Star Wars: Legado #54

Star Wars #54Hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana…

#54 – La larga noche IV
Por Ben Reilly


Fecha de publicación: Mes 169 – 5/12


Anteriormente en Star Wars Legado: ¡Guerra! La Nueva República y los Yuuzhan Vong comienzan su conflicto. Mientras tanto, Leia y Luke se encuentran con los primeros problemas en Naboo…


BASTION

El Barón Soontir Fel, actualmente uno de los seis Moffs del Remanente Imperial, atravesó como una centella los pasillos del planeta fortaleza imperial. Desde la muerte del Gran Almirante Garnet, Fel había tenido que trasladarse casi exclusivamente a Bastión porque las reuniones del Consejo de Moffs se estaban eternizando intentando encontrar un nuevo candidato a Gran Almirante. Eso le había ocasionado tener que dejar atrás a su familia y desatender los problemas relacionados con su territorio, lo que sabía que le acabaría ocasionando problemas.

Ahora mismo estaba furioso. Acababa de terminar la reunión del Consejo. Como siempre, no se había llegado a un entendimiento y las conversaciones estaban en punto muerto. Fel no aspiraba a ser Gran Almirante, para alguien que había desertado una vez eso no sería posible, pero tenía ciertas ideas de quién debería ser el nuevo Gran Almirante del Remanente. Aunque todo aquello se estaba yendo al traste rápidamente.

Llegó a las habitaciones del Moff Banon, otro de los partidarios de tener un Remanente mucho más abierto y de introducir severas reformas políticas. Sin embargo, ahora Fel se sentía traicionado por él.

– Sabía que vendrías -dijo Banon mientras se servía una copa y le ofrecía otra a Fel que rechazó-. Aunque esperaba que me dieras tiempo a cambiarme.

– ¿Qué es lo que pretendes? ¿Acaso Ceetonn te ha amenazado a ti o tu familia?

– No es nada de eso, Barón. Es sólo que he visto una oportunidad y la he aprovechado.

– El tratado…

– Es sólo un medio. Sólo reniegas de él porque lo ha propuesto Ceetonn y no tú.

– Dejar atravesar a los Vong nuestros territorios, cogerán a la República con el paso cambiado.

– No creo que ni a ti ni a mi esos nos deba importar. Puede que tú tengas amigos y familia en la República pero la mayor parte de nosotros consideramos a toda esa gente traidores. Un conflicto bélico les recordará lo bien que se vivía con la paz y seguridad del Imperio.

– Y les animará a unirse de nuevo al Remanente. Territorios que colidan con los del Moff Ceetonn. Le estás dando las llaves del Remanente.

– Claro que no. ¿Te crees que soy estúpido? Ceetonn ha accedido a apoyar mi candidatura.

– ¿Tú, Gran Almirante?

– No lo digas tan sorprendido. Ceetonn convencerá a los suyos de apoyarme y Noannu votará a mi favor en cuanto vea que voy a ganar. En cuanto a ti, a nadie le importa lo que piense un traidor realmente. ¿O querías ser tú el próximo Gran Almirante?

– Tenía un candidato.

– Oh sí, uno de tus Chiss. Francamente, aunque cualquier de su raza poseyera la mitad del talento militar del Gran Almirante Thrawn, siguen sin querer salir de su sector y ninguno de ellos sirve en nuestras filas.

– Su flota está integrada en mis territorios, bajo mi mando.

– Sólo en nombre. No forman parte oficialmente de las fuerzas del Remanente, son sólo una milicia local.

– Con suficiente fuerza como para aplastar tus territorios.

– ¿Amenazas? No pensaba que caerías tan bajo.

– Nos jugamos mucho. Podemos encontrarnos en medio de dos fuegos.

– Lo dudo mucho. Los Vong y la República se matarán los unos a los otros y para cuando acaben no tendrán fuerzas para enfrentarse a nosotros.

– No te saldrás con la tuya -dijo Fel dando media vuelta. Cuando activó la puerta le sorprendió ver un pelotón de soldados de asalto esperándole-. ¿Qué significa esto?

– No debiste haber venido sin escolta, Fel. Por suerte te proporcionaré una propia. Además se asegurarán de que no avises a tus amigos republicanos antes de que el ataque Vong comience.


CORUSCANT

– ¡¡¿Cómo ha podido ocurrir esto?!! -gritó Fey´lya en medio de la sala de guerra-.

La indignación del Canciller bothan sobresaltó a todos los presentes en la sala, incluidos los técnicos que dejaron de prestar atención por un momento a sus pantallas. El Almirante de la Flota, el también bothan Gryksoss Gyan’dra no sabía cómo explicarse.

– Nadie podía prever un pacto entre el Remanente y los Vong -intentó excusarse-.

– ¡Y tú! -dijo señalando al Director de la INR Seyrskbral La’ki-. ¿Cuál es tu excusa?

– No tengo excusa Canciller. Ninguna de nuestras fuentes nos advirtió de tal eventualidad.

– Estás despedido -dijo Fey´lya-. Recoge hoy mismo tus cosas. Tú te salvas porque necesito a alguien de confianza para redirigir este desastre -le dijo al Almirante que tragó saliva-. ¿Cuál es el status de la Sexta Flota?

– Siguen esperando en Borleias, Uviuy Exen, Palanhi y Mrisst. No podemos permitirnos moverla sin arriesgarnos a desproteger el Núcleo.

– ¿Entonces qué hacemos?

– Podemos movilizar la Tercera Flota que protege Calamari y el Borde Exterior, pero llevará tiempo. Nuestras únicas opciones pasan por desplegar la Segunda Flota o la Quinta Flota.

– Quiero a la General Vedra tan lejos de este desastre como sea posible. Su oposición a nuestra política militar es ampliamente conocida y una victoria suya podría hacer tambalear todos nuestros esfuerzos. Despliega a la Quinta Flota en el Núcleo y manda a la Segunda a hacer frente a los Vong. ¿Dónde están ahora mismo?

– Los últimos informes confirman que han tomado Drearia y ahora están atacando Arkania.

– Arkania tiene una fuerte milicia local -pensó Fey´lya-. ¿No podemos enviar algunos efectivos para evitar su toma?

– Es demasiado peligroso aventurarnos sin saber el tamaño de su fuerza, podríamos perder los efectivos y la moral se resentiría.

– Justo ahora que el Senado tenía que elegir los miembros para el comité de guerra. Van a obligarme a tragar con algunos senadores contrarios a mi causa.

– Aún hay otras noticias preocupantes, Canciller.

– ¿Qué ocurre ahora?

– Hemos tenido noticias de que una fuerza de Caballeros Jedi se ha desplegado sobre Arkania.

El juramento de Fey´lya se escuchó reverberar por toda la sala de guerra.


ARKANIA

Quizás se había equivocado al unirse a los Jedi, pensó Kyp Durron mientras devolvía el fuego láser de las armas de los Yuuzhan Vong. Las tropas de los Vong habían conseguido abrirse paso entre las naves arkanianas y habían iniciado el ataque terrestre. La milicia local intentaba hacerles frente pero era evidente para todos que sólo estaban retrasando lo inevitable. Las fuerzas Vong les sobrepasaban más de 100 a 1. La artillería Vong había lanzado potentes salvas que habían casi derruido las ciudades, sólo algunos espaciopuertos lograron levantar los escudos defensivos a tiempo. Ahora mismo el planeta estaba siendo evacuado pero incluso esas naves se veían inmersas en los combates espaciales, sin una ruta clara de huída.

– Sé lo que estás pensando -dijo la Maestra Saba Sebatyne, una barabel que con su aspecto reptilesco y la capucha de su túnica cubriéndole la cabeza, blandía con destraza la hoja blancoverdosa de su sable láser-. Ojalá hubiera traído una túnica más gorda.

Kyp se permitió sonreír. Aunque Saba no era gran partidaria de sus propios métodos, Kyp la había escogido por la tendencia de su especie a la caza y no se había equivocado. De todos los Jedi que habían venido hasta Arkania, Saba era la que más Vong había conseguido eliminar después de él.

– De haber sabido que veníamos a Arkania habría traído varios trajes térmicos. Este planeta es sólo un trozo de hielo.

– Pero muy valioso para nuestros contrincantes Vong -dijo Saba-. O al menos eso parece.

Las defensas locales no pudieron contener el avance de las legiones Vong y comenzaron a retirarse. Sin unas fuerzas mayores, Kyp sabía que sólo era cuestión de tiempo. Allí ya no podían hacer más sin refuerzos. Divisó a su padawan acercarse a la carrera, ignorando los disparos y demasiado cerca del frente.

– ¡Miko! -le advirtió gritando-.

Su padawan, Miko Reglia, percibió demasiado tarde la amenaza de un Wiortne, unas bestias Vong con afilados dientes y potentes mandíbulas, que eran utilizados como rastreadoras y avanzadillas. Por lo que Kyp había visto eran tremendamente rápidos, demasiado para su novio padawan.

Miko intentó coger su sable láser pero el Wiortne ya había saltado y estaba encima de él. Por fortuna Kyp reaccionó a tiempo y con un empujón de la Fuerza apartó al Wiortne, del tamaño de un hombre, de su padawan. La Maestra Sabe saltó hacia el animal y le hizo frente con su sable láser partiéndolo en dos.

– ¡Tienes que prestar más atención! -le gritó Kyp pensando que el error era tanto de su padawan como suyo. Aquél no era lugar para un padawan tan verde como él, sólo hacía 1 mes que estaban juntos pero Kyp tenía una responsabilidad y no podía preocuparse ahora por eso-.

– Lo siento, Maestro. Intentaré ser más precavido.

– ¡Más te vale que lo seas o no durarás mucho aquí abajo! -dijo Kyp que encendió el segundo de sus sables láser cuando un soldado Hyuihu se le acercó-.

Las dos hojas azules partieron al soldado en cuatro. Kyp divisó a un pelotón acercándose y sintió el siseo de la hoja naranja de su padawan.

– Ni hablar, quédate con la Maestra Saba.

– Maestro tengo noticias del Maestro Krirk.

– ¿Ha aparecido con los refuerzos?

– Me temo que sólo trae tres corbetas.

Kyp torció el gesto. Ante la situación en Arkania, Saba, Krirk y él habían mandado al segundo en busca de apoyo del resto de las milicias locales de la zona para intentar conseguir una fuerza de ataque que frenase el ataque Vong pero tres corbetas eran totalmente insuficientes.

– Aquí ya no podemos hacer más -dijo Saba que terminaba con otra bestia Wiortne y lanzaba un empujón con la Fuerza que tumbaba a tres soldados Vong-.

Como corroborando la aseveración de la barabel, los muros defensivos de la ciudad saltaron por los aires. Se trataba de dos Dtatn, dos criaturas musculosas de más de ocho metros de altura que estaban haciendo estragos ante las ya descoordinadas fuerzas de defensa. La sangre de Kyp rugía, aquellos enormes bichos estaban aplastando sin piedad a cualquier que se les ponía por delante y los disparos de bláster parecían no hacerles daño.

– Maestro Durron -insistió Saba-. Tenemos que ayudar en la evacuación. Habrá más batallas.

– Sí, sí que las habrá.


NABOO

Como había dicho, Pooja llevó a Leia y a Luke hasta la vieja casa de su madre, Sola Naberrie, que descansaba en su cama asistida por un droide médico que no dejaba de flotar a su alrededor. Antes de dejarles pasar, Pooja se aseguró con el droide de que su madre estuviera en condiciones de afrontar la visita.

Cuando Luke y Leia entraron en la habitación vieron a una señora de más ochenta años con el pelo totalmente blanco y arrugas en el rosto por doquier. Emanaba una tristeza absoluta, incluso su miraba denotaba cansancio y tristeza. En cuanto Sola se percató de la presencia de los dos gemelos Jedi sus ojos parecieron centellear.

– No pensé que os fueseis a parecer tanto -dijo Sola llevándose la mano a la boca y permitiendo que un par de lágrimas aflorasen en sus ojos-.

– Mamá no tienes que…

– No importa, Pooja. Supongo que habréis venido a preguntar aquí sobre mi hermana… vuestra madre

Luke y Leia intercambiaron sus miradas. ¿Podía ser que la búsqueda de su madre se hubiera por fin resuelto tras tantos años? Ambos estaban expectantes.

– Y por vuestras caras deduzco que mi hija no os lo había contado.

– Mamá yo… ellos no…

– …no tienen la culpa de lo que pasó -le reprochó Sola impidiendo que terminara su frase-. Lo siento, lo siento muchísimo. Hace tantos años que debería haber acudido a vosotros pero la rabia y el resentimiento me impidió hacerlo. Tardé mucho tiempo en comprender lo que le acabo de reprochar a mi hija y después ya pesaba demasiado en mi conciencia. Vuestro padre le ha costado a mi familia, a nuestra familia, muchas pérdidas.

– Nosotros, lo sentimos -dijo Luke que se preguntaba cuándo sería la última vez que tendría que disculparse por el comportamiento de su padre-.

– ¿Y eso le arregla? -dijo Pooja-. Mi hermana, mi abuelo y mi marido murieron a manos de las tropas de tu padre y de su Imperio. No tenéis ningún derecho a venir aquí y…

– Pooja, ya basta -le rogó su madre-.

– ¡No! No basta. ¿Cuánto hemos perdido por su culpa? Éramos una familia feliz hasta que su padre entró en nuestras vidas.

– Ellos tampoco han tenido una vida fácil -le recordó Sola-.

– ¡Me alegro!

Pooja salió de la habitación intentando contener las lágrimas. Había mucha rabia e ira acumuladas en su interior. Nadie hizo ademán de seguirla, sabían que sería mejor dejarla sola hasta que se calmase.

– Hay tantas preguntas que le queremos hacer -empezó a decir Luke para romper el silencio-.

– Podéis preguntar lo que queráis. Al menos os merecéis eso.

Luke intentaba decidir qué preguntar. Había tantas preguntas que hacer que no era capaz de elegir la primera. Ni siquiera en esos momentos la Fuerza le ayudaba a calmar su estado. Ahora era otra vez aquel chico huérfano de Tatooine que imaginaba cómo serían sus padres y no el gran Maestro Jedi.

– ¿Cómo se conocieron nuestros padres? -preguntó de pronto Leia-.

– Eran los días en que la Federación de Comercio bloqueaba Naboo, vuestra madre era Reina por aquel entonces. Por lo que me contó, se conocieron en Tatooine cuando vuestro padre era un esclavo.

– ¿Mi padre vivió en Tatooine? -dijo Luke sorprendido-.

– Así me lo contó mi hermana. Su madre y él vivían en Tatooine siendo esclavos pero no recuerdo que me dijera algo más.

– Anakin debía de ser muy joven por aquél entonces -dijo Leia repasando mentalmente las fechas. Con la llegada del Imperio, éste había cambiado toda la cronología galáctica anterior creando un caso de fechas alarmante. La Rebelión por aquél entonces tuvo su propio sistema, distinto a los anteriores y posteriormente la Nueva República instauró un nuevo sistema en consenso. El resultado de tanto cambio había sido que nadie estaba muy seguro de las fechas-. No sé cómo pudieron haberse enamorado.

– Oh no -dijo Sola riéndose a carcajada limpia-. Anakin tendría entonces unos ocho años. No, no, eso fue cuando se conocieron pero no fue hasta diez años después cuando se enamoraron y cuando yo conocí a vuestro padre. Fueron los días anteriores a las Guerras Clon. Vuestra madre lo trajo a casa, él estaba encargado de su protección. Poco después se casaron en secreto, aunque yo no me enteré de ello hasta más tarde. Recuerdo la bronca que le eché y lo enfadada que estaba. Casi no vi a vuestro padre después, la guerra le convirtió en un gran General y después… bueno, ya sabéis lo que pasó.

– Vaya, esto es… no sabía que mi padre hubiera vivido en Tatooine también. ¿Sabe algo de su relación con los Lars?

– ¿Quiénes?

– Los Lars. Ellos decían que eran mis tíos pero yo nunca me vi parecido con ellos -dijo Luke poniéndose algo colorado-. Mi tío y yo no teníamos las mismas ideas. Quizás los reconozca por sus nombres, Owen y Beru.

– ¡Ah sí, sí, sí, sí! Claro. Lo siento, no recordaba sus apellidos. Yo no los conocí nunca pero sí que eran tus tíos es decir, su padre se había casado con vuestra abuela y vivían en una granja en Tatooine… oh, claro, tu granja.

– Nunca me has hablado de nuestra abuela -le dijo Leia a su hermano-.

– No la conocí, ni al padre del tío Owen.

– Pues se casaron -continuo Sola que hacía verdaderos esfuerzos por atacar cabos y recordar toda la información. Hacía ya demasiados años de aquello y muchas de las cosas habría preferido volver a olvidarlas-. A vuestro padre y al tío Owen los tuvieron en sus anteriores matrimonios.

– Oh, ¿y sabes algo sobre el marido de nuestra abuela?

– No, lo siento. Creo que Padmé nunca lo mencionó y tampoco recuerdo el nombre de ella -dijo apesadumbrada-. Pero recuerdo que me dijo que había muerto en un encuentro con los Montañeros de las Arenas.

– Los Moradores de las Arena -la corrigió Luke que también intentaba atar cabos. Por aquello su tío Owen siempre se mostraba especialmente hostil con los Moradores, mucho más que con cualquier otro, incluso con el viejo Ben Kenobi-. Aún no puedo creérmelo. Durante muchos años he creído que mi tío era sólo alguien al que Ben había elegido para cuidarme. Quizás algún viejo amigo de las Guerras Clon.

– ¿Ben? -preguntó Sola-.

– Perdón, así es como conocí yo a Obi-Wan Kenobi.

– ¡Ah le conocí! -dijo Sola y de pronto su entusiasmo se apagó-. Él fue quien trajo el cadáver de vuestra madre. En ese momento no le reconocí, llevaba puesta su túnica pero creo que era él porque no quiso decirme su nombre ni desvelar su rostro. Le acompañaban un par de hombres con acento de Alderaan.

– Obi-Wan debió de pedir ayuda a mi padre -concluyó Leia-. Por lo que leí en el informe de la muerte de nuestra madre ocurrió en las mismas fechas en que Palpatine se proclamó Emperador.

– Sí. Pedimos una investigación oficial pero nos fue denegada y cuando mi padre intentó investigar por su cuenta fue reprimido severamente. La explicación que nos dieron fue que los Jedi habían acabado con ella. Les explicamos cómo nos la habían devuelto pero yo no sospechaba en aquél momento la implicación de Obi-Wan.

– De haberlo sabido podrías haber complicado mucho las cosas -dijo Leia-.

– ¿No os dijo nada sobre cómo había muerto?

– No pero insistió en que no hiciésemos preguntas por nuestro propio bien. Para nosotros fue desolador, dado cuenta de que estaba embarazada por aquél entonces… o eso creíamos claro. Ahora veo que Obi-Wan sólo intentaba protegernos.

– Si le hubieseis identificado o si hubieseis descubierto que realmente ya no estaba embarazada probablemente Vader o el Emperador habrían tomado un interés más personal en el asunto. Tuvisteis mucha suerte -dijo Luke al tiempo que se le helaba la sangre al pensar en todo lo que podía haber cambiado su vida si el Emperador hubiera dado con él cuando era sólo un niño-.

– Siento no ser de más ayuda -dijo Sola muy apesadumbrada-.

– No te preocupes -se apresuró a disculparla Leia-. Todo lo que hemos aprendido aquí es nuevo para nosotros. Nos has ayudado mucho, de veras.

– De acuerdo -dijo, algo más animada-. Pero ahora quiero saber cosas de vosotros, sé las versiones oficiales que circulan por la holored pero de verdad que quiero conocer a mis sobrinos.


Fue un largo día aquél. Entre las anécdotas de unos y de otros la noche había caído ya en Naboo. Sola se había ofrecido a preparar la cena. Según sus propias palabras no se había sentido tan bien en años, como si se hubiera quitado un peso de encima. Leia miró a su hermano preguntándose si habría hecho algo por ella.

Fuera, en la parte trasera de la casa. Pooja Naberrie contemplaba las estrellas. Leia y Pooja habían sido amigas en el senado y perdido el contacto cuando el conflicto con la Rebelión se recrudeció y la tapadera de Leia saltó por los aires. Ahora eran familia y también dos desconocidas.

– Sé que mi madre tiene razón -dijo Pooja-. Fue el puño de Vader, el 501, su legión, la que vino a pacificar Naboo dos veces. Ocultábamos a Jedi la primera vez y celebrábamos vuestro triunfo en Endor. Si lo llego a saber habría hecho las cosas de manera muy distinta y quizás nos habríamos ahorrado mucho dolor. Vosotros no tenéis la culpa pero vuestro padre fue un mounstruo.

– Lo sé mejor que nadie, créeme.

– Lo siento. Sé que tú también tienes cuentas pendientes con él. Pero que mi tía conociera a tu padre destruyó a mi familia.

– A nuestra familia.

Pooja la miró por primera vez desde que se habían encontrado. Tenía lágrimas que le recorrían los ojos.

– ¿Cómo lo haces? ¿Para perdonarle?

– No lo hago. Mi hermano dice que Anakin y Vader no eran la misma persona y puede que sea cierto. Pero yo intento valorarle por las cosas que me ha dado, mi hermano, mi familia y mis hijos y no por lo que me ha quitado.

– No sé si o podré llegar jamás a eso.

– Lo harás con el tiempo si no quieres acabar consumido por el odio como él.

– ¡Leia!

Luke salió corriendo de la casa. Al verle, Leia rememoró su primer encuentro y no pudo reprimir una sonrisa. En muchos sitios Luke seguía siendo aquél joven granjero de humedad.

– Jaina y Shila han llegado y han conseguido acceder a la memoria de Erredós. Tenemos que volver inmediatamente.

Tagged , . Bookmark the permalink.

2 Responses to Star Wars: Legado #54

  1. claudia says:

    cuando habra mas de Star wars

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *