Vengadores #2

vengadores02Y llegó un día, un día distinto a los demás, en el que los héroes más poderosos de la Tierra se unieron contra un enemigo común… Para combatir amenazas que ningún superhéroe podía derrotar en solitario… ¡Aquel día nacieron LOS VENGADORES!

#2 – Denles la vuelta
Por Miguel Sanz Jiménez


Fecha de publicación: Mes 195 – 7/14


La tormenta les rodeaba. La monotonía de las gotas de lluvia sobre el parabrisas la transportó a otro lugar. Estaba en Wakanda.
La lluvia continuaba. La maleza de la jungla se volvía negra en la noche y adoptaba formas salidas de una pesadilla. No llegó a asustarse, el miedo se desvaneció en cuanto distinguió las luces de la nación tecnológica entre el follaje. Intentó caminar hacia la ciudad, quería entrar en Wakanda, pero algo en su interior no se lo permitía. Su corazón escuchaba otra llamada, ancestral, que provenía del corazón de la jungla.
Tigra se debatió unos instantes, y finalmente dio la espalda a la utopía de Wakanda y avanzó, adentrándose en el corazón de la noche. Algo la llamaba desde la jungla, una presencia antigua la necesitaba. Mas no sentía miedo o temor, sino la embriagaba la sensación de reencontrarse con una alguien, o algo, familiar. No se dio cuenta hasta que ya no distinguía las luces de Wakanda a su espalda, pero la presencia la estaba llamando por su nombre antiguo, aquel al que había renunciado al convertirse en la nueva Tigra y asumir mayores responsabilidades. Al convertirse en vengadora.
La oscuridad la llamaba. Su deber la reclamaba. Apenas le faltaban unos pasos para descubrir el nexo entre su pasado y su futuro, la presencia que la había conducido hasta aquel punto…
El pitido que acompañaba el parpadeo de un piloto naranja en el panel de control despertó a Tigra de su ensimismamiento. Fijó la vista en el parabrisas, y comprobó que la tormenta aún nos los había abandonado. La alcanzaron las voces quedas de Clint y de su monarca, T’Challa, quienes habían permanecido ajenos a su ensoñación y charlaban animados en la zona de pasajeros del quinjet. Se alegró por ellos. A pesar de todo, parecía que los dos viejos amigos habían vuelto a unirse. Acudían al encuentro de Natasha, quien les había alarmado acerca de los retorcidos planes de una pequeña célula de I.M.A. que había secuestrado a quien fuera el leal mayordomo de los Vengadores durante décadas, Jarvis.
La frecuencia de parpadeo del piloto naranja iba en aumento. Tigra comprobó el panel de control y no tardó en descubrir que un objeto no identificado se dirigía hacia ellos. No tenía sentido. Los quinjets eran indetectables a los radares convencionales, más todavía si estaban reforzados con tecnología de Wakanda, como el que ella pilotaba.
–Mi rey, lamento molestarle, pero creo que debería ver esto –dijo Tigra.
–¿Qué sucede? –preguntó Ojo de Halcón mientras T’Challa se levantaba de su asiento con majestuosidad.
Los dos vengadores más experimentados se inclinaron sobre el panel de control mientras Tigra retomaba el modo manual y guiaba el quinjet a través de la tormenta.
–Se supone que no pueden detectarnos, ¿verdad?
–Estás en lo cierto, Clint –la voz de T’Challa era grave y recordaba su realeza aunque ahora se hallara enfundado en el uniforme de Pantera Negra–. Tigra, desvía nuestro rumbo ligeramente y evita todo contacto visual. No sabemos de qué se trata.
Un rayo de plasma rojo atravesó la oscuridad de la noche, propagando su brillo por la cortina de gotas de agua. Se dirigía hacia el quinjet.
–¡Nos disparan! Iniciando la maniobra evasiva –dijo Tigra con decisión.
El quinjet viró con rapidez y esquivó el chorro de energía. Ojo de Halcón perdió el equilibrio, pero Pantera Negra se aferró a los controles y mantuvo su vista felina fija en la oscuridad.
–¿Qué diablos? ¿Cómo es posible? ¿Tony…? –T’Challa no cabía en su asombro.
La silueta del vengador dorado se perfilaba entre la lluvia. Volaba a gran velocidad, se dirigía hacia el quinjet y alzaba una mano para apuntarles con uno de sus repulsores.
–Iniciando de nuevo la maniobra evasiva.
Las palabras de Tigra llegaron tarde. Apenas las hubo pronunciado, el rayo de energía repulsora sacudió la proa del quinjet. Un estruendo abrumador, tres explosiones de los circuitos internos y la luz roja de emergencia lo siguieron.
–Tenemos que salir de aquí –observó Clint Barton–. El impacto ha frito los circuitos del quinjet. Vamos a caer en picado.
–No es posible, no… –T’Challa seguía aferrado al panel de control y no cabía en su asombro.
La silueta de Iron Man había desaparecido en la noche.
–Comenzando los protocolos de eyección –gritó Tigra por encima de la confusión– Mi señor, hemos de irnos.
Un nuevo impacto alcanzó el quinjet. Esta vez, los daños en el casco eran irreparables. La despresurización comenzó a causar estragos, y los tres tripulantes notaron el efecto de la caída en picado.
–No hay tiempo para eso, Tigra –bramó Clint– Sé qué hacer en estos casos. Seguidme.
Tigra ayudó al monarca a caminar, pues no conseguía salir de su estupefacción. Clint empujó la puerta lateral, que salió volando debido a la despresurización y se perdió en la tormenta. Le tendió una mano a Tigra.
–Agárrate fuerte, novata. Y no sueltes al viejo Pantera.
Ojo de Halcón dedicó una sonrisa socarrona a Tigra, que le abrazó con fuerza por la cintura. Clint Barton se colocó lo que parecían unas gafas de sol de diseño. Blandía su arco en la mano izquierda, mientras que con la derecha sacó una flecha del carcaj. Respiró profundamente y saltó al vacío, llevándose consigo a Tigra y al rey de Wakanda.
Cayeron en picado hacia el abismo negro durante un par de minutos. Entonces, las luces de la ciudad a sus pies comenzaron a perfilar los edificios. No volaban tan alto cuando los impactos de Iron Man habían derribado el quinjet. La ciudad no eran tan grande o alta como a Clint le hubiera gustado, pero se desenvolvió con maestría. Dividió la flecha en dos, disparó una mitad al rascacielos de un banco y apuntó la otra a un edificio que se asemejaba a una torre europea. La diferencia de alturas les permitió deslizarse de un edificio a otro, emulando una tirolina.
Tigra notó la sacudida según frenaban la caída libre, pero se sujetó con fuerza a Clint y mantuvo a su rey a salvo.
Clint los condujo a la azotea del ayuntamiento. Al volverse hacia ellos, Tigra comprobó que el arquero todavía mantenía la sonrisa socarrona dibujada en el rostro.
–Bienvenidos a Fort Wayne, Indiana. Espero que disfruten de su estancia.
Tigra iba a reprocharle la broma cuando un nuevo rayo de plasma golpeó al vengador en el pecho. Hizo que soltara el arco, desparramara las flechas por el suelo y saliera volando hasta estamparse contra la puerta de mantenimiento que daba acceso a la azotea.
Iron Man se posó en la azotea y avanzó hacia los dos vengadores restantes con paso tosco. Sus movimientos eran torpes, y se notaba que quienquiera que pilotara la armadura no estaba acostumbrado a ello. T’Challa recuperó la agilidad que le caracterizaba, se levantó y encaró al vengador dorado, con Tigra en pose defensiva a su lado.
–Seas quien seas, estás deshonrando a uno de mis mejores amigos. No eres digno de portar la armadura de Iron Man, ni siquiera una burda imitación, y te haremos pagar por ello.
El imitador de Iron Man alzó las dos manos, apuntando los repulsores hacia los dos vengadores.


Natasha esperaba en el punto de encuentro acordado. Comenzaba a impacientarse. La puntualidad era clave en cualquier tipo de misión de espionaje, y su importancia era incuestionable en las de los Vengadores.
Comenzó a llover. Una llovizna ligera que dio paso a una tromba de agua. La tormenta se desplazaba hacia el oeste.
Empezaba a plantearse establecer contacto con el quinjet de T’Challa cuando un zumbido a sus espaldas la sobresaltó.
Esquivó el proyectil, que rebotó a sus espaldas y la persiguió. Natasha volvió a evadirlo de nuevo y saltó a la azotea del edificio a su izquierda, empapándose en la lluvia.
Su atacante la persiguió. Le lanzó un derechazo, seguido de una serie de golpes certeros, todos no letales, que imitaban un estilo de lucha que ella conocía bien. Paró todos los impactos. El agresor no parecía darse cuenta de que se enfrentaba a la Viuda Negra.
Natasha inició el contraataque. Dos patadas altas seguidas de golpes bajos. Piruetas que desequilibraron al agresor. Él embistió y lanzó su arma arrojadiza, que rozó a Natasha en la sien. La Viuda respondió con una descarga de sus aguijones. La mayoría rebotaron en el escudo de su contrincante, pero un buen puñado le alcanzó en la pierna derecha, haciéndole tambalearse y caer de rodillas.
–Detente ahí mismo –le advirtió Natasha–. Esta farsa ha terminado. Puede que tengas su escudo e imites sus técnicas, pero no eres Steve Rogers.

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One Response to Vengadores #2

  1. MarvelTopia says:

    ¡¡Más personajes!! O no… doppelgangers? jeje… interesante, interesante… mientras no hagas un Aaron y empieces a meter otras dimensiones, claro 🙂

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