Daredevil #359

Daredevil #359De niño, el hijo de Jack Batallador Murdock quedó ciego a causa de un trágico accidente. Ahora, cuando el sistema legal no resulta suficiente, el abogado Matt Murdock adopta su identidad secreta y se convierte en… Daredevil

#359 – Labor de camuflaje
Por Bergil


Fecha de publicación: Mes 17 – 9/99


¿¡¿Tú?!? -Matt no acababa de creerse lo que sus sentidos le decían. Allí, en el salón de su apartamento, estaba sentada Elektra. Su sentido del radar le decía que el vestido de noche que llevaba se ajustaba a su cuerpo como una segunda piel; su oído, que el roce que percibía era el de la seda más cara; su olfato, que Elektra iba perfumada con el más caro de los aromas. No era extraño que Karen se hubiese ido mosqueada. A ver cómo voy a convencerla de que entre Elektra y yo ya no hay nada de nada… pensó-. ¿Qué es lo que quieres?

– Hola, Matt. Yo también estoy encantada de volver a verte. Tienes buen aspecto, para haber muerto y resucitado (1) -dijo, mientras una sonrisa curvaba la comisura de sus labios.

– Mira quién fue a hablar, Elektra: tú tampoco es que tengas un aspecto precisamente fúnebre (2) -replicó rápidamente Matt, mientras comenzaba a quitarse el traje de Daredevil-, y desde luego no hueles a muerta.

– Touché, Matt. Tú siempre directo al grano. Bueno, te diré a lo que he venido: quisiera, si es que no tienes inconveniente, invitarte a cenar esta noche.

– ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Dónde?

– Tssk tssk tssk… demasiadas preguntas, Matt. Tú ponte tu chaqué y ven conmigo. ¡Ah, y quítate las gafas, porque vamos de incógnito!

– Pe…

– Nada, nada, a cambiarte. Aquí te espero… pero no tardes.


Betty Walkers llegó al bufete Sharpe, Murdock & Nelson.

– Perdone, quisiera ver a Matthew Murdock… quiero decir al señor Murdock. -dijo a la recepcionista.

– Sí, espere un momento… -la secretaria pulsó el botón del interfono correspondiente al despacho de Matt-. ¿Señor Murdock? Aquí hay una señorita…

– Walkers. Betty Walkers.

– …la señorita Betty Walkers, que quiere hablar con usted -. Tras esperar unos momentos, la secretaria repitió la llamada-. ¿Señor Murdock? -pero nadie contestó-. Lo siento, pero parece que el señor Murdock ya se ha marchado de las oficinas. ¿Quiere dejarle algún mensaje?

– No gracias, no es necesario -dijo Betty Walkers mientras retrocedía hacia la puerta-. Ya volveré otro día.


– Bueno, ya estoy listo -dijo Matt, saliendo de su habitación enfundado en un impecable chaqué-. ¿Qué te parece?

– Espléndido, Matt -dijo Elektra-. Como siempre. Bueno, vamos

– ¿Cómo vamos a ir a donde sea? ¿En taxi o en autobús?

– Nada de eso, Matt. Iremos en una confortable limusina que nos está esperando a la puerta.


– ¿Jefe? -Manolo Sueiras no estaba nada tranquilo. El humor del jefe era imprevisible, y nunca podía saberse cómo iba a tomarse las noticias.

– ¿Qué quieres? -contesto una voz desde las sombras-. Espero que sea importante…

– Creo que sí, jefe. Verá, tengo un mensaje para usted.

– ¿Un mensaje? ¿De quién?

– No dijo quien era, jefe, y no pude verla.

– ¿Verla? Luego era una mujer…

– Jo, jefe, hay que ver qué listo es usted. ¿Cómo lo ha sabido?

– Déjalo, no importa. ¿Cuál es el mensaje?

– ¡Ah, sí, claro! ¡El mensaje! Dile a tu jefe que las Erinias no le olvidan. ¿Usted entiende algo?

– Puedes irte, Manolo.

– Claro, jefe. Gracias, jefe. Hasta la vista, jefe.

Cuando Manolo se hubo marchado, resonó un solo golpe en el silencio de la habitación. De un solo puñetazo, el misterioso jefe había roto la gran mesa tras la que se encontraba sentado.

– ¡Maldición! -rugió.


– Bueno, Elektra, espero que ahora me digas qué demonios es lo que quieres, porque no creo que me hayas invitado sólo por el placer de mi compañía -. Elektra se había negado a comentarle nada durante el trayecto por las atestadas calles de Nueva York, desde la Cocina del Infierno hasta el mejor restaurante de la ciudad, donde ambos estaban disfrutando de una opípara cena. La lista de espera era de varias semanas, y Matt se preguntaba cómo habría logrado Elektra una reserva.

– Tranquilízate, Matt, y goza de esta espléndida comida. ¿Cómo te va con Karen?

– Estupendamente. ¿Por qué me lo preguntas?

– No estés a la defensiva, Matt. Te aprecio, pero no me interesas de ese modo.

– Me alegro, porque yo estoy estupendamente con Karen.

– Me alegro por ti, Matt. En serio. Ojalá tuviera tanta suerte como tú y encontrara una pareja como Karen… quiero decir…

– No te preocupes, que te he entendido.

– Disculpen -dijo una voz de repente-. ¿Los señogues han desidido ya lo que van a tomag?

– Sí. En primer lugar, queremos…


En las oficinas de Sharpe, Murdock & Nelson, las relaciones entre los socios del bufete no mejoraban precisamente.

– ¿Dónde demonios estará Matthew? -preguntaba Rosalind sin dirigirse a nadie en particular. Aunque Foggy estaba en el mismo despacho, su madre biloógica hacía lo que siempre había tendido a hacer con él: ignorarle.

– ¿No te parece, Rosalind, que… ummm… las diez y veintitrés de la noche es una hora más que razonable para… errrr… haberse marchado ya a casa? -respondió Foggy.

– ¿Quién? Ah, eres tú, Franklin. Supongamos que te doy la razón. En tal caso, ¿qué haces tú aquí a estas horas?

– Oh, bueno… es que tenía que revisar algunos documentos de… ah, el caso en el que estoy trabajando.

– ¿Y cuál es el objeto de ese caso, si es que puedo preguntarlo?

– Hummm… errrr… me temo, Rosalind, que tengo que ampararme en la inviolabilidad de la relación entre abogado y cliente. No puedo contestar a esa pregunta.

– ¡Vamos, Franklin! Somos socios… más aún, soy tu madre. VEnga, dímelo: ¿en qué estás trabajando ahora?

– No me parece demasiado inteligente hacer referencia a nuestro parentesco para intentar sonsacarme, Rosalind. Si por algo no te has caracterizado, es por comportarte como se supone que una madre debe hacerlo durante todos estos años -dijo Foggy en la parrafada más larga que había dirigido a Rosalind sin titubear en medio.

– Pe… pe…

– Buenas noches, Rosalind. Tengo trabajo -y salió con toda la dignidad que pudo reunir, intentando que no le temblaran las piernas. Una vez en su despacho, cerró la puerta con llave, se apoyó en la misma y se dejó deslizar hacia el suelo.- ¡Uf! ¡Dios mío! ¿De dónde habré sacado el valor para decir todo eso? -suspiró, al tiempo que sacaba el pañuelo para secarse el sudor que le caía por la frente.

En ese momento, sonó su teléfono, sobresaltándole.

– Sí, ¿diga? -exclamó al levantar el auricular-. ¡Oh, eres tú, Liz! No te vas a creer lo que acaba de pasar. Verás, …


Al mismo tiempo, algo estaba sucediendo en las oficinas de la WFSK, la cadena en la que Karen trabajaba sin que Matt lo supiera.

– Esta Paige Angel es una bomba, tío.

– Desde luego. Los oyentes se confiesan a ella como si la conocieran de toda la vida. ¡Es fantástica!

– Ha salvado la cadena. Nunca fue gran cosa, pero desde que la compramos los índices de audiencia habían descendido a niveles muy peligrosos.

– Pero, como dice el proverbio, a grandes males grandes remedios, y de perdidos al río. No teníamos nada que perder apostando por Paige, y ha resultado ser la mayor sensación desde Howard Stern.

– Sí, pero ella es mucho más guapa.

– Y más educada.

– Y tiene muchísima más clase que Stern.

– Y cobra sopetecientas veces menos.

– Eso, desde luego.

Esta amigable conversación se vio interrumpida por el timbre de un teléfono.

– ¿Es el mío o el tuyo? ¡Ah, es el mío! ¿Sí? ¿Diga?

– …

– Sí, soy yo. ¿Con quién hablo?

– …

– ¿Cómo que no importa? ¿Cómo ha conseguido mi número?

– …

– Bueno, bueno, ¿qué es lo que quiere?

– …

– No, lo siento, la emisora no está en venta. ¿Qué le ha hecho pensar que…?

– …

– ¿Cómo que me hará una oferta que no podré rechazar? ¿Quién se ha creído que es? ¿El Padrino?

– …

– No, lo siento, no me interesa en absoluto. Buenas noches.

– ¿Quién era?

– Alguien que quería comprarnos la cadena. ¿Te lo imaginas? Ahora que las cosas comienzan a marcharnos bien, piensan que vamos a querer deshacernos de ella.

– ¿Y eso de El Padrino?

– ¡Oh! Es que soltó aquello que decía Marlon Brando de le haré una oferta que no podrá rechazar. ¡Buuuu! ¡Qué miedo!

– No bromees. ¿Y si fueran en serio?

– ¡Qué van a ir en serio! ¡Eso sólo pasa en las películas, hombre!

– Si tú lo dices…

– Yo lo digo. No pienses más en ello. Hala, sigamos escuchando a Paige.


«Nada«, pensó Matt. «Su pulso sigue firme como una roca. ¡Espera un momento! ¿Qué es eso? Parece haber aumentado un par de latidos por minuto«. El autocontrol de Elektra nunca dejaba de asombrar a Matt.

– Bueno, Matt, parece que por fin vas a saber el por qué de esta cena. ¿Puede tu radar detectar a los tres caballeros que acaban de entrar en el salón?

– Sin problemas. Están a unos diez metros, atrás y a mi izquierda. ¿Qué pasa con ellos?

– Son la razón de que estemos aquí. ¿Te importaría no perder comba de lo que hablan mientras cenen aquí?

– De acuerdo -. Matt se concentró para filtrar los demás sonidos y percibir únicamente las voces de las personas que le había indicado Elektra, repitiendo a continuación en voz baja lo que iba oyendo-. …eno, ya nos hemos reunido. ¿Qué es lo que vamos a hacer? No sé. Desde luego la situación es preocupante. ¿Quién iba a pensar que el gordo volvería tan pronto a la ciudad? ¿Pronto, dices? Demasiado ha esperado, en mi opinión. Tendrá ganas de recuperar lo que considera suyo. Eso, desde luego. ¡Vaya tipo listo! ¿Eso se te ha ocurrido a ti solito? ¡Te voy a…! ¡Calma vosotros dos! Estas disputas infantiles no nos benefician a ninguno. Tienes razón; lo siento, es que estoy un poco nervioso. ¡Y quién no! Desde luego, la situación no es para menos. Bueno, tenemos que decidirnos de una vez: ¿intentamos destruirle ahora o esperamos? Si le damos más tiempo para recuperarse, creo que no le podremos parar nunca. Eso es cierto, pero ¿y si fracasamos? En tal caso, podemos darnos por acabados. Lo que sí es seguro es que estaremos acabados de todos modos si no hacemos nada. Entonces está decidido, ¿no? Mañana por la noche interceptamos ese cargamento de armas y las empleamos para atacar al gordo con todo lo que tengamos. Muy bien, hasta mañana. Hasta mañana. Adiós.

Los tres se despidieron, pagaron la cena en metálico y se fueron cada uno por su lado.

– ¿Me explicarás ahora qué es lo que está pasando?

– Claro, Matt. Uno de mis contactos me pasó el soplo de que esos tres individuos iban a reunirse aquí esta noche. Son tres de los jefecillos del hampa que han pasado a una primera línea tras la desaparición de Fisk, y que se encuentran lógicamente atemorizados ante lo que parece el regreso de Kingpin. Están planeando asaltar su base y acabar con él antes de que se haga demasiado poderoso para intentar nada.

– ¿Y? Tú no le tienes precisamente simpatía a Fisk. No más que yo, en todo caso.

– Claro que no, Matt. Pero piensa un poco. A su manera, Fisk tiene ciertos principios, ciertas normas de actuación, de los que carecen los que le han sustituido, que se mueven únicamente por el dinero. Además, a Fisk ya le conocemos, sabemos cómo actúa y cuáles son sus puntos fl…

– …no lo digas…

– …débiles. O como dice el refrán, más vale malo conocido…

– Sí, ya. Bueno, no tienes que recordarme las virtudes de Kingpin. ¿Qué es lo que quieres que haga?

– De momento nada, Matt. Ya investigaré yo por mi cuenta. Limítate a esperar mi llamada, y estate listo para mañana por la noche.

Elektra pagó la cena con una tarjeta de crédito -«¿A qué nombre estará?«, pensó Matt- y salieron del restaurante. La misma limusina que les había llevado hasta allí pasó a recogerles, y les llevó a través de las calles ahora desiertas hasta el apartamento que compartían Matt y Karen.

– Hasta mañana, Matt. Procura descansar.

– Adiós, Elektra.

Cuando Matt traspasó la puerta de su vivienda, comprobó que Karen aún no había regresado. «¿Dónde estará?«, pensó. «Bueno, no debería preocuparme. Karen sabe cuidarse sola«. Y con este confortador pensamiento, se acostó.


(1) Elektra se refiere a la supuesta muerte de Matt Murdock, en Daredevil # 325.

(2) Se dio por muerta a Elektra entre los números 181 y 324 de Daredevil.


Bienvenidos a Derecho de réplica, el correo de los lectores de la colección de Daredevil. Aquí me tenéis para resolver cualquier duda que pueda surgir sobre el discurrir de la colección.


En el próximo número,  por fin tenemos algo de acción. Se desvela la identidad del misterioso jefe de Manolo Sueiras. Tiros, golpes, muertes… ¡No te lo pierdas!

Tagged , . Bookmark the permalink.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *