Los 4 Fantásticos #6

los4fantasticos06Reed Richards, Susan Richards, Ben Grimm, Johnny Storm. Ellos son los mayores héroes de la tierra, exploradores de mundos extraños y maravillosos, aventureros sin par. Pero ante todo eso, ellos son la más grande familia de Marvel.

#6 – Juicio V
Apocalipsis loco

Por Tomás Sendarrubias


Fecha de publicación: Mes 206 – 6/15


Isla de Honau, Pacífico Sur.

 

            En otro momento de su vida, el Pensador Loco hubiera celebrado de alguna manera el hecho de tener a los Cuatro Fantásticos indefensos y en sus manos. Sus androides habían depositado a los completamente paralizados Antorcha Humana, Mister Fantástico y la Cosa en celdas de éxtasis, en previsión de que se desvaneciera el efecto de las bombas conceptuales de orden que había utilizado para detenerlos, y Sue Richards, la Mujer Invisible, estaba en coma inducido, prácticamente al alcance de su mano, tumbada sobre una camilla cubierta por complejas máquinas, diseñadas ex profeso por el villano para analizar, canalizar y utilizar las energías que brotaban de ella, o más bien, de su hija nonata. Dramm ya había tenido una visión de esta, una criatura perfectamente autoconsciente, en cuyo tejido genético se había entretegido la esencia de las propias Gemas del Infinito. Dramm sabía que durante el evento conocido como La Guerra de los Siete Hermanos (1), Sue Richards había sido la poseedora del Guantelete del Infinito, y había utilizado la omnipotencia que las Gemas acumulaban para crear una paradoja temporal que convertía a los Siete Hermanos en los creadores de las propias gemas que habían sido sus “huevos” antes de eclosionar. Quizá de forma inconsciente, en ese momento, Susan había utilizado el poder de las Gemas del Infinito para satisfacer lo que debía ser un trauma subconsciente por la pérdida de su segundo vástago, de modo que cuando las Gemas desaparecieron y todo volvió a la normalidad, Sue Richards había pasado a estar embarazada.

            Aquello abría toda una serie de apasionantes posibilidades al Pensador Loco. Más allá de la idea religiosa de que no había nada en el Universo tan parecido a un Dios Omnipotente que la reunión de las Gemas del Infinito, y por lo tanto, Sue Richards se había convertido en una especie de Virgen María del Siglo XXI, y su vástago sin duda contaría con más de un seguidor dispuesto a considerarle la Segunda Venida; el Pensador Loco había establecido que, en aquel momento, Susan Richards era la única conexión que existía en el mundo con el poder que habían sostenido las Gemas del Infinito: Alma, Mente, Realidad, Tiempo, Espacio, Poder y Entropía… A pocos centímetros de sus manos. Y para acceder a ello, sólo tenía que superar a una criatura no nacida con ínfulas de omnipotencia.

            El Pensador Loco suspiró, alzó una mano, y un holograma con la silueta de Susan Richards pareció alzarse sobre ella, como un fantasma de sí misma, y en él, en aquella silueta translúcida, se podían ver pequeños destellos, líneas que recorrían su cuerpo, centradas en su vientre, parpadeando con los colores de las Gemas. Por unos instantes, el Pensador contempló en absoluto silencio las pautas, los recorridos de las líneas de luz, el juego de colores… Allí no había nada al azar, aquello era expresión, quizá incluso lenguaje, y una comunicación voluntaria. La mente de Dramm voló, aquellas líneas eran los símbolos fundamentales del universo: las lineas de Nazca, los círculos de los campos de cereal, los petroglifos de las catedrales, la arquitectura sagrada de Hiram el Arquitecto y el Templo de Jerusalén, la lengua secreta de la música de las esferas y la geometría de Pitágoras… Aquellas líneas eran mensajes del propio Universo, una comunicación sin palabras que sólo una mente privilegiada como la del Pensador Loco podría llegar a entender, quizá dedicándole el resto de su vida. Y Keith Dramm era consciente de ello, y aunque se sentía tentado, no iba a dedicar el resto de sus días a escuchar el Universo cuando tenía en sus manos la llave para entenderlo todo, para conversar de igual a igual con la propia creación.

            Tiempo atrás, el Pensador Loco había creado una inteligencia artificial llamada Quasimodo (2), que finalmente se habia independizado de su creador, y se había convertido en un adversario por méritos propios para algunos de los llamados héroes. Desde aquel entonces, no había dejado de dar vueltas al concepto de Inteligencia Artificial, y finalmente, había creado un nuevo proyecto. Al parecer, había llegado el momento de abrir el fichero en el que se encontraba aquella nueva criatura. Abriendo un fichero virtual, el Pensador Loco lanzó una proyección de su nueva criatura. Tiempo atrás, Quasimodo había sido una criatura deforme y enloquecida que se había perdido en las conexiones del espacio cibernético y la información. El Pensador Loco habia evolucionado, y tambíén lo había hecho su gusto por el drama y el patetismo. Él se consideraba a sí mismo una nueva versión del antiguo Pensador Loco, una actualización  de su antiguo ser, y también lo eran sus creaciones. Proteo, su nuevo hijo, era una criatura andrógina, de rasgos pulidos y brillantes ojos de color azul eléctrico, con dos pares de alas transparentes que oscilaban suavemente en su espalda, con la piel sombreada por líneas de circuitos, como si fueran senderos y caminos trazados en el aire sin gravedad de la Luna. Si Quasimodo había sido una criatura de tecnología, Proteo tenía algo más… en los últimos años, Dramm se había interesado por formas de ciencia superior, metaciencia, que en algunos aspectos, quizá era más semejante a la magia que a lo que un hombre como Reed Richards o Tony Stark podría entender. Proteo era capaz de deslizarse entre los estratos de la realidad, y al contrario que Quasimodo, le era completamente fiel.

            Proteo sería sus ojos, sus oídos y su percepción en el mundo de mil capas de la hija de Susan Richards y las Gemas del Infinito. Con un parpadeo, la criatura desapareció, y Dramm comenzó su viaje hacia el interior del universo que se estaba gestando en Sue Richards.

            El ángel efímero se deslizó afilado como una cuchilla y al tiempo sutil como la seda a través de las capas de realidad e irrealidad que bordeaban a Susan Richards y lo que ella contenía. Dramm, conectado neuronalmente a Proteo, intentó calibrar las lecturas que recibía, pero era absolutamente imposible. A través de las unidades ópticas de su creación, el Pensador Loco puso traspasar la realidad física de su prisionera, y se encontró sumergido en un universo. La oscuridad se abría ante él, rota tan sólo por resplandecientes estrellas y mundos que ardían en verde, rojo, azul, naranja, púrpura… Aquella era la energía del Big-Bang y del Big-Crush; y para cualquier otro, un vistazo a aquel mundo se convertiría en un portal a la locura. Sin embargo, el Pensador, como su propio nombre indicaba, ya estaba Loco, y aquello, eran los inicios de un conocimiento que ansiaba con toda su fuerza de voluntad. Si se adueñaba de esa fuerza, si se hacía con una sola gota se sangre de la niña no nacida, podria replicar aquella energía, podría acceder a la Omnipotencia.

            Y de pronto, el Universo a su alrededor pareció temblar, restallar como un látigo, y se encontró mirando una silueta de luz, una imagen andrógina en la que los colores de las Gemas del Infinito resplandecían cegadores. La perspectiva era extraña, pero al Pensador Loco le dio la sensación de que ella era el centro de aquel universo, y al mismo tiempo lo abarcaba por completo, lo contenía. Sin duda, aquella era la hija del Infinito.

            -Te dije que dejaras en paz a mi madre…-dijo, y su voz retumbó en la mente de Keith Dramm a través de Proteo, y acto seguido, la construcción cibernética del Pensador Loco se deshizo, como si nunca hubiera existido.

            Todos los elementos del panel de control del Pensador Loco parecieron estallar, cubriendo el aire de un estallido de electricidad de todos los colores. El Pensador Loco dio un paso atrás, soltándose los guantes y las gafas que le conectaban con el universo contenido en la Mujer Invisible. Sorprendido miró a su alrededor. Todos sus instrumentos, todos sus ordenadores, todos los medidores, calibradores… todo lo que había en el laboratorio… Todo estaba quemado, cortocircuitado…

            -Pero que…-comenzó a decir el Pensador, aunque no le dio tiempo a terminar sus palabras cuando otros pensamientos aparecieron en su cabeza. Había errado con sus cálculos sobre Proteo, evidentemente había sido más débil de lo que él había considerado, y eso le hacía sentir exáctamente furioso y falible.

            Se incorporó, y miró a su alrededor. Necesitaría realizar muchos cambios, muchas reparaciones en el laboratorio, pero no tardaría mucho en estar de nuevo operativo. Con la ayuda de sus androides, en un par de días podría tenerlo todo funcionando de nuevo. El Pensador se acercó a las celdas, y comprobó con satisfacción que los generadores de redundancia seguían funcionando a pesar de la descarga que aquella criatura había generado. Richards, Grimm y Storm seguían prisioneros, completamente estáticos. Al menos en ese sentido, sus cálculos habían sido predeciblemente exactos… como de costumbre.

            ¿Hasta que punto era consciente la niña Richards de su entorno? Había sido creada con el poder de las Gemas del Infinito, así que evidentemente, la respuesta era mucho. En otras ocasiones, había sido la inexperiencia lo que había acabado con los portadores de las Gemas del Infinito, pero un tipo de inexperiencia diferente. Thanos, Nébula, Adam Warlock… todos ellos habían sido aprendices de divinidad; pero la hija de Sue Richards era algo distinto. El poder de las Gemas era innato en ella, pero carecía por completo de experiencia vital. Lo único que sentía, incluso con el poder de la Gema de la Mente y la del Alma, era la unión materno-filial, que defendía a través de impulsos.

            Pero… ¿cómo controlar el poder del Infinito? ¿Que le garantizaba que en una de aquellas pataletas infantiles no fuera el Universo lo que destruyera?

            Dramm valoró aquella opción. No había tenido en cuenta esa variable a la hora de realizar sus cálculos y teorías, no había valorado la autoconciencia de la criatura, pero ahora era consciente de ello, y podía trabajar con esos nuevos datos. ¿Cómo reaccionaría la niña ante una amenaza a la madre? No una amenaza física, quizá si invadiera la sala Ataraxia con algún tipo de gas venenoso… Con el conocimiento suficiente, podría disiparlo, pero, ¿le habria dado la Gema de la Mente…?

            El aire crujió con un rugido de energía, y el Pensador Loco salió volando varios metros, estrellándose contra un panel, y cayendo al suelo con un quejido sordo. El científico quedó tumbado, con una pierna torcida en una posición imposible y con el pecho apenas moviéndose por una respiración entrecortada.

            -Nadie dijo que tuvieras que matarlo-dijo Franklin, desconectando el ocultador que les había mantenido ocultos durante su infiltración en la isla del Pensador Loco. A su lado, el Doctor Muerte cruzó los brazos ante el pecho. Los guanteletes de su armadura aún resplandecían, después del ataque místico que había lanzado contra el captor de los Cuatro Fantásticos.

            -Había que neutralizarle cuanto antes. Una más de sus pruebas, y tu… hermana, si podemos llamarla así, podría haber partido el mundo por la mitad-dijo Muerte, y su voz resonó sinuosa en el laboratorio vacío y cortocircuitado. Muerte se acercó a la celda de redundancia en la que estaba prisionero Reed Richards, y contempló durante unos segundos a su más antiguo rival, completamente estático.

           -¿Recordando los viejos tiempos, Víctor?-preguntó el Franklin del futuro, situándose junto al Doctor Muerte-. No estarás teniendo ideas… peligrosas…

            -Hace no tanto hubiera dado la mitad de mi reino por haber tenido así a tu padre, muchacho-dijo Muerte, acercándose al sistema de control de la celda-. A día de hoy, por mucho que sea consciente de que tu padre y yo probablemente no nos entendamos nunca, en este momento prefiero mantener la existencia de un mundo que quizá algún día llegue a dominar.

            Franklin enarcó las cejas. ¿Era humor eso que había detectado en las últimas palabras del Doctor Muerte? Si era así, quizá el mundo estuviera volviéndose más loco de lo que había pensado. Como si no hubiera pasado nada, Muerte desconectó el campo de contención que mantenía prisionero a Richards, que de inmediato, cayó al suelo de rodillas, gritando de dolor. Franklin entró rápidamente en la celda, arrodillándose junto a su padre, e inyectándole en el cuello una ampolla de un líquido de color caramelo.

            -Tranquilo, va a pasar-dijo Franklin, susurrando tranquilizador-. Son tus moléculas volviendo a su movimiento normal.

            -¿Conocías estos ingenios?-preguntó Muerte, y el hombre que se hacía llamar Psi-Lord asintió.

            -En mi futuro, tú habías desarrollado las Cámaras de Interrogatorio utilizando como base los sistemas ordenados del Pensador Loco-explicó, mientras su padre dejaba de convulsionar en sus brazos, mientras la medicina que le había inyectado iba haciendo su efecto-. Los sistemas ordenadors de Dramm generaban una cristalización completa de las partículas que conformaban a cualquier persona, un sistema ordenado al cien por cien. Sin embargo, es imposible volverlas a poner en movimiento de forma simultánea, de modo que se producen unos minutos de descompensación, las neuronas se vuelven locas y todo el cuerpo chilla. Tú las utilizabas… las utilizarás para llevar a cabo interrogatorios en Latveria, paralizando y desparalizando a los interrogados. Vi a alguno de ellos estallar delante de tus narices.

            -¿Te lo hice a ti?

            -Tantas veces que creí que me volvería loco y deseé haber estallado-respondió serio Psi-Lord, y finalmente, Reed centró sus ojos en él. Aún estaban turbios, estaba distraido y dolorido, y el analgésico que le había inyectado no ayudaria a su concentración.

            -¿Qué…?-masculló Reed, y Franklin se limitó a poner una mano en su frente y transmitirle telepáticamente un resumen de lo que había ocurrido en el tiempo en que había estado sumido en el coma científico del Pensador Loco. De inmediato, Reed se incorporó, corriendo hacia el cristal que separaba a Sue del resto de la sala.

            -¡Susan!-gritó, y de inmediato, trató de abrir la puerta, pero le resultaba imposible.

            -Permíteme-dijo Víctor von Muerte, y un nuevo rayo brotó de su mano, reduciendo aquel cristal a polvo, y Reed Richards entró al laboratorio, extendiéndose para envolver a su mujer, abrazándola con todo su cuerpo. Victor y Franklin  desconectaron las celdas también de Ben y Johnny, aunque para inyectar en analgésico a su tío, Franklin tuvo que protegerse por un campo de fuerza, ya que en cuanto desapareció el efecto de los campos ordenados, Johnny estalló en llamas capaces de derretir el acero.

            -¿Reed?-masculló Susan, despertando, y recordando poco a poco lo que le había ocurrido desde que se subiera al coche del Pensador Loco en Nueva York. Asustada, se llevó las manos al vientre-. Por Dios, ¿está bien? ¿La niña está bien?

            -Tendremos que hacer pruebas-dijo Reed, sin dejar de abrazar a Susan-. Lo siento, no sé…

            -La niña está bien-dijo Muerte, y tanto Reed como Susan parecieron reparar en él en ese momento-. El Pensador Loco no tuvo éxito a la hora de intentar acceder a sus códigos genéticos.

            -¿Pero por qué todo esto?-preguntó Susan, y entonces vio a Psi-Lord acercándose con Johnny y Ben y reconoció a su hijo-. ¿Franklin? ¿Qué…?

            -Hola, mamá; hola, papá-dijo Franklin, encogiéndose de hombros-. Ojalá nos viéramos en otras circunstancias, pero… nunca decidimos esto.

            -¿Qué hacéis aquí?-preguntó Reed-. ¿Cómo es posible que estés aquí, Franklin? Con el tiempo sólido, los viajes en el tiempo son inviables…

            -Ya estaba aquí cuando el tiempo se cerró, papá-respondió Franklin, entregándole a su padre un uniforme para su madre, que él recogió extendiendo uno de sus brazos varios metros-. El cerrojo temporal impide que se realicen nuevos viaje en el tiempo… pero nos ha atrapado a algunos viajeros impidiéndonos volver a casa. Vibraxas  detectó una distorsión en el tiempo, y vine a investigar qué ocurría… No sabíamos que eran los ecos de la expansión del cierre de la Cronotormenta, cuando llegué aquí, era demasiado tarde para volver a casa. Así que de momento… Hola, Nueva York, hola, 2015.

            -La unidad médica está preparada para las prueba-dijo Muerte-. Si consideráis necesario realizar unas pruebas…

            -Gracias, Víctor-dijo Susan, ya vestida y saliendo de la sala donde había estado encerrada. Lanzó una mirada hacia el desmayado Pensador Loco, y sintió un escalofrío, así que apartó los ojos de él, y se apoyó en su esposo-. Necesito volver a casa, necesito ver a mi hijo…

            Reed iba a decir algo, pero en ese momento, una de las muñequeras de Psi-Lord comenzó a vibrar, con un zumbido incómodo.

            -No-masculló Franklin-. No, no, no, no… Es demasiado pronto, no estamos preparados…

            -¿Qué ocurre?-preguntó La Cosa, mientras el Doctor Muerte avanzaba hacia Franklin.

            -Se suponía que teníamos aún horas-gruñó Muerte, y Franklin se encogió de hombros.

            -El tiempo… aún tiene efectos extraños… pero lo que es inequívoco es que están aquí. Papá, mamá… mamá, es muy importante, escúchame. Todo depende de este momento, no te hablo de la Tierra, ni de nuestro tiempo… te hablo de todo el futuro, de todo lo que queda del pasado, de nuestro universo…

            -Franklin, ¿qué quieres decir, qué…?-comenzó a preguntar Sue, y en ese momento, todo lo que tenían a su alrededor pareció estallar, atronándoles en los oídos. Los seis gritaron, como si les hundieran punzones candentes en el cerebro, y Susan, abrazada a su promitente abdomen, pensó que el cerebro se le saldría por los ojos, y entonces, se detuvo.

            Susan alzó los ojos, y vio el cielo sobre ellos. O más bien, el Universo. Estrellas, planetas, constelaciones y galaxias, nebulosas y cometas rodeándoles…

            Y a su alrededor, unas figuras titánicas, tan gigantescas que parecían imposibles,  se cernían, amenazantes como montañas, embutidas en armaduras de extraños diseños, que los seis reconocieron de inmediato. A Susan se le congeló la sangre al entender por qué estaban allí, quienes eran ellos, y que sólo había una cosa que pudiera haberles llevado a estar allí.

            Sus nombres, Hargen, Tefral, Nezar, Gammenon, Arishem, Jemiah, Eson, Oneg y Ziran. La Hueste de los Celestiales.

            Y sin duda, estaban allí por su hija.


1.- Durante DOCE, en Marveltopía.

2.- Hace muchisimos años, en el Anual número 4 de los Cuatro Fantásticos.


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One Response to Los 4 Fantásticos #6

  1. Carlos Fortuny says:

    Hacía tiempo que no leía los 4 Fantásticos, de hecho tenía unos cuantos atrasados. Eso sí, una vez he empezado no he podido parar de leer.
    Una saga con muchas incógnitas y preguntas, y donde todos y cada uno de los personajes brillan con fuerza, esta por ver que narices pueden hacer para plantar cara a los celestiales jejejee

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