Daredevil #368

De niño, el hijo de Jack Batallador Murdock quedó ciego a causa de un trágico accidente. Ahora, cuando el sistema legal no resulta suficiente, el abogado Matt Murdock adopta su identidad secreta y se convierte en… Daredevil

#368 – Cría cuervos…
Por Bergil


Fecha de publicación: Mes 26 – 6/00


Daredevil respiró profundamente y se concentró, preparándose para acabar con el Buitre. Si antes de su rejuvenecimiento (1) ya resultaba difícil de vencer, desde que Adrian Toomes había abandonado la tercera edad por el extremo opuesto al que solía emplear el resto de los seres humanos se había convertido en un contrincante formidable. No podía permitirse el cometer un error, por mínimo que este fuera.

Por su parte, el Buitre estaba decidido a terminar con aquella pelea inmediatamente. Si se hubiera tratado de Spider-Man, quizá hubiera resultado divertido prolongarla un poco más, jugar con el arácnido aún a costa de tener que escuchar sus inacabables chanzas; pero aquel incordio de Daredevil se limitaba a esquivarle, saltando como una pulga sin que pudiera atraparle. Bueno, pues ya era bastante. Picó a fondo.


La Rosa paseaba nerviosamente arriba y abajo en su ático, pensando furiosamente. Mientras, sentada en el sofá, Dalila le contemplaba en silencio. En momentos como aquél, se preguntaba cómo era posible que un individuo tan indeciso aspirara a convertirse en el jefe del hampa neoyorquina, o al menos en uno de los que cortaba el bacalao.

Finalmente, la Rosa se detuvo.

– Está decidido. Iré.

– ¿Qué vas a ir? ¡Tú estás loco! Es evidente que se trata de una trampa. Todavía no sé de quien, pero dame tiempo y lo descubriré. Y cuando lo haga… -dejó la frase sin terminar, mientras hacía crujir los nudillos.

– ¡Ya sé que es una trampa! Por eso vendrás conmigo, y me sacarás de allí al primer signo de que algo raro está sucediendo. Pero no puedo permitirme el no aparecer, si es que quiero alcanzar un status de preeminencia. ¿Entiendes lo que quiero decir?


– Está claro, Peter -dijo Ben Urich. La fotografía que le había dado Peter flameaba en lo alto, mientras el periodista gesticulaba, excitado-. Quienquiera que esté ahora tras la máscara de Daredevil, no se trata de… -. Ben se cortó justo a tiempo: había estado a punto de traicionar el secreto de Matt.

– ¿Sí, Ben?

– …de quien habitualmente se calza los leotardos rojos. Como muy bien has notado (2), este nuevo Daredevil, además de seguir otro modus operandi, más, llamémosle, radical, más duro, es más bajo y menos corpulento que el otro. Resulta difícil de apreciar por ese traje semirrígido que usa, pero es evidente si se observa con atención. Además… -dijo Ben, tomando una lupa de su escritorio y examinando detenidamente las fotos que Peter le había traído-, parece tener la mandíbula menos cuadrada, más puntiaguda, y los labios más carnosos. Además, los pómulos están más marcados.

– Así que sabemos que hay alguien haciendo de Daredevil que no es Daredevil, ¿no?

– Exactamente…

– Lo que nos deja con dos cuestiones: una, ¿dónde está el verdadero cuernecitos?; y dos, ¿quién es éste tío?

– O esta…

– ¿Perdón?

– No, nada, estaba pensando en voz alta… gracias, Peter, me has sido de mucha ayuda. Nos mantendremos en contacto.


Melvin llegó a su casa después de dejar a Matt en la Cocina del Infierno tras la fisioterapia. Murdock parecía estarse recuperando muy bien de su lesión en la espalda. Desde luego, su fuerza de voluntad y capacidad de sufrimiento superaban todo lo que Melvin hubiese visto con anterioridad.

Giró la llave y entró en el apartamento. Silbando, se duchó y salió para encontrarse con Betty.


En su gimnasio, Cabeza de Martillo golpeaba sin descanso un saco de arena. El pobre instrumento de ejercicio estaba apunto de exhalar su último aliento, y vaciar su contenido en el suelo. Finalmente, cabeza de Martillo se detuvo. Si el saco pudiera, habría exhalado un suspiro de alivio.

El pensar no era el fuerte de Cabeza de Martillo. Él era un hombre de acción. Había llegado a la posición a la que se encontraba gracias a enfrentar los problemas directamente. Sí, usaba la cabeza, eso era cierto… pero no en el sentido habitual que se suele dar a la expresión.

A pesar de todo, como los demás capos, veía claramente que se trataba de una trampa. Sin embargo, sólo veía una salida posible: iría… y ya se vería qué es lo que ocurría.


Matt escuchó con atención. Nada. No había nadie (más específicamente, Karen no estaba allí) en el apartamento. Suspiró. Al menos, el día no había sido una completa pérdida. Foggy había hecho un buen trabajo con aquel asunto que le había comentado el tal Norvell, y ya le había comunicado a éste cuál era la situación (3). Era agradable comprobar que, en ocasiones, el Derecho sí que servía para algo… Ordenó a la silla de ruedas dirigirse a la cocina, cogiendo al vuelo el mando a distancia del equipo de música y conectando la radio mientras iba a tomar algo.


Daredevil no se movió ni un milímetro mientras el Buitre descendía a toda velocidad. Justo en el último segundo, se hizo a un lado. Agarró el extremo del ala de su rival y, aprovechando su fuerza, le hizo describir un giro que le estrelló contra la pared. Eso no bastó para dejarle inconsciente. Sacudió la cabeza mientras se levantaba, en un intento de despejarse antes de que Daredevil le golpeara de nuevo. Pero no fue lo bastante rápido. Con una velocidad cegadora, Daredevil estaba ante él, y le propinó un directo a la mandíbula que le dejó inconsciente.

Daredevil paseó su mirada por la nave, buscando algo con que atar al Buitre. Al no ver nada, arrancó el cable de la televisión de la pared y aprisionó los brazos y las alas del villano. Cuando terminó, se alzó; pero se detuvo a medio camino, al oír una voz a sus espaldas:

-Muchas gracias, cuernecitos. Me acabas de hacer todo el trabajo…


Fortunato acariciaba rítmicamente la nuca de su perro, mientras veía cómo volaban los pájaros en el jardín. A pocos metros, sus guardaespaldas vigilaban en silencio, las manos apoyadas en las culatas de sus armas, preparados para actuar a la menor señal de peligro.

Fortunato dio la vuelta y entró en la casa. Encendió el ordenador y envió un mensaje compuesto de tres únicas palabras: Uno. Esta noche. Luego, pulsó el botón de enviar. el mensaje se cifró y fue enviado de tal manera que nadie pudiera ser capaz de rastrear ni el origen ni el destino.

Fortunato apagó el ordenador, se giró y volvió a salir al jardín, a sentarse al sol. El perro le siguió y se tumbó a sus pies.


Melvin comenzaba a preocuparse. Betty era escrupulosamente puntual, y aquella cita era especialmente importante. Ya pasaban treinta minutos de la hora acordada, y nada.


– …bien, cuéntame cómo te ha ido -. Matt se sorprendió al escuchar la voz de Karen. Hizo girar la silla y se dirigió hacia la puerta-. Paige Angel te escucha.

Matt se paró en seco. ¡Ya sabía cuál era el misterioso trabajo de Karen!


En una ciudad como Nueva York, sólo era cuestión de tiempo que algo se supiera. La noticia de la reunión corrió como un reguero de pólvora por los bajos fondos. Todos los jefecillos que no habían sido convocados siguieron con sus pequeñas operaciones, mientras esperaban expectantes el resultado de la reunión en la cumbre.


Daredevil se giró lentamente, los músculos en tensión. Frente a él se encontraba otro individuo de traje alado. Aquello estaba convirtiéndose en una molesta costumbre: primero el Búho, luego el Buitre, ahora aquel tipo… ¿Cómo se llamaba? ¿El Cuervo? ¿El Grajo? No, era algo parecido… ¡Ya estaba! ¡Urraca!

En efecto, era Simon Maddicks, la Urraca Asesina, quien se encontraba frente a Daredevil.

– No creas que no te lo agradezco, Daredevil. Eliminar al Buitre para que yo pueda quedarme con el botín me evita el esfuerzo de enfrentarme a él. Compréndelo -dijo con una mueca sarcástica, mientras apuntaba con sus muñequeras a Daredevil para freírlo con un rayo doble-, no se trata de nada personal, pero…


Matt escuchó con atención el programa de la radio. No había ninguna duda, se trataba de Karen. Nunca la había escuchado así, y estaba encantado. Demostraba una gran sensibilidad al hablar con sus oyentes, consiguiendo que acabaran contando el programa que les había impulsado a realizar la llamada.

«Dios mío«, pensó, «si no la conociera ya, me enamoraría de esa chica«.


Cabello de Plata mantenía la misma postura de concentración desde que había recibido el mensaje: las puntas de los dedos unidas, las palmas ligeramente separadas, los índices apoyados en el entrecejo y los pulgares en la barbilla. Sin embargo, sus pensamientos no eran menos veloces que los de la Rosa, aunque no los exteriorizara tan abiertamente. Era evidente que, como mínimo, no se trataba de una reunión absolutamente inicua, pero ¿quién podría estar detrás de aquello? El texto de la nota que había recibido era verdaderamente escueto, y no indicaba más que el lugar y la hora. Finalmente, se decidió y pulsó el botón del intercomunicador.

– ¿Ha llegado ya?

– Sí, señor Manfredi. Está esperando.

– Hágala pasar.

La puerta se abrió, y una persona envuelta en una amplia gabardina y que se cubría la cabeza con un sombrero de ala ancha que no dejaba ver con claridad sus facciones entró en la habitación. Una vez hubo cerrado la puerta, se volvió hacia Cabello de Plata y caminó hasta detenerse delante de la enorme mesa de despacho. Una vez allí, esperó en silencio.

– ¿A qué la charada de mantener la identidad secreta? -dijo Cabello de Plata con una media sonrisa-. Los dos sabemos perfectamente quién eres, querida, así que quítate esa ropa.

En silencio, el interlocutor de Cabello se quitó sombrero y gabardina, dejando al descubierto el mortífero exoesqueleto, con la cola terminada en un aguijón letal, que llevaba la mujer conocida como Escorpia (4).

– ¿Qué es lo que quieres, Cabello?

– No seas tan insolente conmigo, muchacha. Recuerda que fui yo quien te convirtió en lo que eres ahora.

– ¿Y? ¿Crees que por ello tengo que estarte eternamente agradecida? -con un movimiento velocísimo, Escorpia saltó sobre la mesa, mientras apoyaba la punta de su aguijón en el cuello de Cabello de Plata.

-No, pero sí que deberías mostrarme un poco más de respeto por ello, ya que no lo haces a mis canas…

– No fuerces tu suerte, Cabello de Plata. Vayamos al grano. Repito: ¿qué es lo que quieres?

– Se ha convocado una reunión de lo que los periódicos llaman los jefes del hampa de la ciudad. Por motivos obvios, no voy a ir. En mi lugar, irás tú.

– ¿Yo? ¿Por qué?

– Por varias razones. Es una trampa, como ya he dicho me debes el ser lo que eres ahora, y puede pasar cualquier cosa.

– Ya veo. Así, si pasa algo, sólo será la pobre Escorpia la que caiga en combate, y no el propio señor Manfredi.

– ¡No seas estúpida! -dijo Cabello, perdiendo el control por un  instante y pegando un puñetazo sobre la mesa-. Si algo pasara, tú tienes más posibilidades que yo de salir con bien de todo ello. Yo estaré presente por videoconferencia, así que tú sólo habrás de estar allí. Y si algo pasara, y accidentalmente eliminaras a alguien… Bueno, son cosas que pasan, ¿no?

Escorpia no dijo nada, pero sonrió ampliamente.


Urraca disparó… y falló. Moviéndose a velocidad cegadora, Daredevil se había apartado de la línea de fuego, y el rayo impactó en el Buitre. De haberse tratado de un Buitre anciano, con el traje antiguo, lo más probable es que hubiera muerto; pero se trataba de un Buitre joven, en la plenitud de sus fuerzas, y el nuevo traje que vestía estaba reforzado. Así pues, el efecto del rayo, aparte de unos moratones que desaparecerían en pocos días, fue el de fundir el cable que aprisionaba al Buitre. Poniéndose rápidamente en pie, se lanzó contra su rival, impulsado por una rabia cegadora.

– Conque querías quedarte con mi botín, ¿eh? Muy apropiado, teniendo en cuenta tu nom de guerre. ¡Ahora verás, Urraca!

Muy astutamente, el Buitre había buscado el cuerpo a cuerpo, en el que los rayos de su oponente resultarían inoperantes. Ambos contendientes intercambiaron golpes sin darse un respiro, mientras Daredevil… ¿qué hacía Daredevil? Se había ocultado en las sombras, disfrutando con el espectáculo.


Melvin estaba definitivamente nervioso. Ya había pasado más de una hora y media, y Betty no aparecía. Desesperado, decidió ir a la policía.


En su despacho, Wilson Fisk sonrió satisfecho. Sabía perfectamente que todos sospecharían que la reunión convocada se trataba de una encerrona. Pero también sabía que todos, o al menos la gran mayoría, acudirían allí. No podían permitirse no hacerlo: era demasiado lo que estaba en juego.

Su sonrisa se hizo más amplia. Todos estaban bailando al son que él marcaba. Volvería a ser el Kingpin… y nada ni nadie podría impedírselo.


Matt oyó que alguien llamaba a la puerta. Respiraba agitadamente, y su corazón iba a mil por hora. Casi era difícil identificar el hecho de que se trataba de…

– ¡Melvin! ¡Melvin Potter! ¿Qué haces aquí a estas horas?

– Necesito su ayuda, señor Murdock. No sé a quien más acudir.


(1) Que tuvo lugar en El Asombroso Spider-Man # 387.

(2) En el número anterior.

(3) Lee Historias de Midgard en El poderoso Thor # 511 para saber cuál es la situación.

(4) Apareció por primera vez en el número 2 de la Serie Limitada Spiderman: El poder del terror.


Bienvenidos a Derecho de réplica-bergil@altavista.net, el correo de los lectores de la colección de Daredevil. Aquí me tenéis para resolver cualquier duda que pueda surgir sobre el discurrir de la colección.


En el próximo número: ¿Qué ha ocurrido con Betty? ¿Cómo va la reunión de los capos? Y la reaparición de Betsy Walkers. Todo ello en Daredevil # 369. Nos vemos en el número de Agosto.

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