Invasores #6

invasores06Fueron los primeros. Lucharon por la libertad cuando más necesario era. Hoy, décadas más tarde, han vuelto.

#6 – Juegos de Guerra VI
Argumento: Correia
Guión: Tomás Sendarrubias


Fecha de publicación: Mes 145 – 5/10


Mansión Nacht, Alemania.

«Quiero la cabeza de Namor en una pica», pensaba Spitfire mientras evitaba el filo del escudo del Capitán Alemania por escasos centímetros, incluso a supervelocidad. Jack Monroe estaba siendo tremendamente certero. «No, quiero la cabeza de Namor y la de Extraño en dos picas…»

Lady Jacqueline Falsworth no estaba de buen humor, y un pálpito en sus sienes le indicaba que iba a empeorar mucho antes de mejorar, suponiendo que tuviera la oportunidad de volver a hacerlo. Todo aquello había sido más fácil en el planteamiento: unos nazis locos habían secuestrado a Jack Monroe, el Nómada, el segundo Bucky del Capitán América. Así que los Invasores (lo que quedaba de ellos) se había vuelto a reunir, con la ayuda del Caballero Negro y habían organizado la misión de rescate.

Pero Murphy había dado un giro a todo el asunto, y había resultado que frente a los nazis locos, estaban el Hombre Maestro y la Mujer Guerrera (lo más parecido a la plasmación física del concepto eugenésico del Übermen que los científicos del Eje habían podido conseguir), que habían conseguido pervertir la mente de Monroe para convertirle en su propia versión del Capitán América (escudo incluido) y Jacquie no descartaba la posibilidad de que algún otro viejo amigo, como el Hombre U, Cruz de Hierro o el Barón Sangre decidieran hacer aparición. Como el Doctor Extraño había decidido que necesitaba a Namor, y Jim Hammond no tenía poderes, en esos momentos, ella, Union Jack y el Caballero Negro se las tenían que ver con el Equipo de los SuperNazis1. Y no llevaban las de ganar.

-¡Spitfire!-gritó el Caballero Negro, y Jacquie tuvo que esquivar los brazos del Hombre Maestro, que trata de sujetarla, para poder prestar atención a lo que Dane iba a decir-. ¡Encárgate de la Mujer Guerrera!

«Claro», piensa Jacquie, «como si fuera tan fácil».


Jim Hammond no estaba contento.

Y el sentimiento de inutilidad no le ayudaba en nada.

Namor le había dejado de vigilancia antes de desaparecer con Extraño, y había seguido la evolución desde ese momento a través de la telemetría de Industrias Oracle incorporada al vehículo que habían utilizado para acudir a la mansión. Observó las armas que llevaban en uno de los compartimentos, pensando empuñarlas y lanzarse al grito de «Talley Hoo» sobre los nazis, pero descartó esa idea enseguida, ya que probablemente lo único que conseguiría sería añadir una preocupación más a sus compañeros.

Si todo fuera como debía ser, en aquellos momentos estaría envuelto en llamas y dirigiendo él mismo el rescate de Jack Monroe. Pero las cosas no eran así, y hacía mucho ya que las llamas estaban lejos de su alcance.

«Tendréis ayuda», había dicho Extraño, y Jim tuvo que esforzarse para confiar en las palabras del Hechicero Supremo. Realmente, nunca les había fallado… y sin embargo, Jim siempre se había sentido más cómodo con las cosas que podía tocar. Armas, fuego, y el crujido del cartílago aplastado por los nudillos.

Lanzó un bufido y volvió su atención de nuevo a la telemetría.

-Extraño, como falles, yo mismo te retorceré el cuello y te arrancaré el Ojo de Sauron que llevas al cuello…


Una enorme caja de herramientas se estrelló contra el lugar en el que una décima de segundo antes había estado el Caballero Negro, que masculló una maldición mientras desenvainaba la Espada de Ébano, sintiendo un latido cuando esta se acopló, como siempre, a su mano; mientras el Escudo de Avalon se materializaba en su otro brazo. De reojo vio a Union Jack desenvainando un cuchillo que arrojó contra Monroe (Dane se negaba a pensar en él como «El Capitán Alemania»), pero tuvo que alzar su propio escudo para detener un nuevo ataque del Hombre Maestro, que parecía decidido a lanzar todo objeto móvil del hangar como arma… y Dane se sorprendió a sí mismo dando gracias a Dios porque no hubiera decidido aún utilizar los propios vehículos como armas.

-Seréis corderos propiciatorios para el Reich de los Mil Años-gruñó Nacht, con una amplia sonrisa que hace que el Caballero Negro sienta ganas de meterle la mano por la boca y arrancarle el hígado, el estómago y al menos parte del intestino-. La superioridad aria se demuestra en este momento, seréis aplastados por el puño de la Nación, y vuestros amigos y descendientes servirán como esclavos a los verdaderos dueños del mundo…

-Oh, venga ya-gruñó Dane-. ¿No podemos dejar el proselitismo nacional-socialista para otro momento? Me da sarpullido…

Hombre Maestro se lanzó sobre Dane, obviamente irritado por su comentario sobre la propaganda nazi, y Dane tuvo que tragarse una sonrisa. Manejar a los fanáticos siempre había sido muy fácil. Detuvo el ataque del Hombre Maestro con el escudo, apoyando su peso en él para hacer palanca y obligarle a retroceder al menos un par de pasos, dándole margen de espacio para utilizar la espada, aunque no tenía muchas esperanzas en que sirviera de algo.

Lo mismo debió pensar el Hombre Maestro, que ni siquiera se inmutó cuando vio acercarse la espada. Los dos se sorprendieron cuando la Espada de Ébano cortó la tela del uniforme del nazi, cortando la piel y rasgando el músculo que había debajo, haciendo que la sangre manara copiosa por el pecho del Hombre Maestro, que miró a Dane atónito.

-Vaya-masculla Dane-. Parece que no eres tan duro como te creías…

Esta vez, el Caballero Negro no evita sonreír.


Joey Chapman notó como el vello de la nuca se le erizaba bajo la máscara al escuchar el estampido de la titánica caja de herramientas que el Hombre Maestro había lanzado al Caballero Negro, pero tenía sus propios problemas. Sin poderes ni armas mágicas, Union Jack sabía que el Hombre Maestro y la Mujer Guerrera podrían hacer carne picada con él sin demasiado esfuerzo, y aunque no se consideraba un cobarde, desde luego no era estúpido, así que en esos momentos, estaba frente al Capitán Alemania, que parecía preparado para lanzarle el escudo de cantos afilados y con una esvástica roja como signo. Decidido a anticiparse, Union Jack desenvainó uno de los cuchillos que llevaba en el cinturón, y lo lanzó hacia Monroe, tratando de alcanzar algún punto no vital, pero fue inútil. Monroe sujeto el escudo y lo bajó para evitar que el cuchillo de Union Jack le atravesara el bazo.

-Venga ya, Monroe-gruñó Union Jack, saltando para evitar el escudo, que voló rasante, de forma que le hubiera amputado los tobillos, y desenfundando mientras una pistola, con la que disparó tres tiros al brazo izquierdo del Capitán Alemania, que se limitó a buscar cobertura tras una columna mientras el escudo, guiado por magnetismo, regresaba a él-. Tú eres un Bucky… ¿sabes la mala imagen que da la esvástica que llevas en el pecho? Si el Capi te viera querría arrancarse los ojos.

-¡Solo hay un pueblo, solo habrá un Reich, sólo habrá un Führer2! -replicó Monroe, empuñando de nuevo el escudo y deteniendo con él dos nuevos disparos de Union Jack.

Joey estaba pensando una réplica ingeniosa, pero al escuchar el sonido de la voz de Monroe le hizo guardar silencio. Había algo extraño en su acento y en su forma de arrastrar las palabras y las eses. Si no fuera imposible, hubiera pensado que Jack Monroe estaba borracho.

-Los oídos del Capi sangrarían si te escuchara…-masculló Union Jack, utilizando una caja como trampolín para saltar sobre Jack, lanzándole desde el aire una patada alta, que Jack esquivó agachándose. Desde luego, no estaba borracho, y Joey lo corroboró por las malas cuando le agarró el tobillo, haciéndole perder el equilibrio. Union Jack tiene que lanzar una patada casi a ciegas con la otra pierna, que golpea de rebote la muñeca del Capitán Alemania obligándole a soltarle, y evitando así que Jack Monroe redujera su tobillo a astillas.

-Tu burda cháchara capitalista no te salvará la vida, necio-escupe Jack Monroe, tratando de decapitarle con el filo del escudo, abriendo su ángulo de defensa lo suficiente como para que Union Jack conectara un golpe con el codo en el rostro del Capitán Alemania.

-¿Te he dicho ya que me comas la polla, cabrón?-farfulla, encajando de nuevo un puñetazo en el hígado de Jack Monroe, que ahoga una arcada.


Por un momento, Lady Jacqueline Falsworth se dio por muerta. La viga que Mujer Guerrera había arrancado de uno de los rincones y había arrojado contra Spitfire había estado a punto de reventarle la cabeza como si fuera un melón podrido, y se había hundido en la pared, provocando un cortocircuito. De reojo, Spitfire vio que las chispas prendían en un montón de papeles amontonados, iniciando un pequeño fuego.

«Estupendo, por si teníamos poco…», piensa Jacquie, tratando de alejar a Mujer Guerrera de los demás. Mujer Guerrera ya había destrozado un pequeño avión, y Spitfire se dirige hacia los restos, cogiendo una vara metálica y arrojándola a Mujer Guerrera a supervelocidad. No le gustaba matar, pero si no detenía a Mujer Guerrera, ella sería la que terminaría ocupando un bonito rincón en el mausoleo familiar de los Falsworth en Londres. Pero la alemana detuvo la improvisada jabalina en el aire y la arrojó a un lado, con evidente desprecio. Aprovechando el gesto, y encendida por el desprecio, Jacquie toma impulso dando un giro completo al garaje a toda velocidad para lanzarse a toda velocidad contra Mujer Guerrera.

-¿Te bajarán los humos quinientos puñetazos a supervelocidad?-gruñe Spitfire, y piensa en Mujer Guerrera sucumbiendo a su ataque.

Con el cuarto golpe, Jacquie sintió que uno de los nudillos de su mano izquierda se fracturaba. Intentó seguir, pero fue igual de inútil.


El humo del incendio comenzaba a ser molesto, pero Dane no podía plantearse el ir a apagarlo. Por unos momentos, el Hombre Maestro se había amilanado por la presión de la Espada de Ébano, pero finalmente, el Caballero Negro había tenido que volver a retroceder por el empuje casi berserker del nazi.

-Os haremos puré-gruñó el Hombre Maestro-. Ya hemos empezado con vuestros ideales… ¿Cómo crees que se tomarán en América que uno de sus máximos representantes, un Bucky, ha abrazado los principios del nacional-socialismo?

El Caballero Negro detuvo un puñetazo con el escudo, pero el brazo le tembló, y escuchó un crujido, seguido de un dolor sordo cerca del codo. No aguantaría mucho más. Con un grito, utilizó el escudo para alzar las manos del Hombre Maestro, y lanzó un ataque con la Espada de Ébano, que rasgó el vientre del alemán. Un manantial de sangre brotó de la herida, y Maestro puso los ojos en blanco cuando tuvo que llevarse las manos al vientre para evitar que sus intestinos se desparramaran por el suelo. Atónito, Hombre Maestro cayó de rodillas.

-¡Esa herida puede ser mortal!-gritó el Caballero Negro, apoyando el filo de su espada en el cuello del alemán-. Si no obtiene atención médica en minutos, morirá, así que lo mejor es que os rindáis…

-¡Tengo a Monroe!-exclamó Union Jack, y Dane le miró de reojo, viendo que efectivamente, Chapman había conseguido incluso atar al «Capitán Alemania», que permanecía en el suelo, con la mirada perdida.

-Eh… chicos-interrumpió Spitfire-. Creo que a mi me tienen.

El Caballero Negro y Union Jack se giraron simultáneamente, y ambos vieron como la Mujer Guerrera sostenía a Spitfire a un par de palmos del suelo y sujeta por el cuello. Jacquie tenía varios desgarrones en el uniforme, y un importante cardenal en el pómulo izquierdo, pero aún así, trataba de parecer entera.

-Mi compañero entregará su vida por el Reich-dijo la Mujer Guerrera, apretando un poco su presa sobre el cuello de Jacquie, que trató de retorcerse-. Si parpadeas un poco más fuerte, zorra, te parto el cuello.

-Mierda…-gruñó Joey, mirando a Dane sin saber muy bien qué hacer.

-Apartaos de Monroe y de Nacht-ordenó la alemana, y mascullando un reniego, Dane dio un paso atrás.

La Mujer Guerrera sonrió.

Y en ese momento, algo brotó del humo.

Union Jack, el Caballero Negro y la Mujer Guerrera se quedaron atónitos viendo como una extraña criatura, de rostro metálico y envuelto en extrañas ropas, parecía flotar sobre las llamas. Spitfire por un momento pensó que la falta de oxígeno, la presión del momento o algún golpe en la cabeza la habían vuelto loca, pero la cara de estupefacción de la Mujer Guerrera la hizo darse cuenta de que estaba entrando de verdad.

-¿Visión?-masculló Jacquie-. ¿Aarkus3?

-Te recuerdo, alien-masculla la Mujer Guerrera-. No te acerques o le parto el cuello a tu vieja colega…

Aarkus, guardando un silencio espectral, se limitó a desaparecer. Mujer Guerrera miró a su alrededor, buscando al ykraniano, pero de pronto, se quedó completamente quieta, y la propia Spitfire notó el frío que transmitía el cuerpo de la alemana. Visión apareció tras ella, con los dedos suavemente apoyados en su espalda.

-¿Quién eres…?-masculló Union Jack, y los ojos de resplandor plateado del extraterrestre se posaron levemente en él.

-Un amigo-respondió, con cierto tinte metálico en la voz-. Extraño me envió.

-Al buen doctor le gustan los finales con tensión-gruñe Joey.

-Señores-. La voz de Jim Hammond llegó por el intercomunicador de Union Jack-. Si no salen de ahí pronto tendrán visita. Detecto a Cruz de Hierro, Meteoro… ¿Qué ha sido eso?

El sonido que Jim había escuchado había sido el crujido provocado por Visión al romper las manos de Mujer Guerrera y liberar a Spitfire, que no puede evitar mirar a su antiguo aliado con auténtica sorpresa.

-¿Cuándo…? ¿Dónde…? ¿Todo este tiempo…?

-Jacqueline, ¿puedes dejar el interrogatorio para después?-gruñó Hammond. Union Jack corrió hacia la puerta y la cerró justo a tiempo de evitar que el Hombre U entrara en el hangar.

-La puerta no va a aguantar mucho tiempo…-gruñó Union Jack, pero no terminó su frase, porque sintió un escalofrío cuando la capa de la Visión ondeó a su alrededor, envolviéndole junto a Dane, Monroe y Jacquie. Olió a humo, y sintió una sensación parecida a la de caerse… y cuando el ligero mareo desapareció, estaban fuera, junto al Hummer en el que habían llegado, y al largo de una hoguera que Hammond había encendido.

-Muy oportuno-comentó Dane, mientras se aseguraba de que Jacquie estaba bien.

-Cuando vi a Visión en la telemetría, supe que os haría falta humo para salir-respondió Jim-. Ha pasado mucho tiempo, Aarkus.

-¿Podríamos dejar los saludos para otro momento?-preguntó Union Jack, después de arrojar al sedado Jack Monroe a la parte trasera del Hummer-. Los alegres nazis de ahí dentro pronto se darán cuenta de que no estamos allí, y no creo que pierdan tiempo siquiera en ponerle las tripas en su sitio al Supernazi antes de salir a buscarnos…

-El joven Union Jack tiene razón-asintió Visión-. Habrá otros momentos…

-¿No vienes con nosotros?-preguntó Jacquie.

-No, mi camino no es el vuestro. Fui convocado por Extraño, y ahora debo volver a mis propios asuntos, pero el mundo no es lo suficientemente grande como para que no contéis con mi ayuda si es necesaria… Ahora, marchad. Vigilaré vuestra huida.

Jacquie pensó decir algo más, pero finalmente, ocupó su puesto en el coche, y sin más, Jim Hammond arrancó el Hummer, dispuesto a marcharse.

Tras ellos, quedó una silueta plateada, oscilando en la oscuridad.


¡¡CONTINÚA EN GUERRAS INFERNALES: CAPITÁN BRITANIA Y LOS EUROCORPS #1!!

1.- Un resumen muy breve de lo ocurrido en los números anteriores y que enlaza, por supuesto, con Guerras Infernales 1.

2.- Ein volk, ein Reich, ein Führer, una de las consignas del nacional-socialismo previo a la II Guerra Mundial.

3.- Aarkus de Ykraia, la Visión original, apareció por primera vez en Mistery Comics 13… bueno, mejor que lo demás os lo explique el jefe… (El jefe ya explicará todo en próximos episodios…)


¡OKEY, EJE, ALLA VAMOS!

Sí, soy un vago, he tenido que pedir ayuda para acabar la saga a tiempo (¡gracias Tomás!)

Se acaba la saga, que ya era hora, porque la continuación ya está publicada hace meses en GI: EuroCorps #1… Espero que os haya gustado, tras Renacimiento os esperan muchas sorpresas…

Por cierto, pronto podréis ver los maravillosos diseños que Bit está realizando para la serie. En nuestra página de Facebook ya están colgados.

¡Nos vemos pronto!

Chuck!

Tagged , , . Bookmark the permalink.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *