Caballero Luna #65

Caballero Luna #65Tiene muchos nombres: Marc Spector, mercenario. Steven Grant, playboy. Jake Lockley, taxista. Todos ellos no son sino una fachada para el héroe que ha vuelto por dos veces de la muerte, el Puño Vengador de Khonshu… el Caballero Luna

#65 – Segundas oportunidades
Por Alex García


Fecha de publicación: Mes 17 – 9/99


Marc Spector seguía el camino que le llevaría hacia esa luz brillante que sabía le devolvería la vida, a través de la inmensa oscuridad que le rodeaba.

¿Cuánto tiempo llevaba? ¿Días? ¿Meses? ¿Años, quizá? De alguna manera eso no le importaba; cualquier muestra de fatiga o abandono desaparecía al recordar a sus amigos: Frenchie, su compañero desde su época como mercenarios, Marlene… sobre todo a Marlene. La perspectiva de volver a ver a su amada le dio nuevas fuerzas.

«Ya voy, Marlene«

«¡NO!«

Marc se volvió, sorprendido no tanto por el hecho de no estar solo en esa oscuridad absoluta sino por la voz que había pronunciado esa palabra, cuyo eco aún seguía resonando. Era una voz que rara vez se había dirigido a él. Un temor reverencial le hizo ponerse de rodillas cuando ante él se materializó la imagen de Khonshu, el dios vengador de la luna.

– ¿K-Khonshu? – tartamudeó – Entonces, no hay duda ahora. Estoy muerto.

SÍ, MARC SPECTOR, PUÑO DE KHONSHU, ASÍ ES, Y EL CAMINO QUE AHORA ESTÁS SIGUIENDO ES EL QUE TE LLEVARÁ DE NUEVO AL MUNDO DE LOS VIVOS. PERO DE NUEVO DIGO NO.

– Pero, ¿por qué? – Se mordió la lengua en cuanto dijo esto. No estaba en su mano criticar a un dios, y menos aún al que podía devolverle a la vida. ¿Cuál sería su castigo por su insolencia?

Aparentemente, Khonshu ignoró esa falta de respeto, ya que siguió hablando.

PORQUE AL FINAL ME HAS FALLADO, MARC SPECTOR. YO NO CONCEDO EL DON DE LA VIDA A CUALQUIER MORTAL, Y MENOS PARA SATISFACER NECESIDADES EGOÍSTAS. EL PUÑO DE KHONSHU DEBE SERVIR A LA JUSTICIA, AUNQUE ESO LE SEPARE DE AQUELLOS A QUIENES AMA.

– Pero – empezó a decir, pero se interrumpió: ante él empezaron a desfilar incontables imágenes: una aldea arrasada, los cuerpos de hombres, mujeres y niños mutilados y esparcidos por el suelo por igual, mientras soldados de afiliación desconocida lo celebraban con un trago; un hombre delgado que afilaba su navaja con regocijo después de haber cometido su enésima violación, que no sería la última; tres jóvenes de apenas catorce años observando con atención una jeringuilla llena de algún líquido, jugándose a suertes quién sería el primero en inyectarse el contenido; una mujer apoyada en una farola que buscaba algún cliente desesperadamente por miedo a que su chulo la matase; el marido que pegaba brutalmente a su mujer después de beber. Todas esas imágenes y muchas más fueron las que vio. Cerró los puños con furia.

Pero eso no era todo: una nueva sucesión de imágenes, mucho más familiares, apareció. El general Bushman, Morfeo, Medianoche, Anubis, Espectro Negro, el Duende, el Sin Banderas, Víbora y otros le señalaban y reían. Se miró, y vio que llevaba puesto su uniforme.

– No puedes hacer nada, Spector – dijo el general Bushman, el hombre que le mató por primera vez -, estás muerto.

– Sí – dijo la cara deformada de Anton Mogart, el Medianoche original – , ahora sí estamos empatados, Marc. Justo castigo por lo que le hiciste a mi cara y por matar a mi hijo.

– Eso no es… – empezó a decir Marc, pero otra voz le interrumpió.

– Se acabó esta vez, Caballero. Es hora que duermas el sueño final – era la demoníaca figura de Morfeo quien había hablado.

Las voces de sus enemigos coreaban lo mismo: has perdido, ríndete. Los muertos no pueden detener a los vivos. A partir de ahora, podremos hacer lo que queramos.

Un gruñido de rabia brotó de la garganta de Marc.

– No podéis – dijo con firmeza -, no os dejaré – pero el coro de voces continuaba: no hay nada que puedas hacer, ríndete, abandona.

– No les hagas caso, Luni – dijo una voz detrás suyo. Se volvió para ver la silueta enmascarada de Spiderman -, si has podido una vez con ellos, podrás hacerlo una segunda. Las manos quietas, colega – dijo mientras le daba una patada al Duende en la cara.

– Pero – empezó a decir; la desesperación había empezado a dominarle -, ¡Son demasiados! Por cada uno al que derroto surge otro para tomar su lugar. ¿No acabará nunca esta maldita lucha?

– Tu problema es que eres blando, Spector – dijo Frank Castle, el Castigador, a su derecha mientras vaciaba el cargador de su UZI en el estómago de Sin Banderas -; te puedo asegurar que con mi método no hay muchos que vuelvan.

– Parece… tan fácil – replicó, confuso, Marc.

– No lo es – Destructor Nocturno, ante él, golpeó en la cara al Medianoche cyborg -. Cuando empecé mi carrera, yo también pensaba que ésa era la única solución. Pero no lo es: es el problema. Una flecha pasó silbando junto a su cabeza. La punta se rompió y salió de ella una red que envolvió a Escorpio, derribándolo.

– Vamos, Marc, espabila – dijo Ojo de Halcón -, no tenías tantas dudas cuando estabas en los Nuevos Vengadores.

– Entonces estaba influenciado por Khonshu – miró a su alrededor, pero no vio ni rastro del dios -, y creo que él no tendría dudas a la hora de matar a los culpables.

– Estás hablando de un dios, Caballero – dijo Daredevil mientras arrojaba su bastón hacia el Bufón, destrozando la caja que tenía entre las manos y golpeándolo en la cara de rebote -, no puedes intentar comprender el razonamiento de un ser así.

– No… no sé qué hacer – replicó.

– Sí lo sabes, Marc – dijo un hombre vestido simplemente con una camisa amarilla, pantalones tejanos y mocasines -; siempre lo has sabido.

– Jack Russell – dijo Marc.

– Sí, Jack Russell, el Hombre Lobo – dijo con una sonrisa -, la mayor de las maldiciones, una amenaza para los que me rodean y para mí mismo. Lo más fácil – dijo, mientras su cuerpo empezaba a cubrirse de pelo – habría sido matarme, acabar con mi miseria. Pero no lo hiciste. Intentaste ayudarme, y en cierta forma lo lograste. No te des por vencido tan pronto, Caballero Luna, tu lucha acaba de empezar – y ya en su forma de licántropo se alejó corriendo.

Súbitamente, todo el mundo desapareció. Todo el mundo salvo Bushman.

– Bueno, Spector, parece que al final todo se reduce a nosotros dos – pasó el filo de su cuchillo por su lengua -, como debe ser.

Bushman, cuchillo en mano, saltó a por el cuello de Marc; éste rápidamente sacó su porra y bloqueó la muñeca de Bushman con ella. Bushman le golpeó con la cabeza en la cara, haciéndole retroceder. Un tajo de Bushman marcó una línea en su uniforme y en su costado derecho, haciéndole sangrar.

Sin detenerse a mirar su herida, agarró la mano que tenía el cuchillo, y bloqueando la pierna izquierda de Bushman con su propia derecha, se giró, arrastrando a Bushman y tirándolo al suelo. Sin soltar su presa, pateó el codo de Bushman, rompiéndolo y obligándole a soltar el cuchillo, que se hundió en la negrura y desapareció. Rápidamente Marc se colocó sobre el derribado Bushman, con uno de sus luna-dardos en la mano. Ésta era su oportunidad de librarse de Bushman para siempre.

Observó la garganta de Bushman: un corte rápido y limpio, y después… el final.

– ¿A qué esperas, Spector? ¡No volverás a tener una ocasión así! – se mofó Bushman, convencido de que Marc no sería capaz.

– Muy cierto – empezó a acercar el dardo a la garganta de su oponente.

Vaciló. Era tan tentador… librarse por fin del que posiblemente fuese su peor enemigo. Y luego, ¿qué? ¿Matar a todos sus enemigos? Ése era el camino del Castigador, pero ¿era el suyo? ¿Era acaso el de Khonshu? Después de todo él había matado gente en su época de mercenario; en defensa propia, pero lo había hecho. ¿Por qué dudaba ahora?

Porque no podía hacerlo. Tal vez Marc Spector hubiese podido, pero había muerto años antes en una tumba egipcia. Él era el Caballero Luna, el Puño de Khonshu, y ése era el camino que había escogido.

– No voy a matarte, Bushman – dijo -; no lo necesito. Pero ahora veo lo que Khonshu quería decirme: el Caballero Luna no debe anteponer sus necesidades a las de los demás. Por tanto, voy a hacer lo imposible por volver, pero no por mí, sino para acabar con la escoria como tú, aunque tarde años.

– Tu funeral, Spector – respondió con una sonrisa -. Por tercera vez.

– Veremos – replicó.

Lentamente, guardó el dardo y se apartó de Bushman, quien desapareció con una mueca burlona.

Marc se volvió para ver la imagen de Khonshu flotando ante él.

¿Y BIEN, MARC SPECTOR?

– Lo he comprendido, Khonshu – dijo, esta vez mirando directamente a los ojos del dios -. Quiero volver.

AHH, PERO ¿ESTÁS SEGURO, PUÑO DE KHONSHU? ¿ACEPTAS SERVIRME, AÚN SABIENDO QUE PODRÍAS NO VER NUNCA MÁS A TUS SERES QUERIDOS?

La sombra de una duda pasó por su mente al acordarse de Marlene, pero la desechó rápidamente. Siempre amaría a Marlene, pero mucha más gente dependía de él.

– Más seguro ahora que nunca, dios de la luna.

EN ESE CASO, VE CON MIS BENDICIONES, MARC SPECTOR. Y SABE QUE KHONSHU ESTÁ SATISFECHO CON TUS ACCIONES, Y QUE JAMÁS HE TENIDO MEJOR SERVIDOR. VE CON TUS SERES QUERIDOS, Y RECUERDA QUE SIEMPRE ESTARÉ OBSERVÁNDOTE. BUENA SUERTE, MARC SPECTOR, CABALLERO LUNA, PUÑO DE KHONSHU.

Marc se quedó sin palabras. Después de todo, ¿qué se puede decir ante los elogios de un dios? Confiando en que Khonshu no lo tomaría como una falta de respeto, caminó hacia la luz, que había vuelto a aparecer. Tras él quedó la enigmática figura de Khonshu, y si Marc se hubiese quedado un poco más tal vez habría podido oírle decir:

BUENA SUERTE, HIJO MÍO. EN VERDAD QUE LA VAS A NECESITAR…


La misteriosa figura que había seguido a Marc en su trayecto no se detuvo a contemplar la escena. Ni siquiera la visión de su más odiado enemigo le hizo detenerse. En ese momento anhelaba algo más que la venganza.

Anhelaba la vida.

Rápidamente, el hombre se dirigió hacia la luz que había estado guiando a Spector, y una carcajada animal salió de su garganta.

La risa de un chacal.


Los tres monjes observaron a la desnuda figura inerte que yacía sobre el altar, esperando. Sabían que no podía faltar mucho tiempo para que se levantase, su dios se lo había dicho.

Tiempo… ¿qué era el tiempo para estos tres ancianos, que llevaban siglos al servicio de Khonshu, ellos que podían ver el futuro y el pasado con tanta claridad como el presente? Aún así, ninguno pudo ocultar una breve expresión de regocijo cuando el cadáver empezó a moverse.

Despacio, casi con miedo, Marc Spector se alzó de entre los muertos.

– Sé bienvenido, Puño de Khonshu – dijo uno de los monjes.

– ¡Alabado sea el Puño de Khonshu, que por dos veces ha vuelto de la muerte! – proclamó otro.

– ¡Que Khonshu le proteja para que pueda continuar con su tarea! – dijo el tercero.

Marc miró a su alrededor, incrédulo. Sin duda, ésta era la misma cámara donde había conocido a los monjes por primera vez. Así pues, ¿había estado muerto? Le parecía recordar algo, la imagen de Khonshu… ¿hablándole? Le costaba recordar… Poco a poco, lo ocurrido en el reino de la muerte iba borrándose de su memoria.

– Otra vez vosotros, ancianos. ¿Qué nueva misión me transmite Khonshu a través vuestro? – preguntó, con una sensación de… ¿ansiedad?

– La misma de siempre, Puño de Khonshu – dijo uno.

– Proteger a los inocentes, defender la justicia – añadió otro.

– Y ser el puño de la venganza – concluyó el tercero.

Marc suspiró. No podía escapar a su destino, y después de todo, era el destino que él mismo había escogido.

– De acuerdo – dijo con determinación -, es hora de que el Caballero Luna vuelva a vivir – uno de los monjes cogió algo de un arcón. Cuando se volvió, Marc pudo apreciar que llevaba prendas de color negro y plateado, que Marc dedujo eran un uniforme -. Err… escuchad, ya he tenido bastante de ankhs y símbolos egipcios grabados en brazaletes… – se interrumpió al ver el uniforme.

Una pequeña y blanca luna creciente destacaba en el pecho del traje; cuando cogió los brazaletes observó que no eran dorados ni tenían ningún tipo de grabado, sino que eran plateados y estaban dotados de dispositivos lanzadores de dardos. Un escalofrío recorrió su espalda al sujetar la porra de adamántium.

– Este… este traje… – «es el que llevaba cuando morí«, quería decir Marc, pero las palabras murieron en su garganta.

– Khonshu te conoce, Marc Spector – dijo uno de los monjes -, y ha decidido que le representes con los atavíos con los que te encuentres más cómodo.

– Bien – dijo Marc después de recobrar el aliento -, ¿Y ahora qué? ¿Volveré a tener visiones vuestras el resto de mi vida, diciéndome lo que tengo que hacer? – preguntó, algo molesto por la idea de pasar otra vez por lo mismo.

– No, Puño de Khonshu – Marc lo miró, sorprendido -, ya no necesitas nuestra guía; has visto y aprendido mucho, tanto en la vida como en la muerte; a partir de ahora, sólo tu voluntad y la de Khonshu guiarán tu camino.

Marc empezó a ponerse su uniforme; al rato, una imponente figura negra y plateada ocupaba el lugar donde antes había habido un simple ser humano. Una agradable sensación de calor inundó su cuerpo.

– Es la hora – dijo, y se dirigió a la salida por el mismo túnel que ya recorriese años atrás. Los tres monjes declararon al unísono:

– Khonshu guíe tu sino, Caballero Luna.


Jean Paul Duchamp dio un respingo y dejó caer su taza de café, que se estrelló contra el suelo, desparramando el líquido. Algún cliente de la cafetería se volvió en su dirección, para volver a sus asuntos inmediatamente.

– ¿Te pasa algo, Frenchie? – le preguntó Crawley -, parece que hubieses visto un fantasma.

– Lo… lo siento, Crawley. Por un momento sentí… como si alguien caminase sobre mi tumba, no sé si me entiendes – Miró al suelo y vio lo sucedido. Intentó recoger los trozos de la taza, pero no era fácil desde su silla de ruedas.

– Déjame, yo lo haré – dijo Crawley -. Después de todo, no queremos que nuestra ilustre anfitriona se altere, ¿verdad?

Frenchie sonrió, pero en su interior sentía un cosquilleo que no podía ignorar.

¿Qué estaba pasando?


La luna dominaba el cielo cuando del túnel salió el Caballero Luna. A su espalda la entrada al túnel desapareció, como sabía que sucedería. Aspiró profundamente y contempló la fascinante visión del Valle de los Reyes.

«Realmente quita el aliento – pensó -. Y voy a perder todavía más aliento en el camino de vuelta a casa, a no ser que haya un servicio de alquiler de coches por aquí cerca – sonrió -; debería habérselo pedido a los monjes. Quién sabe, igual me hubiesen conseguido un billete de avión de primera clase para Nueva York.«

Mientras pensaba en esto, el sonido de un jeep le hizo volverse.

– ¿Es demasiado tarde para pedir un millón de dólares? – dijo en voz alta – Bueno, me conformaré conque el conductor no tenga problemas en llevar a un chalado con máscara y capa.

El jeep empezó a acelerar. Marc se dio cuenta de que no tenía intención de frenar, y aún peor, se le echaba encima. En el último momento saltó a un lado, al tiempo que de su brazalete salía disparado un dardo que reventó una de las ruedas delanteras del coche. El conductor se apeó; Marc pudo ver que era un hombre vestido con ropas de diseño claramente egipcio, con una máscara dorada en forma de chacal.

– ¡Anubis! – exclamó – Pero ¡si estabas muerto!

– Al igual que tú, Puño de Khonshu – bajo el casco su voz tenía un tinte metálico -; y como la vez anterior, he resucitado contigo. Se ha formado un lazo entre nosotros, y siempre que tú vuelvas yo estaré allí para encargarme que vuelvas a reunirte con Khonshu – los ojos de la máscara empezaron a brillar.

«Lásers«. Marc se agachó justo antes de que dos rayos carmesíes le arrancasen la cabeza de los hombros, al tiempo que dos dardos en forma de media luna salían despedidos hacia la máscara de Anubis, destrozando uno de ellos uno de los ojos.

– No está mal – concedió Anubis -, veo que la muerte no te ha privado de tus habilidades. ¡Pero tampoco a mí! – un nuevo rayo surgió de su máscara, rozando el hombro del Caballero, quien se abalanzó sobre él.

Consciente de que Anubis poseía una fuerza sobrehumana, y él no, Marc golpeaba y se retiraba, sin dar tiempo a su oponente para contraatacar; tan obstinado se hallaba Anubis en golpearle que se olvidó de utilizar las armas de su máscara, tal y como el Caballero había planeado.

Sin que ninguno de los contendientes lo advirtiese, una tempestad de arena se había ido formando, y ahora empezaba a envolver a ambos. Anubis, con su fuerza, se reía de las salvajes acometidas del viento. Marc no tenía tanta suerte; sus movimientos se veían limitados por su falta de visión y la dificultad para respirar. Finalmente, el puño de Anubis le golpeó, rompiéndole una costilla. Jadeando, el Caballero Luna cayó de rodillas.

– ¡Khonshu! – exclamó Anubis – ¡Mira bien, Khonshu, pues esta noche tu puño muere, como pronto morirás tú! – y con una carcajada salvaje, el único ojo sano de la máscara empezó a brillar amenazadoramente.

«Así que todo termina aquí; qué pronto«, pensó. A su mente acudió una situación similar: el estaba en el Domo, su base, tras haberlo sellado para proteger a los demás de la explosión. Ante él estaba el holograma de Set, el villano que había creado el virus Hora Cero. De repente, la imagen de Set empezó a hacerse borrosa, a cambiar, a convertirse en… no podía recordarlo, pero algo en su interior le decía que quien quiera que fuese, seguía vivo, y el virus con él. «Da igual«, pensó. «A donde voy – a donde vuelvo -, eso no tiene la menor importancia«.

Súbitamente ocurrió lo impensable: la arena empezó a abrirse a los pies de Anubis, formándose una grieta que se lo tragó; a duras penas, Marc consiguió apartarse de la grieta.

– ¡Noooo! – gritaba Anubis mientras caía – ¡No ganarás! ¡Volveré, Puño de Khonshu! ¡Volvereeeeee!

– Parece que efectivamente, Khonshu estaba mirando – fue lo único que dijo Marc antes de buscar refugio entre las rocas.


Eddie dormía plácidamente en su caja de cartón, resguardado de las inclemencias del tiempo. No vivía mal para ser un vagabundo, después de todo. Harry, el de la tienda de ultramarinos, era bastante amable y le pasaba alguna lata de comida y frutas todos los días, además de darle algo de dinero por ayudarle a cargar cajas. Sí, Eddie estaba contento con su vida, aunque esperaba prosperar algún día; quizás Harry le ayudase. Por eso, cuando vio al hombre que se tambaleaba al fondo del callejón, no pudo hacer otra cosa que ofrecerle su ayuda.

– ¡Eh, amigo! ¿Por qué aguantar este chaparrón? ¡En esta caja cabemos dos! ¡Y seguramente tengas hambre! Tengo algo de comida, si quieres.

– Sssssií – siseó la figura -, tengo mucha hambre.

– En ese caso tengo… ¡Urrk! – la mano del otro hombre sujetó a Eddie por la garganta, alzándole con increíble fuerza. Antes de que la lata de sardinas que Eddie había dejado caer tocase el suelo, su vida había terminado.

Sólo quedaba un cadáver reseco.

La siniestra figura se apoyó en la pared y se llevó las manos a las sienes, intentando despejar su mente.

– Yo… ¡ya recuerdo! – dijo con alegría – ¡Maldito seas! – alzó los puños hacia el cielo, como si allí estuviese el blanco de su ira. Se calmó; en realidad sólo había perdido un año, y tenía toda la eternidad por delante.

Con una diabólica sonrisa, el extraño ser se alejó corriendo bajo la lluvia.


La mañana sorprendió a Marc Spector dormido, apoyado contra una pared. Cuando abrió los ojos, se sorprendió de ver que no estaba cubierto de arena, y tampoco vio la grieta por ningún lado; habría pensado que lo ocurrido había sido una ilusión de no ser por el jeep, que estaba a unos pocos metros, intacto salvo por la rueda pinchada.

Cuando hubo cambiado la rueda – gracias a Dios (¿A Khonshu?), en el jeep había una rueda de recambio -, se montó en el coche, y tras un último vistazo a la pared de roca donde había estado la entrada al templo de Khonshu, Marc Spector emprendió el camino de vuelta a la civilización.


Marlene Alraune se despertó en plena noche; un sueño sobre Marc. No tenía ninguno desde hacía un año, un sueño en el que él volvía a la vida y no hacía nada para salvarla de un asesino que la perseguía. Pero éste último sueño era distinto: Marc – no, el Caballero Luna -, luchaba contra cientos de enemigos para salvar su vida, y al final salía victorioso, como había hecho en vida. Hasta el final, se corrigió. Una lágrima rodó por su mejilla para caer en las sábanas, siendo acompañada inmediatamente por muchas más.

– ¿Por qué no puedo olvidarte, Marc? – dijo en voz alta. No recibió respuesta.

Afuera, la luna creciente brillaba con cada vez mayor intensidad.


PRÓXIMO NÚMERO: ¡El retorno del Caballero Luna a Nueva York! También vuelve ¡Morfeo! Héroe invitado: ¡Daredevil!


LUNABASE

Hola a todos. Empezamos nueva etapa del Caballero Luna, y espero que os guste este nuevo número. Para cualquier crítica, sugerencia o apoyo, (sobre todo eso último) escribid a alexmola@hotmail.com

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