Superhumanos #44


Por Ibaita


Fecha de publicación: Mes 221 – 1/17


VOLUMEN IV: LA GUERRA KREE-SKRULL

Número 77: Tambores de guerra en Wakanda

El sol iluminaba las tierras de Wakanda, calentando sin piedad la tierra, sin una sola nube para suavizar el efecto.

En la capital, bajo el Monte Pantera, se encontraba la choza más grande. O, al menos, el aspecto de una choza era el que mostraba, si bien las paredes estaban reforzadas con metal: era importante aunar tradición y tecnología.

En el trono estaba sentado Pantera Negra, como no podía ser de otra forma. Y sus invitados aquella mañana eran muy peculiares y variados. A su derecha estaba su esposa, por supuesto: Ororo, reina de Wakanda. Todos los demás invitados en la choza eran refugiados.

Abría el cuadro Tigra, refugiada del Pueblo Gato, muy perseguidos en África por motivos obvios: el racismo se acentuaba cuando la gente era tan diferente que tenía pelaje, garras y colmillos. Todos los demás refugiados venían de Wakanda y llevaban ya más de dos años allí, habiéndose integrado completamente.
Forja, como experto en teconología, era uno de ellos, y a su derecha estaba Destino. Uno de los clones de Madrox era quien dirigía el grupo del resto de los refugiados: un pequeño supergrupo de élite formado para el combate, dispuestos a defender Wakanda en agradecimiento por la hospitalidad de su rey.

La mayoría del grupo había participado en la defensa de Genosha: estaban Gambito, con su sonrisa habitual; Carol Danvers, Miss Marvel; Luke Cage, con gesto serio y decidido; y Bala de Cañón, que pese a su juventud era un gran guerrero. Había también tres nuevas incorporaciones: Destello, una joven con poderes teleportadores; Morfo, un metamorfo; y Dientes de Sable, un peligroso mercenario rehabilitado hacía casi dos décadas por Charles Xavier con un poco de control mental, y que había servido fielmente a Magneto durante años como agente en el exterior de Genosha.

Los ocho refugiados, contando a su líder Madrox, habían adoptado el nombre de los Exiliados, un nombre muy adecuado, dada la manera en que habían tenido que huir de su hogar en Genosha.

-Entonces, ¿así quedará formado el grupo?-preguntó Pantera Negra.

-Eso es, señor-respondió Madrox-. Habíamos pensado también como posibles candidatos en Fuego Solar, Sasquatch y Triatlón, pero pensamos que sería excesivo. Ellos también estaban de acuerdo. Tener un grupo demasiado grande para este tipo de intervenciones no facilitaría las cosas; y, por otro lado, puede ser muy útil tenerlos en Wakanda como guardia personal de su majestad.

-No necesito más guardia personal, Madrox. Tengo entre mi guardia a mi fiel amigo M’Baku, y a N’Gassi, hijo de Zawadi, la más terrible guerrera wakandiana. Wakanda no ha participado en ningún conflicto internacional en las últimas décadas; nuestra tasa de criminalidad es de las más bajas del mundo y no ha habido ningún conflicto en absoluto desde el intento de golpe de estado en 1999. El golpista, Killmonger, fue ejecutado, y nadie sigue ya sus locas ideas.

-Entiendo que no quiera que formen parte de su círculo de confianza. No obstante, le recomiendo que sirvan al menos como guardias fronterizos, o algún puesto semejante. Los Estados Unidos consideran una ofensa hacia ellos que Wakanda haya acogido a refugiados genoshanos, y podrían realizar otro tipo de ataques para los cuales contar con superhumanos con habilidades considerables sería muy útil.

-Lo estudiaré.

-También habíamos pensado en alguno de los hermanos de Bala de Cañón, aquí presente, y tal vez en Oruga, Karma o Hada, pero lo cierto es que aún no tienen experiencia en combate.

Mientras tanto, Morfo pegó un leve codazo a Bala de Cañón.

-¿Quiénes son tus hermanos? Me paso el día oyendo a hablar de ellos.

-Melody puede volar. Josh también puede volar, tiene alas, y además puede usarlas para recuperarse de sus heridas…

-Eso tiene poco sentido.

-…lo sé, pero así es. Y Paige cambia de piel.

-¿Paige? Un momento, de ésa he oído hablar. ¿No es la que siempre va desnuda para cambiar de piel?

Bala de Cañón pegó un fuerte puñetazo en el hombro a Morfo. No había palabras para describir lo cansado que estaba de los comentarios hacia su hermana.

-Pasemos al tema más importante-dijo Pantera Negra-, si todavía tenemos unos minutos. Las profecías de Destino.

-Bien-dijo ella-, aparte de lo más cercano… he estado mucho tiempo intentando elaborar lo que de verdad pasará. A veces las realidades se confunden, puede ser por viajes en el tiempo. A veces también, las metáforas, los pensamientos de la gente, me despistan. Lo que veo es ambiguo y no estoy segura de cómo interpretarlo; por eso, no quiero arriesgarme.

-Entendemos. Decidnos. ¿Qué has visto?

-Lo único de lo que estoy segura es esto: «Una antigua pesadilla se alzará y su sombra oscurecerá la tierra. La Muerte moverá sus fichas en un tablero en el que no veo quién es su rival. Un diablo escapará de la prisión en la que está encerrado, y más vale que temamos sus nuevos planes. Finalmente, veo un ego inmenso, tan grande que no lo podemos concebir, y no sé quién es ni cuáles son sus intenciones.»

-Unas palabras crípticas, sin duda-asintió la reina Ororo-. Tendremos que estar alerta. Mas es tiempo de que yo cumpla mi cometido, ¿no es así?

-Justo ahora, reina Ororo-confirmó Destino-. Justo ahora.


El joven Angelo Espinosa, disfrutando de un cigarrillo sentado en una roca, fue el primero en advertir el ataque. Una oleada de Centinelas, los que habían sobrevivido al ataque de Genosha, volaban hacia Wakanda, con un objetivo claro: exterminar al mayor número de superhumanos posibles.

No sabían, por supuesto, que Destino les había visto venir. Por ese motivo, la reina Ororo caminaba por las soleadas tierras de Wakanda, despojándose poco a poco de todas sus galas, hasta quedar totalmente desnuda. «Wakanda no ha sido invadida nunca», había avisado Pantera Negra, «y nunca lo será».

Angelo se apresuró a correr hacia la ciudad y encontrar cobijo en sus edificios. En las afueras, los vientos se arremolinaban cada vez con más intensidad, nubes negras oscurecían el cielo. «Pretenden exterminar a todos los superhumanos de Wakanda y Genosha, reina Ororo», había dicho Destino, «pero tú sola tienes poder suficiente para derrotar a todos ellos.»

Los primeros rayos empezaron a caer. Algunos sobre la tierra, otros sobre un Centinela, que fue partido por la mitad al instante. Los vientos soplaron en contra de los gigantescos robots, y avanzar cada vez se les hacía más difícil. Ororo, por su parte, se dejó llevar, siendo arrastrada por el viento como una rama seca por un huracán, pero controlando su trayectoria perfectamente, disfrutando con la sensación de libertad.

Otro rayo destrozó a otro Centinela. Los demás parecieron advertir de donde venía el peligro, e intentaron apuntar sus armas hacia Ororo. Imposible: se movía demasiado rápido incluso para sus miras automáticas y detectores de calor.

El tornado que se estaba formando comenzó a tener tal intensidad que los Centinelas chocaban entre ellos, destrozándose mutuamente. Incluso sus armas eran tan imprecisas que se disparaban los unos a los otros. El viento comenzó a levantar rocas y árboles del suelo, añadiendo más obstáculos aún.

Sólo cuando el último robot había sido destruido por fin, el viento amainó.


Pantera Negra y el clon de Jamie Madrox se habían quedado solos en la choza.

-Entonces, ¿tú dirigirás a los Exiliados?-preguntó el monarca.

-Es lo mejor. Mientras el príncipe Pietro se recupera de sus heridas, tendremos un grupo preparado para actuar. Al fin y al cabo, siempre fui la mano derecha de Magneto. Sé cómo manejarlos.

-Pero ellos no saben quién eres.

-Sólo Dientes de Sable lo sabe, por el olor y porque trabajamos juntos muchos años. Pero es mejor así. No queremos que se filtre información. Mejor que piensen que sigo desaparecida.

-Sí, quizá así puedas actuar más libremente.

Madrox sonrió mientras su cara cambiaba y adoptaba los rasgos de Mística.


Número 78: El Caballero Luna

Dakota North cruzó las piernas sobre la mesa de su despacho. Llevar una agencia de investigación era difícil. Llevar una agencia de investigación a la que nadie acudía, todavía más.

La tele sonaba de fondo, con las mismas noticias de crímenes horribles de siempre. New York era una ciudad que rara vez cambiaba.

-…la periodista Joy Mercado nos cuenta por fin el misterio que rodea a la muerte de Nico Minoru hace más de un año, y que ha tenido en vela a amigos y familiares. Recordemos que la joven fue violada múltiples veces y a continuación fue apuñalada hasta la muerte, supuestamente en un rito satánico. ¿Señorita Mercado?

-Efectivamente, y estas sectas satánicas son un peligro para nuestra sociedad, y sobre todo, para las mente más jóvenes e inocentes, que son más vulnerables ante las mentiras de gente tan perversa. He pasado año y medio investigando estas sectas…

-Pero la mayor parte fue una pérdida de tiempo, ¿no es así?

-Bueno, estaba siguiendo una pista falsa, pero no, no es así. Ni la secta de Daimon Hellstorm ni la de Satanna fueron responsables del asesinato, pero indagué y conseguí muchos datos interesantes que publiqué en el Bugle. Así que, bueno, no he pasado hambre mientras investigaba este caso.

-Ajá.

-Todos estos líderes de secta tienen en común que son unos farsantes, pero unos farsantes con carisma… por ello, todos son peligrosos, pero unos más que otros. La secta responsable del terrible caso de Nico Minoru fue la secta de lord Bonham.

-¿Lord Bonham? ¿Ése es su nombre real?

-Aún no lo sabemos, pero ya está a disposición judicial. Esperemos que…

Entonces, alguien llamó a la puerta. Con unos reflejos excelentes, Dakota apagó la TV, se puso en pie de un salto y acudió a abrir.

Un hombre vestido con un traje considerablemente caro entró al despacho. Tendría unos treinta años, pelo castaño y parecía mostrar algunos signos de nerviosismo.

-Buenos días. Dakota North, a su servicio-dijo la investigadora tendiéndole la mano.

-Buenos días. Soy Marc Spector. Me gustaría contratar ese servicio… puedo pagar bien.

-Claro, siéntese.

Los dos tomaron asiento y Spector permaneció unos segundos en silencio. Después, comenzó a hablar.

-He acudido a usted porque necesito saber que todo lo que le diga no saldrá de aquí. Espero que no haya ningún problema legal con eso.

-Los problemas legales no me dan de comer, así que no. Puede hablar tranquilamente.

-Bien. Verá, soy un hombre de negocios, y en mi profesión hay mucha competencia. He sufrido distintas amenazas a lo largo de hace muchos años… y he tenido que encontrar a alguien que me ayudara a sobrellevarlas.

-Ajá.

-Así que contraté a un mercenario conocido como el Caballero Luna.

-He oído algo de él, sí.

-Bien, me ayudó muchísimo, y le pagué en correspondencia. Hace cinco años, alguien, sospecho que Sebastian Shaw, envió a un mercenario a asesinarme. Quería absorber así mis empresas. Envió a uno de los mejores, Bushman. El Caballero Luna encontró a Bushman antes de que él me encontrara a mí, y le mató.

Dakota asintió en silencio.

-Hace tres años, una loca terrorista feminazi o algo así intentó atentar contra mí por el escándalo éste que hubo… falso, por supuesto… sobre que yo pegaba a mi ex mujer.

-Estoy seguro, seguí el caso en la prensa-afirmó Dakota. No tenía tan claro que el escándalo fuera falso, pero sí que había seguido en la prensa del corazón la tórrida relación y desamor entre Marc Spector y Purple Hayes, quien se quedó con buena parte de su fortuna en el divorcio.

-El caso es que el Caballero Luna también asesinó a Vidriera Escarlata. Pero lo más extraño viene ahora. En una de mis empresas, estaba financiando el experimento Morfeo, para crear pastillas para dormir. Uno de los pacientes, Robert Markham, se volvió loco por las pastillas y me atacó. El Caballero Luna lo evitó, y le mató, tirándole desde el vigésimo piso del edificio en el que estábamos. Sólo que… esta vez no le había contratado, ni nada por el estilo. Es como si hubiera estado siguiéndome. No pidió dinero, y se fue sin decir nada.

-Y usted está preocupado.

-Sí. Temo que, de alguna forma, se haya obsesionado conmigo y pueda ser peligroso. Temo que me vigile… el otro día cogí un taxi, y, no sé cómo… el taxista era él. No iba disfrazado, pero yo sabía que era él. He estado haciendo negocios con otro millonario, en las cuentas figura como Steven Grant, aunque no sé cuál es su verdadero nombre. De alguna forma, sé que es él también. No pregunte cómo. Yo… ¿puede ayudarme?


La Casa Infernal seguía exactamente como Dakota North la recordaba de trabajos previos. Patch se encontraba tras la barra haciendo cálculos. En torno al billar, las mesas y la televisión, se reunían todo tipo de personajes, a cuál más peligroso: Maria Tifoidea, sonriente como siempre; Piel de Serpiente, absorto mirando la televisión; el viejo Paladín, cuyos días de gloria habían pasado, pero aún en pie; Bala, celebrando un contrato reciente; Machete, afilando el susodicho instrumento; Carnicero, contando los billetes que acababa de recibir. Finalmente, vio a quien buscaba.

-El Caballero Luna, ¿no?

Un encapuchado, vestido totalmente de blanco, se giró.

-¿Quieres algo?

-Me han hablado muy bien de ti. Me gustaría contratarte para un trabajo.

-Siempre y cuando pagues bien, guapa.

-Oh, te aseguro que sí.

Dakota North le tendió un fajo de billetes al tiempo que le daba instrucciones de vigilar cierto laboratorio científico y encargarse de que nadie entrara. Aquella misión, por supuesto, no tenía más propósito que quitárselo de en medio un tiempo, mientras hacía sus averiguaciones. Y la primera empezaría con el propio Patch.

-Ey, jefe-saludó-. Ahora que ya he pagado, entre tú y yo… ¿qué hay de ese Caballero Luna? ¿Es bueno en su trabajo?

-No es el mejor, pero lo hace bien. Suele usar armas blancas, buen combatiente cuerpo a cuerpo.

-Vamos, que he contratado a uno normalito, ¿no?

-En cuanto a capacidades, se puede decir que sí. Pero es muy exclusivo.

-¿Muy exclusivo? ¿Y eso?

-Bueno, sólo aparece la semana alrededor de la luna llena. Las otras tres semanas del mes es imposible dar con él.

-Vaya…-Dakota frunció el ceño-¿Y no tienes ninguna pista?

-Eso cuesta más dinero, Dakota.

La investigadora suspiró y deslizó unos pocos billetes a Patch.

-Bien. Esto es todo lo que sé.

Patch le dio a cambio una pequeña tarjeta profesional. «Jake Lockley, taxista y chófer privado». Parece que iba bien encaminada.


Dakota North retiró los prismáticos. Efectivamente, las cuentas cuadraban. Una semana, aquel hombre era el mercenario Caballero Luna. Otra semana, el taxista Jake Lockley. Otra semana, el millonario Steven Grant. Pero, ¿dónde se metía la semana restante, y qué relación tenía con Marc Spector? La investigadora empezó a elaborar una hipótesis. Tenía muchas cosas claras.


Era de noche cuando la investigadora pelirroja saltó la valla de la mansión de Spector, en Long Island. Las cámaras habían sido fáciles de esquivar, y ni siquiera había perros. Para ser tan millonario, Spector era bastante descuidado; no extrañaba que el Caballero Luna le hubiera tenido que salvar el pellejo en más de una ocasión.

Pero tal vez las cosas no habían sido así exactamente. Dakota North se estaba acercando a la puerta cuando recibió un fuerte puñetazo en la nuca que la derribó, dejándola semiinconsciente.

-Así que lo has deducido-dijo una voz a su espalda-. Bueno, será mejor que mantengamos el secreto, ¿no?

La investigadora, totalmente indefensa, apenas pudo girarse para ver al Caballero Luna de pie tras ella.

-Marc Spector es un hombre muy nervioso y delicado. Si supiera que tiene el caso de trastorno disociativo de la personalidad más grave de la historia, con cuatro personalidades múltiples y siendo consciente de sólo una de ellas… bueno, su salud mental peligraría mucho, y no queremos eso. Así que, por el bien de mi amigo, tendré que matarte para conservar el secreto.

El mercenario sacó una cuchilla en forma de cuarto de luna.

-Y, no sé si te lo han dicho, pero soy un hijo de puta sádico.

Efectivamente, la muerte de Dakota North fue lenta y dolorosa.


ACADEMIA XAVIER DE JÓVENES TALENTOS

Seguimos con historias autoconclusivas para entretener un poco.

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