Invasores #11

Fueron los primeros. Lucharon por la libertad cuando más necesario era. Hoy, décadas más tarde, han vuelto.

#11 – Legado V
Por Correia
Portada de Bit


Fecha de publicación: Mes 174 – 10/12


El Caballero Negro y el Druida entraron en la habitación. Un círculo místico coronaba la estancia. En su interior, un hombre sostenía una daga sobre el cuello de Spitfire, que flotaba inmóvil a un palmo del suelo, con los ojos en blanco.

“Bienvenidos, caballeros”, dijo el hombre. “Os esperaba.”

«¿Quién eres?», preguntó Dane. «¿Qué le has hecho a Spitfire?»

«Soy un adepto de la Orden de Thule», respondió el hombre. «Tu compañera rompió mi círculo, y la necesitaba para rehacerlo.»

«¿Thule?», se preguntó Oliver. «Es magia con base asgardiana… quizás por eso funciona.»

«Magia es magia», dijo Dane, preparando su espada. «Y mi espada es especialista en cargársela.»

Lanzó un mandoble contra el círculo, pero un empujón propinado por su compañero le hizo trastabillarse y caer antes de golpearlo.

«¿Qué coño haces?», le preguntó mientras se levantaba.

«Si rompes el círculo, la rubia muere», le respondió, sacudiéndose el polvo de su gabardina.

«Tiene razón tu verdammt freund, Caballero. He enlazado mi círculo con la fuerza vital de tu compañera. Si lo rompes, se rompe ella.»

«Joder… ¿ideas?», preguntó Dane.

«Dame unos segundos…», respondió Oliver.

Pero esos segundos no llegaron, cuando un gesto del mago hizo que dos manos de piedra surgieran del suelo, apresándolos.

«No tendréis esos segundos», rió el adepto.


Namor se mantenía suspendido a unos metros de sus enemigos. El Hombre Maestro. La Mujer Guerrera. Cruz de Hierro. Meteoro. Y el recién aparecido, Rockman. Junto a él, sólo estaba el alienígena Visión. Estaban claramente en inferioridad, pero eso nunca había detenido al atlante.

«¡Imperius Rex!», gritó, lanzándose en tromba contra Cruz de Hierro, al que consideró el más peligroso al contar su armadura con un enorme cañón. El golpe fue brutal, pero las poderosas piernas metálicas del criminal le permitieron mantenerse en pie, pese a verse desplazado varios metros. Su placa pectoral se abolló, pero no llegó a quebrarse. En cambio Namor, que volvió a elevarse, esquivando los disparos de su enemigo, mostraba una pequeña brecha en el brazo, donde se le había reabierto la herida recibida esa misma mañana.

Por su parte, Visión intentaba deshacerse de una Meteoro que, con su velocidad, esquivaba al alienígena, más lento que ella en el aire. Aarkus sabía que podía acabar con su amenaza, congelándola en el instante en que la tocara. Pero una cosa era decirlo y otra muy diferente hacerlo. La chica llevaba un casco dorado y una chaqueta verde caza, junto con unos pantalones negros y botas militares. Volaba con asombrosa velocidad, y golpeaba continuamente al alienígena con una cuchilla, provocándole múltiples cortes en brazos y piernas. Su sangre azul corría por sus extremidades, debilitándolo a cada instante. Necesitaba hacer algo, por lo que decidió teletransportarse, aprovechando el humo que estaba levantando la pelea, a otra zona de la calle. En un estallido de humo, desapareció, haciendo que Meteoro perdiera el equilibrio, al no encontrar a su objetivo, lo que Aarkus aprovechó para, por fin, conseguir alcanzarla. Con un leve roce de su mano, la congeló en el aire, creando un bloque de hielo que cayó como un peso muerto al suelo, haciéndose añicos, y dejando inconsciente a la muchacha.

Aarkus se giró, tras ver que Meteoro no se levantaba, buscando un nuevo objetivo, mientras Namor volvía a cargar contra Cruz de Hierro. Los otros tres integrantes de este renovado Eje, el Hombre Maestro, Mujer Guerrera y Rockman, esperaban tranquilamente, sin intervenir en la pelea. Dudando entre lanzarse contra los jefes o ayudar a su compañero, la visión de la sangre que manaba del hombro del atlante le convenció de que era preferible echarle una mano, por lo que se dirigió hacia el gigante metálico, esquivando sus disparos, y congelándolo, segundos antes de que el Hijo Vengador lo golpeara, quebrando el metal, debilitado por la congelación, tal y como habían hecho contra los que atacaron su casa una horas antes.

Sin embargo, el efecto no fue el deseado, pues, aunque la placa pectoral se agrietó, no acabó por romperse, y los poderosos motores de Cruz de Hierro acabaron con los restos de hielo, lanzándolos en todas direcciones.

Namor y Aarkus flotaban a unos metros sobre los enemigos, recuperando fuerzas. Cruz de Hierro también esperaba, sin ni siquiera apuntarles con su cañón.

«¿Qué hacemos?», preguntó Aarkus.

«Atacar», respondió el atlante. «Atacar, atacar y volver a atacar, hasta que los derrotemos.»

«Están intentando cansarnos. En lugar de atacarnos todos a la vez, nos atacan de uno en uno para agotarnos.»

«Lo sé», respondió. «Necesitamos al Caballero y a Spitfire. Eso igualaría las tornas.»

«No puedo dejarte solo.»

«Puedes. Y debes. Eres el único que puede traer ayuda lo suficientemente rápido.»

El alien asintió con un leve movimiento de su cabeza, antes de desaparecer en una nube de humo, dejando solo al atlante.

«¿Qué pasa, pescado?», le gritó Nachts. «¿Te rindes?»

Como única respuesta, Namor volvió a cargar contra Cruz de Hierro, al grito de ¡IMPERIUS REX!


El Caballero Negro y Druida se retorcían entre las manos de piedra que los aprisionaban. Dane no podía usar su espada para romper la presa, así que probó otra táctica, invocando a su escudo, que destrozó con su energía mística las garras.

El Druida cayó al suelo, intentando recuperar el aliento. Sabía que era el único que podía derrotar al mago y salvar a la velocista. Necesitaba un hechizo, pero… ¿cuál? La magia últimamente no era precisamente fiable. Para romper el círculo, debía romper el hechicero. Pero atravesarlo…

En ese momento, junto a ellos se materializó Aarkus, usando el polvo levantado por Dane.

«¡Aarkus!», exclamó Whitman.

«Tenemos problemas ahí fuera», contestó el alienígena. «Hombre Maestro y sus aliados están atacándonos. Namor no puede solo con ellos.»

«Aquí tenemos nuestros propios problemas, Visión», le respondió el Caballero. «Spitfire está atrapada por el loco este, y no podemos romper el círculo porque la mataríamos.

Sin pensárselo, Aarkus volvió a desaparecer… para aparecer dentro del círculo, justo detrás del mago. Un leve toque y lo congeló. Al instante, Spitfire caía, y el círculo desaparecía.

«Jacqueline está bien», dijo Aarkus, sosteniéndola en brazos. «Inconsciente, pero sus constantes vitales son buenas.»

«Gracias, Aarkus», sonrió Dane.

«Bien hecho, verdecillo», dijo Oliver. «Aunque no sé cómo el círculo místico no te ha repelido.»

«Mi raza conoce bien la magia, y sabemos cómo enfrentarnos a ella.»

«Me alegra oírlo, chico. Nos has ahorrado un disgusto.»

«¿Qué hacemos con el calvo?», le preguntó Dane.

«Pues… supongo que matarlo no es una opción, así que estableceré unas alarmas místicas alrededor de él e iremos a ayudar al cachas.»

«Pues adelante», respondió el Caballero. «Aarkus, lleva a Jacquie a un lugar seguro y reúnete con nosotros.

«He recibido una llamada de Hammond. Union Jack, la chica y él vienen de camino», le contesta.

«Pues recógelos. Tenemos que ayudar a Namor.»

El misterioso alienígena desapareció en una nube de humo.

«Vamos, Druida. A cazar nazis.»

Los dos hombres salieron corriendo de la habitación… sin ver cómo el mago desaparecía del bloque de hielo, como si nunca hubiera estado allí.


El golpe fue brutal. Namor destrozó por fin la placa pectoral de Cruz de Hierro y, haciendo palanca, arrancó el cañón de su hombre.

En el interior de la armadura, un hombre de cabello rubio cortado casi al cero sacó una pistola y comenzó a disparar al atlante. Las balas rebotaron contra sus musculosos pectorales. Agarró al hombre de la camiseta y lo lanzó lejos.

«Dos menos», dijo el atlante, dirigiéndose a sus enemigos. «Quedáis tres.»

«Rockman, haz los honores», dijo el Hombre Maestro a su corpulento compañero.

Con una velocidad insospechada para su voluminoso cuerpo, el behemoth corrió hacia el atlante, y de un salto, lo alcanzó en el aire, antes de que tuviese tiempo de apartarse. Namor, sujeto por uno de los brazos al cuerpo de su enemigo, lo golpeó violentamente en la espalda, sin que su adversario mostrara sentirlos. Al caer, con un rápido movimiento, Rockman lo hizo golpear el suelo, provocando un fuerte impacto que lanzó cascotes de asfalto en todas direcciones.

Sin dar un momento de respiro, el titán comenzó a golpear a Namor en el suelo. Un puñetazo tras otro, que caían sobre él como una batería de misiles. El Hijo Vengador sólo podía cubrirse con los brazos, intentando evitar que los martillazos alcanzaran su rostro.

En un arranque de adrenalina, Namor sujetó el puño de su adversario con ambas manos, deteniendo su movimiento, y golpeándolo con sus piernas en el pecho. Pero Rockman ni se inmutó, y asestó un nuevo puñetazo en el pecho al atlante, que soltó su presa. Un par de puños más, y Namor quedó prácticamente inconsciente.

Rockman lo levantó con una mano, asiéndolo por el cuello. Miró a Nachts y su compañera, como esperando una orden.

«Mátalo», le dijo la Mujer Guerrera. «No nos sirve para nada.»

Rockman volvió a mirar a su objetivo, con un brillo asesino en los ojos.

«¡Alto!», gritó una voz.

Rockman se giró, parando el golpe definitivo contra la cabeza de Namor. El Hombre Maestro y la Mujer Guerrera se giraron también.

En lo alto de una casa cercana estaban cinco personas, dos mujeres y tres hombres, vestidos con coloridos trajes. El que hablaba llevaba un escudo triangular, similar al que usó el Capitán América en sus primeros años. A su lado, un hombre enorme con cabeza de toro, y otro con alas rojas. Las mujeres, por su parte, vestían un traje de fiesta rojo, y la otra una armadura metálica plateada.

«¡Niños!», gritó el Hombre Maestro. «Esto no es asunto vuestro. Iros y no os mataremos.»

Como toda respuesta, el joven lanzó el escudo, que golpeó en la frente de Nachts antes de volver a su mano.

«Somos los Aliados», respondió. «Soy Patriota, y estos son Toro, Cuervo Rojo, Fantasma Rubia y Escorpión Plateado. Soltad a los Invasores o sufrid nuestra ira.»

CONCLUIRÁ…


¡OKEY, EJE, ALLÁ VAMOS!

 

Penúltima parte de la saga, vamos acabando… número centrado en la pelea, y en acabar de colocar las piezas… y la sorpresa final… espero que os interese lo suficiente como para volver…

Tomás Sendarrubias comenta… «¿¿Que están haciendo algo parecido?? ¿Que en Marvel escriben cosas que se parecen a lo que se organiza por aquí? ¡¡Que va, hombre, que va!! Nunca. Je, je, je. Vale, me has dejado enganchado con el cliffhanger final. ¿Quién es? ¿Quién?«

Obviamente, era el brujo que coge a Spitfire en el número anterior

¡MarvelTópicos saludos!

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4 Responses to Invasores #11

  1. Tomas Sendarrubias says:

    Vaaaaaaale, se ve que en Marveltopía la II Guerra Mundial no ha terminado. Muy divertidas las píldoras que nos vas soltando, jefe, aunque es cierto que con la mitad de los personajes de los que hablas estoy perdidísimo. ¿Trabajo de documentación o son cosecha propia?

  2. MarvelTopia says:

    Un poco de todo. Documentación, cosecha… la IIGM mola! 😀
    De todos modos, pregunta por el que quieras, que te respondo…

  3. Tomas Sendarrubias says:

    Los villanos me suenan más, pero, ¿estos Aliados que acaban de aparecer?

  4. MarvelTopia says:

    Son nuevos, versiones modernas de héroes antiguos.

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