Batman: La Leyenda #18

Bruce Wayne siempre recordará esa noche y a la criatura alada que bajó del cielo y salvó su vida y la de su familia. Esa noche, aprendió lo que era la muerte y que se podía evitar, al menos temporalmente. Tomó una decisión, eligiendo una dirección para su vida. No una decisión nacida del dolor, de la culpa o de la venganza, sino del asombro, del misterio y de la gratitud. ¡Descubre un mundo en el que los padres de Bruce Wayne están vivos, y en el que un joven Batman empieza a patrullar las calles de Gotham!

#18 – Monaguigui in love
Por David Guirado
Co-argumentista: Cristian Cobo


Fecha de publicación: Mes 173 – 9/12


Hace unas horas.

Renée Montoya y Flass se estaban ocupando de llevarse detenido a Cornelius Stirk, quien se había ocupado de asesinar impunemente a un mendigo inocente para poder experimentar con el miedo, uno de los más profundos y primigenios sentimientos del ser humano. (1)

Batman se había tomado un momento para alejarse de los policías y quedarse un momento en soledad. Sentía como una angustia le recorría por dentro. No se podía terminar de creer como alguien podía arrebatarle la vida a alguien de esa forma tan cruel como había hecho Stirk.

De hecho se sentía mal que creía que iba a vomitar. Recordar el cadáver de aquel hombre, totalmente desfigurado y destrozado era más de lo que Bruce Wayne estaba dispuesto a aguantar.

Con cuidado, se apoyó en la pared y empezó a vomitar con disimulo, procurando que nadie más le viese. Sin embargo, Montoya fue testigo involuntaria del acontecimiento. Batman se percató de que había sido observado y casi inmediatamente procedió a disculparse ante la agente de policía.

– Lo siento. Yo…- empezó a balbucear Batman.

– Ni te molestes en disculparte, bats- le interrumpió Montoya- El día en que no nos afecte algo así… El día en que podamos contemplar cosas como la que has vivido… Ese será el día en que me preocupe.

Batman asintió con la cabeza, agradeciendo las palabras de Renée Montoya.

– Ahora debo irme a Comisaría- comentó la agente, mientras comprobaba desde la distancia que Flass estaba custodiando correctamente a Cornelius Stirk.

– Espero que la siguiente vez que nos veamos sea para algo más agradable- acertó a decir un todavía asqueado Batman.

– Por ejemplo, podrías traerte de nuevo a tu amiguita rubia de la otra vez- bromeó Renée. (2)

Una vez se marcharon los policías, llevándose a Stirk detenido, Bruce Wayne pensó en volver a su casa y reposar en la Mansión Wayne de los intensos acontecimientos pasados en el día de hoy. No cabía duda de que acabar su primer día de Universidad teniendo que arrestar a uno de sus compañeros por un brutal asesinato no era algo que estuviese en la lista de cosas que hacer durante el primer día de clases.

Sin embargo, había algo en las palabras de Cornelius Stirk que le martilleaba dentro de la cabeza. Bruce no paraba de pensar en lo que le había dicho su compañero de clase.

– «Oh, todo esto forma parte de un experimento que servidor está haciendo acerca del miedo. Quería comprobar el terror que puede sentir un hombre antes de morir. Después de comprobarlo, he querido saborear otro tipo de terror. El que ibas a sentir tú al descubrir el cuerpo sin vida de ese despojo sin vida»- fueron las palabras de Stirk. (3)

Él, al igual que Cornelius, habías asistido a una clase en la Universidad en la que un profesor les había hablado acerca del miedo y su naturaleza. Por mucho que Batman desease marcharse a casa a digerir los acontecimientos vividos, tenía una obligación moral: La de hablar con el Profesor Crane acerca de lo ocurrido.


Unas horas más tarde, Jonathan Crane estaba en su despacho de la Universidad de Gotham. Aquella noche no había podido dormir demasiado bien y había preferido acudir a su lugar de trabajo para adelantar algo de trabajo.

Crane estaba inmerso en sus estudios sobre el miedo, cuando escuchó un ruido en su ventana. Parecía como si alguien estuviese golpeándola, cosa que al profesor se le antojaba imposible ya que su despacho estaba en un cuarto piso.

Muy intrigado, Jonathan se acercó a la ventana y para su sorpresa un hombre estaba subido a la repisa de la misma. Un hombre vestido de murciélago humano.

– Profesor Crane, mi nombre es Batman y necesito hablar con usted inmediatamente- sentenció el Caballero Oscuro. (4)

Batman, cuanto honor- le saludó el profesor, mientras que abría la ventana para que el vigilante pudiese pasar tranquilamente al despacho.

Bruce Wayne se sorprendió ante la naturalidad con la que Crane había reaccionado a su presencia.

– ¿Puedo ofrecerte algo de beber? ¿Un refresco? ¿Agua, quizás? ¿Un poco de mistela?- le  ofreció Jonathan Crane muy educadamente.

– No, gracias- respondió Batman- Me temo que no tengo tiempo para esas frivolidades. ¿Ha oído hablar de Cornelius Stirk?

Jonathan Crane se tocó su barbilla y se quedo pensativo por unos segundos.

– Mmm Creo que sí. Me suena mucho su nombre. Creo que es un alumno de mi clase de Psicología. Déjame comprobar mis archivos- contestó Crane.

Con suma cautela, el profesor consultó sus archivos de clase hasta dar con la ficha de Cornelius Stirk.

– Si, si. Ahora ya caigo- asintió Jonathan Crane, mientras se subía sus gafas- ¿Qué relación tiene contigo?


Mientras Batman interrogaba a Jonathan Crane, Mary Fattower estaba caminando por un pasillo de las Fat Towers, en dirección al despacho de Franchesco Monaguigui.

Hacía un rato Mary le había servido un café a su jefe y, complaciente como casi siempre, la nueva ayudante personal de Monaguigui se acercó a ver si quería algo más.

– ¿Necesitas algo más, Franchesco?- le preguntó la chica con un tono de voz muy dulce.

– No, gracias, Mary- respondió Franchesco mientras entregaba a Mary su ya vacía taza de café- Avísame en cuanto tengas noticias nuevas de Luciérnaga.

– Desde que reportó hace un rato la muerte de ese tendero chino, no he vuelto a saber nada más de él. Es de desear que varios de sus objetivos se vean eliminados en un breve lapso de tiempo- dijo Mary Fattower. (5)

– Excelente- añadió Monaguigui mientras abría su boca y le caía un hilillo de baba- Cuando haya despachado al siguiente sujeto, házmelo saber.

– Tus deseos son ordenes- comentó su ayudante personal, guiñando un ojo.

Tras esto, Mary salió del despacho de Franchesco Monaguigui pensando en que cada vez estaba más cerca el momento en que ella se atrevería a dar el siguiente paso, uno que llevaba deseando desde que remplazó a Trizia Goblin como ayudante personal de Monaguigui…Un paso que cambiaría para siempre tanto su vida como la de su jefe.


Luciérnaga entro en un comercio, un pequeño y modesto restaurante alojado en el East End de Gotham. Allí tenía un trabajo que realizar. En su mente se había propuesto no disfrutar demasiado del encargo, pero en el fondo de su ser sabia que aquello iba a ser del todo imposible.

Sin más dilación el fogoso villano entro sin contemplaciones por la puerta grande, como se pensaba que le correspondía a alguien de su calaña.

– A las buenas- saludó nada más entrar.

Los camareros y los clientes del humilde local ya se olieron lo peor al entrar Luciérnaga al restaurante y muchos de los comensales comenzaron a abandonar el sitio, dirigiéndose a la puerta de salida.

– ¿En qué puedo ayudarle?- preguntó un, para su desgracia, demasiado valiente camarero.

– Quisiera comer algo- respondió el criminal- Carne a la brasa.

Sin mediar un instante, Luciérnaga empezó a achicharrar al camarero, quien poco a poco se estaba viendo consumido por las llamas, empezando a chillar con los últimos alientos de su vida.

El resto de empleados del local, por no mencionar los escasos clientes que quedaban allí presentes, se marcharon ipso facto. Incluso el dueño del restaurante no dudo en poner los pies en polvorosa tras contemplar la horrenda muerte del camarero.

Luciérnaga, pese a quedarse sólo, empezó a prender  fuego sin ninguna clase de piedad al negocio.

Sin poderlo evitar, empezó a hablar solo.

– Arde- musitó el villano.


– Apenas conozco a Cornelius Stirk- respondió Jonathan Crane tras ponerle Batman al día de su encuentro con ese pobre diablo- Si mal no recuerdo, tan sólo coincidí una vez con ese atribulado y desgraciado muchacho. En mi primera clase en el presente curso.

Bruce Wayne recordaba sobradamente aquella clase, puesto que él estuvo allí de cuerpo presente. Y también recordaba la primera impresión que le dio Stirk.

– ¿No le causo ninguna impresión peculiar el aspecto del chico?- inquirió Batman.

– ¿Se refiere a las quemaduras que tenía en la cara? Si es a eso, para nada. Estoy acostumbrado a las impresiones. Para mi tan sólo era un alumno más, no m suponía ninguna discriminación de ningún tipo.

Batman se avergonzó de haber hecho referencia a las quemaduras de Cornelius Stirk, puesto que de esa forma él si le había dado importancia a aquella circunstancia.

– Cornelius Stirk estaba muy marcado por el sentimiento del miedo. Tras haberlo padecido en un incendio mientras trabajaba, ahora buscaba infringirlo. ¿Sabe algo de esto?- preguntó Batman.

Jonathan Crane se subió sus gafas nuevamente. Esa pregunta se desconcertó y no tardo en pensar como sabia Batman que él había hablado del miedo en su clase. ¿Quizás estaría aquel justiciero presente? No, aquello no podía ser. Tenía que haber otra respuesta.

– ¿Acaso Cornelius Stirk me ha mencionado en algún momento? Insisto en que no sé qué relación tengo en todo este asunto- dijo Crane.

– En sus delirios Stirk mencionó que mediante el uso del  miedo, el ser humano puede lograr cualquier cosa- recalcó Batman, sin responder a la pregunta del Profesor.

Jonathan Crane se encogió de hombros.

– Eso dije en mi clase- confirmó- Y lo veo muy importante de cara a estudiar la psicología. El miedo es la base de todo.

– Sé que usted no es responsable directo, pero no puedo dejar de pensar que de alguna forma, influyó a Stirk, dándole el ímpetu que necesitaba para hacer la carnicería que ha hecho- le acusó Batman.

Crane se esperaba desde hacía rato que aquel murciélago acabase acusándole de algo así.

– Eso es absurdo- comentó Crane- Yo no he impulsado a ese joven a cometer actos tan atroces como el asesinato a sangre fría. El ser humano debe conocer el miedo, es algo necesario y como tal quise recalcar su importancia. Me sorprende que Stirk quisiera experimentar así la fuerza del miedo, pero no soy el responsable. Por lo que me has contado, algo andaba mal por su mente desde su accidente.

– Así es, pero su clase y el seducirle con la idea del miedo fue lo último que necesitaba Cornelius- respondió tajantemente Batman.

– Tengo libertad de cátedra, Batman. Mis temarios han sido revisados y aprobados por la junta correspondiente. Y no me gusta hacia donde has dirigido esta aparentemente inofensiva conversación. El contenido de mi asignatura es válido, no tengo la culpa de los problemas mentales de mis alumnos- se defendió Crane.

Bruce Wayne se dispuso a marcharse por donde había venido, consciente de que poca cosa iba a sacar de allí, aunque se reafirmo en su idea de no perder de vista a aquel peculiar profesor.

– Siento haberle hecho perder el tiempo- dijo Batman como despedida.

– Espera un momento- le pidió Jonathan Crane- Veo que te interesa el tema del miedo. Si no, no te vestirías de murciélago humano. Pero creo que te has equivocado con la elección de colores, si pretendes aterrorizar a tus enemigos. El azul no es la mejor de las ideas. Un tono negro quedaría mejor.

Batman pudo percibir a las claras como Crane disfrutaba hablando del miedo.

– El motivo por el que llevo este uniforme no es el atemorizar a los criminales- contestó Batman, mientras rememoraba el momento en que decidió vestirse igual que su salvador. (6)


Mientras tanto en la Mansión Wayne se estaban fraguando acontecimientos que alterarían la vida familiar de Bruce Wayne.

– Thomas, Bruce no está en su habitación- comentó Martha Wayne a su esposo.

Thomas se acarició preocupante su bigote, en un gesto de una ligera preocupación.

– Yo no me alarmaría por el joven Amo Bruce- intervino Alfred para salvaguardar la identidad de secreta de Batman- Seguramente se encuentre con la señorita Vale.

– Aprecio tu intento de tranquilizarnos, pero ya ha empezado sus clases y no puede continuar con sus constantes salidas- dijo Thomas Wayne.

Tras esta observación una idea empezó a rumiar por la mente de Thomas. Una idea que cambiaría el status de Bruce Wayne.


Franchesco Monaguigui se había recostado en el asiento de su despacho en las Fat Towers demasiado cómodamente. Tan a gusto se encontraba el orondo villano que no había podido evitar quedarse plácidamente dormido. Como era característico en él, se quedo con la boca abierta de par en par mientras que un hilillo de baba le chorreaba por la cara.

En su sueño estaba haciendo acto de presencia Mary Fattower, quien se le había aparecido vestida de monja, uno de los fetiches sexuales más ocultos de Franchesco. Eso sí, conviene aclarar que se trataba de un habito un tanto picante, dejando poco lugar a la imaginación del jardín de las delicias de Mary. Además, la chica llevaba una copa en su mano derecha.

– ¿Quieres un poco de mistela, mon amour – le susurró sensualmente Mary mientras se empezaba a sentar en las rodillas del Monaguigui.

Al criminal se le estaba empezando a alegrar la verga con su dulce sueño cuando de repente se despertó al escuchar que alguien le estaba hablando.

– ¿Deseabas algo, Franchesco?- le preguntó Mary.

Aquella pregunta que le dirigió su ayudante personal le expulsó del paraíso en el que su mente se encontraba.

– Oh, te he despertado. Lo siento. Creía que querías algo de mí. He escuchado claramente como repetías sin cesar mi nombre. «Mary, Mary», decías una y otra vez.

– Lo siento, te he hecho venir para nada. Tan sólo se trataba de un sueño- aclaró Monaguigui.

Mary esbozó una sonrisa.

– ¿Qué clase de sueño? ¿No sería uno erótico? Lo digo por la forma en la que repetías mi nombre…- preguntó con socarronería la ayudante personal.

Monaguigui se puso colorado como un tomate. Por no mencionar que estaban aumentado sus ganas de acudir al servicio para evacuar su esfínter.

– He de confesar que estaba teniendo un sueño húmedo y subido de tono contigo- susurró Franchesco con la cara muerta de vergüenza.

Mary Fattower comprobó satisfecha que aquella era su ocasión.

– A veces los sueños llegan a cumplirse- afirmó mientras se acercó a Franchesco, muy dispuesta a besarlo.

Franchesco Monaguigui se percató del milagro que estaba a punto de sucederle y quiso asegurarse de algo.

– ¿Estás seguro de esto? Mira que a mí me han llegado a dar las gracias las mujeres por no besarlas…- comentó Monaguigui. (7)

– Nunca he estado más segura de algo- afirmó rotundamente Mary.

Tras esa aseveración Mary Fattower se abalanzó sobre Franchesco Monaguigui y le propinó el mejor beso de su vida, lo que no es decir mucho.


REFERENCIAS A NÚMEROS ATRASADOS

1.- No estaría de más que revisaseis el número anterior, forasteros.

2.- Sería lo suyo que leyeseis el cruce de esta serie con Supergirl.

3.- En el número anterior, madafacas.

4.- Releed el número anterior, again.

5.- Es de rigor haber leído el relato anterior, efectivamente.

6.- Si os apetece recordar porque Bruce eligió ese uniforme, no tenéis más que revisar el primer número de la serie.

7.- Cierto es. Lo podéis encontrar en el especial de Leyendas de las Calles de Gotham dedicado a Franchesco Monaguigui.

Tagged , , . Bookmark the permalink.

One Response to Batman: La Leyenda #18

  1. MarvelTopia says:

    El beso tenía que haber sido negro… jejeje…
    ¿Veremos pronto al Espantapájaros por aquí?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *