PODERES COSMICOS VOL. 2 #30
Hablando se entiende la gente
Guión:
Bergil
Portada: Dibujada por Ángel Medina y entintada por Terry Austin. Aparece en primer plano Nova (la heraldo de Galactus), las manos a la espalda y el ademán apesadumbrado, subida en una plataforma flotante. A la misma altura, pero en un plano más alejado, aparece la cabeza de Galactus, con aspecto de estar muy irritado. En una de las esquinas de la portada, con tipografía llamativa, aparece escrito ¡¡¡El destino de Nova!!!
Kl'rt respiraba con dificultad. El Caballero Espacial le había
sometido a un duro castigo, antes de quedar a su merced gracias a sus poderes
hipnóticos. ¿Qué hacer ahora, que permanecía
indefenso, plantado ante él? En otro tiempo no demasiado lejano,
el Superskrull probablemente habría terminado con él sin
más contemplaciones. Una molestia menos, y a otra cosa. Pero el
guerrero más poderoso del renacido Imperio Skrull había cambiado.
El combatir, primero contra, y luego junto a, héroes como Estela
Plateada, había hecho que su carácter se modificara. Cuando
la ocasión lo requería, era implacable en el combate; pero
ya no veía al resto del Universo como enemigos potenciales del Imperio
Skrull, ni ejecutaba ciegamente las órdenes que se le hacían.
Su propio sentido de la honorabilidad había tomado el mando de sus
acciones. Y sin embargo... sin embargo, aquel ciborg que se encontraba
ante él había cometido hechos abominables. Bien es cierto
que no había acabado con ninguna vida skrull; al menos, no directamente.
Pero, sin socorro, la población de las zonas devastadas, sin medio
alguno para sobrevivir, perecería indudablemente cuando llegara
la estación dura.
Aun así, Kl'rt decidió intentar la vía del diálogo.
Relajó su control hipnótico sobre Hammerhand lo suficiente
para que el galadoriano fuera capaz de pensamiento independiente, pero
no de mover sus miembros y, por lo tanto, de atacarle.
- Galadoriano, sé que puedes oirme -dijo.
- Te oigo, carroña skrull -gruñó Hammerhand-.
Y si no fueras un cobarde asesino, como todos los de tu raza, me liberarías
de este control al que me tienes sometido y...
- Si fuera un cobarde asesino, como dices, esta conversación
no estaría teniendo lugar. Si fuera esa bestia sanguinaria que pareces
pensar que es una característica de mi especie, me habría
aprovechado de mi poder hipnótico para acabar contigo mientras estabas
indefenso, o acabaría contigo ahora, ya que no puedes moverte si
yo no te lo permito. Cualquier jurado imparcial admitiría que estaba
en mi derecho, después de cómo has atacado a colonos indefensos
que no han causado mal alguno a nadie, y menos a ti. ¿Por qué
lo has hecho?
- ¿Y tienes el valor de preguntarlo? ¿Tú, que
perteneces a una especie que cometió genocidio contra los de su
propia especie?
- En primer lugar, y si es que te refieres a la eliminación
de una de las ramas de los skrull por la actualmente existente...
- A eso precisamente, carnicero.
- ... no me parece que sea justo hacer recaer sobre los descendientes
de aquellos skrulls los pecados que ellos cometieron en un pasado tan remoto
que resulta casi legendario. Y menos cuando se trata de inocentes que a
nadie perjudicaban. Y, además, ¿con qué derecho vienes
tú a hablarme de moral y de genocidios? Precisamente tú,
un galadoriano...
- ¿Qué quieres decir?
- Pues que vosotros, los galadorianos, también habéis
cometido genocidio, y no menos cruento que el que nos atribuyes.
- ¿Genocidio? ¿Contra quienes?
- Contra los Fantasmas del Espacio, ¿quiénes si no?
- Pero... pero... ¡se trataba de una raza malvada! ¡De
una especie dedicada a eliminar a otras especies!
- ¿Y? ¿Quiénes os constituyó en jueces,
jurados y verdugos? ¿Con qué derecho les aniquilasteis?
- Pero...
- Lo que quiero que entiendas, Galadoriano, es que nadie está
libre de pecado. Ninguna especie tiene las manos completamente limpias
de sangre ni puede, por lo tanto, pretender juzgar a otra por los actos
que ésta haya cometido, salvo que prefiera arriesgarse a que, en
el futuro, otra especie más poderosa decida que los actos que realizó
no fueron correctos y entienda que deben ser castigados. ¿Me has
comprendido?
- Sí, skrull, veo la verdad en tus palabras. Puedes soltarme,
no te atacaré.
- De acuerdo, galadoriano. Voy a fiarme de ti.
Concentrándose, Kl'rt retiró su control hipnótico
de Hammerhand, que, sin embargo, permaneció inmóvil.
- ¿Puedo ayudarte en algo...?
- Hammerhand. Mi nombre es Hammerhand.
- De acuerdo. El mío es Kl'rt.
- No, no puedes ayudarme en nada. Ya no tengo propósito en la
vida, ni hogar al que regresar (1).
- ¿Por qué dices eso? ¿No puedes regresar a Galador?
- ¿Cómo voy a regresar a un planeta que no sé
dónde se encuentra? ¿Acaso pretendes burlarte de mí?
¿Quieres que pase el resto de mi existencia buscándolo?
- Nada más lejos de mi intención, Hammerhand. Pero Galador
existe todavía... sólo hay que saber dónde.
- ¿Qué quieres decir?
- Lo único que debes hacer es dirigirte a las coordenadas espaciales
en las que Galador se encuentra actualmente.
- ¿Y tú las conoces?
- No con exactitud; pero, si me acompañas a mi planeta, podré
proporcionarte los datos que precisas.
- ¿No se tratará de una trampa, verdad?
- ¿Vamos a empezar de nuevo con las suspicacias? Te doy mi palabra
de guerrero del Imperio Skrull que nada has de temer. Cuentas con mi protección
personal... y créeme, es algo a tener en cuenta.
- De acuerdo. Vamos pues.
- Mi nave está por allí.
- Te sigo.
Tras abandonar la Tierra, Nova se apresuró a regresar a la zona
del espacio en la que Galactus descansaba, tras alimentarse de las energías
del último planeta consumido (2).
El Señor del Fuego se adelantó a recibirla.
- ¿Todo bien? -preguntó.
- Sí... todo bien. Todo terminó ya (3).
- ¿Y?
- Disculpa, pero en este momento no tengo demasiadas ganas de hablar
de ello. Lo entiendes, ¿verdad?
- Sí, yo... claro, naturalmente. Perdona si te he molestado.
- No, no es nada... ¿Ha despertado nuestro amo en mi ausencia?
- No, sigue descansando mientras procesa las energías del planeta.
Todo ha estado de lo más tranquilo, y...
En ese momento, ambos heraldos escucharon en sus mentes el mismo mandato
imperioso del Devorador de Mundos.
"Nova, preséntate ante mí de inmediato".
En la superficie del planeta en el que había logrado aterrizar
la nave que había encontrado en su deambular por el espacio (4),
Ganímedes escuchaba con atención la historia que le narraban
los supervivientes.
- Los que viajábamos encerrados en esa nave -comenzaron-, provenimos
de varios mundos. Por lo que hemos podido hablar entre nosotros, todos
tenemos una sola cosa en común: nuestros planetas de origen eran
planetas pacíficos, sin ánimos expansionistas y relativamente
aislados de las rutas de comunicación más transitadas. Presas
fáciles, por lo tanto, para bandidos sin escrúpulos ni piedad
como los que cayeron sobre nosotros, dejando en ruinas nuestros modestos
hogares y apresando a los supervivientes, a los que encerraron en las bodegas
de naves como la que tú encontraste. El espacio disponible era mínimo.
La iluminación, inexistente. La renovación de aire, escasa.
Apenas se preocupaban de nosotros; parecía que les traía
sin cuidado si vivíamos o moríamos. Cuando esto último
ocurría, y puedo asegurarte que al principio las bajas fueron casi
constantes, no se molestaban en escuchar nuestros gritos, por otra parte
cada vez más débiles. Sólo cuando el hedor se hacía
insoportable en el exterior de nuestras celdas se dignaban entrar en ellas
y retirar los cadáveres... y también a aquellos que, no habiendo
muerto todavía, estaban demasiado débiles como para reaccionar.
Muchos de nosotros desaparecieron de ese modo. Arrojados al espacio, supongo...
"De repente, dejaron de visitarnos. Ocurrió después de
que una serie de sacudidas hicieran temblar la nave. Supongo que, impulsados
por su ambición, no sopesaron correctamente los pros y los contras
y se metieron de cabeza en un campo de asteroides. Una tormenta de meteoritos
debió cruzarse en su trayectoria, y alguno no demasiado grande chocaría
con la nave. Preocupados sólo por su propia supervivencia, abandonaron
la nave, dejándonos atrás, para que muriésemos de
frío, hambre o asfixia. De no ser por ti, ése habría
sido sin duda alguna nuestro fin, a no tardar demasiado.
- No tenéis que agradecerme nada -replicó Ganímedes,
al tiempo conmovida y enojada por la historia que acababa de escuchar-.
Fue el azar, y no una voluntad consciente, lo que hizo que me cruzara con
la trayectoria de vuestra nave.
- Aún así, te debemos nuestras vidas. Cuentas con nuestro
agradecimiento eterno.
- Bien, bien... reponeos, mientras investigo en los bancos de memoria
de la nave, por si encontrara algo que pudiera darnos pistas sobre la identidad
de los que os apresaron.
Y así diciendo, la célibe se encaminó hacia la
nave.
- ¿Querías verme, amo? -preguntó Nova humildemente,
al llegar a presencia de la imponente figura del Devorador de Mundos.
- Por supuesto, heraldo -repuso Galactus, con un deje de irritación
en su voz-. ¿Para qué, si no, te habría hecho llamar?
- Tienes razón, amo. ¿Qué es lo que deseas?
- ¿Terminaste ya tus asuntos en la Tierra?
- Pero...
- ¿Pensaste acaso que nada de lo que hacen sus heraldos escapa
al conocimiento de Galactus? Sabe, de una vez y para siempre, que nada
de lo que hagáis queda fuera de mi percepción. Mis heraldos
y yo estamos unidos a un nivel más profundo de lo que vuestras mentes
mortales son capaces de concebir. Por lo tanto, repetiré la pregunta
una vez más -la voz de Galactus estaba, si cabe, aún más
desprovista de emociones que de ordinario-: ¿Terminaste ya tus asuntos
en la Tierra?
- Yo... sí, amo. Están terminados... para siempre.
- Bien. Ahora, ¡ve, y encuentra nuevos mundos con los que saciar
mi hambre!
Cuando Nova hubo partido, el devorador de mundos inclinó la
barbilla y meditó en silencio. El dejar partir a Nova había
sido una jugada calculada, con el objeto de que el más leal de sus
heraldos cortara definitivamente todos los lazos que le unían al
planeta en que había visto la luz, y así pudiera cumplir
con mayor eficacia la vital tarea que le había sido encomendada.
Ganímedes no había podido encontrar gran cosa en los
ordenadores de la nave. Para empezar, tanto la tormenta de meteoritos por
la que, según los prisioneros, había pasado la nave, como
el duro aterrizaje, habían destruido gran parte de sus componentes.
Y los retazos de información que habían conseguido superar
la ordalía apenas si guardaban coherencia. Sólo dos cosas
habían quedado medianamente claras: que el mundo de origen de aquel
viaje se encontraba dentro de una zona denominada el Saco de Carbón...
y que el emblema de la organización a la que parecía pertenecer
era una garra escamosa aprisionando la galaxia. Tendría que empezar
por allí.
Genis no acababa de estar contento del todo con el diseño de
su nuevo uniforme. Demasiado azul... ¿Quizá debería
introducir algo de color rojo? Pero, por otra parte, tampoco quería
que acabara pareciéndose demasiado al de su difunto padre. Una cosa
es que su traje recordara al del legendario guerrero kree, pero hacer una
copia se le antojaba demasiado... fácil. Tendría que seguir
pensando.
Ganímedes avanzaba por las callejas del más importante
de los mundos que se encontraban dentro del Saco de Carbón. Vestida
con un traje holgado que le permitía libertad de movimientos, lo
único que podía delatar que era una Célibe eran sus
tatuajes faciales -que por su propia esencia eran indelebles-. ocultos
en las sombras de su capucha. Sin embargo, había pocas posibilidades
de que alguien la relacionara con la orden a la que pertenecía.
Siendo como era la última de sus miembros (5),
apenas quedaba recuerdo en el Universo de que una vez existió una
orden de mujeres guerreras que se creó para detener al más
sanguinario e inmisericorde conquistador galáctico (6).
Y, desde luego, era poco probable que nadie, en aquel depósito de
inmundicia y abyección, hubiera oído hablar del Celibato,
de Tirano... o incluso de Galactus.
Hasta entonces, nadie había molestado a Ganímedes. Sin
embargo, aquello estaba a punto de terminar. Cuando se disponía
a doblar una esquina, una mano se posó pesadamente sobre su hombro.
- Espera un momento, amigo -oyó a su espalda, mientras una vaharada
de vapores cargados de alcohol (o el equivalente en aquel lugar) saturaban
sus fosas nasales-. Necesito algo de dinero, y apuesto a que tú...
- ¿... puedo proporcionártelo? -dijo Ganímedes
suavemente, mientras se volvía con lentitud. Ante ella se encontraba
un individuo humanoide, de más de dos metros de altura y casi igual
anchura, una auténtica masa de músculos. Sin embargo, el
brillo de sus ojos confirmó lo que su aliento ya había insinuado:
estaba casi completamente borracho-. No. Creo que no.
Evidentemente, su rival no se esperaba aquella respuesta. La furia
le dejó estupefacto un instante, pero enseguida lanzó un
golpe que, de haber acertado en la cabeza de Ganímedes, le habría
alcanzado la cabeza de los hombros. Sin embargo, la Célibe ya no
estaba allí. Moviéndose con una velocidad cegadora, esquivó
con facilidad el ataque, y el puño se estrelló contra el
muro.
Mirando de reojo a izquierda y derecha, Ganímedes pudo ver que
había gente observando la contienda. Sin embargo, nadie hizo ademán
de intervenir en la pelea, prefiriendo disfrutar del espectáculo.
Tendría que acabar con aquella distracción lo antes posible.
Sacando su vara de energía de debajo de sus ropas, comenzó
a hacerla girar con lentitud, manteniendo la vista fija en su rival. Este,
a pesar de haber abierto un boquete de considerable tamaño en el
muro, no daba muestras de sentir dolor en absoluto.
Tomando la iniciativa, Ganímedes cargó contra su atacante
y descargó sobre él una lluvia de golpes que no parecieron
tener más efecto que sacudir el polvo de sus ropas, mientras una
sonrisa confiada se extendía por su fea cara. Haciendo crujir los
nudillos, avanzó, mientras la célibe intentaba recuperar
el aliento. Con los brazos extendidos, el alienígena intentó
atrapar en un abrazo de oso a su diminuta oponente, pero volvió
a fallar. Situándose rápidamente a su espalda, Ganímedes
saltó a su espalda y utilizó su vara para oprimir su garganta,
confiando en que las apariencias no engañaran y aquel ser respirara
por la cabeza, y no por ningún órgano situado en otra parte
del cuerpo. Afortunadamente, acertó, y al los pocos minutos el coloso
se desplomaba sin sentido, tras haber intentado en vano atraparla manoteando
a ciegas.
Ganímedes se alejó sin decir palabra, mientras la multitud
se abría en silencio para dejarla pasar. Nadie intentó seguirla.
Minutos después, Ganímedes encontró lo que estaba
buscando: una serie de bultos embalados, en cada uno de los cuales campaba
el mismo emblema que había descubierto en la nave a la deriva. Por
fin tenía una pista.
(1) Para salvar Galador de la amenaza
de Galactus, Rom se ofreció, a cambio de no devorar Galador, a guiarle
a otro mundo con suficiente energía para satisfacerle: el mundo
de los Fantasmas del Espacio, en la Nébula Oscura. Galactus trató
de devorar el planeta, pero resultó ser demasiado incluso para él,
y resultó rechazado. El Devorador de Mundos se sintió engañado,
y con razón, pues Rom había esperado que uno de sus dos enemigos,
si no los dos, resultasen destruidos en el encuentro. Como venganza, Galactus
movió Galador de su lugar a un paradero desconocido. Rom y el resto
de Caballeros del Espacio que habían asistido a la lucha de Galactus
quedaron exiliados de su planeta natal, sin manera sencilla de encontrarlo,
así que eligieron dispersarse por la galaxia siguiendo su misión
de erradicar la amenaza de los Fantasmas del Espacio. Los skrulls conocen
la existencia de Rom y los Caballeros (desde Rom # 24), y los Shi'ar
saben donde esta Galador (Rom y demás volvieron allí mediante
un portal estelar Shi'ar en el nº 73 de la colección del Caballero
del Espacio)
(2) Como se pudo ver en Poderes
Cósmicos # 28.
(3) Lee Poderes
Cósmicos # 29 para saber toda la historia.
(4) En Poderes
Cósmicos # 29.
(5) Con permiso de Perséfone,
claro; pero como está hibernada desde el final de Poderes
Cósmicos # 9, es poco probable que proteste, ¿verdad?.
(6) Hablamos de Tirano, claro. La
historia completa se contó en el número 81 del volumen III
de Estela Plateada.
En el próximo número: Para saber qué
es lo que les ocurrirá a los personajes de la serie tendrás
que leer la continuación en Poderes
Cósmicos # 31, en la red a partir de Noviembre.
Un saludo. Perdonad por el retraso de este número (que tendría
que haber aparecido durante el mes de Octubre), pero no he encontrado el
tiempo suficiente para cumplir con las fechas de entrega (aunque, como
dice el Doctor Cómic, sólo se encuentren en mi cabeza) de
las series de las que me ocupo (lo que, de rebote, afectará a la
salida del número 64 de Quasar). Sin embargo, creo haber
solventado los problemas que me han tenido ocupado en los dos últimos
meses, y espero recuperar la cadencia mensual a la que tanto vosotros como
yo estamos acostumbrados. En cualquier caso, no dejéis de leernos,
y escribid a Autopista
hacia el espacio - Correo de los lectores (poderes_cosmicos@marveltopia.net)
con cualquier duda o comentario que os surjan. Que no muerdo, caramba,
y es muy agradable recibir e-milios (incluso aunque sean críticos).