Daredevil #360

Daredevil #360De niño, el hijo de Jack Batallador Murdock quedó ciego a causa de un trágico accidente. Ahora, cuando el sistema legal no resulta suficiente, el abogado Matt Murdock adopta su identidad secreta y se convierte en… Daredevil

#360 – Miss Kiss Kiss Bang Bang
Por Bergil
Portada de Manuel Velasquez


Fecha de publicación: Mes 18 – 10/99


Matt se despertó en cuanto Karen sacó las llaves del apartamento de su bolso. «Desde luego, tener un oído aumentado no es lo mejor para dormir plácidamente«, pensó. Pulsó un botón de su reloj, y éste le dijo la hora: las nueve y cincuenta y ocho de la mañana.

– Buenos días, Karen -dijo, mientras se levantaba y empezaba a vestirse.

– Hola, Matt -respondió ella fríamente.

– Pero bueno, ¿todavía sigues mosqueada por la visita de Elektra? Era un asunto de trabajo, nada más.

– ¡Oh! ¿Desde cuándo necesita la señorita Natchios los servicios de un abogado? ¿Es que, al fin la Ley ha conseguido dar con ella?

– No, no es eso. No es al abogado a quien necesita, sino al del disfraz rojo con cuernos.

– ¡Ah! ¿Y para pedir la ayuda de Daredevil viene enfundada en aquel traje, con cuyo precio podríamos pagar varios meses del alquiler de este apartamento, y apestando a perfume? Las asesinas profesionales utilizan unos uniformes de trabajo muy extraños, hoy en día…

– Karen, te he dicho que no hay nada entre Elektra y yo. Para mí, eres la única mujer en el mundo, y no existe otra. Si no eres capaz de ver eso, es que estás más ciega que yo, y es inútil que intente explicártelo. Ya hablaremos de ello.

– Pero… -Karen se había quedado sin palabras, ante semejante parrafada.

– Hasta luego. he de ir a trabajar, ya sabes. Para ganar el dinero que nos permita pagar el alquiler del apartamento, por ejemplo -y salió.

– Oh, Matt… -. Karen se dejó caer sobre la cama, mientras los sollozos sacudían su cuerpo.


Matt no se sentía demasiado bien por lo que acababa de decir. Pero es que no alcanzaba a comprender los celos de Karen. Él no le ocultaba nada, mientras que ella, en cambio, sí tenía secretos para él. No le había dicho, por ejemplo, en qué consistía su nuevo trabajo. No es que tuviera prisa por saberlo, ella se lo diría cuando estuviese preparada, pero…

Tan enfrascado iba en sus pensamientos que no se había dado cuenta de que ya había llegado a las oficinas de Sharpe, Murdock & Nelson. Y sin desplegar el bastón…


Manolo Sueiras no estaba nada tranquilo. Sabía como castigaba el Jefe lo que consideraba que eran fracasos. Por ello, estaba metiendo en una bolsa sus escasas pertenencias y se preparaba para dejar la ciudad, el estado… «la Costa Este, incluso«, pensó. «Sí, eso será lo más prudente…«.


– ¿Algún recado, Rose? -preguntó Matt a su secretaria cuando se disponía a entrar en el despacho.

– Sí, señor Murdock, tiene varios: uno de Ms. Sharpe, diciendo que se pase por su despacho cuando pueda; otro del señor Nelson… éste parecía muy excitado… que tiene que comentarle algo muy importante; el fiscal Towers quiere hablar con usted para tratar de llegar a un acuerdo en el caso de Sunday Road; y… ¡ah! casi se me olvida, ayer vino a verle una tal… espere que busque el nombre… ¡ya está!, una tal Betty Walkers, pero usted ya debía haberse marchado, porque no contestó cuando le llamé por el interfono.

– ¿Dejó algún recado?

– No, ninguno. Dijo que ya volvería otro día. Parecía bastante nerviosa.

– ¿Nerviosa, dice? ¿Por qué?

– Oh, no paraba de mirar a todos lados, y retorcía las manos sin parar…

– Gracias, Rose. Si me necesitan, estaré en mi despacho.

Cuando Matt hubo cerrado tras de sí la puerta del despacho, esperó unos segundos y dijo:

– Muy bien, señorita Walkers. Ya puede salir de detrás del sillón.


Elektra sudaba en su gimnasio, forzando sus músculos, buscando sepultar bajo el esfuerzo físico las sensaciones que la cena con Matt había despertado.

«Despierta, chica«, pensó. «Si sigues así, acabarás fiambre a las primeras de cambio«.


Manolo no sabía qué calles buscar: si empleaba las calles más concurridas, cualquiera podría acercársele, atacar y desaparecer entre la multitud sin dejar rastro; mientras que si buscaba los callejones más oscuros y apartados, los sicarios del jefe podrían acecharle en cualquier sombra, sin testigos molestos.


– ¿Señor Murdock?

– ¿Sí, Rose?

– Ms. Sharpe quiere verle en su despacho.

– Dígale que estoy ocupado, Rose. Iré en cuanto pueda- y volviéndose a su interlocutora-: ¿Me decía, Miss Walkers?

Pero Betty Walkers no pudo responder a la pregunta, porque la puerta del despacho se abrió de repente y Rosalind Sharpe entró en el despacho. Matt casi pudo sentir una oleada de frío glaciar antes de que empezara a hablar.

– Matthew, quiero verte en mi despacho. AHORA -y se giró, sin esperar a ver si Matt la seguía o no.

Pero Matt no se movió ni un milímetro.

– Buenos días, Rosalind. Yo también estoy encantado de oír tu voz -. respondió, con toda la carga de ironía de que fue capaz y manteniéndose bajo control. No estaba dispuesto a permitir que Rosalind le hiciera perder los nervios-. «No hoy» -pensó. Y, en voz alta, prosiguió-: ¿No te ha dicho Rose que estaba ocupado? Iré en cuanto termine el asunto que tengo entre manos.

Rosalind estaba estupefacta. El asombro había hecho palidecer su rostro. Parecía que últimamente sus habitualmente dóciles compañeros de despacho habían decidido llevarle la contraria por sistema.

– He dicho ahora, Matthew -su voz era aún más dura que de costumbre.

– Como quieras, Rosalind. Espere aquí, Miss Walkers -dijo, dirigiéndose a su cliente-. No tardaré.

Cuando Rosalind hubo cerrado tras Matt la puerta de su despacho, se dispuso a lanzarle una filípica; pero él se adelantó pasando al ataque:

– ¿Qué demonios te crees que estás haciendo, Rosalind? Estaba con un cliente, trabajando en su caso. Tu modo de entrar y de comportarte ha sido de una grosería imperdonable.

– ¿Y quién es ese cliente, si puede saberse?

– Lo siento, Rosalind. Ya sabes que la relación abogado-cliente es sagrada e inviolable.

– Espero que eso no te distraiga de los demás casos, Matthew.

– Eso es cosa mía, Rosalind. ¿O es que tienes alguna queja de mi trabajo?

– Pues ahora que lo dices, sí. Eres indisciplinado y funcionas a tu aire, Matthew. Ya no estás en Murdock & Nelson.

– Perdona, Rosalind, pero aquí todos somos socios en igualdad de condiciones. Y en cuanto a mi modo de trabajar, ¿acaso no consigo resultados? Con los honorarios de los tres últimos casos que me asignaste he cubierto mi cuota de beneficios para la firma para las próximas cinco semanas. Así que tranquila. Nada impedirá que olvide mis obligaciones para con Sharpe, Murdock & Nelson -dijo, recalcando el apellido de Rosalind-. Especialmente cuando tú te encargas de recordármelas continuamente.

– Pero…

– Buenos días, Rosalind.

Rosalind Sharpe estaba enfadada. Las cosas habían salido al revés de como lo tenía planeado, y Matt había obtenido una nueva victoria moral sobre ella.

– ¿Donde estábamos, Miss Walkers? -dijo, al entrar en su despacho.

– Le contaba, Mr. Murdock, -dijo Betty Walkers- que las cosas han empeorado desde nuestra primera entrevista(1). De hecho, tengo auténtico miedo. Mi marido no se ha tomado nada bien mi intención de divorciarme.

– De todos modos, Miss Walkers, no acabo de entender por qué se ha dirigido a mí para plantearme su caso. Ya se lo dije cuando me consultó por primera vez: aunque abogado, soy sobre todo un criminalista. Me he especializado en juicios penales. Además, soy católico. El divorcio es contrario a mis creencias. Estoy seguro de que mi compañero, Mr. Nelson, sería una elección mucho más acertada que yo.

– No, Mr. Murdock. Le quiero a usted.

«¡Está mintiendo!«, pensó Matt al escuchar sus latidos. «Pero ¿por qué?«


– Tenías que haberlo visto, PERRO -decía Foggy en su despacho-. Ni yo acabo de creérmelo. Verás, sucedió así…


Cuando a media tarde Matt salió de su despacho, todavía no había recibido ningún mensaje de Elektra. Decidió dirigirse a su apartamento para intentar arreglar las cosas con Karen, si es que todavía estaba en casa.

Cuando abrió la puerta, pudo oler su perfume. «Estupendo«, pensó, «todavía está aquí«.

– ¿Karen?

– ¿Eres tú, Matt?

– No sabes como lamento que…

– Sí supieras cuánto siento lo que…

Ambos se detuvieron a mitad de la frase. Permanecieron un instante inmóviles y luego se arrojaron uno en brazos del otro, fundiéndose en un cálido y prolongado beso… del que les sacó un carraspeo que sonó en la ventana.

– ¡Ejem ejem! -era Elektra-. Matt, es la hora. ¿Vienes?

– Ahora mismo -se volvió hacia Karen-. Lo siento, cariño. Esto es importante -dijo, mientras entraba en el dormitorio para cambiarse-. Hasta luego, Karen -dijo al salir, ya con su uniforme, dándole un rápido beso en los labios-. Te prometo que cuando vuelva hablaremos de todo.

– Hasta luego, Matt. No te preocupes por mí y haz tu trabajo. Buena suerte, Elektra -añadió, con un nudo en la garganta.

– Gracias… Karen -respondió, sorprendida, Elektra-. Tu novia es muy valiente, Matt -añadió, cuando ya se dirigían hacia su destino.

– Muy amable, Elektra. ¿A dónde vamos?

– Al muelle 54, Matt. Mi contacto me informó que un cargamento de armas procedentes de Asia cambiará esta noche de manos. Los compradores son los sujetos a los que escuchaste en el restaurante. Las quieren para…

– Ya sé, ya sé. Buscan acabar con Fisk antes de que él acabe con ellos. Explícame una cosa: con todo lo que ha hecho para arruinar nuestras vidas, ¿por qué hemos de ayudarle ahora, en vez de dejar que se destruyan entre ellos?

– Lo sabes tan bien como yo, Matt. Además de que es más fácil atacar a uno solo que a una multiplicidad, la lucha que se desataría traería consecuencias desastrosas para la ciudad. Imagínate otra guerra de bandas en Nueva York.

– Menos mal, Elektra. Por un momento, temí que me dijeras algo a sí como que Fisk es una persona con la que se puede razonar, o que tiene un cierto código de conducta, o…

– ¿Estás loco? Jamás se me ocurriría decirte tal cosa. Además, y como tú has dicho, Fisk ha hecho todo lo posible para arruinar nuestras vidas. No es que sea mejor que los que vamos a detener esta noche; es que es menos malo.

– De momento.

– De momento.


En la estación de autocares, Manolo miraba nerviosamente a un lado y a otro mientras esperaba que saliera el suyo. De repente, sintió un retortijón. «Maldita sea«, pensó. «¡Ahora no, hombre!«. Pero un nuevo retortijón le obligó a dirigirse hacia los servicios.

Una vez sentado en la taza del váter, Manolo soltó un suspiro de alivio. Salió del cubículo y se dirigió hacia los lavabos para lavarse las manos cuando entró una persona en los aseos. Manolo no pudo verle bien la cara, puesto que se la cubría una frondosa barba. Además, aquel tipo olía fatal. Manolo se secó las manos y se disponía a salir cuando una voz sonó a sus espaldas:

– El jefe te envía recuerdos, Sueiras.

El pánico le invadió. Intentó correr hacia la puerta, pero ya era demasiado tarde: cuatro disparos impactaron en su espalda, disparados desde la pistola con silenciador que el asesino había sacado de entre sus harapos. Manolo apenas sintió el golpe de su cara contra las baldosas del suelo, ni el olor mezcla de orines y desinfectante que desprendían. Mientras se hundía en la negrura, percibió apenas como el asesino alargaba la zancada para pasar sobre él, y luego el chirrido de las bisagras al abrir la puerta…


– ¿Vamos a tener que esperar mucho, Elektra? -dijo Matt en un susurro-. La verdad es que esto de permanecer esperando no es lo que más me gusta.

– Tranquilo, Matt. Debes aprender a tener paciencia. El infierno está lleno de tipos apresurados -súbitamente, se puso tensa-. ¡Ahí están! Prepárate, Matt.

No hubo necesidad de cruzar más palabras entre ambos. Sin necesidad de decirse nada, saltaron al unísono hacia el grupo de hombres que estaban examinando las cajas. Cayeron en el medio, sorprendiéndoles por completo. «Cuando el enemigo es abrumadoramente superior en número«, solía decir Stick, «es más una desventaja para él que para ti, si sabes aprovecharlo bien«. Moviéndose con fluidez, Elektra y Daredevil hicieron buena la afirmación de su antiguo maestro. Sus oponentes se estorbaban unos a otros en sus esfuerzos por detenerles, y no se atrevían a usar las armas de fuego por miedo a herirse entre sí. Matt se dejó llevar por su entrenamiento, procurando asestar golpes secos y precisos que dejaran inconscientes a sus oponentes. Sin embargo, no estaba por completo concentrado en la pelea: también vigilaba a Elektra, temiendo que se descontrolase y volviese a ser la asesina en la que la mano la había convertido.

Esa distracción resultó fatal. Su sentido de radar detectó que uno de los oponentes que estaban a la espalda de Elektra había sacado una pistola y apuntaba directamente a su cabeza. Lanzó su bastón para desviar la pistola, al tiempo que gritaba advirtiendo a Elektra. Pero la pérdida de concentración no le permitió ver que a su espalda, otro se disponía a hacer lo propio.

Elektra oyó el grito de Matt y se agachó, mientras con un solo movimiento fluido levantaba su pierna izquierda para golpear a su atacante en la boca del estómago. Ella sí vio al atacante de Matt. Gritó para advertirle, pero era demasiado tarde. El gatillo ya había sido presionado.

Las cosas parecieron suceder a cámara lenta. Matt comenzó a girarse. La bala que iba destinada a su corazón le penetró por el costado y chocó contra las costillas, perforándole un pulmón antes de detenerse. Con un grito de rabia, Elektra lanzó su sai, que atravesó la garganta del pistolero. ya no quedaban en pie más oponentes. Todos yacían inconscientes en el suelo. Elektra se aproximó a Matt. Él extendió, tembloroso, su brazo izquierdo, mientras se agarraba el tronco con el derecho. Pero no pudo apoyarse en Elektra. Las piernas le fallaron. Se derrumbó en el suelo, sin oír los gritos de Elektra.


– Misión cumplida, jefe.

– ¿Estás seguro?

– Sí. Cayó como un fardo. Está muerto.

– Bien, muy bien -. Ling-Fe, jefe de las tríadas de Macao, estaba contento. Las cosas iban tal y como él quería. Si todo continuaba así, la pérdida de Macao al pasar a manos de la República Popular China no supondría ningún inconveniente, ante la obtención de un fruto mucho más jugoso. «La Gran Manzana está casi madura…«, pensó.


1.- Que tuvo lugar en Relatos de MarvelTopia


Bienvenidos a Derecho de réplica, el correo de los lectores de la colección de Daredevil. Aquí me tenéis para resolver cualquier duda que pueda surgir sobre el discurrir de la colección.


En el próximo número: ¿Qué ha pasado con Daredevil? ¿Quién intenta comprar la WFSK? ¿Cómo afectará lo sucedido a la relación entre Matt y Karen?

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