Marvel Spotlight #13 – Warlock: Caballos de Troya #2

Marvel Spotlight #13Cuando una persona ve alterada drásticamente su vida, puede que sea capaz de superar dicha alteración. Pero si la alteración es causada por una Gema del Infinito, ¿Qué ocurriría?

#13 – Warlock: Caballos de Troya #2
Mentes falsas – No puedes cambiar el pasado…

Por Alex García y DOB


Fecha de publicación: Mes 17 – 9/99


Mente – Acto I-

El fuego está llegando a los de depósitos de combustible, Dr. Corbeau – gritó Cíclope – No tenemos mucho tiempo –

Error, Cíclope. Tenemos todo el tiempo del mundo… porque no iremos a ninguna parte, al menos, en este cacharro – Corbeau observaba, nervioso, el panel de manos. -La computadora de vuelo se destrozó en nuestra lucha con los centinelas…y sin ella estamos acabados.

¿y una reentrada manual?

Piensa un poco, Lobezno! por si no lo has notado hay un bonito agujero en el casco de la nave. Y otra vez gracias a los centinelas, no hay trajes espaciales. Pero eso es lo de menos

Ich…Verst´Hein, Herr Doctor… la tormenta Solar – afirmo Rondador Nocturno

Exacto, Rondador Nocturno. La peor en muchos años. La computadora la esquivaría, mientras nosotros quedábamos a salvo en la cámara blindada de la nave. Pero no tenemos computadora. uno de vosotros sobreviviría a la tormenta, pero no sabéis pilotar. Ninguno de nosotros puede hacer las dos cosas.

Error, Dr. Corbeau…yo sí – dijo Jean Grey

¿Estás loca, Jean? ¿Desde cuándo eres astronauta? – dijo Cíclope, comprendiendo lo que representaban las palabras de su amor.

Desde ahora. Quieto doctor solo le dolerá un poco. – Jean se concentró en la mente de Corbeau.

Soy telépata, ¿recuerdas, Scott? Puedo absorber todo lo que sabe el Dr. Corbeau sobre esta nave espacial. No seré una gran piloto pero os llevare a la Tierra.

No, Jean – pensó Cíclope, mientras algo se le rompía dentro. ¿Y cómo sobrevivirás a la tormenta solar, estúpida? – gritó.

¡Mis poderes telekinéticos me escudaran de la radiación! ¡No me pasará nada! -contestó Jean

¿Durante cuanto tiempo? ¡Ni tu poder puede controlar…- Cíclope no pudo terminar la frase, después de un punzante dolor, perdió el sentido.

Dolor,…inconsciencia,…¿dolor en la inconsciencia?

Cíclope abrió los ojos. Se encontraba en una habitación completamente blanca. Sentado en una silla de metal con el respaldo inclinado hacia atrás, que le permitía ver el techo. Sus muñecas estaban atadas con correas que le oprimian las muñecas. Tenía la boca abierta de par en par, con una especie de hierros incrustados en los dientes, que hacía que enseñara la dentadura como si estuviera en la consulta de un dentista. Sentado, atado y atrapado en un asiento en una sala. Con un detalle, que hasta ese momento se le había pasado: no llevaba visor y sus ojos se encontraba abiertos de par en par. Ningún rayo salía de ellos.

Escuchó cómo una puerta se abría y se cerraba. Alguien había entrado a la habitación.

Intentó moverse, pero no pudo.

¿Cómo se encuentra Sr. Summers?

Cíclope tenía frente a él a un escuálido hombre de barba negra y gafas.

¿Dónde estoy?- dijo como pudo, dada la incomodidad de los hierros que tenía incrustados en la boca.

-Sueña. Sería la forma más sencilla de explicar esta situación. La no tan sencilla sería, por el contrario, decirle que no sueña, y que se halla en una habitación esperando a que yo le extraiga los ojos.

Cíclope, parpadeó inconscientemente.

Usted vino a eso, ¿o no lo recuerda? Hasta hace unos minutos estaba seguro que su poder residia en su ojos, y que sin ellos, su pesadilla acabaría.

«Si lo que ves te ofende, arráncate los ojos» Usted no lo hizo, vino a mí para que yo lo hiciera.

Es de esperar que si su poder mutante se canaliza por medio de sus ojos, sin ellos, no habría manera de usarlo.

También corremos el peligro de que no sea así. Entonces, sin ellos, ¿qué ocurriría? Buena pregunta. ¿No se le ha ocurrido intentar canalizarlo por otra parte del cuerpo? Sería hasta cómodo. Es una pena que nadie pueda mirar esos ojos. Sobre todo, Jean ¿verdad Sr. Summers?

¡Jean! – exclamó Cíclope. ¿qué ha sido de ella?

¿Qué fue de ella? es la forma correcta de formular esta pregunta. Murió. ¿No se acuerda?. Tras el accidente, por culpa de Fénix Oscura.

¿Fénix Oscura? – preguntó Scott – ¿Quién es esa Fénix Oscura?

Una fuerza del universo. Aunque eso usted ya lo sabe. Sino, ¿por qué hablamos de ella en este sueño? Su sueño, le recuerdo, Sr. Summers.

No le entiendo. Yo no sé quién es Fénix Oscura. Nunca he oído hablar de ella. Es imposible que sepa quién es.

Fénix Oscura no es Jean Grey, eso es lo único cierto. Sr. Summers.

¿Quiere entonces la gema? – preguntó el doctor.

¿Gema?, ¿que gema? – Scott no comprendía nada de lo que ocurría

La gema de la mente.

¿Para qué la puedo querer?

Intente recordar, Sr. Summers, y recuerde que éste es su sueño. Si habla de algo en él es porque ya lo sabe.

Una luz se hizo muy fuerte, y todo lo que veía Cíclope y lo que sentía se desvaneció bruscamente. En su boca comenzó a entrar agua. Intentó respirar pero no pudo.

Se encontraba sumergido en alguna parte, en algún sitio donde había agua. ¿Qué estaba ocurriendo?

En un brusco movimiento y debido a la presión su visor se desprendió de sus ojos, comenzando a hundirse . Con un rápido movimiento intentó agarrarlo, pero, cómo con vida propia, evitó sus movimientos y se deslizó hacia el fondo.

Sin saber a cuanta profundidad se hallaba pero observando la claridad de la luz muy encima suya, se arriesgó y con sus ojos descontrolados lanzó un rayo que surgió por lo alto del mar y se perdió en el cielo.

Los pulmones le iban a estallar, poco a poco se estaba disipando sus fuerzas. Y cuando estuvo a punto de desfallecer, algo lo agarró por el brazo.

– ¿Jean? – pensó Cíclope

Sí – dijo Jean Grey telepáticamente ahora convertida en Fénix.

La última mirada que dirigió Cíclope antes de caer inconsciente fue hacia el fondo. hacia una pequeña cosa que brillaba. Posiblemente su visor.


¿Cómo está? -oyó que preguntaba una voz familiar masculina.

Los médicos dicen que está perfectamente en el sentido físico. El Profesor asegura que mentalmente también -respondió una voz de mujer.

Pero lleva varios días inconsciente… -por fin reconoció las voces; la primera pertenecía a Piotr Nikolaevitch Rasputín, alias Coloso; la mujer era Ororo Munroe, Tormenta.

El Profesor dice que se debe en gran parte al agotamiento mental de los últimos días. Es posible que viese lo que le sucedió a Jean antes de perder el conocimiento y le haya afectado más que a los demás. Comprensible, por otra parte.

¡Jean! ¿Qué ha sido de ella?

Murió, ¿No se acuerda? – oyó la voz del doctor a su derecha, sintió su aliento en su oído izquierdo.

No, eso fue un sueño. Un sueño… – ¿Estaba despierto? ¿Volvía a dormir?

¡Scott! ¿Estás despierto?

Cíclope se dio cuenta que debía haber dicho las últimas palabras en voz alta, llamando la atención de sus compañeros. Se aferró a la voz de Tormenta como si fuese un ancla para mantener su conciencia despierta.

Creo que sí, Ororo. ¿Dónde están mis gafas?

Un momento.

Sintió las suaves manos de su compañera rozando su cara mientras le ajustaba las lentes de cuarzo de rubí, la única sustancia en el mundo que podía contener sus letales rayos ópticos. Tras varios esfuerzos (no sabía si debido al cansancio o al miedo de seguir soñando), abrió los ojos para ver a sus sonrientes compañeros.

¿Cómo te encuentras, tovarich?

Como si un montón de elefantes me hubiese pasado por encima. ¿Está todo el mundo bien?

Claro, Scott, todos bien.

# Menos Jean… pero no debo decírselo. Aún no. Esperaré a que recupere las fuerzas #

Cíclope se quedó boquiabierto. Pestañeó varias veces, hasta que tuvo la certeza de que los labios de Ororo no se habían movido desde que dijo «todos bien». Es más… había sentido, más que oído, la voz de Tormenta en su cabeza. Como cuando el Profesor o Jean enlazaban sus mentes para realizar algún ejercicio o para coordinar un combate.

Santa vaca… ¿qué es lo que me ha pasado? – pensó. Continuó mirando fijamente a su compañera, que le miraba con expresión cada vez más preocupada.

# ¿Qué le pasa? ¿Acaso intuye algo? Ororo ha sido bastante comedida… no puede sospechar nada #

Esta vez se quedó mirando a Coloso fijamente. Estaba leyendo los pensamientos de ambos, de eso no había duda. Pero esa era una preocupación para otro momento; algo pasaba con su amada.

Peter, Ororo, por favor, decídmelo. ¿Qué le ha pasado a Jean?

«Murió. ¿No se acuerda?»

Sacudió la cabeza desesperadamente en un gesto tanto de negación como un burdo intento de apartar la pesadilla de su mente. Siguió la mirada de sus compañeros hasta la cama a su derecha, oculta por una cortina.

Se levantó, tambaleante, y apartó torpemente la cortina, rasgando una parte. Allí, postrada en la cama, estaba la mujer que representaba para Scott Summers la vida misma.

Está tan quieta…

«Murió. ¿No se acuerda?»

Jean…

«Murió»

¡¡Jean!!

Sintió el contacto de Peter con su brazo, intentando apartarle del lado de su amada. Se soltó enérgicamente, la desesperación guiaba sus actos.

Jean, despierta… por favor Jeannie…

Y entonces sintió un hormigueo que le recorría el brazo desde la mano derecha hasta llegar al hombro, de ahí hasta el cuello y después la cabeza. Era una sensación nueva, una nueva forma de percibir el mundo. No a través de los sentidos, sino de la mente.

Y veía a Jean. No el cuerpo postrado en la cama, sino la energía que desprendía su poderosa mente, una energía enclaustrada, esperando la llamada que la haría salir. Y entonces supo que podía despertarla, sacarla de ese sopor en el que estaba atrapada.

# DESPIERTA #

Primero sus párpados se agitaron. Después su cuerpo se movió ligeramente. Sus labios susurraron un nombre:

Scott..

Jean Grey abrió los ojos. Scott apenas podía verlo, con los ojos llenos de lágrimas.

¿Scott?

Él la abrazó con fuerza, temeroso de que no fuese real, que fuese otra pesadilla. El contacto familiar con aquel cuerpo le sacó de sus temores; era real. No podía dejar de reír, abrumado por la alegría: Jean estaba bien, él estaba bien. Se apartó un poco de ella para poder contemplar su bello rostro, y lo que vio le dejó helado.

En los ojos de Jean se apreciaba un brillo, tal vez un truco de la luz.

Pero aquel brillo asemejaba terriblemente un pájaro de fuego.

» Fénix Oscura no es Jean Grey, eso es lo único cierto. Sr. Summers.»

¿Ocurre algo, Scott? – El brillo había desaparecido.

No nada… aun debo estar algo atontado -la volvió a atraer hacia sí y la sostuvo con fuerza.

«¿Quiere entonces la gema?»

«¿Gema?¿Qué gema?«

«La gema de la mente»

Aturdido, la atención de Cíclope se volvió hacia su mano derecha, cerrada en un puño. No se había dado cuenta hasta ese momento, y quien sabe cuánto tiempo la había tenido cerrada. La abrió y vio el pequeño objeto reluciente que había visto antes de perder la conciencia, probablemente lo había cogido en un acto instintivo.

Una pequeña gema, de color azul claro.


Meses después. La Luna.

Habían luchado bien, pero no era suficiente. No eran rivales para el poder de la Guardia Imperial. Pronto caerían, y Jean Grey sería ejecutada, acabando con el peligro de Fénix Oscura.

Fénix no estaba de acuerdo con eso.

Su control roto debido al dolor y a la fatiga, Jean dio paso a su alter ego, el ser que moraba en las pesadillas Shi’Ar.

Jean… dios mío, Jean.

Tras apartar fácilmente a sus enemigos, Fénix se volvió hacia su amado con expresión triste.

No soy Jean… nunca lo fui.

» Murió. ¿No se acuerda? «

«Fénix Oscura no es Jean Grey, eso es lo único cierto. Sr. Summers.»

¿Jean?

Ella sacudió la cabeza tristemente.

¿Recuerdas cuando te pedí que creásemos un lazo mental entre ambos? – él asintió como un acto reflejo-. El caso es que al poco de formarlo, ambos notamos una tercera persona en el enlace… yo misma. No lo recuerdas porque lo borré de tu mente.

Una lágrima se deslizó por la mejilla de Jean.

Supongo que fue por la gema que llevas -Cíclope se tocó la gema que llevaba en la frente, el valioso objeto que le había permitido vencer sin dificultades a Mente Maestra-. La Gema de la Mente es un objeto muy poderoso, y amplió nuestro enlace hasta ella.. la verdadera Jean Grey.

¿La verdadera…?

Jean Grey no habría sobrevivido a la reentrada en la Tierra. Yo la salvé y tomé su lugar mientras se curaba en el fondo de la bahía, en un capullo formado por mí. Pero entonces sucedió lo peor… me enamoré, como ella, de ti. Después de todo creía ser ella… hasta que ese suceso me despertó.

Scott empezó a comprender lo que Fénix le estaba diciendo, como reflejaba su rostro, retorcido en una mueca de indescriptible horror.

Borré de tu mente el recuerdo de lo sucedido y te dejé inconsciente mientras volé hacia donde la había dejado. Ahí estaba… ya casi se había curado, y pronto saldría del capullo y regresaría… regresaría para quitarme mi mundo, mi vida… a ti.

Cíclope cayó de rodillas, con las manos en los oídos en un intento infantil de no seguir escuchando.

No podía permitirlo… antes sí, pero ya no. Yo era, SOY Jean Grey. Ella solo una usurpadora. Así que… deshice su capullo de energía. Se despertó a gran profundidad bajo el agua, sus débiles pulmones no aguantaron el esfuerzo ni la presión.

Las lágrimas inundaban el rostro de Fénix Oscura mientras Scott Summers se golpeaba la cabeza irracionalmente contra el suelo y gritaba desgarradoramente mientras la gema de su frente le transmitía desde la mente de Fénix las imágenes.

Su último pensamiento mientras me miraba fue.. «Esto no era lo acordado» – Fénix se llevó las manos a la cara.

Scott se detuvo. De repente sabía lo que tenía que hacer. Ella misma se lo estaba diciendo.

Detrás suyo, un artefacto se alzó de entre los escombros. Un arma de una civilización ya desaparecida, un arma que podía matar al monstruo responsable de la muerte de millones, y lo mas importante, la asesina a sangre fría de la mujer que amaba. Eso era lo que Fénix quería, y desde luego lo que Scott más ansiaba en esos momentos.

Te quiero…-susurró ella.

Zorra -respondió él con la garganta rasgada por los gritos. Apretó el gatillo -pues Fénix había introducido en su mente el conocimiento de cómo hacerlo- y un potente rayo surgió de la boca del arma, desintegrando la forma humana de Fénix Oscura por completo.

¡SCOTT! -fue lo último que gritó antes de desaparecer.

Cíclope se derrumbó, apoyado contra el arma alienígena que había segado la vida del monstruo.

El arma que había segado la vida de Jean.

No podía evitarlo. Fénix había sido tan Jean como la misma Jean. Quizá incluso más, puesto que con ella había hecho el amor.

La idea le revolvió el estómago, y empezó a vomitar. Entre vómitos veía la cara de Fénix antes de morir. La cara de Jean. Por mucho que lo intentase, no dejaba de sentir que él había matado a Jean. Empezaba a volverse loco.

Se lo advertí, Sr. Summers.

Cíclope se volvió para ver al médico que había poblado sus pesadillas. Empezó a reír histéricamente.

Estoy soñando, estoy soñando -canturreaba.

Me temo que no, Sr. Summers. Todo lo que le dije se ha cumplido. Pero todo esto tiene arreglo. Jean está viva.

Scott sentía que su cabeza estaba a punto de estallar. Todo lo sucedido le desbordaba; Jean había muerto… dos veces. Y ahora, un hombrecillo salido de sus pesadillas le decía que estaba viva.

Basta… por favor, basta.

Miró el artefacto que había acabado con Fénix, y por primera vez en su vida se planteó tomar esa salida.

Jean está viva, Scott… en otros universos, en otras realidades. Acompáñame… y juntos encontraremos la Jean ideal para ti.

Otros universos, otras Jeans… la mente febril de Scott se aferró a esa idea, el clavo ardiente que le separaba de la locura total. Se sorprendió al notar que en vez del médico barbudo estaba otro hombre, un anciano de pelos canos apoyado en un bastón, que le tendía la mano.

¿Nos vamos?

Por qué no. Por cierto, mister, aún no sé tu nombre -respondió mientras le cogía la mano.

Llámame… Coleccionista -respondió sonriendo.

Ambos hombres se desvanecieron, y la zona azul de la Luna volvió a quedar en perfecta calma…


Tiempo -Acto 2-

Los Ángeles.

Erica Grady estaba sentada en el porche de la entrada de la Residencia de Ancianos Lenard, como todas las mañanas, tomando el sol y leyendo el periódico. La gafas le molestaban, como siempre; tras décadas no había encontrado unas que no le hiciesen daño en la nariz. La tumbona del porche en la que estaba sentada también le fastidiaba, era incómoda. En realidad, a Erica le incomodaba todo, le molestaba ser vieja y estar sola.

En realidad no. Detestaba ser vieja y estar sola por haber malgastado su vida.

Erica creció en una familia temerosa de Dios. Mucho. Tanto que la simple mención de un hombre por su parte provocaba que su padre se desabrochase el cinturón. Estudió en un colegio para chicas, y nunca se atrevió a hacer novillos o llegar tarde a casa. Se convirtió en una muchacha tímida e introvertida, que apenas se atrevía a mirarse al espejo, puesto que la vanidad es pecado, y además se consideraba fea, tanto fuera como por dentro. Prácticamente creció enclaustrada en su casa hasta los treinta años, cuando al fin se marchó. Se había casado con el hijo del mejor amigo de su padre, una boda evidentemente arreglada entre los padres de ambos.

Steve no fue un mal marido; cuidaba de ella, traía un sueldo a casa, incluso salían a pasear todos los fines de semana. Todo iba bien.

Hasta el accidente de coche.

Le dijeron que había sido rápido, que Steve no había tenido tiempo a sufrir. Eso fue un consuelo, en cierta forma. El caso es que se quedó sola, y la educación que había recibido no le permitiría buscar otro hombre, así que fue envejeciendo sola. Para cuando decidió que no tenía por qué obedecer unas reglas que sólo le habían amargado la vida, ya era tarde. Estaba en la Residencia.

Suspiró y acarició el collar, regalo que le había hecho un admirador, un nuevo inquilino que había «quedado cautivado por su belleza». Ella sonrió, pero era una sonrisa cargada de amargura. Era tan tarde… La gema roja engarzada en el collar brillaba con luz propia bajo los rayos del sol.

Tan tarde… -susurró.

Se levantó ignorando el dolor de sus huesos y se fue a su cuarto, a escuchar música. Eso y ver la televisión consistían la rutina en la que se había convertido su vida. Día tras día… hasta que llegase el final. A veces rezaba porque llegase pronto, y salir de ese hastío de vida.


A la mañana siguiente, Erica se notó distinta. No sentía ningún dolor. ¡Ninguno! Por un momento pensó que había muerto.

Se levantó y notó un vigor en su cuerpo que no sentía hacía años. Vacilante, se miró al espejo. Se veía igual que siempre… hasta que algo llamó su atención.

Las raíces de sus cabellos grises habían adquirido un tono dorado.

Erica había sido rubia de joven…

Cuando se acostó esa noche estaba muerta de miedo. No le había contado nada a nadie por temor a que la tomasen por loca, pero desde luego si estaba loca sufría alucinaciones muy reales. Después de todo, ¿no sostenía su dentadura postiza, que se le había caído, en las manos?

Se había caído porque sus pequeños dientes volvían a brotar de nuevo, inflingiéndole un profundo dolor en sus encías…

Sus sueños estuvieron plagados de imágenes de su vida, su padre, su madre, Steve..


A la mañana siguiente apenas pudo contener un grito al descubrir que estaba en una habitación que no era la suya. Y otro grito al mirarse al espejo, pues no se vio reflejada en él.

En su lugar había una joven rubia, de unos 20 años y brillantes ojos azules.

Pensando que podía estar soñando, intentó actuar lógicamente. Abrió un armario ropero y no se sorprendió al ver que la ropa colgada estaba bastante pasada de moda.

Pero no estaba pasada de moda cuando había sido joven, 60 años atrás.

Se vistió rápidamente y salió de la habitación lo más silenciosamente que pudo, temerosa de que los dueños de la casa la descubrieran. Tuvo suerte, puesto que la casa estaba vacía. Salió corriendo por si algún vecino la veía.


No tardó mucho en llegar a la casa de sus padres, y para entonces ya se había convencido de que no estaba soñando.

Permaneció a varios metros de la casa, y entonces la vio salir. ¡Era ella! Era una sensación abrumadora, verse joven y en dos sitios a la vez. La cabeza le daba vueltas… esperó a que su otro yo se fuese – llorando, como tantas otras veces- para acercarse a su antiguo hogar.

La puerta de atrás estaba abierta; su madre tenía la costumbre de dejarla abierta sin querer. Entró despacio y fue adentrándose en la casa mientras la asaltaban cientos de recuerdos.

Entonces fue cuando le vio.

Su padre estaba echando la siesta en su sillón favorito, vestido sólo con una camiseta de tirantes y sus calzoncillos. En el suelo estaba su cinturón, y de nuevo los recuerdos afloraron en su mente. Ninguno fue agradable. Recordó su miserable vida, y sobre todo recordó quién había sido el causante. Y se le ocurrió una idea.

¿Estaba en el pasado, no? ¿Por qué no cambiar la historia?

Lo que se le había ocurrido era pecaminoso, era un delito… pero todo eso no significaba nada para ella. Erica solo veía que su vida podría haber sido distinta sin ese hombre… e iba a hacer la prueba.

Cogió un cuchillo de la cocina y volvió al salón, su padre seguía durmiendo. Respiró profundamente, varias veces. Levantó el cuchillo y cerró los ojos.

Escuchó la respiración lenta y acompasada de su padre, acompañada de ronquidos ocasionales. Con los ojos cerrados podía imaginárselo, gritándole como siempre, llamándola inútil, desvergonzada, como acostumbraba a hacer. Se lo imaginó con el cinturón en su mano.

Su mano tembló ligeramente, así que aferró el cuchillo con las dos, recorriendo la rugosa superficie del mango con sus finos dedos, y abrió los ojos para contemplar una vez más a su padre… por última vez.

No, no podía hacerlo. No podía mirar mientras lo hacía… temblaba sólo de imaginar el choque del acero contra la carne, la sangre salpicándole el rostro y las manos mientras apuñalaba una y otra vez a su progenitor. Memorizó la situación del corazón y volvió a cerrar los ojos; esta vez cogió aire hasta que sus labios dejaron de temblar, y entonces alzó el cuchillo de nuevo con ambas manos.

Una mano sujetó las suyas y otra le tapó la boca para que no gritase. Abrió los ojos y se volvió para descubrir que quien le sujetaba era… ¿¿Ella misma??


En la cocina.

A ver si lo entiendo… eres yo, pero no eres la yo que se acaba de marchar, sino otra yo que también viene del futuro.

La otra asintió.

¿Y el motivo por el que no puedo matar a ese… ese cerdo es porque culparían a nuestra madre?

Culparían a nuestra madre, la meterían en la cárcel y nosotras acabaríamos en la calle, mendigando para sobrevivir. Créeme que eso es mucho peor que la otra historia..

¿Y si convenciésemos a nuestra yo del pasado para que se escapase de casa?

Sería aún peor -dijo tras ellas otra Erica, escuálida, demacrada y falta de algunos dientes.

Erica (la primera) meditó, abatida, la cuestión.

Entonces, sólo me queda una cosa por hacer…salvaré a Steve de su accidente de coche.

Las otras dos sonrieron ante la idea.

Tampoco sirve -dijo una cuarta Erica, vestida de negro-. Steve habría muerto de todos modos.

Tenía cáncer. Murió dos meses «después» del accidente.

Al menos podríamos intentar tener un hijo con él…

Erica… somos estériles.

La cabeza le daba vueltas. No podía (o no se le ocurría cómo) cambiar su pasado de manera satisfactoria. Seguramente si lo meditaba se le ocurriría algo… pero descubrió, para sorpresa de sí misma, que le daba igual.

Bien, si no puedo cambiar mi pasado… -se pasó los dedos por su cabello- desde luego cambiaré mi futuro.

Entonces supo que sólo tenía que concentrarse en el futuro, y aparecer en él. Todo a su alrededor empezó a cambiar… y apareció en un solar que estaba donde antes se hallaba la casa de sus padres.

Sí, cambiaré mi futuro -dijo en voz alta-. Empezaré una nueva vida en la que sólo pensaré en mi misma, y por lo menos esta vez… seré feliz.

Me alegra oír eso, jovencita -se volvió para ver al anciano que le había regalado su collar, vestido ahora con ropas extrañas-, porque tengo la vida ideal para ti.

¿Ah, si? -titubeó, y se apartó un poco.

Si. Yo te di ese collar, y te he dado el Tiempo. Ahora te ofrezco algo mas… -y extendió sus brazos hacia la noche estrellada, como abarcándola.

Ella miró hacia arriba, fascinada, y entonces comprendió lo que el hombre le ofrecía. Sonrió.

El espacio, ¿eh? En toda mi vida apenas he visto la Tierra más allá de Los Ángeles. Pero si voy a empezar una vida nueva… ¿Por qué empezarla en la Tierra? Llévame a esa vida nueva…

Coleccionista -sonrió, enigmáticamente-. Ya verás, joven Erica, es una vida que no puedes ni llegar a imaginar…


Epílogo – Warlock

La Encrucijada.

Miríadas de senderos se encontraban en ese lugar, y cada uno de ellos guiaba a una dimensión distinta, a un Universo completamente distinto a los demás… o incluso terriblemente parecido.

En el punto de convergencia de esos caminos se hallaba él, Adam Warlock, sentado en la posición del loto, flotando en el aire, sumido en un trance de profunda meditación.

Debía hallar las Gemas del Infinito, pues una vez más su unión amenazaba con destruir todas las realidades. El problema era que las gemas no se hallaban ya en su universo, como le había advertido Eternidad; así que el único que podía localizarlas era Adam, debido a su anterior simbiosis con la Gema del Alma.

Adam inspiró profundamente, y mientras sentía el aire que llenaba sus pulmones, dejó que su conciencia se extendiese, cada vez más, rozando tantas dimensiones como fuese posible, buscando la esencia de la maldita joya que se había visto obligado a portar en su frente durante años; permaneció en esa posición horas, incluso días, hasta que sintió un grito desesperado. Un grito angustiosamente familiar.

El grito de un alma al ser absorbida por la vampírica esencia de la gema del Alma.

Adam se volvió en la dirección en la que había sentido el horrible crimen y localizó rápidamente la puerta que le llevaría a ese universo en el que las gemas, pese a la prohibición del Tribunal Viviente, estaban siendo reunidas. Apartó sus miedos y angustias a un lado, pues aquella era su responsabilidad, siendo como era el único capaz de tratar con las gemas.

Aún así, cuando cruzó el portal hacia el otro universo, sintió cómo sus manos aferraban con excesiva fuerza su bastón…


SECCION DE CORREO TROYANO

Pues aquí estamos, dispuestos a terminar esta miniserie que había quedado en el aire, a ver si rompemos la maldición que la rodea :P. Escribid a alexmola@yahoo.com para cualquier comentario.

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