Black Canary #1

nublackcanary01

#1 – Echando a volar I
Pequeña ave

Historia y portada de Nahikari


Fecha de publicación: Mes 169 – 5/12


Mi nombre es Dinah Laurel Lance y tengo 21 años. Soy la única hija de Larry Lance, excelente detective privado y defensor de lo justo, y Dinah Drake Lance, dedicada florista y apasionada judoca. Ambos dejaron este mundo hace algún tiempo.

Desde entonces, me he volcado casi por completo en las artes marciales. En el pasado me permitieron tener una vida, al ayudarme a controlar mi grito, y ahora, me impiden perder el rumbo por completo.

Dinah Lance, esa soy yo… y esta es mi historia.


Gotham City. Estados Unidos.

110. 130. 150. 170. 200. Son los kilómetros por hora que alcanzaba en una de las largas carreteras de las afueras de la ciudad de Gotham. En aquella ciudad es donde se encontraban sus orígenes, a donde había decidido volver tras la pérdida de su madre. Pensó que así aclararía su mente, que así sabría por fin quién era y hacia dónde iba, pero esto estaba tardando en suceder.

Tras más de un año, continuaba malviviendo en el antiguo despacho de su padre, el detective privado Larry Lance, y gastando lo poco que conseguía ganar en su moto. Sin embargo, tenía claro que esto no podría ser así durante mucho más tiempo; se estaba quedando sin blanca, y necesitaba sacar dinero de donde fuese.

Su melena rubia ondeaba mientras giraba por las calles del centro de la ciudad, donde ya había reducido considerablemente su velocidad, y se concentraba en encontrar aquella cafetería de nueva apertura donde se habían visto la última vez.

No pasó desapercibida al bajarse de la moto en plena zona de negocios, donde la persona menos elegante vestiría con un traje de Armani. Sus botas y guantes de color negro, con ornamentos en amarillo, junto con su habitual cazadora de cuero, la identificaban como una auténtica motera. Aun así, aquel angelical rostro, en el que preponderaban sus ojos celestes, haría dudar al más ducho. Unos leggins de piel, y una ajustada camiseta blanca, que anudaba por encima del ombligo, completaban su sencillo pero rotundo atuendo.

Varios hombres trajeados se voltearon cuando se adentró en la cafetería, al mismo tiempo que algunas mujeres la miraban con desprecio; no reparó en ninguno de ellos. En aquel momento sólo tenía ojos para Craig Windrow, quien le dijo que la esperaría en alguna mesa de esa cafetería. Una vez puestos sus ojos en él, se dirigió decidida hacia allí y se sentó rápidamente, dejando su casco en la silla contigua.

– Siento llegar tarde. Me he entretenido dando una vuelta por las afueras… – se justificó mientras se estiraba para darle un fugaz beso en los labios, tras lo cual le dedicó una gran sonrisa.

– Como de costumbre. – le respondió Craig devolviéndosela. Se trataba de un hombre de 25 años, de pelo y ojos castaños, que al igual que los demás en aquel lugar, iba impecablemente vestido con traje y corbata. – Y bien… ¿Qué era lo que querías decirme? – le preguntó intrigado.

– Mañana a primera hora salgo para Hong Kong. Hay una competición y…

– Espera un momento. ¿Hong Kong? ¿Qué se te ha perdido en China? – la interrumpió notablemente confundido.

– Es lo que trataba de explicarte. Visitaré a mi maestro, y participaré en un torneo. No soy muy amiga de competiciones, pero me vendría bien el dinero del premio.

– Dinah… – dijo en voz baja, casi susurrando, mientras cogía su mano. – Te he dicho varias veces que si te hace falta dinero puedo prestártelo.

– Y yo te he dicho varias veces que no quiero que me dejes dinero. Se arreglármelas sola.

– No me hace gracia que te vayas a miles de kilómetros por eso, y menos a ver a un tipo del que no se nada.

– Tendrá casi cien años, no tienes de qué preocuparte. – bromeo para tratar de relajar la tensión.

– Sigue sin parecerme bien que vayas… Sabes que podría ayudarte a conseguir un puesto en la compañía. ¿Por qué eres tan terca?

– Empecé a salir contigo para fastidiar a mi madre… Y mírate, seguro que ella estaría más tranquila si te hiciese caso. – sonrió a la par que se ponía en pie.

– ¿Y cuándo volverás? – lanzó la cuestión mirando hacia arriba, Dinah ya se encontraba junto a él, y le daba un beso en la frente.

– No lo sé cielo, cuando tenga que volver… – terminó por decirle apretando su cabeza contra su pecho en un corto abrazo.

Craig no pudo decir nada. Mantuvo su cara de sorpresa hasta que Dinah abandonó la cafetería, y entonces su rostro se tornó triste. Las mujeres siempre le habían parecido un terreno farragoso, pero sin duda, Dinah Lance suponía atravesar ese terreno a la pata coja y con los ojos vendados.

Esta volvió a montar en su moto, se puso el casco y arrancó, no sin antes echar una última mirada a la puerta de la cafetería. Durante el trayecto de vuelta al despacho, no pudo evitar rememorar su primer viaje a Hong Kong. Una mezcla de emoción y melancolía la embargaban, mientras daba cada vez más gas a su Ducati.


Star City. Hace 6 años.

Una adolescente Dinah entrenaba en su recién estrenada habitación cuando su madre tocó a la puerta. La chica no respondió, y tras unos segundos, su madre entró en el cuarto. Esta se quedó boquiabierta al ver que, a pesar de haberse mudado hace ya un par de días, su hija aún tenía casi todas las cajas de la mudanza sin abrir. Mientras su madre observaba aquel panorama, Dinah continuaba a lo suyo sin hacerle el más mínimo caso; repetía una y otra vez la misma rutina en el saco de entrenamiento que había colgado del techo: Patada baja, patada media, patada alta.

– Dinah… Tenemos que hablar. Tengo algo que contarte. – le dijo suavemente su madre, tratando de no mostrarse molesta.

– Ahora no puedo. – dijo tajante, continuando con su entrenamiento.

– Nos mudamos hace dos días, ¿Cómo puede ser que aún tengas todo esto así? Lo único que te has molestado en sacar es ese saco. – reprochó  a su hija ante la respuesta que le había dado.

– Odio esta ciudad. – patada baja – Tengo la esperanza de que… – patada media – … te arrepientas y volvamos a Gotham. – Patada alta. Esta última la dio con mucha más fuerza.

– Ni siquiera has probado el ordenador portátil… – suspiró y se agachó junto a una caja, abriéndola.

– No me gustan esos trastos. – se detuvo un instante para vendar sus manos y comenzar a lanzar puñetazos.

– Te vendrá bien manejarlos para la universidad. Además quién sabe, quizás al final te gusten y decidas estudiar algo relacionado con la informática. – dijo mientras continuaba abriendo cajas.

Ante aquellas palabras, Dinah se paró en seco. No se movió más que para detener el saco y que este no le devolviese el último golpe. Por primera vez desde que su madre entrara a la habitación, se dirigió a esta y se puso frente a ella, mirándola fijamente a los ojos.

– Voy a ir a la Academia de Policía de Gotham, y sino retomaré el despacho de papá. ¿Es que no me escuchas? – dijo entre enfadada y decepcionada.

– Dinah… Eres tu la que no me escuchas a mí. No seguirás los pasos de tu padre, ni serás policía. Te lo he dicho mil veces, y nunca cambiaré de opinión.

Dinah se giró para darle un puñetazo al saco y liberar así su rabia, pero su madre la sujetó por los hombros antes de que le diera la espalda.

– Tienes 15 años, aún no sabes lo que quieres. Tu padre fue un gran hombre, pero no puedes seguir sus pasos, no sus mismos pasos… No quiero que te lleven donde le llevaron a él. – la congoja se percibía en sus palabras. – Encontrarás tu vocación.

– Esa es mi vocación… – añadió entre dientes mientras se zafaba de su madre.

Comenzó a retirar las vendas de sus manos, dejándolas tiradas sobre la cama. Seguía sin poder creerse que su madre no hubiera tenido mejor idea que mudarse a aquella estúpida ciudad con aquel cursi nombre, separándola de su casa, de sus amigos, de su vida. Su padre las había dejado, y al alejarse de Gotham, sentía que se alejaba aún más de él.

– Estás muy pensativa cariño… – la sorprendió su madre por detrás, tomando una de sus trenzas y ayudándole a deshacerla. – Se que algún día lo entenderás. – añadió antes de darle un beso en el hombro.

– No estaría tan segura… – refunfuñaba terminando de soltarse el pelo.

Poco a poco Dinah se fue relajando. No estaban de acuerdo en muchos aspectos, pero diablos, quería a su madre sobre todas las cosas. Aunque todo aquello había sido decisión suya, Dinah pensaba en que para su madre ella tampoco debía ser fácil, así que decidió dejar aquel tema, y su berrinche, por el momento.

– Mamá, ¿Qué es eso que tenías que contarme? – preguntó de repente y se sentó en la cama, seguida por su madre.

– Se trata de otro viaje… – comenzó a hablar cuando su hija la interrumpió.

– ¿Otra vez? ¿Por qué tienes que viajar tanto? – dijo más entristecida que enfadada.

– El negocio iba muy bien en Gotham, y aunque nos hemos trasladado a Star City mantengo muchos de los antiguos clientes, así que seguiré atendiendo los insólitos encargos de los ricos y famosos… – dijo en aspecto resignado su madre.

– Si, si… Excéntricos magnates que quieren extrañas especies de flores para sus pomposas amantes, y caprichosas damas de la alta sociedad que pagarían millones por un espécimen que se marchitará en dos días. – decía en tono de burla, a la vez que imitaba a tales personajes. – ¡Puaj! – concluyó la joven.

Su madre no pudo evitar soltar una pequeña risa, pero inmediatamente retomó el rumbo de la conversación.

– Dejando ese tema a un lado, te gustará saber que esta vez no se trata de ese tipo de viaje.

– ¿Cómo? – preguntó sorprendida. – ¿Por qué te vas entonces? – estaba totalmente intrigada.

– Por qué nos vamos. Es lo que querías decir ¿No? – sonrió.

– ¿Vamos? ¿De verdad? – su cara se iluminó y mostró una amplia sonrisa.

Su madre asintió, y entonces Dinah se lanzó sobre ella, fundiéndose ambas en un gran abrazo. Sin embargo, este no fue demasiado largo, pronto Dinah se retiró y miró a su madre con desconfianza.

– ¿Qué tramas? – preguntó arqueando una ceja.

– Creo que nos vendrá bien a las dos, pero sobre todo a ti. – en un gesto cariñoso, empujó suavemente la cabeza de su hija tocándole la nariz.

– ¿No será por lo de…? Eso, ya sabes, el «incidente». – comentó sospechando que tenía algo que ver con su recientemente descubierto grito supersónico.

– En parte sí, pero ante todo es una sorpresa. – sonrió pícaramente.

– Seguro que tía Laurel (1) se ha echado novio y necesita «intimidad», esa será toda tu razón. – dijo en tono de broma cruzándose de brazos.

– ¡No seas descarada! – reía mientras se cubría la boca con una mano.

– Bueno y… ¿A Dónde vamos?


Kowloon. Hong Kong. En el presente.

Al llegar al Aeropuerto Internacional, Dinah se había encontrado con la vieja Lian, que por orden de su maestro, la esperaba sujetando un enorme cartel con su nombre. Cualquiera hubiera pensado que le costaba sostenerlo, y Dinah estaba convencida de que algún amable ciudadano se habría ofrecido a ayudarla; sin embargo, la que llevaba años siendo el ama de llaves del maestro, escondía una enérgica mujer tras su delicada y débil apariencia. No por nada, en esos momentos, Dinah se encontraba dando tumbos dentro del Jeep que esta conducía.

Lian parecía no conocer el significado de «prudencia», y llevaba a la invitada del maestro por los terrenos más complicados. A pesar de las curvas cerradas y los botes inesperados, Dinah fue observando aquel lugar durante todo el trayecto en silencio. Pronto atravesaron la parte más concurrida y se sumergieron en la periferia, donde se encontraba el dojo.

Se estremeció al llegar allí. Todo parecía estar tal cual, como si allí no hubiese pasado el tiempo. Pero había pasado, y tanto… Por un momento se sintió culpable. Pensó en que debió haber vuelto mucho antes, pero todo había resultado demasiado complicado. Se deshizo de estas ideas nada más ver al maestro, que salía a paso lento de la edificación de madera vistiendo un hanfu (2) en tonos marrones. Se trataba de un anciano de 80 años que ya lucía pelo cano, aunque no en la cabeza; tenía unas pobladas cejas y un bigote que caía junto a la comisura de sus labios. Estaba tal cual lo recordaba Dinah.

Al verlo, esta soltó el equipaje y se dirigió inmediatamente a él, para dedicarle la apropiada reverencia. El anciano se limitó a sonreír.

– <Está estupendo maestro.> – dijo en su torpe cantonés.

– Bienvenida a esta, tu casa, Siu Jerk Jai. (3) – dijo abriendo sus brazos. Al contrario que Dinah, él si dominaba el inglés a la perfección.

Ante aquel gesto, Dinah se acercó a él y lo abrazó, apoyando su cabeza en el hombro de su maestro. Aquel hombre significaba mucho para ella. Había sido un gran apoyo en momentos difíciles, y le había ayudado a ver sus problemas con otra perspectiva.

Lian observó la escena satisfecha, y se limitó a recoger la bolsa de Dinah y entrar en la estancia, mientras alumna y maestro permanecían en el porche. Tomaron asiento y charlaron de todo un poco, mientras tomaban el té verde que Lian les había servido. Tenían mucho de lo que hablar, y Dinah estaba atrasando la pregunta que tanto deseaba hacer, pero finalmente se atrevió a formularla.

– Maestro…

– Dime, Siu Jerk Jai.

– ¿Por qué? ¿Por qué ahora? No me esperaba recibir esos billetes de avión. Como le he dicho, se lo agradezco infinitamente, pero no puedo evitar pensar que hay algo más que no me está contando. – dijo casi de carrerilla.

– Siempre fuiste muy inteligente, y ya veo que ahora tampoco se te escapa nada. Sólo puedo sentir orgullo por ello. – respondió el hombre sonriendo.

– Gracias maestro. – respondió ligeramente sonrojada. Rara vez se avergonzaba ante las palabras de un hombre, pero ninguno le infundía semejante respeto.

– Ya no eres esa niña perdida que vino hace 6 años. Estás hecha toda una mujer, pero pensé que quizás necesitaras aclarar tus ideas. – dijo tomando un sorbo de té.

Un silencio de varios minutos se hizo entre ellos. Dinah no sabía si ofenderse por aquello o achuchar a aquel hombre que, aun a miles de kilómetros, parecía preocuparse más por ella que ella misma.

– Perdona mi atrevimiento, Siu Jerk Jai, pero pensé que podría venirte bien volver. Las cosas se ven mejor desde otra perspectiva.

– No se preocupe maestro. Quizás tenga razón. Si pude serenarme en aquel entonces… – añadió riendo. – Era odiosa, ¿No?

El hombre se levantó, y colocando las manos tras su espalda, dirigió su mirada al horizonte. Dinah también se levantó y se colocó junto a él. Estaba atardeciendo, y los tonos naranjas comenzaban a aparecer en el cielo.

– Cuando viniste por primera vez no tenías más que 15 años. Sólo eras una pequeña ave aprendiendo a volar. Conseguiste batir tus alas con éxito, y volverás a echar a volar sin problemas. – dijo solemnemente y puso su mano sobre el hombro de Dinah.

– Está más convencido que yo. – colocó su mano sobre la de su maestro, acariciándola.

– Sé por tus cartas que sólo necesitas encontrar tu lugar, tu objetivo.

– Necesito tomar un nuevo rumbo… – masculló.

Volvió a hacerse un nuevo silencio. Nada tenía que ver con uno de esos momentos de tensión, o situación incómoda en la que no se sabe qué decir. Ambos escuchaban el silencio. De fondo, únicamente se oía el susurro de un riachuelo cercano, y el canto de un avezado grillo que no había esperado a la noche para comenzar a grillar.

– Quizás quieras descansar algo antes de que llegue la clase. Has tenido un largo viaje. – añadió repentinamente su maestro.

– ¿La clase? ¿Van a venir sus alumnos?

– Así es, los más aventajados. Te vendrá bien calentar antes del torneo. Y a ellos también les vendrá bien.

– Entiendo, ¿Algún tipo de doble lección? – sonrió.

El maestro no añadió nada más, y ambos entraron en el dojo. Dormir un rato habría sido una opción, pero Dinah estaba demasiado emocionada como para eso. Así, decidió ocupar la espera en darse una ducha y prepararse con ropa adecuada.


Dinah y el maestro se encontraban solos en el gimnasio cuando los alumnos de este comenzaron a entrar en hilera. Iban impecablemente vestidos con un yifu (4) blanco con ribetes negros, y el emblema del dojo bordado en la casaca. Dinah sonrió al imaginarse a Lian bordando cada uno de estos emblemas con aquella dedicación que la caracterizaba.

Rápidamente se pusieron en fila y dirigieron a alumna y maestro el tradicional saludo con el puño cerrado y la palma de la otra mano abierta. Se trataba de siete alumnos, entre los cuales destacaba el hecho de que sólo había una chica. Cuando el maestro les indicó que podían relajarse, llamó la atención de Dinah que todos hablaran entre ellos menos esta, que se encontraba en una esquina.

– Alumnos, os presento a Dinah Lance. He considerado que sería bueno para todos tener este pequeño encuentro antes del torneo de mañana.

Todos asintieron. Algunos con curiosidad, otros con incredulidad.

– Como sabéis, el torneo no se limitará al wushu (5), con lo que me pareció que una demostración de la Señorita Lance os sería útil. Practica judo desde su infancia, además de haber trabajado con otras artes marciales, y al igual que vosotros, fue alumna de este dojo.

– Encantada. – dijo y realizó el correspondiente y formal saludo.

– Es necesario que os retiréis pronto a descansar, así que con un único voluntario será suficiente.

Los alumnos empezaron a mirarse entre ellos y a murmurar, por lo que se podía apreciar, ninguno estaba dispuesto, y alguno de ellos comenzó a empujar suavemente a la única chica del grupo. Finalmente, esta se dejó llevar por la presión y dio un paso al frente.

– Disculpe maestro, pero preferiría que mi contrincante fuera un verdadero voluntario. – dijo Dinah un tanto molesta con el grupo de alumnos.

– Maestro, Cynthia es la más justa contrincante para la señorita. – dijo un chico de unos veinte años que le sacaba dos cabezas y dos espaldas a Dinah. – Es la única mujer del grupo.

El maestro iba a responder al chico, pero Dinah le pidió con la mirada que le dejara hacer, con lo que el anciano le cedió la palabra.

– ¿Cuál es tu nombre? – le pregunto a la chica.

– Cynthia Señorita Lance, Cynthia Reynolds. (6)

– Con Dinah es suficiente ¿Puedo llamarte Cindy?

– Claro. – respondió la chica tímidamente, parecía un tanto introvertida.

– Lo siento Cindy, pero creo que será mejor que nos enfrentemos en otra ocasión. Pero antes, quiero hacerte un par preguntas. – la chica asintió – Has sido seleccionada junto al resto de tus compañeros para participar mañana en el torneo, ¿No es así?

– Así es Dinah.

– Y entiendo que eso significa que estás a un nivel similar, ¿Estoy en lo correcto maestro? – este asintió y volvió a la chica – ¿Tienes claro esto?

– Muy claro.

– En ese caso no tengo más que decir… Siento la interrupción. – concluyó Dinah y dio un paso atrás.

Con este gesto volvió a ceder la palabra al maestro, quien descontento con sus alumnos, comenzó a hablar de nuevo.

– Mañana no elegiréis a vuestro contrincante. Hombre o mujer, sólo os encontrareis ante un justo adversario, con lo que espero que esta vez alguien se preste voluntario.

– Yo mismo. – dijo de inmediato el chico que se había pronunciado antes, mientras daba un paso al frente.

– En ese caso, ya conocéis el proceder.

Maestro y alumnos dejaron el espacio libre para la pareja que combatiría. A Dinah le pareció que la clase debatía sobre quién sería el vencedor, pero pronto se concentró únicamente en su contrincante, y en cual podría ser la estrategia a llevar. El chico se situó frente a ella, mirándola continuamente de forma desafiante, sin duda alguna trataba de amedrentarla. Dinah tuvo claro desde un primer momento que esto no se trataba más que de una táctica que, sin duda, no le iba a servir de mucho. Al realizar el saludo reglamentario, este le susurró algo.

– Espero no hacerle daño, señorita.

– No te preocupes. – sonrió Dinah para sí.

Desde aquel momento tuvo claro que sólo podía ganar aquel combate. Ambos se pusieron en posición y el maestro dio la señal de inicio. El chico de inmediato le dirigió un par de golpes que muy hábilmente esquivo ella. Le dejó repetir la maniobra un par de veces más, limitándose sólo a esquivarle.

Cuando vio la oportunidad, Dinah le sujetó por la casaca a la altura del pecho, y se arrodilló rápidamente dándole la espalda. De esta manera, obtuvo la postura perfecta para tirando de él, y valiéndose de su propia espalda, lanzarle hacia delante. Así, el chico cayó boca arriba, dándose un gran espaldarazo.

Dinah apoyó medio cuerpo sobre él, haciendo fuerza para que este no pudiera levantarse. Aquello le resultó más complicado, pero el chico finalmente cedió, deseando que aquel espectáculo cesara.

– ¿Ya está? – protestó uno de los alumnos.

– Ciertamente ha sido más rápido de lo esperado. – dijo el maestro. – Sin embargo, creo que todos podemos sacar una más que valiosa lección de lo visto…

– ¿Qué no hay que meterse con la Señorita Lance? – bromeó otro chico por lo bajo.

– Subestimar a nuestro contrincante no le beneficia más que a él mismo. No lo olvidéis. Podéis retiraros ya. – concluyó el maestro, dando así por finalizado el encuentro.

No hubo ningún chascarrillo más durante la salida de la clase; los alumnos caminaban pensativos. Cuando estos terminaron de abandonar el gimnasio, el maestro se dirigió a Dinah.

– Son buenos chicos.

– Estoy segura de ello, maestro. Siento si me he extralimitado.

– Está bien así. Quería ver tu forma física, y que mis alumnos vieran a qué se enfrentarán mañana. Hemos alcanzado el doble objetivo.

– Debió haberme dicho que esto era un examen y me habría lucido algo más. – bromeó.

– ¿Más? – rio – Pequeña ave… Estás hecha toda un ave de presa… – bromeó él esta vez.


La noche había caído y todos parecían dormir ya; excepto Dinah, que inquieta, aún daba vueltas bajo la sábana. Esta vez no se trataba del torneo. A pesar de que le gustaría ganar, y que necesitaba el dinero del premio, aquello que había motivado en parte su viaje había quedado en segundo lugar. El maestro tenía razón, debía poner en orden sus ideas, y en estos momentos, era en Craig en quien pensaba.

Se puso una chaqueta larga de punto sobre el culote y la camiseta de tirantes que vestía, y abandonó el dormitorio descalza. Consiguió que la vieja madera apenas crujiera bajo sus pies y salió al jardín trasero, donde se sentó sobre una piedra. El jardín estaba construido de acuerdo a los principios del feng shui, y no le faltaba el más mínimo detalle; era el tipo de trabajo que cualquier florista admiraría. Alzó la mirada al cielo, y se preguntó qué estaría haciendo Craig en aquel momento, aunque rápidamente cambió esta pregunta por la de hacia donde iba su relación con él. O su no relación.

Estaba demasiado acostumbrada a que los chicos no la tomaran en serio, y quizás aquello había provocado que fuera ella la que acabara por no tomarles en serio. Hacía ya bastante tiempo que se veía con Craig Windrow de manera esporádica, pero no le habían puesto nombre a su relación. Para Dinah esto tampoco era necesario. Sin embargo, cada vez era más obvio que Craig no sólo quería ponerle un nombre a lo que había entre ellos, sino que lo que pretendía era ponerle un anillo en la mano a Dinah.

Un crujido la sacó de su ensimismamiento, y se puso inmediatamente en pie, buscando el origen de este. Caminó hacia las cañas de bambú de las que parecía provenir el sonido, pero allí sólo halló lo esperado. Contempló la opción de que no fuera nada, pero sentía una extraña sensación, como si alguien la estuviera observando. Esta se hizo realidad cuando una oscura silueta apareció ante ella. Alguien había saltado de lo alto de uno de los sauces del jardín, y Dinah se puso en posición de combate.

– ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? – preguntó a quien se intuía era una mujer.

– Los sentimentalismos sólo debilitan al guerrero. – le dijo aquella sombra, como si le hubiese leído el pensamiento minutos antes.

Con un paso al frente decidió quedar al descubierto; su presencia era absolutamente majestuosa. Se trataba de una belleza asiática de 29 años,  177 cm de estatura, melena corta de color azabache, y que vestía un largo qipao (7) negro de seda con detalles dorados. Este se encontraba abierto por los laterales, dejando ver parte de sus largas piernas. La intrusa sonreía divertida ante la actitud defensiva de aquella niña rubia.

– No he venido a atacarte. – añadió nuevamente, ante el mutismo de Dinah.

– No vas a entrar aquí como una ladrona e irte sin más. – dijo al fin la chica, a la vez que lanzaba una patada a la mujer.

Esta la detuvo con un rápido movimiento de su brazo, maniobra que se repitió con el segundo intento de Dinah.

– Vas a hacerte daño como sigas así. – dijo la mujer asiática antes de darle una patada baja con la que consiguió que perdiera el equilibrio y cayera al suelo.

Dinah se maldijo y dio un puñetazo contra el césped mientras apretaba sus dientes. Aquella intrusa no la estaba tomando en serio, y justo cuando se disponía a levantarse para echarla definitivamente de la propiedad del maestro, la mujer se sentó sobre ella a horcajadas.

– ¡Quítate de encima! – le gritó mientras le lanzaba varios golpes con sus manos.

La mujer consiguió esquivar varios de ellos, pero no pudo evitar ser alcanzada por un par de estos, momento que aprovechó Dinah para lanzarla al suelo. De aquel modo, ambas se vieron envueltas en un forcejeo en el que sus piernas se entrelazaban y sus cuerpos  pegados se revolcaban por la hierba del jardín. Finalmente, la mujer asiática consiguió imponerse, y quedar nuevamente sobre Dinah, esta vez sujetando sus brazos.

A esas alturas, había quedado claro para la mujer asiática que la niña rubia era una fiera difícil de domar; aun agarrándola con fuerza, esta seguía resistiéndose enérgicamente y comenzaba a costarle controlarla. Mientras se resistía, Dinah la miraba fijamente a los ojos, era realmente bella, pero aquella mirada no transmitía nada bueno. De pronto, vio como el rostro de la mujer comenzaba a acercarse al suyo, lo que le desconcertó enormemente. Antes de que se diera cuenta ya sentía su aliento en la cara, y los labios de esta no tardaron en posarse sobre suyos, uniéndose en un cálido beso.

CONTINUARÁ…


NOTAS:

1.- Laurel: Amiga de Dinah Drake. Aparece en Birds of Prey #66, donde se ve involucrada en un caso de Black Canary (madre) y terminan haciéndose amigas.

2.- Hanfu: Ropaje tradicional chino. Es parecido al kimono.

3.- Siu Jerk Jai: Significa «Pequeña ave» y es el sobrenombre que recibe Black Canary de su maestro, como se puede ver en Birds of Prey #62.

4.- Yifu: Uniforme para practicar artes marciales. El básico consiste en pantalón y casaca abotonada.

5.- Wushu: Es el término que se utiliza referirse a las artes marciales de China, sería el equivalente al occidental «Kung-Fu».

6.- Cynthia Reynolds: Nombre de pila de Gypsy.

7.- Qipao: Vestido tradicional chino. Aquí me refiero al ajustado, de seda, con bordados y botonadura lateral en el cuello.


SHERWOOD FLORIST

Buenas ^_^

Esta es mi primera intervención como guionista en DCTopia, así que quiero aprovechar este espacio para decir algunas cosas antes de pasar a comentar sobre el capítulo.

Comenzaré por decir que me alegra que Carlos Correia haya apoyado la iniciativa de crear nuDCTopia, ya que es una buena oportunidad para darle una vuelta de tuerca más a todo el Universo DC, y que cada uno pueda hacer una reinterpretación de sus personajes preferidos.

Seguiré dándole las gracias al promotor de nuDCTopia, a quien conoceréis como Carlos Fortuny, por contar conmigo y darme un empujoncito cuando me hace falta ^^ Y gracias también a Mclauth, por sus lecturas del escrito =)

En lo que respecta al capítulo, comentar que la acción se sitúa entre seis meses y un año antes de lo que será el presente de nuDCTopia. Por lo demás, sólo espero haber plasmado a Dinah Lance como pretendía: una chica guapa que no tiene un pelo de tonta, independiente, atrevida y un poco perdida en la vida, pero con el arranque suficiente como para tirar hacia delante sin problemas.

Espero que os haya gustado, ¡Un saludo!

Nahikari.

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6 Responses to Black Canary #1

  1. Carlos Fortuny says:

    Podría dejar mi comentario simplemente en un genial, la verdad.
    Acción, misterios y muy buena presentación del personaje. ¡Y todo esto en un número uno!
    Has puesto el listón muy alto la verdad. ¡Grande!

  2. Silvia says:

    Muy bien escrito. Se hace ameno. Esperaré al siguiente capítulo.

  3. Tomas Sendarrubias says:

    Lo que os gusta una rubia repartiendo leches… Je, je, je. Muy entretenido, me gusta el rollo Karate Kid, muy original en relación al personaje. Ahora tengo curiosidad sobre la oriental. ¿Shiva? ¿Chesire? ¿Ninguna de las dos? Je, je ,je. ¡A ver cómo sigue!

  4. Roger says:

    ME ha gustado mucho este numero, con un gran uso de la continuidad. Iré siguiendo la colección.

  5. Nahikari says:

    Gracias a todos por vuestros comentarios ^^ Prometo ser más rápida en responder los próximos, jeje.

    Silvia y Carlos, muchas gracias =)

    Tomás, no vas mal encaminado con la oriental :p Sobre el rollo «Karate Kid», me pareció buena idea ahondar en las habilidades no metahumanas de Canary, me alegra que te guste 🙂

    Roger, me alegra mucho que te gustara el número. Encantada de que sigas la colección ^^

    Me he retrasado un poco, pero espero tener pronto la próxima entrega, ojalá os guste!

    Un saludo!

  6. Pacou Miranda says:

    Gran primer capitulo. Se nota el mimo y el esfuerzo realizado en informarte utilizando expresiones de judo. Y muy bueno ese final que nos deja «literalmente» con la miel en la boca. ¿Como reaccionara nuestra joven Dinah a ese beso? Espero la siguiente parte con ansia.

    Como decían antes, has dejado el listón alto.

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