Patrulla-X #338

Patrulla-X #338Perseguidos y odiados por un mundo que les teme. Luchando por el sueño de que mutantes y humanos puedan vivir juntos y en armonía. Ellos son: la Patrulla-X

#338 – Magia escarlata
Por Correia


Fecha de publicación: Mes 10 – 2/99


Alex y Lorna habían pasado una noche tranquila, descansando tras los acontecimientos sufridos el día anterior1. Habían decidido quedarse una temporada en la Patrulla, al menos hasta que volviera Scott de su misión. Alex quería hablar con él, y luego irse a descansar. Volver a la vida civil. Además, había estado pensando en su relación con Lorna, y había llegado a una conclusión…

«Lorna, cariño», dijo Alex, «¿estás despierta?»

«Sí, ahora sí», refunfuñó la joven mutante de pelo verde.

«Siento haberte despertado, pero quiero hablar contigo. Es importante.»

Lorna se incorporó, sentándose en la cama. Vestía una gran camiseta de fútbol americano, que perteneció a Alex durante la Universidad, como única ropa.

Alex la miró, y si cualquier sombra de duda quedara en su mente, la imagen de la mujer que amaba se la disipó.

«Lorna», dijo Alex, mientras cogía sus manos entre las suyas, «he estado pensando sobre nosotros, nuestra relación, todo lo que hemos pasado, y he llegado a una conclusión.»

Se calló un momento, para ver cómo iba reaccionando Lorna a sus palabras. Su rostro mostraba inquietud, pues no sabía qué esperar. Alex continuó.

«Tras todo lo que hemos pasado, sólo me queda una cosa por hacer.»

Se levantó de la cama, la rodeó hasta llegar junto a ella, y se puso de rodillas.

«Lorna Dane, ¿quieres casarte conmigo?»


Xavier llevaba toda la noche en la enfermería. Desde que Bishop fue herido en la pelea contra SHIELD2 no se había apartado de su lado. Era extraño que se hubiese visto afectado por un rayo de energía, cuando su poder era precisamente absorberla. Ese «uranio empobrecido» con el que le habían alcanzado le había dejado en coma. Y, encima, Jean3 había desaparecido tras evitar que un misil nuclear impactara en la India4. Había intentado localizarla con Cerebro, pero había sido imposible. Quizás si…

«Perdone la interrupción, profesor.»

La voz surgió de su espalda. Xavier se volvió, sorprendido, y vio a un hombre de mediana edad, de pelo negro, aunque las canas ya asomaban por sus patillas, con bigote negro, que iba enfundado en una gran capa roja, sujeta por un extraño amuleto a su pecho. Se trataba, sin duda, de…

«¡Extraño! ¡Stephen! ¡Me has sorprendido!», dijo Charles.

«Perdona que me presente sin avisar, Charles, pero una terrible amenaza se cierne sobre uno de tus alumnos.»

«¿Quién, Stephen? ¿Qué pasa?»

«Sin duda recordarás que, hace unos meses, la joven Elizabeth Braddock fue herida de muerte por Dientes de Sable, y que su salvación sólo fue posible al exponerla al Alba Escarlata 5

«Si, claro que lo recuerdo», dijo Xavier.

«Bien, lo que ya no sabes es que, durante la batalla contra Onslaught, tu hermano Cain se vio atrapado en el interior de la Gema Escarlata, y allí se vio enfrentado al poder de Cyttorak, debido a las manipulaciones de Rencor y D’Spayre. Tu hermano sobrevivió, pero su poder se ha visto incrementado, y ahora es mucho más poderoso que nunca6«, continuó Extraño.

«La Patrulla estará preparada para enfrentarse a Juggernaut cuando haga falta, Stephen, pero no veo la relación con Mariposa.»

«Perdona, Charles. Esto sólo te lo contaba porque consideré que deberías saberlo. Lo que venía a contarte es otra cosa. Verás, ayer inspeccionaba las barreras dimensionales de nuestra realidad cuando me vi atraído hacia el Alba Escarlata por un poder que no pude rechazar. Alguien ha tomado el control del Alba Escarlata de la Vena de Ébano, y eso pone en peligro la vida de Ms. Braddock, pues parte de ella pertenece a esa dimensión, y cualquier cambio que se produzca en el Alba la afectará7

«¿Y qué podemos hacer?», preguntó Xavier, preocupado.

«Debo llevar a Mariposa de vuelta al Alba, para que pueda quitarle la influencia que sobre ella tiene. Y debemos partir enseguida.»

«La mayoría de la Patrulla están en misión, Stephen, pero el resto te acompañará.»

«No me servirán de ayuda, Charles. Allí los poderes físicos no sirven.»

«De todas formas irán, Stephen. Sabes que no se querrán quedar atrás.»

«Como quieras. Partiremos dentro de una hora. Os espero en la entrada al Alba. Pregúntale a Ángel dónde es.»

Con estas palabras, el Doctor Extraño desapareció, dejando a un preocupado Xavier tras él.


Pícara tomaba café en la cocina, junto a Mariposa Mental. Mariposa le estaba contando a Pícara los detalles de su cita con Warren de la otra noche, cuando Lorna entró en la habitación.

«Hola, Lorna. ¿Has pasado una buena noche?», preguntó la joven sureña.

«Genial, Pícara, pero lo mejor ha sido ahora al despertar.»

Lorna extendió su mano derecha, mostrando un anillo de oro, con un pequeño diamante, en su dedo anular.

«Alex me ha pedido que me case con él, y yo he aceptado.»

Las dos muchachas corrieron a abrazarla y a darle la enhorabuena. Se sentaron las tres en la mesa, y Lorna les contó cómo se lo había pedido Alex.

«Fue tan tierno. Ni siquiera sé de dónde ha sacado tiempo para comprar el anillo», concluyó Lorna.

«¿Ya habéis pensado fecha?», preguntó Betsy.

«No, todo ha sido tan repentino. Tengo que llamar a tanta gente, preparar tantas cosas… No sé, supongo que en un par de meses, o quizás en Navidad, ya veremos.»

La conversación continuó durante bastante tiempo, hasta que se vio interrumpida por una llamada mental del Profesor.

<<Patrulla, reunión urgente en cinco minutos. Os espero junto a la enfermería.>>


Mística tomaba un relajado baño, descansando tras su «visita» a su hijo, Graydon Creed. Ahora que había dejado Factor-X8 y había vuelto a la Hermandad de Mutantes Diabólicos (no pudo reprimir una sonrisa cuando pensó en «Diabólicos«. Siempre la había hecho gracia) podría seguir con sus planes. Junto a sus compañeros (la Mole, el Sapo, Avalancha, Pyros y los dos nuevos, Mímico y Fantazia) iban a comenzar por abortar la campaña electoral de Creed, y luego irían tras su grupo, los Amigos de la Humanidad. Tras esto, harían todo lo necesario para curar el virus del Legado. Era divertido. Por primera vez en mucho tiempo, la Hermandad haría algo que ayudaría de verdad a los mutantes. Eso les daría mucha influencia, mucho más poder. Y poder era lo que Mística quería.

Raven salió de la bañera, envolvió su cuerpo de piel azul en una gran toalla blanca y se dirigió a su dormitorio. Llevaban un par de días viviendo en una cabaña en las Rocosas, propiedad de un rico magnate del petróleo al que había engatusado para que se la comprase.

Se sentó en la cama y comenzó a peinar su suave melena pelirroja, mientras pensaba en Forja, el hombre del que había llegado a enamorarse durante su etapa en Factor-X. Pero él estaba enamorado de otra, de Tormenta, la líder de la Patrulla, y no la había aceptado.

Luego pensó en sus compañeros de la Hermandad: la Mole lo único que quería era ser alguien importante. Era un fanfarrón, cuyo mayor logro era comerse veinte hamburguesas para desayunar. El Sapo era un cobarde, que había vivido bajo la sombra de Magneto como un lacayo. Avalancha era un buen hombre, leal y trabajador. Pyros, el australiano, sufría los efectos del virus del Legado, y era impredecible. Perdía el control de sus poderes muy a menudo. Los dos nuevos (al menos para ella) eran una incógnita. De hecho, uno de ellos, Mímico, había sido miembro de la Patrulla durante un breve periodo de tiempo. Ahora parecía conservar todos los poderes de los miembros originales de la Patrulla, además de poder imitar los superpoderes de cualquiera que tocase. Fantazia, con su control sobre los aparatos electrónicos y sus poderes de ilusión, le había sido muy útil para quitarse el localizador de Factor-X, que además le impedía transformarse en miembros de la Patrulla o de Factor-X. Pero, una vez hecho esto, no le veía mucha utilidad…

Dejó el peine en la cama y se quitó la toalla. Sacó de un cajón unos vaqueros y una camiseta, y se vistió. Luego se transformó en una muchacha rubia, de ojos azules, con medidas de modelo y unos veinte años, y salió de la habitación. Esa noche iba de caza. Necesitaba información, y este era el mejor cuerpo para conseguirla.


En la sala de espera de la enfermería, se reunieron los miembros de la Patrulla-X que estaban en la Mansión (Kaos, Polaris, Ángel, Mariposa y Pícara) esperaban la llegada de Xavier, que permanecía en el interior, examinando las constantes de Bishop.

Cuando hubo acabado, Xavier salió, subido en su silla de ruedas flotante, diseñada por Forja9 y se paró delante de sus alumnos. «¡Alumnos!«, pensó Xavier. «¡Y pensar que aún los considero mis alumnos! Supongo que algunas costumbres son difíciles de dejar.«

Apartando estos pensamientos de su cabeza, se dirigió a la Patrulla.

«Patrulla», dijo, «he recibido una visita del Doctor Extraño, referente a Mariposa Mental.»

«¿A mi?», preguntó la joven inglesa.

«Sí, Elizabeth. Según parece, alguien se ha hecho con el control del Alba Escarlata, y Extraño necesita tu auxilio para vencerlo.»

«¿Y yo que puedo hacer?», preguntó Betsy. «Yo no entiendo de magia.»

«Según parece», respondió Charles, «cuando se usó el poder del Alba para curar tus heridas, pasaste a formar parte de la dimensión. Te espera dentro de una hora en la entrada del Alba.»

«¿Sola?», interrumpió Warren. «Ni hablar. Yo iré con ella. Ya estuve allí. Además, soy el único que conoce el camino.»

«Iremos todos», terció Alex. «La Patrulla no abandona a los suyos.»

«Como queráis, Patrulla. De todas formas, he de informaros que vuestros poderes físicos no tendrán utilidad en esa dimensión.»

«Eso lo veremos», concluyó Warren.

«Bien, Patrulla, pues en marcha», dijo Alex.

Salieron de la habitación, dejando tras ellos a un Xavier orgulloso de sus «alumnos». «Quizás debí decirles lo de Jean, pero es mejor no preocuparlos. Demasiado van a pasar ya», pensó.


Bastión estaba sentado delante de un monitor de ordenador, navegando por Internet, buscando cualquier indicio de información sobre las verdaderas identidades de la Patrulla-X. Si bien algunos de sus miembros (los cinco que formaron Factor-X10 firmaron el Acta de Registro mutante, los datos de esa base de datos estaban aislados, no conectados a ningún ordenador con salida al exterior, por lo que no eran accesibles por los hackers. Si tuviera esos datos, la Patrulla caería. Se imponía un asalto para robar ese ordenador.

El teléfono sonó. Apartando la mirada de la pantalla, Bastión descolgó el auricular y se lo acercó a la oreja.

«¿Si?», dijo.

«Bastión, soy Creed. Por fin te localizo. Te he estado llamando toda la noche», dijo Graydon Creed al otro lado de la línea.

«Bien, pues ya me has encontrado. ¿Que quieres, Graydon?»

«Mística vino a verme anoche. Quiere que me retire. Necesito tu ayuda.»

«¿Qué quieres que haga, Graydon? ¿Que mate a tu madre?»

«No lo sé, Bastión. Eso es cosa tuya. Pero no quiero tener que preocuparme por ella nunca más.»

«Considéralo hecho, Graydon. Adiós.»

Bastión colgó el teléfono, sin esperar la contestación de Creed. Se giró de nuevo hacia su ordenador, y entró en su base de datos particular. En la casilla de búsqueda, tecleó un nombre: Mística.


La Patrulla esperaba en un local abandonado, donde no hace mucho el Doctor Extraño, Lobezno, Ángel y el diminuto mago llamado Gomurr el Anciano entraron en el Alba Escarlata para salvar la vida de Mariposa Mental. Ahora, volvían a esa dimensión para volver a salvarla, aunque no sabían bien de qué.

De repente, un hombre se materializó delante de ellos. Era el Doctor Extraño.

«Bienvenidos, Patrulla. Supongo que estaréis preparados para iniciar la batalla.»

«Tu dinos qué hay que hacer, Extraño, y lo haremos», dijo Kaos, que había asumido el mando del grupo, a pesar de que hacía solo un día que se unió a él.

«Bien, entonces, Patrulla, ¡seguidme!»

El Doctor Extraño agitó sus brazos, pronunció unas extrañas palabras, y una puerta, con forma de boca de dragón, se hizo visible ante ellos.

Levitando, Extraño se internó en el Alba, seguido por la Patrulla.


El Hombre de Azúcar había llegado a la Tierra hacía 20 años, procedente de una realidad alternativa conocida como «La Era de Apocalipsis«11. Desde entonces, se las había arreglado para controlar en la sombra la nación conocida como Genosha. Gracias a él, el Gobierno del país pudo crear a los mutados, alterando genéticamente a los mutantes para aprovechar sus poderes al servicio de los humanos. Pero, últimamente, su atención se había desviado hacia los otros refugiados de dicha Era: la Bestia Oscura, Holocausto y el joven Hombre-X, Nate Grey. Eso había hecho que su control sobre Genosha descendiera, y el país estaba sumido en una guerra civil entre humanos y mutantes. Las intervenciones de superhéroes americanos12 no había hecho más que empeorar las cosas. Y, encima, ahora que había decidido recuperar el control de su feudo, se enteraba de que dos de los refugiados, la Bestia Oscura y Holocausto, habían muerto13. Parecía que alguien quería acabar con ellos.

Mientras degustaba los restos de un joven mutado, que había tenido la mala suerte de tropezar cuando limpiaba el laboratorio, el Hombre de Azúcar planificaba cómo recuperar Genosha y protegerse de un posible ataque. Para ello, usaba un gran tablero de ajedrez, sobre el que tenía situadas como piezas las cabezas de algunas de sus víctimas.

«Veamos», dijo en voz alta, a pesar de estar solo, «si envío a mis hombres a que apresen a la Jefe Anderson…»

Un zumbido a su espalda le hizo girarse. Tras él estaba un hombre, enfundado en una armadura. Una extraña lanza colgaba a su espalda, y empuñaba una extraña pistola.

«¿Quién eres y qué haces aquí?», preguntó el Hombre de Azúcar.

«Soy el Ejecutor. Voy a matarte», contestó.

«Eso lo veremos, genebasura.»

El Hombre de Azúcar atacó al Ejecutor, usando su larga lengua como un látigo. Pero el Ejecutor la agarró, y tiró de ella, arrastrando a un desconcertado Hombre de Azúcar hacia él. Lo sujetó por su lengua, quedando a más de un metro del suelo, gimiendo de dolor.

«Quizás te guste este arma, mutante. La conseguí de una raza alienígena que se denomina a si misma el Nido. Supongo que encontrarás sus efectos agradables…»

Apuntó a la enorme cabeza del Hombre de Azúcar y apretó el gatillo, lo que hizo que se volatilizase. Su escudo personal impidió que los restos del mutante le ensuciaran.

Soltó los restos del Hombre de Azúcar, y echó un vistazo. El laboratorio estaba lleno de basura, no había nada que pudiese servirle. Sacó un pequeño cilindro de su cinturón, y la lanzó hacia la mesa. Mientras desaparecía, transportado a su base por su teleportador, el cilindro comenzó a brillar, hasta que, segundos después, hizo explosión.

Desde la capital de Genosha, Bahía de Martillo, se oyó un gran estruendo proveniente del volcán de la isla. Las noticias de ese día hablarían de un terremoto.


El camino a través del corredor que conducía al Alba Escarlata había sido tranquilo. No se habían encontrado con ningún Capasombra, como la última vez, ni siquiera con Gomurr el Anciano o Tar el Procurador.

Esta ausencia de incidentes inquietaba al Doctor Extraño, quien no hacía más que examinar místicamente cualquier sombra sospechosa.

Sin ningún incidente, llegaron a la dimensión, donde encontraron el trono de Tar, el Procurador del Alba y encargado de mantener su integridad. Pero no había nadie.

«Parece que el lugar está abandonado, Doc», dijo Pícara. «¿Y ahora qué?»

De repente, Mariposa, que se había acercado al trono, comenzó a gritar. Los demás corrieron en su ayuda, pero chocaron con una barrera escarlata. Mariposa, mientras, comenzó a brillar, emanando una luz escarlata de su interior, que escapaba por todas las aberturas de su cuerpo. El brillo se hizo insoportable, y la Patrulla tuvo que apartar la mirada, aunque el Doctor Extraño, que se había protegido mediante un hechizo, logró ver lo que pasaba.

Cuando el fulgor cesó, Mariposa había cambiado. Ahora, una extraña armadura escarlata cubría su cuerpo, y blandía una espada. Tras ella, se apreciaba la silueta de un hombre.

La barrera que sujetaba a la Patrulla desapareció, haciendo que algunos de ellos cayeran de golpe al suelo.

«¿Quién eres?», preguntó el Doctor Extraño. «¿Qué has hecho con la mujer?»

«¿No me reconoces, Extraño?», dijo el hombre, mientras salía de las sombras.

«¡TÚ!»

CONTINUARÁ


1.- Ver número anterior.

2.- Ver X-Men #57.

3.- Jean Grey, alias Fénix.

4.- De nuevo X-Men #57.

5.- Patrulla-X #329-330.

6.- X-Men Unlimited #12.

7.- Ver número anterior.

8.- Ver Factor-X #127.

9.- El líder de Factor-X.

10.- La firmaron en Factor-X #33.

11.- En X-Men Omega.

12.- La Patrulla, los Vengadores, Excalibur y Factor-X estuvieron en Genosha durante la guerra.

13.- Thor mató a Holocausto en Thor #503, y el Ejecutor a la Bestia Oscura en Factor-X #127.


PRÓXIMO NÚMERO: ¿Quién será el nuevo amo del Alba Escarlata? ¿Logrará la Patrulla rescatar a Mariposa? ¿Y qué pasa con el Ejecutor?


BUZÓN MUTANTE

Hola a todos.

Hoy tenemos una carta de Jorge Cantero, nuestro compañero escritor de Eurocorps.

Sí, es posible que sea algo conciso al relatar estas historias, pero es cuestión de costumbre, supongo. Cada cual tiene un estilo de escribir, y el mío es este, aunque, poco a poco, intento enrollarme un poco más, eso si, sin llegar a escribir una novela tipo Gala o Cela, je, je, je.

Respecto a tus puntualizaciones, te digo que nuestros planes para el Ejecutor no son «matar a todo el que nos caiga mal«, sino que son mucho más profundos, esperamos sorprenderte con ellos. Y tranquilo, claro que la Patrulla se enfrentará a él, solo que aun tardará un tiempo.

La Bestia, a pesar de ser uno de mis personajes favoritos, necesita que se tenga al lado una enciclopedia para escribirlo, y, como yo escribo las historias en el trabajo, sería un poco raro que me vieran consultar el Diccionario Espasa, ¿no?

Bien, eso es todo. Esperamos vuestras opiniones a este segundo número. Nos vemos en un mes.

Patrullosos saludos de…

Carlos Manuel Díaz Correia

Tagged , . Bookmark the permalink.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *