Batman: La Leyenda #17

Bruce Wayne siempre recordará esa noche y a la criatura alada que bajó del cielo y salvó su vida y la de su familia. Esa noche, aprendió lo que era la muerte y que se podía evitar, al menos temporalmente. Tomó una decisión, eligiendo una dirección para su vida. No una decisión nacida del dolor, de la culpa o de la venganza, sino del asombro, del misterio y de la gratitud. ¡Descubre un mundo en el que los padres de Bruce Wayne están vivos, y en el que un joven Batman empieza a patrullar las calles de Gotham!

#17 – Villanos sustitutos
Por David Guirado
Co-argumentista y portada: Cristian Cobo


Fecha de publicación: Mes 172 – 8/12


Esa noche, tras irse a dormir sus padres, Bruce Wayne no pudo evitar ponerse su uniforme de Batman e iniciar una patrulla por la ciudad. Fue todo un placer poder contarles durante la cena a los Wayne su primer día de vuelta a las aulas y escuchar lo orgullosos que se sentían sus padres de él. Pero Bruce sentía que el cuerpo le pedía poder sentirse libre mientras saltaba por los tejados.

Puede ser que el entrar en la universidad le fuera a robar gran parte de su tiempo, pero siempre sería Batman. O eso era lo que pensaba en aquel momento.

Mientras se balanceaba con su batcuerda por un edificio del casco antiguo de la ciudad pudo escuchar como un muchacho de aspecto joven le empezó  a llamar.

– ¡Batman! ¡Batman!- empezó a gritar el joven.

Batman le dirigió una rápida mirada a las alturas y se limitó a saludarle con la mano. No obstante el chico seguía llamando a Batman insistentemente.

– ¡Batman, Batman aquí!- repitió el muchacho.

Bruce decidió acercarse a ver qué pasaba. Mientras lo hacía un escalofrió recorrió su cuerpo, puesto que reconoció al joven que le estaba llamando: Era su compañero de clase, el chico que tenía la cara quemada. La curiosidad se apoderó de Batman y decidió pararse a hablar con él, a ver que quería.

Como un ángel vengador, Batman descendió de los tejados y se plantó delante de su observador.

– Me llamabas, aquí estoy. ¿Para qué me llamabas con tanta insistencia? Espero que no fuera únicamente por un autógrafo- dijo Bruce, recordando siempre no decir nada en la conversación que fuese comprometedor y que evidenciara que ya conocía al chico.

– Mi nombre es Cornelius Stirk- respondió- Y quiero que me ayudes en un proyecto.

Bruce Wayne arqueó una ceja debajo de su máscara. No le gustaba como sonaba aquello. Para nada.

– ¿En qué?- respondió Batman tajantemente.

La respuesta de Stirk fue inmediata. Sacó un enorme cuchillo y se abalanzó contra el Caballero Oscuro. (1)

Batman no pudo evitar hacer una mueca de sorpresa. Aquel chico no le había dado buena pinta desde que tuvo la coincidencia de conocer a ese raro muchacho en las aulas. Pero no terminaba de ubicarlo como un chiflado de esa índole.

Con gesto de desprecio, Bruce movio su capa para apartar el navajazo que Stirk iba a asestarle, esquivándolo con una facilidad insultante.

– Chico, no tengo tiempo para juegos absurdos- señaló Bruce.

– Esto no es un juego, es mi proyecto de principio de curso, B- dijo Cornelius entre carcajadas.

Mientras el muchacho se reía se podía atisbar como tenía la dentadura echada a perder, faltándole la mayor parte de sus dientes y aquellos que conservaba estaban completamente amarillentos.

– ¿De qué hablas?- preguntó Batman.

Una risa, aparentemente inocente y semejante a la de un niño pequeño fue la alusión de Stirk, quien señalaba a un callejón que estaba al lado del que se encontraban.

Por si acaso, Batman dio un anticipado a Cornelius, quien acabó de bruces en el suelo. Pese a que un hilillo de sangre le chorreaba la cara, el chico soltó una última carcajada.

Bruce Wayne se acercó temeroso al callejón, sin dejar de estar alerta. Intuía que nada bueno podía esperar de ese pirado, pero sin duda alguna no estaba preparado para lo que se iba a encontrar.

Batman dejó escapar sin querer un pequeño grito de terror, para deleite de Stirk, quien disfrutó de esa muestra de terror del murciélago.


 

Mientras tanto en su despacho, Franchesco Monaguigui estaba dejando caer su orondo culo en su nuevo sillón.

– Esto es vida y lo demás son tonterías- decía repantingado en su recién estrenado asiento.

De sopetón, el ruido de una puerta abriéndose sacó a Monaguigui de su rato de relax.

– ¿Trizia, eres tú?- preguntó Franchesco, por la fuerza de la costumbre- Perdón, quería decir Mary.

La chica entró como si nada, ignorando la fugaz confusión que había sufrido Monaguigui.

– Me temo que ha sido imposible localizar a Digger Harkness- dijo Mary Fattower poniendo cierta cara de agobio- Pero no te preocupes, Franchesco. He podido localizar a un sustituto mejor.

Franchesco se percató de cierto halo de preocupación en su nueva ayudante personal, pero ese sentimiento quedo pronto mitigado por una peculiar aparición sorpresa. Una persona que le resultaba familiar a Monaguigui hizo acto de presencia en la sala, para consternación de Franchesco. Se trataba de una figura embutida en un uniforme que se asemejaba al de una persona que, presumiblemente, se pudría en prisión.

– ¡¡Luciérnaga!!- exclamó Monaguigui- Me alegra verte de nuevo, Garfield, pero creía que seguías en prisión. (2)

Luciérnaga se ajustó su casco y miro fijamente a los ojos a Monaguigui.

– Me temo que no soy mi antecesor, jefe- advirtió el villano, mientras se arrodillaba ante Monaguigui.

Franchesco se quedó extrañado por un instante. No esperaba que hubiese más de un individuo que estuviese dispuesto a ponerse esas pintas.

– ¿Quién eres, amigo?- preguntó muy interesado Monaguigui. No era de extrañar que lo hiciese con la boca abierta de par en par. Lo sorpréndete hubiese sido lo contrario.


 

Bruce Wayne había visto unas cuantas cosas cuanto menos asombrosas en su breve carrera como Batman. Pero hasta este preciso instante no se había enfrentado a algo que tarde o temprano iba a vivir en sus propias carnes. La visión de un cadáver horriblemente asesinado.

Daba la impresión de que Cornelius Stirk se había ensañado con un hombre, el cuál vestía unos harapos. Pero la vestimenta de la víctima es lo último a destacar de ese cuerpo sin vida.

El cadáver se encontraba casi completamente desfigurado, con el rostro lastrado por incontables tajos. El pecho del hombre estaba completamente cubierto por sangre, fruto de las múltiples puñaladas que le habían asestado. Para más inri, el difunto presentaba una serie de cortes en las piernas, prueba de que Stirk se había asegurado de que su víctima no pudiese salir huyendo.

Mientras Batman contemplaba atónito el cuerpo sin vida que tenía a sus pies, Cornelius Stirk tuvo la osadía de acercarse al lado del vigilante, como si tal cosa.

– ¿Te gusta? Lo he hecho yo solito…- empezó a musitar Cornelius.

No pudo acabar la frase, puesto que Batman lo agarró por los hombros y lo estampó con violencia contra el muro del callejón. Sin soltarlo, se dispuso a desfogar su furia.

– ¡Monstruo!- le espetó Bruce- ¿Por qué has hecho eso? ¿Quién era él?

Cornelius se encontraba satisfecho, puesto que había logrado que el murciélago reaccionase como él quería.

– En cuanto al hombre del suelo, tan sólo es un mendigo, un rostro anónimo que poblaba y ensuciaba las calles de Gotham. Nadie llorará su muerte, ni será recordado como algo más que una escoria sin nombre- contestó con la sangre fría Stirk.

La respuesta de su enemigo tan sólo aumentó las iras del vigilante de Gotham, quien lo volvió a empujar con fuerza contra la pared.

– Contéstame, escoria, ¿Por qué lo que has matado?

La paciencia de Batman estaba llegando a su límite y eso contentaba sobremanera a Cornelius Stirk.

– Oh, todo esto forma parte de un experimento que servidor está haciendo acerca del miedo. Quería comprobar el terror que puede sentir un hombre antes de morir- contestó Cornelius Stirk- Después de comprobarlo, he querido saborear otro tipo de terror. El que ibas a sentir tú al descubrir el cuerpo sin vida de ese despojo sin vida.

Un sentimiento de angustia recorrió de arriba abajo el cuerpo de Batman. Creía saber de dónde provenía la curiosidad de Cornelius Stirk. Ambos, él con su identidad de Bruce Wayne habían recibido hacia poco unas nociones acerca del miedo. (3)

 

– Yo también he sufrido el miedo en mis propias carnes, Bats. Sentí el miedo cuando me estaba quemando vivo. Nadie me podía ayudar y yo me iba a achicharrar. Cerré los ojos y creía que iba a morir. (4)- parloteó Cornelius- Cuando los abrí estaba en el hospital y había quedado desfigurado. El fuego ha marcado mi cara para siempre, pero algo peor ha marcado mi alma: el miedo.

 

Batman ya había escuchado demasiado. Quizás Cornelius fuese una pobre victima de la circunstancias, pero no había que olvidar que él mismo había provocado al menos otra víctima.

El hombre murciélago cogió con fuerza a Stirk del brazo y le susurró que pronto recibiría ayuda.

– Puede ser que yo vaya a recibir ayuda, pero desde luego ese bastardo sin rostro que yace a nuestros pies ya no lo va a hacer- comentó Cornelius.

Batman cerró su puño y no logró contenerse. Golpeó a ese asesino en el rostro, dejándolo inconsciente. Quizás Bruce Wayne no debía haber golpeado a ese perturbado, pero en aquellos momentos no lo lamentaba.


Mientras tanto, el nuevo Luciérnaga estaba probando algo de que su antecesor carecía: una mochila con cohetes, un medio que le servía para poder propulsarse por Gotham, volando por encima de los edificios.

Una cosa tenía clara, y es que debía cumplir los planes que Monaguigui y Mary Fattower e habían encomendado. El más importante era sin duda el que implicaba acabar con Batman, pero había otros más a corto plazo, que culminarían con la muerte del murciélago.

El primero de ellos implicaba hacerse notar, lograr tener un nombre que llamase la atención de unas cuantas personas. Con la intención de emular las acciones del anterior Luciérnaga, el villano aterrizó y se dispuso a entrar en una tienda que regentaba un anciano oriental.

– Está cerrado- dijo el tendero nada más entrar Luciérnaga en el local.

–  Mejor. Así nada saldrá de aquí y todo podrá arder- respondió el criminal.

El oriental se refugió detrás del mostrador, como si de esa forma pudiese resguardarse de las acciones del pirómano.

– Puedo darte dinero. Coge la recaudación del día. Está en la caja registradora- ofreció el tendero, con la esperanza de poder librarse de su ya seguro destino.

Luciérnaga no respondió. Se limitó a apuntar al anciano y a empezar a quemarlo vivo lanzándole sus llamas. Mientras el tendero comenzaba a arder y a chillar como un chochinillo, el pirómano se quedó mirando fijamente como su víctima abandonaba este mundo.

El villano se obligo a sí mismo a apartar su vista. No quería acabar como su predecesor, como un loco obsesionado por el fuego. Pero él mismo no se daba cuenta de la contradicción que suponía el haber adoptando la identidad de Luciérnaga y eligiendo el fuego como arma.

– Arde, arde- no pudo evitar canturrear en voz baja.


Unas horas más tarde, Jonathan Crane estaba en su despacho de la Universidad de Gotham. Aquella noche no había podido dormir demasiado bien y había preferido acudir a su lugar de trabajo para adelantar algo de trabajo.

Crane estaba inmerso en sus estudios sobre el miedo, cuando escuchó un ruido en su ventana. Parecía como si alguien estuviese golpeándola, cosa que al profesor se le antojaba imposible ya que su despacho estaba en un cuarto piso.

Muy intrigado, Jonathan se acercó a la ventana y para su sorpresa un hombre estaba subido a la repisa de la misma. Un hombre vestido de murciélago humano.

– Profesor Crane, mi nombre es Batman y necesito hablar con usted inmediatamente- sentenció el Caballero Oscuro.

FIN DEL EPISODIO


1.- No estaría de más que revisaseis el número anterior, forasteros.

2.- Sería lo suyo tras lo que ocurrió en el primer número de esta serie.

3.- En el número anterior, madafacas.

4.- Releed el primer número de la serie. Y ya os adelantó que no es casualidad que haga dos veces referencia a ese ejemplar, fanboys.

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One Response to Batman: La Leyenda #17

  1. Tomas Sendarrubias says:

    El caso es tenernos con el corazón en un puño. ¿¿Quién es el nuevo Luciérnaga?? ¿¿Quién??

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