargo de la posición de su fallecido hermano. Había mala sangre entre los rusos y los italianos desde mucho tiempo atrás, desde que con la caída del Comunismo, Rusia se había convertido en una gran exportadora de mafiosos y de antiguos miembros del KGB dispuestos a venderse al mejor postor, y ahora, con la Tierra de Nadie, parecía que habían decidido dar un paso adelante en aquel conflicto entre ambos grupos. La facción italiana se había infiltrado en el colegio buscando a Voroshkova, y retenían a tres docenas de estudiantes, cinco profesores y seis miembros de personal no docente. Por lo que uno de los estudiantes había contado a la policía, dos alumnos habían muerto en un tiroteo inicial, pero Valentina Voroshkova aún no había sido encontrada por los italianos. La policía había conseguido cercar el Colegio antes de que los rusos pudieran llegar y tratar de enfrentarse a los italianos… Aquello era una trampa mortal, y Bruce temía que los perdedores fueran como siempre, los niños. Y no ayudaba a tranquilizarle el saber que los italianos habían llevado con ellos a uno de sus sicarios más peligrosos. El muchacho que había llamado a la policía antes de deshacerse de su móvil, un tal Timothy Drake, había dado la descripción de los asaltantes, y había descrito a uno como lleno de cicatrices.

Víctor Zsasz.

Los sistemas de la Batcueva habían informado a Batman de toda la información sobre Zsasz que podía necesitar para ponerle los pelos de punta. Un psicópata con al menos una cincuentena de muertes a sus espaldas, que tenía la macabra tradición de hacerse un corte en la piel por cada una de las muertes que se producían en sus manos. La policía le había ubicado trabajando con los Falcone, y le haber participado en el ataque a Harvey Dent, un ataque que Bruce considera como algo personal. Ahora, los Falcone habían soltado a Zsasz en un colegio lleno de niños inocentes. La propia policía, agotada por lo que estaba sucediendo en Gotham en esos días, lo estaba diciendo continuamente: aquello no podía terminar bien.

Todo aquello no debería estar ocurriendo. Batman debía estar buscando al Joker, buscando la manera de eliminar el cierre que este había establecido sobre Gotham, pero como el Joker había dicho y todo el mundo repetía en la ciudad, el cierre parecía haber arrancado la piel de la civilización en Gotham, y la ciudad se había arrojado como una bacante a una orgía de sangre como no se había vivido en la ciudad desde la época de la caza de brujas. La policía estaba desbordada, y al menos una treintena de agentes habían muerto en los cuatro días pasados desde el asesinato del Alcalde Goyer en manos del tal Deadshot. Los criminales habían salido a la luz como las moscas en un cadáver, pero había algo más inquietante, la gente perfectamente normal que se habían convertido en asesinos, en ladrones, en saqueadores… Hurt y Blackfire habían hablado de ello, habían mencionado una oscuridad que dormía bajo la ciudad, y era como si con sus bromas y su risa, el Joker la hubiera despertado.

Batman gruñe. Ha llegado el momento. Ha establecido patrones entre los mafiosos que se mueven por el colegio, e incluso ha podido localizar a Zsasz, moviéndose en solitario por el interior del edificio. Probablemente buscando a Valentina mientras el resto de los suyos vigilan y contienen a los muchachos. No tardarán mucho en ponerse nerviosos, en pensar en salir de allí utilizando a los niños como rehenes. Podría deslizarse dentro del colegio a través del sistema de aire acondicionado, pero había una entrada más directa hacia la sala donde los italianos habían reunido a sus rehenes. Batman se dirige hacia una chimenea cercana, y con un salto, se arroja a su interior.

En la calle, la detective Renée Montoya frunce el ceño, y se acerca a la radio de su coche.

-Agente Montoya al habla-dice, sin dejar de mirar el tejado de Loyola-. Creo que el Murciélago está aquí.

El interior de la chimenea es estrecho, aunque Batman se siente sorprendentemente holgado dentro. Sensei le había obligado a deslizarse como un gusano por espacios que eran mucho más pequeños que ese que recorría ahora en vertical, utilizando las púas de sus guantes y sus botas para descender en silencio pero con velocidad. La chimenea llevaba varios años cegada, pero conducía directamente hacia la biblioteca. Batman se aloja justo tras la pared que le separa de la sala, y la examina con sus lentes. Treinta rehenes y cinco hombres armados. Han separado a los niños de los adultos.

-Hh-gruñe, mientras pone la palma de su mano en la pared, dejando un pequeño disco de aspecto resplandeciente y apenas cinco centímetros de diámetro. Cruza los brazos ante él, y comienza a contar en silencio.

Seis… cinco… cuatro… tres… dos… uno…

Sin ningún ruido, el disco estalla delante de Batman, derribando el viejo muro que cegaba la chimenea, y de allí, extendiendo la capa, apareció Batman. Los niños gritaron, los asaltantes se giraron sorprendidos hacia un lugar que habían entendido como un sitio seguro solo para encontrarse con un monstruo casi legendario en Gotham que avanzaba hacia ellos, una criatura de sombras y oscuridad con el rostro de un murciélago… Antes de que ninguno pueda reaccionar en su sorpresa, Batman lanza un dardo al techo, que se clava allí, en la mampostería de madera, y se abre en un completo silencio, antes de que las púas de sus guantes volaran de sus manos para hundirse como espinas aceradas en diversas partes de la fisonomía de tres de los mafiosos presentes. Los narcóticos impregnados en estas funcionan de forma inmediata, mareándoles y haciéndoles caer al suelo. Uno de los mafiosos tiene la sangre fría de tratar de ignorar a Batman y apunta a los niños con una semi automática, quizá para evitar ser atacado por el Murciélago. Demasiado tarde. Aún no ha alzado del todo el arma cuando Batman se encuentra ya ante él, sujetándole la mano del arma con lo que parece un guante de acero. Todos escuchan un crujido cuando lo dedos del mafioso se rompen alrededor de la semi automática, y un nuevo crujido cuando Batman le golpea en la cara con la cabeza, haciéndole caer sin sentido en un charco de sangre.

-¡Tíos!-exclama el quinto de los asaltantes, llevándose un teléfono móvil a la boca-. ¡Está aquí, el Murciélago está aquí!

-Eso no te va a servir de nada-dice Batman, y el asaltante mira atónito la pantalla de su móvil. No hay cobertura, no hay posibilidad de comunicación.  Antes de que pueda gritar, siente una picazón en su garganta, y la vista se le nubla. No puede hablar, no puede gritar… y cae al suelo.

Batman se gira hacia los niños. Hubiera sido más fácil con un adulto allí, pero no le habían dado esa ventaja. Tenía poco tiempo para continuar maniobrando, así que se giró hacia los niños.

-¿Quién es Timothy Drake?-susurra Batman, tratando de parecer lo menos inquietante posible. Todos los niños presentes se giraron de inmediato hacia uno de ellos, un chaval de unos trece años, de pelo negro y ojos marrón oscuro, vestido con una cazadora roja y vaqueros, con tal celeridad que su identidad quedó tan clara como si le hubieran señalado con el dedo.

-Soy yo, señor-dice el muchacho, dando un paso corto al frente.

-La policía está muy orgullosa de ti, Timothy. Lo has hecho todo muy bien. Ahora, ¿puedo seguir confiando en ti?

-Claro-asiente el muchacho.

-Tenéis que salir de aquí cuanto antes, y lo mejor es que lo hagáis por la salida de la cocina. ¿Sabes llegar desde aquí a la cocina?

-Sí.

-Bien. No hay nadie entre nosotros y la cocina, Timothy, pero tendréis que se rápidos, y no podéis hacer ruido. Cuando salgáis, haceos con algo que llame de inmediato la atención de la policía, tu chaqueta puede valer. Que os vean, que vean que sois niños.

-¿No podríamos avisarles por móvil?-pregunta Timothy, y Batman niega, señalando la púa que está clavada en el techo.

-De momento, es mejor que limitemos las comunicaciones aquí dentro. Timothy, sed rápidos-dice finalmente Batman-. Y cuando salgáis, hacedlo despacio, directamente hacia la policía.

-Si nos confunden con ellos, podrían dispararnos-dice el joven, y Batman asiente. Quizá debería acompañarles él mismo, pero eso pondría en peligro a los adultos… y Zsasz seguía libre-. Los policías deben estar cansados con todo lo que está pasando, podrían tener el gatillo fácil…

-Por eso necesito que todo sea perfecto, Timothy. ¿Lo puedes hacer por tus compañeros?

Timothy Drake mira a su alrededor, y asiente.

-Sí. Saldremos de aquí, y estaremos bien.

-Estupendo-concluye Batman, abriendo una de las puertas y desapareciendo en un pasillo secundario. Tim suspira.

-Por aquí, vamos-dice el muchacho, y los chicos empiezan a moverse.


-Hay algo que no entiendo-dice Dick Grayson, entrando en el despacho del apartamento propiedad de Bruce Wayne, de donde no se había movido desde que había comenzado la llamada Tierra de Nadie, con tono hastiado. Llevaban cuatro días sin hacer… nada.  Wayne era un hombre previsor, y contaba en aquel piso con una buena despensa de la que, a pesar de su aislamiento, Dick y la doctora Chase Meridian habían dado buena cuenta en esos días. El despacho es una habitación pequeña, con una cristalera que da a Crown Street, aunque la doctora mantiene la persiana bajada, para mantener su presencia allí lo más discreta posible. Chase Meridian está sentada tras el escritorio, con su ordenador portátil abierto, aunque lo cierra en el momento en el que Dick entra en la habitación, llevando una botella de zumo de naranja en la mano, y dejando una sin abrir en la mesa, junto a Chase, y luego se apoya en el quicio de la puerta. Los dos llevan ropas sencillas, aunque de buena calidad, vaqueros y suéters que Wayne parecía guardar para algún tipo de emergencia en aquel apartamento.

-¿Qué es?-pregunta Chase, permitiéndose un pequeño descanso y estirando el cuello.

-Internet-responde Dick, señalando hacia el ordenador con la barbilla.

-¿Internet?

-En los últimos cuatro días, ese tal Joker ha derribado los puentes, ha cerrado Gotham al tráfico aéreo, se la ha jugado a los propios militares… ha puesto la ciudad entera patas arriba. La electricidad va y viene, igual que el teléfono… pero seguimos teniendo internet. Y televisión. Cuando hay electricidad, claro. No podemos salir de Gotham, pero seguimos pudiendo visitar el Louvre por Internet. Y no lo entiendo. Si yo quisiera poner una ciudad patas arriba, lo primero que haría sería cortar los sistemas de comunicación.

-¿Y cómo difundirías el miedo, Dick?-pregunta Chase, y Dick enarca las cejas-. Hemos convertido Internet en un medio de difusión de noticias. Podemos acceder a cualquier punto del planeta en tiempo real y ver qué está pasando, opinar, difundir… Antes, eran los grandes pensadores quienes cambiaban el mundo. Ahora, lo puede hacer cualquiera, sentado en su oficina o en un cibercafé. Las opiniones pueden surgir de cualquier lugar, muchas veces de forma anónima, y hay un público para casi todo. El mundo nos ve, Dick, en directo. Ve nuestro dolor, nuestra angustia, nuestro sufrimiento. Lo pueden ver en los foros, en los chats, en los perfiles de la gente de Gotham en twitter, Facebook, Linkedin, blogger, myspace… Pero además de exponernos, ¿cómo si no íbamos a saber en tiempo real todo lo que pasa en nuestra ciudad? Hace un rato he leído un mensaje de una chica de los Narrows, su familia es de Chicago, y compartía piso con otras dos chicas, pero no ha sabido nada de ellas desde hace tres noches. La policía no puede atenderla, y estaba desesperada. Yo me he sentido desesperada cuando lo he leído.

-Desesperación-suspira Dick-. Eso es lo que busca, ¿no? “Abandonad toda esperanza los que crucéis estas puertas”…

-¿Dante?-sonríe Chase.

-A mi madre le gusta… le gustaba la literatura italiana. Había una edición de La Divina Comedia en su cajón, como si fuera la biblia. Siempre que tenía un rato libre, le gustaba leer un poco, y a veces me leía, y luego traducía lo que había leído.

-Lo de tus padres… ha sido una tragedia terrible, Dick. Es lamentable que en esta situación, se haya podido además hacer tan poco al respecto…

-Supongo que a ellos ya les da igual antes o después-dice Dick, tomando un sorbo de zumo-. Al fin y al cabo, están muertos.

-Estoy segura de que en cuanto la situación mejore, la policía podrá empezar a trabajar como se debe.

-Me gustaría volver al Circo, Chase. Mis amigos están allí… El Señor Wayne ha sido muy generoso, pero este no es mi sitio.

-Las calles no son seguras ahora, Dick. Seguro que puedes esperar un poco. Yo también tengo gente ahí fuera, gente que me preocupa, pero Bruce Wayne tenía razón. Aquí estamos seguros. Tengo hambre, Dick, hace rato que ha pasado la hora del almuerzo. Será mejor que prepare algo para comer. ¿Me echas una mano?

-Claro-asiente el muchacho-. ¿Puedo intentar antes hacer una llamada?

-Por supuesto-responde Chase, dirigiéndose a la cocina-. Iré preparando una ensalada.

-Genial-dice Dick mientras Chase sale de la habitación, y en ese momento, la sonrisa se borra de su rostro, mientras se desliza a toda velocidad en el escritorio, levantando la tapa del ordenador de Chase. El equipo está bloqueado, pero en los cuatro días que llevan juntos, Dick ha podido ver de reojo la contraseña de la doctora. Mulholland, Dick supone que en relación a la película de David Lynch. Abre el equipo, y se encuentra que, como esperaba, Chase Meridian le estaba ocultando información. Aunque la policía de Gotham estaba desbordada, se habían realizado al menos los informes preliminares, Dick había escuchado a Chase hablar por teléfono dos noches antes, cuando se pensaba que él estaba dormido.

Sus ojos recorren ávidos la pantalla del ordenador, leyendo los documentos que Chase estaba revisando. Y finalmente lo encuentra.

indicios de uso abusivo de estupefacientes en sangre en ambos casos, tanto en John como en Mary Grayson, lo que indicaría una muerte accidental…

Dick lo lee dos veces, y nota que la mano izquierda le tiembla.

-Dick…-dice Chase, desde la puerta. El joven la mira, aturdido-. Dick, no deberías… eso no es para…

-¿Estupefacientes?-masculla Dick-. ¿Esto quiere decir que mis padres se drogaban?

-La policía tiene que repetir…

-¡Mis padres jamás han consumido ninguna droga, y mucho menos antes de una actuación, Chase! ¡Se han jugado la vida en el trapecio desde que eran niños!

-Dick, seguramente sea un error, pero de momento…

-¡No!-la interrumpe el muchacho-. No voy a aceptar esto, no voy a…

-Dick, vamos a la cocina y hablemos.

-No quiero hablar de nada, Chase, quiero hablar con la policía, quiero… Oh, Dios mío.

Dick guarda silencio, recordando. Una imagen ha aparecido en su mente, nítida como si lo estuviera viendo en ese momento.

-¿Preparados, chicos?-dice Henry Haly, acercándose, y Mary Grayson le sonríe.

-¿Qué haces aquí, Henry?-responde ella-. ¿Por qué no estás ahí fuera controlando que todo esté bien?

-Porque todo está bien incluso sin mí, la noche está siendo perfecta-responde el dueño del circo, sonriente-. Y porque quería brindar con mis estrellas-concluye, sacando una botella de un bolsillo. John se pone serio inmediatamente.

-No podemos beber antes de…

-Es té verde, John-sonríe Henry-. Quería celebrar esta noche con mis más antiguos amigos.

-¿Ocurre algo, Henry?-pregunta John, pero Henry Haly suspira y niega con la cabeza.

-Quiero daros las gracias por todo lo que habéis hecho por el circo, por nuestra gran familia-dice-.  Al final, es lo que somos todos, una gran familia. ¿Un brindis por la familia?

-Por supuesto-asiente Mary, y coge uno de los vasos de plástico que lleva Henry Haly. Él deja el otro en manos de John, y le extiende un tercero a Dick.

-Yo paso, detesto el té-dice Dick, y una sombra pasa por el rostro de Henry.

-¿Ni un vaso para brindar?

-Vomitaría encima del público… y ya me está subiendo bastante el azúcar vuestro numerito de la gran familia del circo.

-Dick-dice su padre, pero el muchacho se encoge de hombros y niega con la cabeza.

-Dejadle, ya sabéis que se pone imposible antes de actuar, mi pequeño petirrojo-dice Mary, haciendo que Dick se sobresalte y frunza el ceño-. Mi niño.

-El té…-susurra Dick, casi sin voz.

-¿Qué?

-Por eso quería que bebiera yo también… joder, por eso quería que bebiera yo también…

Sin más, Dick sale a correr hacia la puerta. Antes de que Chase pueda reaccionar siquiera, está sola en el piso de Bruce Wayne. Corre hacia las escaleras, llamando a Dick a voz en cuello, pero es inútil. El muchacho se ha marchado, y sólo llega a verle corriendo por la calle cuando se asoma por la ventana.


Silencio.

Batman se desliza en el más completo silencio por uno de los pasillos interiores del colegio, una galería paralela al claustro que conducía a una serie de aulas situadas a nivel de suelo y al gimnasio. Por fin había encontrado a Valentina Voroshkova en la imagen térmica del colegio, una pequeña mancha de calor en el interior de la zona de las grandes despensas. Probablemente la chica estuviera al borde del shock térmico, pero al menos se había escondido bien de los asesinos que la buscaban, al menos de momento, porque Zsasz estaba realmente cerca de ella. Había conseguido liberar a los chicos y a los profesores sin demasiados problemas, pero Zsasz era harina de otro costal.

El viento resuena como almas en pena al colarse por las columnas del claustro, y el silbido llega hasta los pasillos interiores.

-Te huelo, niña-escucha decir a Zsasz, con un acento extraño. Bruce ha recorrido buena parte del mundo, ha escuchado todo tipo de acentos, pero es incapaz de ubicar exactamente su procedencia. Quizá algún lugar de Europa del Este, lo que normalmente le hubiera puesto del lado de los rusos, pero al parecer los Falcone le habían dado a Zsasz lo que él buscaba: libertad para comportarse como un psicópata. Solo espera que Valentina no se lo crea, que no le escuche….

-Por favor… no me haga daño…

La muchacha aparece, completamente aterida, con las lágrimas congeladas sobre el rostro, y aunque aún no puede verles claramente, puede imaginarse la sonrisa del rostro del asesino. Batman se apresura a avanzar hacia ellos, y entra en el pasillo en el momento en el que Zsasz está sujetando a Valentina contra la pared, con un afilado cuchillo en la mano derecha. No lleva camisa, está cubierto sólo por unos vaqueros, y luce varias cicatrices en su piel, como las marcas de los presos en las cárceles para llevar la cuenta de los días. Dos de ellas están frescas, cerca de su muñeca izquierda, y Batman supone que se trata de los trofeos por el limpiador y la estudiante fallecidos.

-Deja a la chica-dice Batman, y Zsasz se gira rápido hacia él, arrojando el cuchillo con la velocidad del mordisco de una cobra. El tiro había sido tan rápido y certero que cualquier otro estaría muerto, pero Bruce había detenido las flechas de los mejores tiradores de Sensei con una mano atada a la espalda. Con los guantes blindados no tiene ningún problema para desviar el cuchillo de Zsasz, que se apresura a sacar otra hoja, fina y afilada de la cinturilla de su pantalón.

-El Murciélago…-sisea Zsasz, acariciándose los labios con la punta de la lengua-. Pensaba que no existías, que eras una leyenda…

-Suéltala-ordena Batman, y Zsasz niega con la cabeza.

-No puedes hacerme nada. Puedo matarla tres veces antes de que tú te acerques a mí o me tires uno de tus cacharros.  ¿Quieres probar?

-No por favor, no por favor…-gime Valentina, y antes de darle tiempo a que pueda hacer nada, dos dardos vuelan de las manos de Batman hacia Zsasz, que recibe los dos impactos plenos, uno en el pecho y otro en el brazo derecho. El asesino lanza un quejido, y deja caer el cuchillo al suelo, víctima de intensos espasmos a causa del narcótico impregnado en lo dardos. Batman avanza para reducir a Zsasz y en ese momento se da cuenta de que el asesino tenía razón. Valentina está apoyada en la pared, mirando a su alrededor con asombro, mientras una mancha de sangre roja se extiende por su blusa sucia.

-¡No!-grita Batman, mientras la chica cae al suelo, y escucha de fondo una débil y chirriante risita, la de Zsasz. Mientras se arrodilla junto a ella, conecta el sistema de comunicación de su máscara para sintonizar la frecuencia de la policía-. Aquí Batman, necesito una unidad de soporte vital urgentemente en Loyola, hay una estudiante herida de gravedad, ha sufrido un apuñalamiento en la zona inferior derecha del vientre…

Mientras habla, Batman arranca los jirones de la camisa, dejando al descubierto la herida. El corte es profundo, al menos diez centímetros, pero el cuchillo de Zsasz estaba afilado, era una herida limpia. De una de las bolsas de su cinturón Batman extrae un pequeño vial, y pulsa un botón, lo que extiende una capa fina y transparente de aspecto plástico sobre la herida.

-Qué… -consigue mascullar Valentina, pero Batman niega con la cabeza.

-Silencio-dice-. No te esfuerces, no hagas nada. Pronto estarás a salvo.

-Duele…-gime ella, y él asiente. Duele pero evitará que se desangre y cauterizará la herida sin el horrible dolor de someterla al fuego o a altas temperaturas.

-Es gracioso…-ríe Zsasz, medio ido y con los ojos en blanco debido a los narcóticos. Batman se gira hacia él sorprendido, los dardos estaban cargados de una cantidad tal de tranquilizantes que deberían haber podido dormir a un elefante-. Dile que todo va a salir bien, murciélago. Díselo… Consuela a la hija de los asesinos, hazlo. Al final, esta ciudad se la comerá, como a todos nosotros, como a ti.

-Cállate…

-¿No lo notas, Murciélago? ¿No lo sientes cuando él se ríe? Yo sí, lo noto aquí-dice, señalándose con la mano izquierda el entrecejo-. Todo tiene más sentido, y creo que todo el mundo se está liberando. Educación, comportamiento, moral… baratijas que dejamos en el camino. El Joker tiene razón, Murciélago. Yo lo he visto. Es un guía… un mesías…

Batman no responde, se limita a disparar un nuevo dardo a Zsasz, que automáticamente, pierde el sentido. Inyecta un derivado de la adrenalina a Valentina para evitar el peligro de que pierda el sentido, y toma una bridas de su cinturón, y las cierra alrededor de las manos y los pies de Zsasz. Escucha pasos, la policía y los sanitarios se acercan y él debe marcharse.

-Gracias-susurra Valentina, mientras Batman desaparece en la oscuridad de los corredores, en el mismo momento en que ve a los primeros agentes de policía y médicos entrar en el pasillo y correr hacia ella y a por el asesino que habían mandado en su caza… Cierra los ojos, y descansa. La pesadilla ha terminado.

Aunque en algún lugar de su cabeza, casi puede escuchar la risa a la que Zsasz se refería.


La noche cae sobre Gotham y Boston Kane aún no se ha movido de su despacho. Ha rechazado una llamada de Elizabeth, no ha permitido entrar al servicio cuando le han intentado llevar la comida. No se ha atrevido a poner la televisión o consultar nada en Internet, temiendo encontrarse de nuevo la voz robotizada de Question exponiendo ante todo el mundo su vergüenza. Llevaba horas ahogando su ansiedad por conseguir una botella de bourbon y un paquete de cigarrillos, pero no había tomado una gota de alcohol ni había fumado desde que sufriera una pequeña embolia seis años atrás, que por suerte solo le había dejado como marca un pequeño tic en la mandíbula.

Y lo peor era que Boston era perfectamente consciente de que su enfado no venía de haber hecho lo que había hecho, si no de haber sido descubierto. De tener que enfrentarse ahora a un mundo que había arrancado sus cadáveres de debajo de la alfombra para exponerlos a la luz, resecos y blanqueados.

Se incorpora, necesita ese bourbon. Y en se momento se da cuenta de que no está solo. Hay alguien junto a las ventanas del despacho, parece una mujer vestida con algún tipo de uniforme de color violeta oscuro, y con el rostro cubierto por una media máscara, afilada sobre los ojos. Lleva el cabello negro suelto, y una cruz franciscana de madera pende de su pecho.

-¿Qué…?

-Boston Kane, has sido cazado por tus crímenes. Es hora de hacer justicia.


1.- En números anteriores de Batman.

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One Response to Batman #11

  1. MarvelTopia says:

    Interesante, interesante… Boston… de qué me sonará ese chico?
    Y estoy con Dick, yo cortaba internet…

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